En el campo de refugiados de Bacqa (Jordania) los palestinos guardan las llaves de sus casas, de sus mezquitas y de sus comercios, porque creen que volverán
“Palestina es un barril de pólvora, donde la idea de estabilidad no existe”, constata una misión humanitaria que visita Cisjordania.
Los 15 brasileños que formamos parte de la misión humanitaria aprobada en el Foro Social Mundial de Túnez tuvimos que esperar unas cuatro horas para que nos autorizasen la entrada en Cisjordania, tras muchos interrogatorios y consultas de nuestros datos personales. En el puesto de control de Allenby Bridge, vivimos nuestra primera experiencia negativa. Dos de nuestros compañeros, de origen árabe y activistas de la causa palestina, no recibieron la autorización para entrar. “Cuestiones de seguridad” alegó la joven oficial que nos devolvió los pasaportes. En este momento nos dimos cuenta de que la misión empezaba y que no sería un paseo turístico: estábamos entrando en territorio ocupado, donde un país oprime abiertamente a un pueblo entero, violando a diario los derechos humanos y un puñado de resoluciones de Naciones Unidas bajo la mirada cómplice de la comunidad internacional. El país agresor es Israel. El territorio ocupado es Palestina.
Cruzar la frontera entre Jordania y Cisjordania es el primer paso para los que quieren entrar en Palestina por el este, sin tener que cruzar los territorios ocupados por Israel en 1948, durante lanakba. El río Jordán y el Mar Muerto son las fronteras naturales entre los dos territorios, pero hay una tercera, artificial, construida por el hombre, y que para millones de palestinos exiliados en Jordania es la que más intimida. Entre el puesto fronterizo de Jordania y los territorios de Cisjordania, hay un puesto de control israelí, aunque según los acuerdos de Oslo, Cisjordania debería ser administrada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Es la policía de la frontera de Israel la que decide si entras o no en Palestina. Pasamos de la amabilidad de los jordanos a la frialdad de la policía mejor entrenada del mundo. Los oficiales israelíes son jóvenes que aprenden en la escuela, en las universidades israelíes y en el ejército -conocido como Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)- que los palestinos y los musulmanes son una amenaza a su existencia y que por eso hay que tratarlos como terroristas en potencia.
Abu Haitham es un señor palestino de 77 años, originario de Beit Jibrin, cerca de Hebrón, que fue expulsado con su familia cuando tenía 13 años y, desde entonces, vive en el campo de refugiados palestinos de Bacqa, en los suburbios de Amman. En la corta entrevista que nos concedió, contó que, de joven, participó en la resistencia palestina y que incluso recurrió a las armas en un determinado momento, no porque le gustaran los fusiles y las granadas sino porque la realidad lo empujó a hacerlo. “Era la única forma que teníamos de luchar” dijo con seguridad el señor sonriente, de voz pausada y viva, vestido con una túnica naranja y un pañuelo blanco en la cabeza; la indumentaria tradicional palestina, que lució especialmente para la ocasión.
Estábamos en la casa de Mohammad, el portavoz del campo, sentados en el suelo, en un salón amplio y lleno de almohadas. Fue un momento emocionante.“No hay un solo día sin que piense en volver a mi tierra. Y volveré”, exclamó Haitham con los ojos llenos de lágrimas. Tras la corta e intensa entrevista, insistió en llevarnos a su casa, donde vive solo desde que murió su mujer. Nos enseñó orgulloso el árbol genealógico de su familia. “Contar mi historia es contar la historia de un pueblo del que quieren borrar todo y cualquier registro”, explicó. Uno de los mitos más propagados por los ideólogos sionistas es que el pueblo palestino no era más que un puñado de tribus beduinas vagando por el desierto.
En el camino a su casa, recorrimos las estrechas calles de tierra del campo de Bacqa (Jordania), donde viven miles de familias palestinas. El campo se parece mucho a una favela brasileña, llena de chabolas y con pocas infraestructuras. En la entrada del campo, una llave, el símbolo de lanakba (catástrofe). Los palestinos guardan las llaves de sus casas, de sus mezquitas, de sus comercios, porque creen intensamente que un día volverán.
En noviembre de 1947, la ONU aprobó la resolución 181, que recomendaba la creación de dos estados en la Palestina histórica. Israel se quedaría con el 54% de los territorios y a los árabes, descendientes de los que siempre han habitado estas tierras, les tocaría menos de la mitad. Desde finales del siglo XIX, se estaba dando una migración importante de judíos a Palestina, estimulada por las ideas sionistas que habían sido aceptadas por la gran burguesía judía y adoptadas como relato oficial de la historia de los judíos. Durante la guerra de 1948, conocida comonakbapor los árabes, entre 800.000 y un millón de palestinos fueron expulsados de sus tierras. La mayoría se estableció en los países vecinos: Siria, Jordania, Líbano e Irak.
