Esta semana, por orden del presidente Recep Tayyip Erdoğan, el ejército turco inició un ataque y una invasión sobre los cantones kurdos ubicados en el nordeste del territorio sirio. La acción fue avalada por el presidente de EEUU, Donald Trump, quien previamente había determinado el retiro de 2.000 soldados estadounidenses de esa región y, con ello, la ruptura de la alianza que su país mantenía con los kurdos.
No es el primer ataque que Erdoğan realiza contra los kurdos de Siria. A finales de 2016, había realizado la operación “Escudo del Éufrates” para “cortar” el corredor que los kurdos intentaban formar entre Afrin y Jazira. El objetivo fue logrado y las fuerzas afines a los turcos quedaron con el dominio de la ciudad siria de Yarabulus y otras poblaciones menores. A inicios de 2018, lanzó la “Campaña Rama de Olivo” que consolidó su presencia militar en la región de Afrin [1]. Tal como en los casos anteriores, nuestra posición ante esta nueva agresión es absolutamente clara: apoyamos y defendemos el campo militar de los kurdos contra el ataque turco.
Más allá de esta definición, por todos los complejos factores internacionales y regionales que se combinan (y los cambios dentro de ellos), nos parece necesario retomar y profundizar análisis y consideraciones que hemos hecho en diversos artículos en este site, en los últimos años [2].
Los kurdos
El pueblo kurdo es la mayor nacionalidad de Medio Oriente sin Estado propio, ya que el Tratado de Lausana (firmado en 1923 para repartir los dominios del imperio turco-otomano, derrotado en la Primera Guerra Mundial) les negó ese derecho. Los kurdos quedaron divididos entre cuatro países (Turquía, Irán, Irak y Siria), en los cuales son una nacionalidad oprimida, que es duramente reprimida cuando lucha para intentar revertir esta situación.
En el caso del territorio sirio, son ampliamente mayoritarios en los cantones de Afrin, Jazira y Kobane, en la franja nordeste del país (fronteriza con Turquía al norte, e Irak al este). Estos cantones suman cerca de 15.000 km2 y en ellos habitan algo más de 2.000.000 de kurdos (y pobladores de otros orígenes). Los kurdos, en su mayoría, provienen de migraciones desde Turquía. Como un ejemplo de la opresión que sufrían en Siria, digamos que, hasta hace pocos años, no tenían derecho a ser ciudadanos de este país.
En ese marco, en los artículos citados analizamos una diferencia en la política que los revolucionarios debíamos tener frente al caso de los kurdos como nacionalidad oprimida, con respecto a la clásica del marxismo en estos casos:
“Como marxistas revolucionarios, no estamos a favor de la atomización de los Estados existentes. Por el contrario, luchamos por la integración de Estados plurinacionales y federativos, libremente constituidos, cada vez mayores. Pero si una nacionalidad oprimida define que quiere su independencia, pasamos a apoyar y defender incondicionalmente esta decisión. (…) El caso kurdo es especial: es evidente que se trata de una nación oprimida, pero no lo es en un solo país sino que está dividida y oprimida en cuatro países. Por eso, la única forma de ejercer su autodeterminación es romper esa división y reunificarse. Así, como punto de partida, reconocemos y defendemos su derecho de separar sus territorios históricos de los Estados que integran y constituir su propio Estado independiente (y apoyamos plenamente su lucha en este sentido). Creemos que, en este caso, no se trataría de una atomización de los Estados sino, por el contrario, de una reunificación de carácter progresivo”.
Las autonomías kurdas
En los últimos años, el pueblo kurdo logró el control de dos regiones autónomas: una en Irak (Basur) y otra en Siria (Rojava). En los hechos, se trata de dos Estados o embriones de Estados propios. En los artículos citados, analizamos los procesos que llevaron a lograr estas autonomías, dirigidos por Massoud Barzani y el PDK (Partido Democrático del Kurdistán), en Basur, y por el PYD (Partido de la Unión Democrática), en Rojava. El PYD es la expresión del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán, fundado en Turquía) en Rojava. En esos materiales también analizamos y caracterizamos esos partidos. Agregamos que, aunque los procesos que llevaron a ellas eran muy diferentes, “consideramos que las autonomías logradas en Irak y en Rojava son un avance en esta dirección y, por eso, deben ser defendidas. Pero que no tienen ser consideradas como el ‘objetivo final’ sino que deben ser puestas al servicio de la lucha por lograr el Estado kurdo unificado”.
