¿Qué tiene que ver el vértigo, el vacío de alternativa política de izquierdas y la extrema derecha?¿Qué tiene a la sociedad profundamente asustada?
La manifestación de ese miedo social es que tienen un calado social importante los discursos, sobreactuados en muchas ocasiones, de la extrema derecha, marcando incluso la agenda política de las organizaciones de la izquierda.
Desde el estallido de la crisis en el 2007, y a consecuencia de ella, los procesos sociales y económicos, las «placas tectónicas» de la sociedad se han movido a una velocidad de vértigo; emigraciones masivas, países destruidos por guerras, destrucción de conquistas sociales, etc… Mientras, los avances tecnológicos en el campo de la genética y todas sus derivaciones tanto en los seres humanos como en la naturaleza, de la biotecnología y la nanotecnologia, la industria del grafeno, … abren unas perspectivas sociales tremendamente esperanzadoras.
Las condiciones para superar la mayoría de las lacras que atenazaron a la sociedad humana a lo largo de los siglos, están dadas. Si la sociedad no dependiera del beneficio privado, esas lacras desaparecerían en pocos años… Pero no, el hambre se mantiene, reaparecen enfermedades en países como Italia, que las habían erradicado (el sarampión, por ejemplo), el cambio climático amenaza a la humanidad de sumirnos en mundos apocalípticos.
Mientras sucede todo esto, en multitud de países del mundo, comenzando por potencias no marginales como EE UU o Italia, o países dependientes de gran calibre, como Brasil, ganan opciones políticas que recuerdan a Groucho Marx en el Oeste, cuando al grito de «más madera, es la guerra», destruye el tren que llevaba. ¿Qué le sucede a amplios sectores sociales, incluidos los más pobres, para que solo vean a «Grouchos» (con perdón, él reconocía abiertamente que era un payaso) para ponerlos al frente de sus países?.
El vértigo por la rapidez a la que se suceden los acontecimientos produce miedo, porque la sociedad desconoce a dónde va; es más, sospecha que todos esos avances sociales en manos de los de siempre, sólo generan problemas. La falta de alternativa social de conjunto al capitalismo, motor de esa velocidad de crucero impuesta a la sociedad, es la causa de este miedo social que alimenta los discursos de la extrema derecha.
Las cadenas de TV, los filmes, los vídeo juegos están llenos de mensajes pos apocalípticos, de sociedades futuras donde la alternativa es la extrapolación de los males del capitalismo a extremos de barbarie, como los Juegos del Hambre, Divergente o los mundos llenos de zombies. Los medios de comunicación de masas, verdaderos dictadores actuales al servicio de la perpetuación del sistema, dan otra opción, para que no se diga que no son expresión de la libertad: el medievalismo, la vuelta a principios de los que el Quijote hizo mofa y befa ya hace siglos, el «honor, la gloria, el espíritu caballeresco» y su contraparte, las conspiraciones y la irracionalidad que dominó la Edad Media. Juegos de Tronos o El Señor de los Anillos, son sus dos manifestaciones más conocidas.
«La especialización conduce a la barbarie», dijo Ortega y Gasset; y la hiperespecialización que tiene el capitalismo actual, que consigue que genios de la informática y de las ciencias, crean en esas teorías irracionales, como son los zombies o el medievalismo, se traslada a la sociedad de una manera perversa. La desaparición de un alternativa social al capitalismo con su restauración en los llamados países del «socialismo real» (la URSS a la cabeza), y el “descubrimiento” de que tras el Muro de Berlín no había socialismo, abre las puertas a miles de mundos alternativos, a que cada uno en su cabeza construya su propio mundo, desde el de la Tierra Media hasta Aldebarán. Al final solo hay escepticismo unido a una gran ignorancia histórica, que tiene como resultado el acientificismo que domina el pensamiento del común de los mortales.
Han conseguido que ante los acontecimientos de la realidad la sociedad sienta un miedo cerval, y sólo tenga como recurso el escapismo en mundos virtuales dominados por ideologías medievales, acientíficas,… que cuestionan la realidad como verdad objetiva. Al no existir una verdad objetiva a conquistar, a comprender y estudiar, sino que todo «depende del cristal con que se mire», el individuo se convierte en el centro del mundo. Unir miedo al futuro, analfabetismo funcional que es la hiperespecialización impuesta en el conocimiento y escepticismo frente alternativa sociales al capitalismo, es demoledor y permite que los «grouchos» asuman un papel que no les corresponde en la sociedad.
Han conseguido destruir en la sociedad cualquier afirmación de una alternativa social al capitalismo; y en este «han conseguido» hay que poner en primer lugar a los pos modernos y pos marxistas (¿quién no recuerda a Pablo Iglesias regalándole Juego de Tronos al Rey Felipe?), puesto que ellos hablaron desde las filas de la izquierda. Que Aznar, Trump o Bolsonaro sean lo que son, lo son; no se les puede pedir otra cosa. Pero los que hablan en nombre de… destruyan los «grandes relatos» alternativos al capitalismo, y lo que es más grave, cuestionen la existencia de una realidad objetiva, introduciendo en la sociedad el virus del escepticismo; no como un cuestionamiento de las verdades subjetivas, base del pensamiento científico, sino para destruir esos relatos alternativos al capitalismo.
La «fusión» de escepticismo e ignorancia de la historia de los pueblos, su cuestionamiento absurdo en nombre de un «relativismo» que no es tal, sólo abre las puertas a vómitos ideológicos como los de Vox, Bolsonaro, Trump o Salvini. El miedo que produce el vértigo de la sociedad, ligado a la destrucción consciente de una alternativa al capitalismo está en la base de la expansión de la extrema derecha en amplios sectores sociales.
Para combatir ese miedo social, hay que dar una alternativa liberadora a la sociedad, y reconstruir el relato de que la crisis capitalista tiene otra salida que no sea la barbarie de los Juegos del Hambre o los zombies, o la vuelta a un pasado basado en la irracionalidad y acientificismo de Juegos de Tronos o El Señor de los Anillos. Que frente al capitalismo y su tendencia a la barbarie, la sociedad tiene la alternativa del socialismo; de la revolución socialista que acabe con todas las lacras del capitalismo y las sociedades de clase (los medievalistas olvidan que en esa época a las mujeres no se les reconocía tener alma), desde el machismo hasta la catástrofe anunciada del cambio climático.