El pasado sábado 15 de junio, en la Parroquia de Entrevías (Madrid) — como lugar de encuentro con tradición combativa en el barrio obrero de Vallecas — presentamos El Programa de Corriente Roja para la revolución socialista en el Estado español, una elaboración colectiva que pretende ser una guía para la acción, pero también una herramienta para discutir con les activistas y luchadores que quieren construir colectivamente una salida. El acto tuvo de ponentes a tres militantes de Madrid: Ángel Luis Parras, luchador desde la Transición y veterano del sindicato Co.bas; Antonio Rodríguez, extrabajador de UPS Vallekas y luchador de Co.bas y, Ame Luna, mujer trans trabajadora y activista LGTBI+. Esta semana se conmemora el Orgullo LGTBI y, en ese marco, reproducimos la intervención de la compañera Ame sobre qué programa necesitan les trabajadores LGTBI.

La idea de que presentásemos el acto Parras y yo partía de la importancia que le damos al programa como algo vivo, que se nutre de la experiencia del movimiento obrero, como del que participaron los compañeros que se foguearon en la lucha contra el Franquismo durante la Transición, pero precisamente porque el programa es algo vivo, también debe responder a las reivindicaciones sociales que van cobrando fuerza al calor del desarrollo de la lucha de clases, que hoy viene marcada por la agudización de la crisis capitalista y la ausencia de una dirección revolucionaria de la clase trabajadora.

Este panorama, en el que supuestamente “el socialismo fracasó” tras la restauración capitalista en la URSS, que fue el culmen de la contrarrevolución estalinista, pero donde la barbarie sigue campando a sus anchas, cobran fuerza movimientos progresivos contra las opresiones sociales, como el 8M, BLM, o contra la destrucción del planeta, como el movimiento ecologista.

En estos movimientos la clase trabajadora se encuentra diluida, no tiene un rol central precisamente por falta de un programa revolucionario que responda a estas reivindicaciones desde la perspectiva de la clase trabajadora. Es por este desclasamiento que los mismos gobiernos patronales que se niegan a poner un techo al precio de los alquileres, impidiendo a las víctimas de violencia de género huir de su agresor, pueden ampararse en el relato y llamarse a sí mismos “feministas”. Es por la falta de un bloque de la clase trabajadora que haga frente a todo gobierno patronal, sea del signo que sea, que los PSOEs y SUMAR es nos llaman al “voto útil” contra el racismo de la ultraderecha,
mientras firman el nuevo Pacto de Inmigración y Asilo de la UE, que supone un paso más en el proyecto de la Europa fortaleza, racista, que convierte el Mar Mediterráneo en una fosa común (33 personas se ahogan diariamente intentando llegar a nuestras fronteras en lo que va de año). El borrado de la clase trabajadora es la piedra angular de los relatos “progresistas”.

Esto no quiere decir que para Corriente Roja todos sean lo mismo, y desde luego compartimos la preocupación del avance de la ultraderecha. Lo que intentamos debatir con nuestro programa es la propuesta de cómo lo llevamos a cabo, de cómo acabamos con
la ultraderecha.

Nosotras no despreciamos los avances en los derechos para los colectivos oprimidos, al contrario, luchamos para arrancárselos al gobierno que sea, pues sabemos que nadie nos ha regalado nada. Un ejemplo de ello es el movimiento del que hemos participado por la Ley Trans, que tiene sus antecedentes también en la Transición y que desde el 2018 ha luchado por la demanda específica del derecho a la autodeterminación de género. Finalmente en 2023, tras 5 años de lucha contra 2 gobiernos progresistas, se aprobó la Ley Trans. Y Corriente Roja lo reivindicamos como una victoria con todas sus limitaciones, pero una victoria. Una victoria que sabemos siempre estará amenazada bajo este sistema y que tenemos que defender.

Cuando hablamos de las limitaciones de estas leyes, nos referimos a la resistencia de los gobiernos patronales a dotarlas de recursos, recursos que son generados por la clase trabajadora y de los que se apropian las empresas no sólo mediante nuestra explotación, sino también del robo de nuestros impuestos para destinarlos a privatizaciones, armamento o para cubrir las pérdidas de sus especulaciones en forma de “deuda pública”.

Luchamos por el derecho de la autodeterminación de género pero exigimos que para que ésta sea efectiva las personas trans necesitamos acceso a vivienda, empleo digno y una sanidad pública que atienda a nuestras necesidades. ¿Puede acabar la ley trans con las agresiones tránsfobas sin inversión en una educación 100% pública que acabe con la presencia y el negocio de la Iglesia en nuestras aulas? Esta misma lógica la podemos aplicar al derecho al aborto y la sanidad pública o las leyes contra la violencia de género y el acceso a vivienda.

Además, en el caso concreto del Estado español no podemos hablar solo de leyes vacías de recursos, también tenemos que hablar del hecho de que la izquierda del régimen monárquico no está dispuesta a acabar con la herencia del franquismo en las instituciones junto a las que co-gobiernan. Si las personas LGTBI tenemos miedo a denunciar es porque sabemos que la policía y los juzgados están dominados por el machismo, la LGTBIfobia y el racismo. Por mucho que Pedro Sánchez se queje de la aceptación a trámite de la denuncia a su mujer por parte del sistema judicial, sabemos que no está dispuesto a depurar a los jueces franquistas, ni a derogar la Ley Mordaza.

Pero quiero volver a hacer énfasis en que, para nosotras, no todos son lo mismo, y que si es necesario haremos unidad de acción con los partidos patronales “progresistas” contra los ataques de la ultraderecha, siempre partiendo de la independencia política, que es independencia de clase. Pero no podemos dejar de señalar que los gobiernos patronales “de izquierda” perpetúan el caldo de cultivo de la ultraderecha, que no es otro que la desigualdad social, manteniendo y ampliando los privilegios de la clase burguesa. Un claro ejemplo de esta política patronal es la reforma laboral Sánchez-Díaz de la que nos ha hablado Parras.

La realidad es que los ataques de los gobiernos “progresistas” a las condiciones de vida de la clase trabajadora también los sufrimos, incluso en mayor medida, les oprimides, que no existimos en abstracto y que la mayoría somos clase obrera. No se trata solo de la falta de acceso a vivienda para las víctimas de violencia de género o la política que aplica Marlaska en la frontera sur, también es la falta de perspectiva de futuro que tienen los chavales que votan a Alvise, que se agarran a la salida del proteccionismo que ofrece el nacionalismo racista y machista como un clavo ardiendo.

Desde Corriente Roja queremos seguir construyendo nuestro programa para ofrecer una alternativa real a los colectivos oprimidos para que dejemos de ser, por una parte, el reclamo electoral de partidos capitalistas “progresistas” y por otra, el chivo expiatorio de la ultraderecha. Queremos construir un programa de salida junto a todos los colectivos oprimidos para que, junto al resto de nuestra clase, la clase trabajadora, podamos acabar definitivamente la desigualdad social que es caldo de cultivo de las ideologías reaccionaria.

Como diría Rosa Luxemburgo, en la disyuntiva de “socialismo o barbarie” el socialismo es la lucha por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.