En ese marco, “no damos ningún apoyo ni llamamos a confiar en las actuales direcciones kurdas, tanto por su carácter de clase (burgués o pequeñoburgués) como por la política que llevan adelante (como el abandono de la lucha por el Estado kurdo unificado). Esto significa que, siendo parte del campo de la lucha del pueblo kurdo, las combatimos políticamente, llamamos a luchar contra sus políticas que van contra la lucha unitaria de los kurdos (como los acuerdos con el imperialismo y Putin) y les exigimos que apliquen políticas que impulsen esta lucha”.
Las alianzas peligrosas que hizo el PYD
La caracterización política y de clase de la dirección del PYD es muy importante para entender tanto el tipo de Estado que estaba construyendo en Rojava como su política de alianzas para defender y consolidar esta autonomía (analizadas especialmente en el artículo del mismo título).
Nos referimos, por un lado, a la tregua de hecho que había establecido en años anteriores con el régimen dictatorial de Bashar al Assad y, por el otro, al hecho de poner en el centro de su política la alianza con EEUU, cuyos gobiernos hicieron de los kurdos de Siria y de las YPG su aliado principal para combatir el ISIS en la región (política aplicada desde la época de Obama y mantenida durante el primer año de Trump).
En ese artículo, señalamos que: “Otra alianza táctica peligrosa del PYD/PKK es con el imperialismo yanqui. Una colaboración que comenzó a forjarse en la lucha contra el ISIS [Estado Islámico] en la defensa de Kobane y que ahora se ha reforzado en el cerco a Racqa (NDR, el ISIS fue derrotado y la ciudad y su región son contraladas por los kurdos). La principal fuerza de ese ataque son las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias – basada en la YPG [fuerza militar de los kurdos de Rojava], con participación minoritaria de combatientes de otros pueblos de Siria) que recibe fuertes suministros de armas y apoyo aéreo de los yanquis”.
Señalábamos, además, que: “Para nosotros, es táctico y no de principios que un movimiento que lucha en un campo militar progresivo reciba armas del imperialismo. Es una táctica válida si sirve a esa lucha. Así sucedió, por ejemplo, con las fuerzas que combatían la invasión japonesa en China en la Segunda Guerra Mundial o en la exigencia para que los imperialismos ‘democráticos’ (EEUU, Inglaterra y Francia) enviasen armas a los republicanos españoles en su guerra contra los fascistas. El problema comienza cuando se deja de decir a las masas que se trata apenas de un cruce de caminos, un corto episodio en el que se coincide temporariamente con nuestro principal enemigo, al que deberemos combatir, con absoluta seguridad, en el futuro. Peor aún, cuando se llama a depositar confianza en ese enemigo. Ese es el camino que está recorriendo el PKK y las organizaciones que influencia”.
En ese marco, hacíamos un alerta: “… se trata nuevamente de una ceguera estratégica (NdR: del PYD/PKK). El imperialismo puede usar diversos peones en las tácticas regionales con que defiende sus intereses. Pero solo son eso (peones) que serán sacrificados en cuanto ya no los necesite. O intentará destruirlos, como ocurrió con los talibanes en Afganistán. Los propios kurdos tienen una amarga experiencia para una posible confianza en el imperialismo en el Tratado de Lausana (firmado en 1923) que les negó el derecho a un Estado propio y los condenó a vivir oprimidos en cuatro países diferentes”. La realidad actual (la actitud del gobierno de EEUU frente al ataque turco) ha demostrado muy rápidamente lo correcto de este alerta.
Al mismo tiempo, la política del PYD de establecer una tregua de hecho con el régimen de Assad ha aislado a los kurdos de Rojava de aquellos que deberían ser verdaderos aliados (los sectores más progresivos de las fuerzas rebeldes que combaten la dictadura). Peor aún, cuando las YPG han avanzado sobre territorio no kurdo, muchas veces han combatido contra estas fuerzas y han desalojado violentamente a poblaciones árabes sirias. Así ocurrió, por ejemplo, en 2017, cuando las YPG intentaron aprovechar la batalla por el control de Alepo para establecer un corredor que uniese los cantones de Afrin y Jazira, intento que fue derrotado por una anterior invasión del ejército turco. Este gravísimo error político-militar del PYD contribuyó a que muchas fuerzas rebeldes considerasen a los kurdos como “enemigos”, y ayuda a justificar la política también equivocada de algunos batallones del ELS de ser parte del reaccionario ataque turco contra los kurdos.
