El Deutsche Bank acaba de pedir un fondo de rescate (otro) para la banca europea de 150 mil millones de euros, ante la morosidad que sufre la banca italiana, la incapacidad de la banca española para liberarse de las viviendas sin vender y las hipotecas sin pagar, y del mismo agujero financiero del Deutsche Bank, de un valor incalculable.
Por Roberto Laxe
Muchos se quedaran en la codicia de los banqueros para explicar este nuevo rescate, pero desde hace muchos años sabemos que «no son las personas, es el sistema», como se gritaba el 15M, y que con medidas de racionalización, control de estrés de los bancos, de impuestos o incluso detención de banqueros como hicieron en los EEUU tras la caída de Lehmann Brothers, no se parará la crisis que se avecina.
El problema es que el sistema esta metido en una espiral en la que la competencia intercapitalista ha llevado a un desarrollo de la productividad del trabajo tal, que hoy no les renta las inversiones en la producción de mercancías. Para eso, desde los ochenta se han inventado eso del neoliberalismo y la desregulación financiera, para a través del capital ficticio (que siempre termina en activos tóxicos, derivados virulentos entre los que se cuentan la especulación con la deuda pública) suplir el ansia de la burguesía, aquí si entran las personas, de acumular dinero; como si el dinero saliera de la nada (muchos creen que nace en los cajeros). Pero el dinero no es más que un símbolo, un medio de intercambio y una medida del valor de la mercancías, que o responde a la producción de mercancías o es papel mojado, o en el colmo del fetichismo, apuntes contables. La deuda, de hecho, no deja de ser un apunte contable que se puede resolver con un simple reseteo de los ordenadores donde figura.
Solo por su papel imperialista, EEUU, Japón y la UE pueden mantener este ritmo de financierización de la economía, que en ellos se manifiesta en unas altísimas deudas públicas, porque extraen la plusvalía de los trabajadores y las trabajadoras de todo el mundo, no solo la de sus estados, a los que cada vez más revientan sus conquistas para asemejarlos a los de los países colonizados, así intentar recuperar la tasa de beneficios. Pero la crisis China, la Brasileña y demás, están cuestionando esta cura paliativa que habían encontrado en la superexplotación de los países dependientes -el caso chino es especifico-.
El capitalismo está en un punto crítico en el que cualquier movimiento telúrico en las cuentas de bancos como el Deutsche puede dar al traste a la civilización como la conocemos… Salvo que de una vez la clase obrera acuda puntual a su cita con la historia, cita a la que los revolucionarios tenemos la obligación de llegar también a tiempo y no perderlo buscando atajos que solo conducen a callejones sin salida.