Un régimen de ‘apartheid’ moderno
Cisjordania es una tierra hermosa, llena de montañas y valles, rica en rocas y paisajes idílicos. El típico paisaje bíblico de las ovejas pastando por la montaña es muy común en estas tierras. Ahí se cultivan olivas, uvas y algunos vegetales ligeros como la lechuga y el perejil. El agua es escasa tanto por la falta de lluvia como por una de las facetas más crueles delapartheid: el control de los recursos hídricos por parte de Israel, que tiene reservas instaladas en territorio palestino y desde allí bombea el agua permanentemente a las colonias, donde no falta y donde los jardines son floridos y verdes. En las poblaciones palestinas, el paisaje es otro, más árido y rocoso. Quien suministra el agua a los palestinos es una empresa israelí, la Mekorot, que la vende a un precio que puede triplicar el que tiene en las colonias.
Otra cara delapartheides el sistema de carreteras. Hay dos redes de transporte: las denominadasby pass, vías de acceso restringido para la interconexión de los asentamientos judíos; y las ordinarias, de uso compartido entre israelíes y palestinos. El área de los asentamientos, las bases militares, el sistema de carreteras y las áreas demarcadas para la futura construcción de colonias totalizan más de un 42% del territorio cisjordano. Ya son más de 380.000 colonos en Cisjordania. La población palestina de Cisjordania alcanza los 1,8 millones de personas.
Sin embargo, de todos las políticas deapartheidpracticadas por Israel, la más cruel es la de loscheck-points. Para ir de Ramallah a Jerusalén, por ejemplo, que distan 25 kilómetros, hay que cruzar elcheck-pointde Qalandia, unos de los más importantes y conocidos. Es como salir o entrar en una prisión de alta seguridad. El viaje puede durar entre una y dos horas en undía normal. Pasamos por dos controles. El acceso al puesto de control se da a través de unos pasillos protegidos por barras de metal. Solo pueden pasar dos o tres personas a la vez, cada dos o tres minutos. Una sensación surrealista estar ahí. Imaginemos tener que vivir esta experiencia diariamente, como en el caso de los palestinos que viven en Ramallah y trabajan en Jerusalén. Aparte de loscheck-points, las incursiones de las FDI son periódicas, incluso en las áreas A, administradas por la ANP.
La política en un país desmembrado por la ocupación
Mustafa Barghouti, del partido Iniciativa Nacional Palestina, que vive en Ramallah, explicó cómo está dividido el territorio cisjordano desde los Acuerdos de Oslo (1992). “Tenemos el área ‘A’, de exclusivo control por parte de la Autoridad Palestina; el ‘B’, de seguridad compartida por la ANP e Israel, y el ‘C’, de exclusivo control israelí”. Barghouti fue candidato a presidente de la ANP en el 2005 y obtuvo un 20% de los votos, quedando en segundo lugar, atrás de Mahmoud Abbas. Es miembro del Consejo Central de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP), una coalición de movimientos políticos creada por el Consejo Nacional Palestino, en mayo de 1964, que reúne la mayoría de los partidos y movimientos políticos palestinos. La OLP sufre, desde los Acuerdos de Oslo, un importante proceso de desgaste por no haber sido capaz, en opinión de un número creciente de personas, de encontrar una solución para la cuestión palestina.
Para Nadia, una joven activista anticapitalista de Ramallah (no quiere revelar su verdadera identidad), la OLP se convirtió en colaboradora indirecta de la ocupación. “Muchos políticos de la OLP se benefician de la ocupación, a través de los fondos provenientes de Israel y de las Naciones Unidas, mientras la población palestina se tiene que enfrentar a una realidad cada vez más dura”, resume. Crece la desconfianza entre los partidos políticos palestinos, incluso los más izquierdistas, como el FPLP (Frente Popular por la Liberación de Palestina) y el FDLP (Frente Democrático por la Liberación de Palestina). El FPLP es un grupo armado, muy activo en la franja de Gaza, que actúa dentro de la OLP y recibe, supuestamente, financiación de Irán.
Nadia nos recibió en su acogedora casa en Ramallah y estuvimos un rato conversando en su balcón, que tiene una inspiradora vista a las montañas de la ciudad. La mayoría de las ciudades palestinas, como Ramallah y Nablus, está construida en las estribaciones montañosas. La joven de 25 años nos comentó asimismo que cree que la situación en este momento es de una calma aparente, pero que en poco tiempo cambiará. “Palestina es un polvorín, donde la idea de estabilidad no existe. Vivimos en estado de alerta constante”. Opina, además, que en Palestina se dará algo similar a lo que ocurrió en los demás países árabes porque existen los mismos problemas que en cualquier país de la región. “La diferencia es que vivimos un régimen de segregación total a causa de una ocupación extranjera que cuenta con una impresionante legitimidad internacional”.
Uno de los problemas más sentidos por la población es la descomposición del tejido social. La comunicación entre los distintos pueblos es muy endeble, a causa de loscheck-points. Palestina no tiene continuidad territorial. Si empieza cualquier tipo de manifestación en un pueblo en contra de la construcción del muro, por ejemplo, rápidamente Israel cierra todas las carreteras que le dan acceso para evitar que se transmita la noticia y que personas vengan a ayudar en solidaridad.