Las razones del ataque turco
El gobierno turco de Recep Erdoğan tiene razones muy profundas para realizar este ataque; razones que se van han visto agravadas en los últimos años. En el actual territorio turco viven 16.000.000 de kurdos que son ampliamente mayoritarios en regiones que ocupan unos 190.000 km2. Estas cifras representan cerca de la mitad del pueblo kurdo y de la superficie del Kurdistán histórico. Al mismo tiempo, significan un 20% de la población total de Turquía y un tercio de su superficie actual. Este peso geográfico y poblacional hace que para la burguesía turca sea inaceptable no ya una secesión sino incluso una autonomía regional kurda.
La opresión hacia los kurdos hunde sus raíces en los tiempos del viejo imperio turco-otomano y se continuó cuando este fue desmantelado después de la Primera Guerra Mundial y Turquía quedó reducida a su territorio actual. Los kurdos siempre fueron muy oprimidos, discriminados y reprimidos en este país. Si bien tienen derechos políticos como ciudadanos, el Estado turco no reconoce la existencia de una región kurda sino que la considera parte de las regiones de la Anatolia Oriental y Sudoriental, y no permite el uso del kurdo como idioma oficial ni como segundo idioma. Además, los discrimina económicamente: la desocupación en las regiones kurdas es cinco veces la media nacional.
En el marco de las actividades económicas que se desarrollan allí, existe una burguesía kurda ligada a esas actividades. Su principal expresión política es el Partido Popular Democrático o por la Paz y la Democracia (HDP), organización legal que tiene numerosos diputados en el parlamento turco.
Sin embargo, la organización política de mayor peso “por abajo” es el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Esta organización fue fundada en 1978 con una ideología que combinaba la influencia política y organizativa del maoísmo con el nacionalismo kurdo. Su principal dirigente es Abdulah Occalam (llamado Apo por sus seguidores). En 1984, inició la lucha armada contra el Estado turco, fue declarado ilegal y considerado “terrorista”. Occalam está preso desde 1999. Pero desde allí continúa liderando su organización, que se extendió a los otros países donde habitan los kurdos (Siria, Irak e Irán), aunque con otros nombres (por ejemplo, el PYD de Rojava).
Apo y su corriente han girado ideológicamente a la derecha y adoptaron una concepción (que denominan “confederalismo democrático”) por la que abandonaron la lucha por un Estado kurdo unificado y ahora se limitan a reclamar autonomías regionales en los países ya citados. Incluso, desde la cárcel, aceptó la propuesta de negociaciones secretas que le propuso el gobierno de Erdoğan y que se realizaron de modo intermitente pero sin ningún acercamiento de posiciones. El PKK se mantuvo como una organización militarizada, siguió ilegalizada y considerada como “terrorista”.
La autonomía de Rojava agudizó todas las contradicciones
Tal como hemos visto, una de las cuestiones centrales que enfrenta la burguesía turca es el “problema kurdo” y, en este sentido, es muy importante la dinámica de las autonomías de Basur y Rojava.
La existencia de Basur no significó ningún problema. El gobierno de Barzani y el PDK está muy ligado al imperialismo y se transformó en socio económico y político de Erdoğan, ya que le suministra casi todo el petróleo que Turquía necesita, mientras que la burguesía turca invierte en Basur. Como reflejo de eso, Erdoğan ha recibido a Barzani en Ankara con honores de jefe de Estado. Adicionalmente, la influencia de Barzani juega un papel “pacificador” en la burguesía y los sectores medios kurdos de Turquía, a los que alienta a integrarse a las “instituciones” a través del HDP.
Por el contrario, Rojava sí fue un factor profundamente desestabilizador de la situación. Objetivamente, el triunfo en Rojava es un factor que alienta la lucha de los kurdos en Turquía. A la burguesía turca, además, le preocupa especialmente el papel de dirección y la influencia del PKK en ambos lados de la frontera (una peligrosísima “frontera kurda armada”). Por eso, la política de Erdoğan fue, inicialmente, alentar y apoyar el ISIS en sus ataques contra los kurdos. Pero la política de EEUU (que luego analizaremos más profundamente) fue enfrentar al ISIS y armar a los kurdos de Rojava como su principal fuerza de apoyo en esa tarea. Esto significó un “alerta rojo” para Erdoğan, cuyo gobierno afirmó que una parte de las armas entregadas a las YPG terminan en manos de la milicias del PKK en Turquía.
