El 29 de junio de 2014, Abu Bakr al-Baghdadi fue proclamado califa del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS por sus siglas en inglés, EI en castellano) en la ciudad iraquí de Mosul. Desde entonces, se ha centrado en el Estado Islámico la lucha contra el terrorismo islamista, que ocupa buena parte de la agenda política occidental desde los años 1980, especialmente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Center de Nueva York entre otros objetivos.
El Estado Islámico es noticia cada día en los medios de comunicación, ya sea para dar a conocer las continuas violaciones de los derechos humanos que han caracterizado el día a día en las zonas que domina, como para referirse al avance victorioso de las tropas de la coalición sobre el territorio bajo control yihadista. Pero siempre y en todos los casos, el EI es presentado en los medios precedido por el término “autoproclamado”.
En un primer análisis, el uso de este adjetivo es incomprensible teniendo en cuenta que todo Estado es autoproclamado. La explicación de su uso, pues, debe encontrarse en una determinada intención de aquellos que elaboran los discursos mayoritarios, cuyo origen radica en una contraposición entre lo que ellos deben de considerar un “Estado” y un “Estado autoproclamado”. Para alcanzar esta explicación es necesario consultar los fundamentos teóricos de la ideología dominante de nuestra sociedad, donde se aprecia como hecho indiscutible una concepción positiva del Estado en que éste es una institución que sirve a los intereses de la mayoría y al bien común. Se puede remontar por lo menos a Platón la idea de que en el Estado hay una renuncia voluntaria de todos los miembros de la sociedad a la libertad individual a cambio de los beneficios de vivir en comunidad[1]. Autores liberales como Thomas Hobbes, John Locke, Jean-Jacques Rousseau o David Hume arrastran esta idea, cada uno con sus explicaciones diferentes sobre la naturaleza del poder, pero todos coincidiendo en que el Estado es un bien necesario y positivo para la Humanidad[2].
Siendo éste el planteamiento sobre el que se sostiene todo el discurso político de nuestro tiempo es evidente que Occidente pretende evitar que se vincule un régimen como el Estado Islámico a los estados europeos, aprovechando la ocasión para hacer patente que un Estado sólo lo es si es reconocido por los demás. Tal es así que se ha intentado implantar el uso de la palabra Daesh para referirse al EI, término despectivo utilizado por las facciones árabes enemigas del Estado Islámico y que, según cuenta la prensa, “enfurece” a los yihadistas [3]. Este hecho es especialmente sorprendente, pues en ningún otro conflicto reciente los medios de comunicación occidentales han sentido la necesidad de referirse a uno de los bandos por el nombre despectivo usado por sus enemigos, ni siquiera cuando se simpatizaba abiertamente con unos y en contra de los otros.
Con todo, la pregunta que es necesario responder es si el Estado Islámico es realmente un Estado. Económicamente, el EI se sustenta gracias al apoyo de grandes magnates de países como Arabia Saudita y Kuwait, la venta de petróleo en el mercado negro y el cobro de impuestos en los territorios que controla [4]. Por un lado, las dos primeras fuentes de financiación hacen evidente que el EI está totalmente integrado en el mercado global capitalista y que, por lo tanto, responde a sus intereses. Y, por otro, la tercera es prueba de un funcionamiento puramente estatal. A pesar de esto, en algunos casos no se usa la palabra impuestos para definir este cobro de tributos, sino que se habla de “extorsión” [5]. Una vez más, estamos ante un discurso parcial y sin sentido, pues todo cobro de impuestos es una extorsión.
Todo Estado se fundamenta en la extorsión y en el robo sistemático mediante el monopolio de la violencia. Esta idea es básica en la concepción que tienen el marxismo y el anarquismo del Estado, pero no únicamente. También el filósofo alemán Friedrich Nietzsche tenía una visión negativa del Estado contraria a la de los postulados liberales clásicos[6], igual que también Max Weber, sociólogo liberal de principios del siglo XX, entendía que la violencia es parte intrínseca del poder político[7].