Hay mucha desilusión con el actual estado de cosas. Un miembro del Alternative Information Center (AIC) al que no podemos nombrar, opina que el crecimiento de alternativas islamistas como el Hamás, no solo en Gaza sino también en Cisjordania, se da por la creciente radicalización religiosa del Estado de Israel. “Muchos ven en estos grupos la única alternativa, sobre todo después de que la mayoría de los partidos palestinos fracasaron en llevar adelante la lucha contra la ocupación. Estamos todos cansados de los constantes abusos cometidos. Ayer mismo, un grupo de colonos de Hebrón destruyó, sin ningún motivo aparente, más de mil olivos en tierras palestinas. Nos hacen la vida un infierno. Nos quieren expulsar de aquí.” Como si no bastara elapartheidsocial y económico, se practica también unapartheidemocional, una tortura psicológica permanente.
EL AIC es una organización formada por palestinos e israelíes que promueve la justicia, la igualdad y la paz entre los dos pueblos. Para ellos, la única manera de pacificar la región es con el fin de la ocupación colonial israelí. Un acuerdo de paz debe asegurar el derecho a la autodeterminación de los palestinos y el retorno de los refugiados.
En Hebrón se concentran todos los horrores de la ocupación
Hebrón (al-Khalilen árabe) está situada al sur de Jerusalén y es una ciudad sagrada, tanto para musulmanes como para judíos, porque alberga la Tumba de los Patriarcas o Mezquita de Ibrahim, donde supuestamente están sepultados, entre otros personajes de las mitologías hebraicas, cristianas y musulmanas, el profeta Abraham y su esposa Sara. Fue en esta mezquita donde el militante fundamentalista judío Baruch Goldstein mató a 29 musulmanes que rezaban en la tumba, en 1994. Israel ocupó la ciudad en 1967, durante la “guerra de los seis días”, y estableció una importante colonia judía en el centro de la ciudad.
Caminar por la calle del mercado un viernes (día del rezo para los musulmanes) es una experiencia un tanto tenebrosa. Casi no hay personas aparte de los pocos vecinos y de los soldados israelíes que vigilan la calle que separa la parte israelí de la palestina. Es como caminar por un gueto. Es una calle estrecha, poco ruidosa, solo se escuchan las botas de los soldados que caminan siempre agrupados de a diez o doce, fuertemente armados. No nos dejan filmarles o hacerles fotos. Pocas tiendas están abiertas este viernes y ahí podemos encontrar pañuelos, fotos, ropa tradicional, camisas turísticas y otros suvenires. Al pasar por elcheck-pointque da acceso a la mezquita, los soldados israelíes nos dicen sonrientes: “Welcome to Israel”. Una sensación de temor al ver aquella joven bien alimentada, con la ametralladora colgada al hombro, mirándonos fijamente con una tranquilidad aparente. Los viernes son los días en que suelen haber más disturbios, porque es el día en que los palestinos suelen salir a manifestarse contra la destrucción de sus casas y el robo de sus tierras o exigen la libertad de sus presos políticos. Los soldados israelíes y los colonos pasan todo el día provocando a los árabes, es algo perverso.
Hebrón está dividida en Norte y Sur, y hay numerososcheck-points, el más importante en la Sharea Al-Shuhada (Calle de los mártires, en árabe). Desde la masacre de Hebrón, la calle está cerrada para los palestinos, que tienen que dar una vuelta inmensa si quieren llegar al otro lado. Nuestro guía nos comentaba que, desde 2010, se organiza anualmente una manifestación por la apertura de la calle a los palestinos. En Palestina la existencia se convierte en resistencia.
La vida sigue su curso
Vivir bajo una ocupación no es tarea sencilla, sobre todo para nosotros acostumbrados a nuestras relativamente altas cuotas de libertad. No obstante, la mayoría intenta normalizar la vida al máximo. Caminar por las calles de Nablus el jueves por la tarde, después de la jornada laboral y escolar, encanta. Se pueden ver grupos de 20 o 30 jóvenes bajando la calle que baja de la montaña en dirección al centro de la ciudad, donde están la mayoría de los espacios públicos.
En la calle del mercado la animación es total. Los gritos de los vendedores se mezclan con las risas de los taxistas y los cláxones de los coches. En el centro comercial de la ciudad, donde se encuentra la única sala de cine, que fue una de las más importantes de Palestina durante el periodo otomano, se amontonan decenas de jóvenes que van a mirar las últimas películas en cartelera. Los cafés y restaurantes están llenos de grupos de amigos fumando narguileo tomando un té relajadamente.
En este poco rato de tranquilidad, se siente al máximo el carácter pacífico y amistoso del pueblo palestino. Un pueblo que sufre todo tipo de adversidades pero que insiste en sacar de su difícil existencia las fuerzas para vivir, resistir y disfrutar.
Publicado originalmente en la página Som Atents (http://www.somatents.com/vivir-y-resistir-en-cisjordania/#.VVi4WflViko)