Publicamos un artículo de nuestro compañero Pau, enfermero en el Hospital Vall d’Hebron (Catalunya), contándonos su realidad y la de muchos enfermeros y enfermeras alrededor del Estado:
Ya pasaron dos años del inicio de la pandemia que, entre otras cosas, nos demostró cuán deteriorado está un sistema sanitario público que encadena recortes y privatizaciones desde los años 90. Una pandemia que desenmascaró muchas de las deficiencias del sistema. El gobierno PSOE-UP y los gobiernos autonómicos, sean del color que sean, han reaccionado con una inyección temporal y mal planificada de dinero que no ayudó en nada a mejorar la estructura del sistema sanitario. Se dedicó más a poner parches, a maquillar números y a llegar a récords de derivaciones a la privada. Valga de ejemplo la Ley Darias.
Las largas listas de espera que tras la pandemia aumentaron más que nunca, son el resultado de esta gestión nefasta. Mientras, los seguros privados no paran de aumentar hasta niveles históricos.
El personal sanitario, con un agotamiento de años por las condiciones laborales y la sobrecarga laboral (acentuada por el covid), teníamos cierta esperanza que la pandemia hiciese ver la necesidad de reforzar el sistema sanitario público. No ha sido así y no se espera que lo sea sin una lucha del sector por sus reivindicaciones. Hemos vuelto muy rápido a la nueva, o mejor dicho, vieja normalidad. La de encadenar contratos de días, a veces de meses, sin derecho a vacaciones ni ninguna estabilidad laboral. La de los cambios de horarios como pan de cada día, la de no cubrir las bajas, la de contratos a tiempo parcial de miseria. La de sufrir el chantaje del sistema sanitario que nos obliga a endeudarnos en tiempo y dinero para conseguir mejores contratos, en vez de garantizarnos esta formación. ¡Hablamos de másteres que en Comunidades Autónomas superan los 6000€! Sin contar todas las horas que hay que dedicarle (también de prácticas), con lo que hay épocas en las que, literalmente, vives en el lugar de trabajo.
A golpes de meritocracia, todavía tensionan más un sector muy tocado a todos los niveles. Una rueda que hace especialmente difícil la conciliación fuera del trabajo cuando más se necesita después de un agotamiento físico y psicológico que arrastramos después de estos dos años tan duros. Un sistema que ha encontrado en l@s estudiantes una mano de obra barata (el caso más esperpéntico es el de los MIR, que llegan a ser mayoría en muchos servicios). Un personal de enfermería con una ratio por habitante muy por debajo de la media europea. Llegando a calcular que faltan, para igualarnos a países europeos, unas 110.000 enfermeras más.
A todo esto hay que añadir el “Icetazo” como un capítulo más. Al abuso de temporalidad que históricamente arrastra nuestro sector, se le quiere poner “remedio” rápido y mal: es decir, echar a la calle al mayor número de personal que está en abuso de temporalidad. La UE ha avisado y ahora vienen las prisas que nunca tuvieron porque ya les interesaba. Son muchas las que ya nos hemos levantado en todo el Estado para exigir fijeza ya y mantener nuestras plazas, para no dejar más espacio a la privatización y tercerización del sector. Pero también para tener una estabilidad laboral que te permita la conciliación real con la vida.
Si todos los gobiernos autonómicos, en plena pandemia, apostaron por derivar pacientes a las privadas a costes altísimos, no han puesto ninguna solución real, después de ésta. Si el sector no está peor es porque tiene unos profesionales que con o sin pandemia, se dejan la vida para sacar adelante una Sanidad Pública tocada de muerte desde hace años. Un personal que estamos sufriendo muchas consecuencias físicas y, sobre todo psicológicas, derivadas del estrés continuo al que estamos sometidos. Un personal que llegamos a estar exhaustos en muchos momentos de la pandemia y como “recompensa” recibimos el “Icetazo”; adjudicaciones de plazas que tardan más de cuatro años; espera (a veces de más de un año) para que actualicen los méritos que uno ha tenido que hacer y del que depende mejores contratos; falta de material que nos hace trabajar en peores condiciones… Esto hace que muchas enfermeras nos planteemos otra salida laboral, ya que no compensa.
Es por eso que desde Corriente Roja denunciamos la situación laboral en la que nos encontramos el personal que trabajamos en el sistema sanitario y su repercusión en la calidad asistencial a la población. Una asistencia que tiende a ser cada vez peor, más precaria y más desigual. Un sistema sanitario público cada vez más desmantelado, que sigue sin estar preparado para afrontar otra crisis sanitaria o posibles nuevas pandemias.