Si rastreamos el origen de los Estados en los que vivimos, encontramos procedimientos que muy poco se diferencian de los que se conocen del Estado Islámico. La creación de la fiscalidad real durante la Plena y Baja Edad Media fue un proceso largo y extremadamente violento mediante el cual las monarquías pretendían imponer su autoridad tributaria sobre los territorios controlados por sus vasallos [8]. Y hoy en día sigue siendo la fuerza la que en última instancia garantiza la continuidad de los Estados europeos. Asimismo, la investigación histórica ha permitido certificar que el monopolio de la violencia fue uno de los factores decisivos para el surgimiento de las primeras sociedades estatales.Como ejemplo notable está el caso de la ciudad sumeria de Ur, en Mesopotamia (actual Irak).En algunas de las excavaciones de los años 1930, realizadas en las tumbas reales de la segunda mitad del III milenio antes de nuestra era, se hallaron casos en que decenas de personas fueron asesinadas para celebrar la muerte de un personaje destacado [9]. Esta misma situación se ha observado en gran cantidad de casos por todo el mundo vinculados a la aparición del Estado, como es el del túmulo funerario de Leubingen, en Turingia (Alemania), que data de mediados del siglo XX antes de nuestra era, donde un niño fue asesinado y colocado sobre el regazo de un hombre cuyo ajuar estaba esencialmente compuesto por armas entre otros objetos [10],o el de la tumba M45 deXishuipo,en el noreste de Henan (China), donde otro hombre adulto fue encontrado en un entierro singularizado junto con otros tres cuerpos (de entre 12 y 16 años) que fueron sacrificados para honrar su muerte[11].
Este comportamiento funerario es claramente indicativo de la violencia sistemática que empapaba el funcionamiento de estas sociedades. De este registro se puede, además, inferir la aparición de clases sociales diferenciadas. La existencia de pequeños grupos de población que no participan de la producción social y que, en cambio, consumen gran parte de los recursos monopolizando el uso de la fuerza y el control de los medios de destrucción (las armas)es prueba de la institucionalización de la desigualdad económica, es decir, del surgimiento del Estado según la definición marxista del término.
En su obra tituladaLa ideología alemana, Karl Marx y Friedrich Engels definieron el Estado con las siguientes palabras: “Como el Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como mediador al Estado y adquieren a través de él una forma política. De ahí la ilusión de que la ley se fundamente en la voluntad y, además, en la voluntad desgajada de su base real, en la voluntad libre.”[12] Asimismo, Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin, destacó en su revisión de los textos de Marx y Engels en El estado y la revolución la importancia del monopolio de la violencia para el funcionamiento y la continuidad de las organizaciones estatales [13].
Estamos, pues, ante unas características que son comunes a todos los estados que han existido en la Historia de la Humanidad. Es una definición en la que encajan las ciudades mesopotámicas, como Ur, antes citada, el Estado Islámico de Irak y el Levante, el Estado español, el estadounidense… Es por esto que todo planteamiento político que pretenda romper con las desigualdades sociales inherentes al capitalismo y a toda organización estatal, debe trascender los cauces legales de éste y plantear una alternativa dirigida desde la base y surgida de la clase trabajadora, el sujeto social que padece día a día la explotación económica. Sobre este aspecto advertía Marx en un escrito que redactó en 1875 criticandoel programa fundacional del recién creado Partido Obrero Socialista de Alemania. En este texto, conocido como Crítica al programa de Gotha, Marx lamentabasu carácter reformista, puesentendía el Estado según la lógica liberal, como un organismo neutro, no vinculado a una clase social dominante y que debía funcionar como árbitro en las disputas de la sociedad, planteando así un escenario según el cual era posible transformar el capitalismo hacia el socialismo sin una ruptura violenta con el orden actual[14].
Este planteamiento, estéril para los intereses de la clase trabajadora, servía en el fondo para salvaguardar las diferencias sociales del Capitalismo, desmovilizando a la clase trabajadora y canalizando sus reivindicaciones hacia las instituciones siervas de la clase que les explotaba. Hoy, igual que entonces, el discurso político de la mayoría de organizaciones de “izquierdas” encarna los valores que caracterizaban el programa del Partido Obrero Socialista de Alemania, paralizando toda vía hacia la emancipación de la clase trabajadora.