Después, Erdoğan comprendió que el ISIS estaba siendo irremediablemente derrotado, mientras las YPG y su extensión a las FDS, se fortalecían. En ese marco, tomó dos definiciones. La primera y principal fue la de intervenir militarmente de modo directo contra Rojava. La segunda, subordinada a la primera, fue girar hacia un acuerdo coyuntural con Rusia (con la que venía muy enfrentada por la violación del espacio aéreo turco por parte de aviones rusos en su trayecto hacia y desde Siria) para que “autorizase” esas operaciones. Ese acuerdo con el gobierno de Putin se definió en el llamado “consenso de Sochi” [3].
La anterior operación “Rama de Olivo” fue definida como respuesta al anuncio de que las YPG-FDS (luego de haber derrotado y desalojado al ISIS de Racqa) iban a concentrar 30.000 combatientes en esa frontera (con aparente aval de EEUU). Representó una continuidad de la política que, según el propio gobierno turco, apuntaba a formar una “franja de seguridad” en territorio sirio, de unos 30 km de ancho a lo largo de toda la línea fronteriza hasta el límite con Irak, y así obligar a las fuerzas kurdas (y a la propia población) a “alejarse” de Turquía.
Ahora, una vez que consiguió el aval de Trump, Erdoğan redobla la apuesta: consolidar ese “cordón militarizado” de la frontera, ampliar la franja territorial de “colchón” y, avanzar sobre las principales ciudades kurdas, obligando a sus pobladores a huir hacia el sur de Siria y hacia el este (hacia el Basur o Kurdistán iraquí). Un proceso que ya ha comenzado a darse.
En el ataque de 2018, Erdoğan generó un “hecho consumado” que obligaba al imperialismo estadounidense a escoger entre un aliado histórico, confiable y de mucho mayor peso regional (Turquía) y un aliado coyuntural y más peligroso (las YPG-FDS). Las declaraciones de Erdoğan no dejaban lugar a ninguna duda: “Los EEUU comprenderán que no van a encontrar mejor aliado que Turquía para trabajar juntos en la región”. La apuesta le dio resultado y ahora el gobierno de Trump avala su política.
El giro de timón de Trump
El gobierno de Trump completa el giro de timón que ya había comenzado a dar en 2018, apoyando a Turquía y a Erdoğan, y dejando a los kurdos de Rojava librados a su suerte. Incluso, según la propia Casa Blanca, los kurdos se verían obligados a entregar los prisioneros del ISIS a las fuerzas turcas [4].
La principal razón de este giro es, evidentemente, recuperar las buenas relaciones con un aliado histórico (Turquía) que, por diversas razones (entre ellas, el apoyo a los kurdos) estaban deterioradas. Pero también implica que su gobierno se desentiende del conflicto sirio y deja que sean otros países y fuerzas los que acaben definiéndolo. En su ya clásico mensajes por twitter expresó que: “Los Estados Unidos no deben participar de guerras ridículas, guerras sin fin” [5].
Este giro de timón ha provocado un intenso debate dentro de la burguesía imperialista. En EEUU no solo ha sido criticada por los demócratas sino que también ha provocado una crisis dentro del propio Partido Republicano: “El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, escribió en un comunicado que una salida precipitada de las fuerzas de EEUU de Siria ‘solo beneficiará a Rusia, Irán y el régimen de Assad’” [6].
Otros países imperialistas también lo critican. “Jonathan Marcus, corresponsal de Seguridad y Defensa de la BBC, analiza que: ‘El caos potencial podría facilitar un resurgimiento de Estado Islámico. De hecho, la retirada de las fuerzas estadounidenses en la zona fronteriza puede ser una señal de una futura retirada total de las tropas en Siria, algo que Trump siempre ha querido’. Para Marcus, esta decisión ‘marca una traición de Washington para con sus aliados kurdos, una traición que muchos otros países de la región recibirán con alarma. Tanto los sauditas como los israelíes se están dando cuenta de que la retórica de Trump casi nunca coincide con sus acciones’” [7].
El rol contrarrevolucionario de Putin
Otro elemento central para comprender el complejo cuadro es el papel del gobierno Putin y de Rusia. Luego de la restauración del capitalismo y la caída de la URSS y del aparato estalinista internacional, Rusia retrocedió en la jerarquía internacional de naciones y en su capacidad de incidir en los procesos políticos en el mundo. En el aspecto económico-financiero, por ejemplo, es profundamente dependiente de Europa y Estados Unidos.
