Las pasadas elecciones generales se distinguieron en Euskal Herria por dos hechos relevantes: el triunfo de Podemos y el desplome de Euskal Herria Bildu (EHBildu), la coalición que integra a la izquierda Abertzale, que perdió un tercio de sus votos.
Por Felipe Alegría
El éxito de Podemos fue ante todo un fenómeno electoral: primera fuerza en votos y representación, no dispone, sin embargo, ni de líderes conocidos, ni de estructura partidaria, ni de implantación en el tejido social vasco. Podemos combinó la carta del derecho a decidir y el reagrupamiento de los presos con retórica social y se presentó como el agente del cambio de la política estatal.
Pero más importante todavía es que el grueso de los votos de Podemos vinieran de gentes que antes habían votado a EHBildu y que ahora le daban la espalda, al igual que lo hacían los jóvenes que votaban por primera vez.
Crisis profunda y derechización, las dos caras de la moneda
Aunque el 20D ha sido su expresión más aguda, la crisis de la Izquierda Abertzale viene de lejos. Su giro estratégico hace cinco años vino acompañado de una espectacular victoria electoral al calor de su legalización, pero desde entonces, las esperanzas que suscitó han sido masivamente defraudadas.
Una muestra de este proceso fue su retroceso en las elecciones municipales y a Juntas de mayo de 2015. La provincia en que el retroceso tuvo mayor impacto fue Gipuzkoa, donde EHBildu presidía la Diputación y la mayoría de ayuntamientos y donde había tenido cuatro años para mostrar el alcance y los efectos de su política. El retroceso, además, no ha sido solo electoral sino global y se ha expresado en la presencia en las manifestaciones, en la actividad política en la calle y en la extrema precarización de su vida interna.
La Izquierda Abertzale abandonó la lucha armada, algo que era una necesidad perentoria, pero lo hizo para integrarse en las instituciones del régimen. No ha utilizado su presencia en ellas para apoyar las luchas, impulsar la movilización obrera y popular y desafiar las instituciones y las leyes injustas. Por contra, todas sus medidas se ajustaron a la legalidad, esterilizando toda posibilidad de cambios sustanciales. Incapaz de liderar las ansias y urgencias de cambio social, la Izquierda Abertzale ha aparecido como parte del establishment, más exactamente como su versión de izquierda. Con estos antecedentes, no resulta extraño el apoyo incondicional de sus dirigentes a la reciente capitulación de la CUP ante la burguesía catalana.
Una consecuencia de la orientación ha sido el distanciamiento entre el aparato directivo, institucional y partidario, y buena parte de las bases, mayor cuanto más combativas eran éstas.
La integración en las instituciones es parte de una estrategia de conjunto cuyo eje es la búsqueda de una alianza estratégica con el PNV, el principal representante de las patronales vascas. Las recientes declaraciones de Xabier Olano, el portavoz de la Izquierda Abertzale en las Juntas Generales de Gipuzkoa son escandalosamente sinceras: «la población guipuzcoana -dice- nos transmite que el gobierno debería conformarse, al menos mayoritariamente, entre PNV y EHBildu» (www.noticiasdegipuzkoa.com/2016/01/10). No se puede hablar más claro.
Este acercamiento al PNV se da, además, cuando los dirigentes de este partido manifiestan su satisfacción con el actual status quo, que sólo aspiran a «actualizar», sin prisas y con plena aceptación de la legalidad española, renegando del derecho a la autodeterminación. El lehendakari Urkullu ha acuñado el concepto de «nación foral», que define su proyecto: un territorio vasco-español acogido a los «derechos históricos» reconocidos en la Constitución monárquica (léase Concierto Económico) y, en este marco, participante de pleno derecho en la Unión Europea (UE).
El proceso de debate de la Izquierda Abertzale, Abian!, fue puesto en marcha cuando la crisis ya no podía ser ocultada. Su objetivo es contener daños y detener la sangría, pero no cuestionar la estrategia que está en la base de la crisis. Es posible que EHBildu recupere una parte del voto perdido, pero no la salud de una estructura enferma.
Reconstruir la izquierda
Los resultados electorales muestran que se ha abierto una importante brecha para reconstruir una izquierda vasca vinculada a la lucha del conjunto del Estado. Podemos es orgánicamente incapaz de responder a esta necesidad: 1/ porque no es ninguna fuerza militante sino un aparato electoral; 2/ porque es un aparato «regional» plenamente dependiente y subordinado al aparato central español, férreamente controlado por el grupo de Iglesias y poco amigo de disidencias; 3/ porque su «derecho a decidir» («referéndum vinculante» incluido) es un fraude ya que rechaza la unilateralidad y está condicionado a una reforma imposible de la Constitución española, a la que han prometido acatamiento; y 4/ porque su programa social es otro fraude, porque está condicionado al respeto a los dictados de la Unión Europea que ya ha puesto los deberes al gobierno español antes de constituirse.
Es hora de comenzar a reconstruir una izquierda clasista que levante con toda firmeza la bandera de la República vasca y la del internacionalismo. Una izquierda consciente de que la lucha por una República vasca soberana no puede triunfar sin unir fuerzas con los trabajadores y pueblos del resto del Estado y sin enfrentar juntos a la UE. Por eso, la lucha por la República vasca es también la lucha por una libre confederación de Repúblicas libres y por una Europa de los trabajadores y los pueblos, levantada sobre las ruinas de la UE. Es en este marco que podrán ser satisfechas las aspiraciones soberanistas vascas y las reivindicaciones populares.