Para la realización de esta tarea es necesaria una conciencia clara de lo que es el Estado. Y el Estado Islámico de Irak y el Levante, que quizás podríamos definir como el embrión de un Estado hoy ya al borde de su destrucción, no se diferencia del resto de Estados del mundo ni por sus prácticas criminales, que en mayor o menor medida según las circunstancias ya hemos visto que son comunes a todos los poderes políticos, ni por la forma en que se financia y organiza. El papel reaccionario que ha jugado el Estado Islámico en Oriente Próximo reprimiendo la revolución siria no es muy diferente al que en Europa tienen muchas organizaciones fascistas, cuyo planteamiento político es muy similar al de los yihadistas tanto por sus métodos como por su ética. De modo que sea cual sea su carácter, desmitificar el Estado y destruirlo es el único camino hacia un verdadero cambio social.
Notas
[1] LULL; MICÓ (2007): p. 28.
[2]Si bien el planteamiento de Hobbes recoge la idea de la sumisión voluntaria planteando un escenario de entrega total de los súbditos al monarca, soberano absoluto que ha de mediar en los conflictos que el pensador inglés consideraba inevitables y propios de la naturaleza humana [HOBBES (1991)], Locke, Rousseau y Hume abogan (cada uno con sus planteamientos diferentes) por un poder cambiable surgido de una voluntad popular expresada mediante un sistema democrático. Y todos ellos reconocen en el Estado el bien supremo útil a los intereses de la Humanidad [ver: LOCKE (2014): p. 121; ROUSSEAU (1982): p. 51; HUME (2014): pp. 85-86].
[3]ihttp://www.abc.es/internacional/abci-estado-islamico-molesta-llamen-daesh-201511260115_noticia.html13/07/2017
[4]http://www.publico.es/internacional/financian-al-islamico.html 12/07/2017
[5] Ver, por ejemplo: https://actualidad.rt.com/actualidad/view/137850-financiar-estado-islamico-arabia-saudita-petroleo 12/07/2017
[6] Aunque la idea nietzscheana del Estado se puede encontrar en metáforas en los aforismos de su obra más importante, Así habló Zaratustra [ver: NIETZSCHE (2016): pp. 184-185], se lee de forma concretada en La Genealogía de la Moral: “He utilizado la palabra «Estado»: ya se entiende a quién me refiero – una horda cualquiera de rubios animales de presa, una raza de conquistadores y de señores, que organizados para la guerra, y dotados de la fuerza de organizar, coloca sin escrúpulo alguno sus terribles zarpas sobre una población tal vez tremendamente superior en número, pero todavía informe, todavía errabunda. Así es como, en efecto, se inicia en la tierra el «Estado»: yo pienso que así queda refutada aquella fantasía que le hacía comenzar con un «contrato».” [NIETZSCHE (2011): pp. 124-125].
[7]En su obra titulada La política como vocación, Max Weber definió el Estado como la asociación política que se caracteriza por monopolizar el uso de la fuerza física, siendo la violencia el hecho que la define y que garantiza su existencia [WEBER (1946): p. 3].
[8]LADERO QUESADA (1999): pp. 116-117.
[9]BAADSGAARD et al. (2011).
[10]El túmulo de Leubingen se enmarca en la Edad del Bronce en la Europa Central, en un contexto material y cronológico que la arqueología tradicionalmente ha denominado la “cultura”Únětice. La existencia de clases sociales en estas sociedades se hace evidente por la presencia de tumbas como la descrita en contraposición a otras mucho más sencillas en las que la mayor parte de la población era inhumada con una muy inferior inversión de trabajo y muchas veces con evidencias osteológicas de haber vivido episodios de violencia interpersonal. En esta época se ha podido certificar una división del trabajo a gran escala con una jerarquía en los asentamientos orientada a la explotación del cobre y otros recursos naturales, todo dirigido por la élite dominante y funcionando en pro de sus intereses [KRAUSE (2007): p. 133 y KRISTIANSEN; LARSSON (2005): pp. 133-134].
[11] Este caso se encuadra en el contexto de aparición del Estado en China durante el periodo denominado Yangshao (5000-3000 antes de nuestra era), en que la violencia también se convirtió en un hecho sistemático vinculado a la aparición de clases sociales [UNDERHILL; HABU (2006): pp. 130-131 y LIU (2007): p. 388].
[12] MARX; ENGELS (2014): p. 54
[13] LENIN (1981): pp. 15-20.
[14] “…considera, más bien, al Estado como un ser independiente, que posee sus propios «fundamentos espirituales, morales y liberales».”[MARX (2012): pp. 230-231].
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