En el marco de esta decadencia, los diferentes gobiernos de Putin buscan atenuarla y defender espacios de influencia con alianzas con regímenes como el iraní. Se apoya para ello en el propio debilitamiento de los imperialismos occidentales, sus contradicciones y los “vacíos” que dejan.
En el caso de Siria, desde el inicio del proceso revolucionario en 2011, siempre apoyó sin ambigüedades la dictadura genocida de Bashar al Assad contra los rebeldes y le suministró mucho armamento. A partir de setiembre de 2015 comenzó una intervención militar directa, que actualmente se expresa en algunos miles de soldados y armamento terrestre y en una fuerte presencia de fuerza aérea. La excusa fue “ayudar al gobierno de Assad a combatir el ISIS”. Pero la realidad es que este apoyo tiene como objetivo combatir contra las fuerzas sirias rebeldes y desalojarlas de las áreas que controlaban.
Con respecto al papel de las fuerzas rusas en la guerra civil siria, la Red Siria de Derechos Humanos denunció que “desde que comenzó la intervención rusa en apoyo al régimen genocida de Bashar al Assad, en septiembre de 2015, hasta el 31 de diciembre de 2017, su aviación asesinó a 5.783 civiles (entre ellos 1.596 niños)… hubo 817 ataques a instalaciones civiles (141 eran instalaciones médicas)” [8].
La complicidad de Putin con el ataque turco
Como parte del consenso que de hecho hay entre Trump y Putin, existía un acuerdo implícito que establecía “áreas de responsabilidad” en Siria, al oeste del río Éufrates (Rusia) y al este (EEUU), para evitar choques directos entre sus fuerzas o entre sus aliados. Eso ya se había expresado en el ataque contra Afrin, en 2018.
En ese marco, es muy claro que el gobierno de Putin dio el OK a este nuevo ataque turco, liberando el espacio aéreo para el avance de las fuerzas turcas. Es el juego permanente de un dirigente burgués en defensa de los intereses de su burguesía y de su Estado que, tanto con la decisión de Trump como con el ataque turco, se ve favorecido en su política de respaldo al régimen dictatorial de Al Assad para que recupere el control del territorio de Siria.
Al Assad se ve beneficiado
¿Cómo se ubica Bashar al Assad y su régimen ante este ataque? En los años inmediatos a 2011 Bashar quedó acorralado, perdió el control de parte importante del territorio sirio, y estuvo a punto de caer ante la ofensiva militar de los rebeldes. Sobrevivió gracias a la “ayuda extranjera”: las milicias libanesas de Hezbollah y el apoyo de armas de Irán y de Rusia. En 2015 las fuerzas militares rusas entraron directamente en la guerra y le permitieron una fuerte ofensiva hacia el este, que desalojó a las fuerzas rebeldes de muchos de los territorios que dominaban, y las atomizó al extremo.
Desde el punto de vista formal, el ataque turco es una violación a la soberanía de Siria. Pero la realidad es que no hicieron nada y ni siquiera le pidieron a Putin que lo impidiese. Aunque parezca contradictorio, Bashar al Assad sale beneficiado con el ataque turco. La tregua de hecho que había establecido con los kurdos era circunstancial: le sirvió para concentrarse en el combate contra las fuerzas rebeldes, al mismo tiempo que los kurdos frenaban el avance del ISIS en Siria.
Pero, apoyadas por EEUU, las YPG/FDS se han fortalecido mucho militar y territorialmente. Eso es una amenaza estratégica para su régimen y para sus aspiraciones de recuperar el control de todo el territorio sirio. En las actuales condiciones, el ataque turco y su triunfo es la mejor opción. No solo porque debilitaría a las fuerzas kurdas y las obligaría a retroceder sino porque quiebra la alianza entre EEUU y las YPG/FDS.
Algunas consideraciones finales
Hemos definido la situación de Siria como un complejo “polígono de fuerzas”. Esas fuerzas intervienen y definen su política en una combinación de intereses estratégicos y necesidades coyunturales y concretas. El “tablero sirio” no solo cambia de modo constante en los dominios territoriales que cada sector tiene, sino también en las alianzas y acuerdos que se van configurando. En ese juego, nunca debemos olvidar que, como en el ajedrez, existen reyes, alfiles y peones.
