Stathis Kouvelakis – Miembro del Comité Central de Syriza
~ Traducción inglés castellano para BGD! por Luis Aldamiz. Originalmente publicado en Jacobin, traducción griego-inglés: Wayne Hall ~
Quienes conducen a Grecia y su Izquierda a la rendición deben ser confrontados
Cualquiera que esté viviendo, o incluso simplemente observando, la evolución de los acontecimientos en Grecia sabe demasiado bien el significado de expresiones como “momentos críticos”, “clima de tensión”, “rechazo dramático” y “presionando los límites”. Con la evolución acontecida desde el Lunes, algún vocabulario nuevo tendrá que ser añadido a la lista: lo “absurdo”.
La palabra puede parecer extraña, o incluso insuficiente. ¿ Pero cómo sino puede uno caracterizar la reversión total del significado de un evento como el referéndum del 5 de Julio, sólo horas después de su conclusión, por aquellos que llamaron a votar “no” para empezar?
Cómo puede uno explicar que Vangelis Mimarakis, de Nueva Democracia, o el líder de To Potami, Stavros Theodorakis (cabecillas del campo tan aplastantemente derrotado el domingo) se hayan convertido en los portavoces oficiales de la línea seguida por el gobierno griego? Cómo es posible que el “no” demoledor a las políticas de austeridad del memorándum sean interpretadas como una línea verde para un nuevo memorándum? Y para ponerlo en términos de sentido común: si estaban dispuestos a firmar algo aún peor y aún más comprometedor que las propuestas del Presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker, cuál fue el sentido del referéndum y la lucha para lograr una victoria en él?
La sensación de lo absurdo no es sólo un producto de este cambio de rumbo inesperado. Surge sobre todo del hecho de que todo esto se desarrolla ante nuestros ojos como si nada ocurriera, como si el referéndum fuera algo así como una alucinación colectiva que acaba súbitamente, dejándonos continuar libremente con lo que estábamos haciendo antes. Pero como no nos hemos convertido todos en lotófagos, hagamos al menos un breve resumen de lo que ha sucedido en los últimos días.
El pasado domingo el pueblo griego sorprendió a Europa y al mundo respondiendo en masa a la llamada del gobierno y, en condiciones sin precedentes según los estándares de postguerra de cualquier país europeo, votando “no” de forma masiva a las propuestas coercitivas y humillantes de los prestamistas. Tanto la extensión del voto del “no” como su composición cualitativa, con su enorme presencia entre los trabajadores y la juventud, dan testimonio de la profundidad de las transformaciones que han ocurrido, o más bien que han cristalizado, en tan poco tiempo en la sociedad griega.
Las movilizaciones de masas, el clima “desde abajo” que ha prevalecido en la última semana, por no mencionar la entusiástica oleada de solidaridad internacional, atestiguan el inmenso potencial que se ha abierto por la elección del conflicto político popular en lugar de la retirada.
Pero desde la mañana del lunes, antes de que los gritos de victoria en las plazas del país se hallan incluso completamente ahogado, el teatro del absurdo dio comienzo. Bajo la égida del, activamente pro-“sí”, Presidente de la República, Prokopis Pavlopoulos, el gobierno convocó a los líderes de los partidos derrotados para elaborar un marco para la negociación que proponía el euro como límite exterior impasable de la posición griega y declarando específicamente que no existe mandato para abandonar la unión monetaria.
El público, aún en la neblina gozosa del domingo, observa como el representante del 62 por ciento se subordina al 38 por ciento justo después de una sonora victoria en favor de la democracia y la soberanía popular.
