El pasado jueves 24 de octubre, el portavoz de Sumar, Íñigo Errejón, anunciaba mediante un comunicado el final de su trayectoria política institucional y su consiguiente dimisión de todos sus cargos. El comunicado se publicó poco después de hacerse públicas varias denuncias anónimas en redes sociales que señalaban a Errejón como agresor sexual y maltratador psicológico. La periodista Cristina Fallarás ha sido quien ha hecho públicas dichas denuncias y afirma que ha recibido muchas más.
Por: Mercè Roure
El comunicado de Errejón, lejos de ser una disculpa o reconocimiento de los hechos, es una carta vergonzosa en la que se coloca a él mismo como víctima “del neoliberalismo” y se exime de toda responsabilidad para con las víctimas, las mujeres agredidas. Errejón debe disculparse con todas las letras y asumir su responsabilidad como agresor.
Si bien es cierto que el machismo es una ideología que nos afecta a todos y todas, lo que no se puede tolerar de ningún modo es el encubrimiento y la inacción del partido al que pertenecía el exportavoz, empezando por Podemos, siguiendo con Más Madrid y, finalmente, Sumar, que hasta el momento lo único que ha anunciado es un curso contra el machismo para sus cargos públicos. Más allá de tener un agresor en las filas, el problema reside en no disponer de mecanismos internos para prevenir y combatir el machismo dentro y fuera del partido.
El caso Errejón es solo un reflejo de que Sumar, por mucha retórica feminista que le de a su discurso, se queda en el discurso. Muestra de ello es que los grandes hitos políticos de Yolanda Díaz han resultado ser medidas – como la aplicación de la reforma laboral – que nos condenan a una vida de precariedad, atadas a la violencia, y sin recursos para poder denunciar cuando la sufrimos.
Lo que no toleramos es el relato reaccionario de la derecha y la ultraderecha que se aprovecha de este caso para difundir su discurso de odio, que nada tiene que ver con una preocupación real por las víctimas. Una derecha que, además, se ha dedicado a cuestionar una y otra vez a las víctimas de agresiones y ha puesto en tela de juicio la violencia de género .
Como aprendimos de Gisèle Pellicot: ¡basta de sentirnos avergonzadas! Son ellos, con sus épicos discursos feministas, quienes tienen que dar la cara; son ellos quienes tendrían que sentir verdadera vergüenza de actuar como aquello que dicen estar en contra, son ellos que tendrían que sentir vergüenza de ser una verdadera lacra para las mujeres y demás colectivos oprimidos. Hoy tiene más sentido que nunca gritar que la vergüenza cambie de bando.
No puedo finalizar estas líneas sin señalar que la forma más eficaz y estratégica de combatir el machismo es construir un proyecto que apunte directamente al fin del capitalismo para acabar con toda opresión y, desde luego, Sumar está muy lejos de ser ese proyecto.