Por eso, en el marco de su complejidad, si miramos objetivamente, una cosa se ve con claridad: detrás del ataque turco se ha establecido un acuerdo contrarrevolucionario contra los kurdos, entre Erdoğan, Putin, Trump, Assad, y los ayatolás iraníes. Es el mismo acuerdo que ayudó a infligir fuertes derrotas a parte importante de los rebeldes sirios y a fortalecer a Assad.
Es una conclusión que deben sacar con claridad los kurdos: las “piezas grandes” (EEUU y Rusia) hacen su propio juego en defensa de sus intereses, y los “peones” siempre pueden ser sacrificados. La ceguera estratégica sobre la política y las alianzas de la dirección del PYP/PKK (tregua con el régimen de al-Assad, rechazo a una alianza con los rebeldes sirios, apuesta central al apoyo del imperialismo estadounidense) cobra ahora un altísimo precio.
De nada sirven los lamentos de que Trump los ha «apuñalado por la espalda«[9]. Era algo que podía anticiparse desde hace muchos años. No lo dijimos solo nosotros, Manuel Martorell, autor del libro Kurdos, publicado en 2016 [10], había anticipado, ante el ataque turco del año pasado: “Lo que pasó en Afrin se va a repetir en el norte de Siria. Se reabrirá una guerra que ya estaba acabando y esto provocará un terrible desastre humanitario. Tal vez millones de personas van a tener que salir huyendo por la frontera con Irak”. Ahora agrega como conclusión: “Estados Unidos ha hecho como siempre, ha respondido a sus intereses estratégicos” [11].
Seguramente, el pueblo y las milicias kurdas de Rojava lucharán con el heroísmo con que lo han hecho en años anteriores contra el ISIS. Pero su situación es dificilísima: atacados por el ejército turco, muy superior en tropas y armas, debilitados en sus suministros, y amenazados desde el oeste por las tropas del régimen de al Assad.
En este marco, es necesario que comprendan que el fin de la opresión que sufren y la conquista de su propio Estado nunca se lograrán de la mano de Trump y de Putin. Aunque puedan aprovechar sus contradicciones, ellos serán siempre estratégicamente sus enemigos, y siempre preferirán mantener en el juego a sus “alfiles” (como Assad, Erdoğan o los ayatolás iraníes) antes que a los peones. Deben comprender que fue la política de alianzas seguida por el PYD/PKK la que los ha llevado a esta situación.
La lucha de los kurdos solo podrá triunfar, en primer lugar con la unidad del propio pueblo kurdo, independientemente del país en que son oprimidos. Es necesario exigirle a los peshmergas de Basur que acudan en defensa de sus hermanos en Rojava. Es necesario exigirle a las milicias del PKK en Turquía que (en la medida de sus posibilidades) pasen de las meras declaraciones y los apoyen desde el otro lado de la frontera.
En segundo lugar, es muy importante que los kurdos de Rojava comprendan que la política seguida por el PYD-YPG-FDS (hacer una tregua con Assad y atacar batallones de los rebeldes sirios y poblaciones controladas por ellos) fue un crimen político. Es necesario que hagan un giro de 180º en esa política y busquen imprescindiblemente una alianza con los sectores más progresivos de las fuerzas opositoras a Assad que aún combaten. Finalmente, hacer un llamado a la solidaridad internacional de los trabajadores y las masas el mundo.
Luego de este extenso análisis, queremos terminar reafirmando nuestra posición: apoyamos y defendemos el campo militar de los kurdos contra el ataque turco. Por eso, llamamos a realizar una gran campaña internacional unitaria para ello.
Notas:
[1] Ver artículo en https://litci.org/es/menu/mundo/medio-oriente/siria/defendamos-canton-kurdo-afrin-ante-ataque-del-ejercito-turco/
[2] La sección completa sobre Kurdistán puede accederse en https://litci.org/es/page/2/?s=kurdistan. Recomendamos especialmente el artículo “Sobre la lucha del pueblo kurdo” en https://litci.org/es/menu/teoria/sobre-la-lucha-del-pueblo-kurdo/
[3] Reuniones realizadas en la ciudad rusa de Sochi, en los meses finales de 2017, entre los gobiernos de Rusia, Irán y Turquía para acordar políticas comunes para intervenir en Siria.
[5] https://www.youtube.com/watch?v=dAt3fmVmSW0
[6] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49959967
[7] Ídem.
[8] http://sn4hr.org/blog/2018/01/27/51291/
[9] Ídem nota [6].
[10] https://rojavaazadimadrid.org/kurdos-un-nuevo-libro-de-manuel-martorell/
[11] Ídem nota [6].