El martes, el gobierno, sin una nueva “propuesta” que ofrecer, transfiere sus operaciones a Bruselas para la reunión extraordinaria del Eurogrupo, como es absolutamente lógico, se encuentra con un nuevo e incluso más severo ultimátum. Al día siguiente Euclides Tsakalotos se estrena como ministro de finanzas (por ser breve pasaremos por alto el factor de la dimisión de Yanis Varoufakis, baste decir que fue una demanda de los prestamistas) con el envío al Mecanismo de Estabilidad Europeo (ESM), la organización que gestiona la mayoría de la deuda griega, una carta pidiendo un nuevo préstamo de 50 billones de euros, que estará acompañado por supuesto por un tercer memorándum. Se implica que el parlamento comenzará el lunes a votar en la legislación que lo autorice.
La carta de Tsakalotos continúa con referencias a que Grecia procederá a “honrar sus obligaciones financieras con todos sus acreedores de manera completa y sin retrasos”. Resulta obvio que, pese a las promesas que se hicieron tras la proclamación del referéndum sobre “reiniciar las discusiones a partir de cero”, las “negociaciones” continúan exactamente donde se dejaron, con los griegos rebajando la barra para sus oponentes a cada paso del camino.
El mismo día, aún pendiente la nueva “propuesta” griega, que sería “fiable” y detallada, el Primer Ministro Alexis Tsipras se dirige al Parlamento Europeo y declara que “si mi objetivo hubiera sido sacar a Grecia del euro, no habría hecho las declaraciones que hice justo tras el cierre de las urnas, ni interpretado el resultado del referéndum no como un mandato para la ruptura con Europa sino como un mandato para reforzar nuestros esfuerzos negociadores y alcanzar un mejor acuerdo”.
Esto supone más o menos un reconocimiento de que el resultado del referéndum estaba siendo interpretado con un fin específico en mente: el de la negociación cueste lo que cueste y la prevención de una ruptura.
En el mismo discurso, el primer ministro esbozó sucintamente la filosofía que durante muchas semanas ha estado fundando la estancia de la parte griega y a la que el paréntesis del referéndum no ha causado el más mínimo cambio:
“Con estas propuestas hemos acometido evidentemente un compromiso poderoso para lograr los objetivos fiscales que se requieren sobre la base de la reglas, porque reconocemos y respetamos el hecho de que la Eurozona tiene reglas. Pero nos reservamos el derecho de elección, el derecho de ser capaces, como gobierno soberano, a elegir dónde debemos colocar y dónde añadir la carga de los impuestos, de manera que estemos en posición de lograr los objetivos fiscales requeridos”.
Así el marco está definido: es el de las medidas restrictivas que aseguran el superávit y apuntan al pago de la deuda. Es incontestablemente el marco de los memorándos. El desacuerdo está en la “distribución de la carga”. Implica una variante de la austeridad (supuestamente) “más justa socialmente”, que será presentada como “redistribución” al mismo tiempo que perpetúa la recesión (toda referencia a un compromiso con medidas no-recesionarias ha sido eliminado) y el empobrecimiento de la mayoría.
Mientras tanto, y mientras se proponen estás confirmaciones tranquilizadoras que demolen lo que quedaba de los compromisos programáticos de Syriza, hay un endurecimiento del estado de sitio que el país está sufriendo, con el Banco Central Europeo manteniendo cerrado el grifo de la liquidez y recortando incluso más el valor de los bonos bancarios, conduciendo de manera inexorable al colapso.
Y aún así, a pesar de la gravedad de la situación y pese al hecho de que a través de la imposición de controles de capital parte del camino ya ha sido recorrido, nadie, aparte de Costas Lapavitsas y algunos cuadros de la Plataforma de Izquierda, está hablando de las medidas auto-evidentes y básicas de auto-protección que se necesitan en este tipo de circunstancias, comenzando por el control público y la nacionalización del sistema bancario.
La explicación para esto es por supuesto muy sencilla: cualquier acción de este tipo situaría a Grecia con un pie fuera del euro, lo que el gobierno es completamente contrario a hacer, a pesar del hecho de que incluso economistas convencionales como Paul Krugman afirman que “la mayor parte del coste ya ha sido pagado” y que es hora de que Grecia “coseche los beneficios”.
Pero el referéndum tuvo lugar. No fue ninguna alucinación de la que todo el mundo se ha recuperado ya. Al contrario: la alucinación es el intento de degradarlo a un “desahogo” temporal, previamente a retomar el camino cuesta abajo hacia un tercer memorándum.
Y parece que el gobierno está precisamente encaminándose por esa cuesta suicida. Ayer, ya al anochecer, envió a todos los parlamentarios un texto de doce páginas escrito a toda prisa, escrito en inglés por expertos enviados por el gobierno francés y basado en la solicitud de Tsakalotos de un préstamo de 50 mil millones de euros al ESM.
No es sino un nuevo paquete de austeridad, de hecho una copia casi exacta del plan Juncker rechazado por el electorado hace unos pocos días. Su núcleo es demasiado familiar: superávits primarios, recortes de pensiones, incremento del IVA y otros impuestos, y un puñado de medidas que le den cierto sabor a “justicia social” (un incremento del impuesto de sociedades en dos puntos). El documento fue aprobado por todos los ministros principales excepto Panos Kamnenos, líder del partido Griegos Independientes (ANEL), y Pangiotis Lafazanis, líder de la Plataforma de Izquierda.
Se ha convocado al Parlamento para votar este texto hoy mismo, bajo los mismos procedimientos de emergencia que fueron previamente denunciados enfáticamente por Syriza misma. En muchos aspectos este proceso puede ser considerado un “golpe parlamentario”, ya que se pide al Parlamento que vote un texto que no es ni una proposición de ley ni un acuerdo internacional, dando cierta carta blanca al gobierno para que firme cualquier acuerdo crediticio. Pero esta aprobación parlamentaria ha sido puesta como condición para cualquier negociación ulterior por parte del ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble.
Como era predecible, y probablemente incluso planificado, este acuerdo propuesto ha desatado un clamor en Syriza. De momento la mayoría de las reacciones fuertes vienen de la Plataforma de Izquierda y otras corrientes del ala izquierda de Syriza como KOE, la organización maoísta que tiene cuatro parlamentarios. En la dramática reunión de hoy, Lafazanis, ministro de energía y líder de la Plataforma de Izquierda, dijo que el acuerdo es “incompatible con el programa de Syriza” y que “no ofrece un panorama positivo al país”. Se espera que los ministros de la Plataforma de Izquierda dimitan hoy.
Thanassis Petrakos, uno de los tres portavoces del grupo parlamentario de Syriza y miembro prominente de la Plataforma de Izquierda declaró:
“El “no” del referéndum fue un “no” radical y de clase. Algunos camaradas de alto rango insisten en la lógica de que “no hay otro modo”. Debemos prepararnos para salir de la Eurozona y decir eso a la gente de forma clara. La Izquierda tiene futuro cuando abre sus alas a lo desconocido, no a la nada. Aquellos que insisten en que la elección de permanecer en el euro a cualquier precio deberían saber que es un desastre. Necesitamos una salida preparada para ofrecer un camino nuevo. Los primeros pasos son el control público de los bancos y del banco central griego, junto a medidas severas a la oligarquía.
Se dice que Varoufakis también se opone al acuerdo, así como algunos parlamentarios del grupo de los “cincuentaitrés” (el ala izquierda de la mayoría de Syriza), aunque en una reunión interna que hubo ayer se apreció una brecha significativa entre los camaradas de a pie y los de rango medio, fuertemente opuestos al acuerdo, y los parlamentarios, mucho más inclinados a apoyarlo. El voto que tendrá lugar esta noche será de importancia crucial para los acontecimientos futuros, pero también para el futuro de Syriza.
Más allá de lo que ocurra en las próximas horas y días, una cosa debe quedar clara: cualquier intento de cancelar la voluntad popular de reversión de la austeridad y los memorándos no es sino “hubris” en el antiguo sentido griego de la palabra [“orgullo, insolencia, ofensa”, N. del T.] Quien ose conducir al país y a la Izquierda a la rendición y el deshonor debe estar preparado para enfrentarse a su correspondiente Némesis.