Estamos presentando la obra póstuma de Cecília Toledo. En julio de 2015, aceptó la propuesta de realizar una cuarta edición de su libro “Mujeres: El género nos une, la clase nos divide”. En ese momento intercambiamos ideas sobre si lo mejor era una cuarta edición corregida o directamente un nuevo libro. Ella se inclinaba por la segunda opción ya que sostenía que había pasado mucho tiempo desde 1996 y los estudios posteriores, así como los seminarios y polémicas desarrolladas a nivel del PSTU y de la LIT-CI, le habían hecho ver que eran necesarias incorporaciones, precisiones, e incluso algunas correcciones. Y coincidimos en que una de esas correcciones se tenía que hacer en el título.
Por Alicia Sagra
Llegamos a esa conclusión a partir de considerar que “El género nos une, la clase nos divide”, tomado de la expresión de una luchadora feminista de Argentina, que en su momento pareció una buena síntesis de la tesis central defendida por el libro, podía inducir a la confusión de pensar que el género y la clase tienen igual peso en la opresión. O que, convertido en consigna, algunas mujeres puedan creer que la visión de género es más positiva, ya que une, mientras que la de clase divide, lo que obviamente no tiene nada que ver con el contenido que se quiere hacer llegar.
En septiembre del mismo año, después que nos dejara, asumí la tarea de organizar y editar su última obra. Dejó seis capítulos prácticamente terminados, que son los que se publican en esta edición, e incluso dejó indicados los textos que irían como apéndice. Mi tarea consistió en realizar algunos cortes para evitar repeticiones, parte de ellos indicados por la propia autora, incorporar algunas notas al pie y completar las citas bibliográficas.
En su presentación, Cecília Toledo dice que este trabajo puede ser considerado como una cuarta versión corregida de su libro anterior o como un nuevo libro. Es cierto que tiene una fuerte continuidad, establecida por la tesis central que dio tanta trascendencia a su primer trabajo: la opresión de la mujer es un problema de clase y no de género. Pero me inclino por la segunda opción precisamente por lo que dice Cecília: que en esta edición “fueron incluidas algunas cuestiones importantes que no constaban en las ediciones anteriores, así como fueron corregidas definiciones, que posteriores estudios y discusiones mostraron que estaban poco claras o equivocadas”. Considero que esas incorporaciones y correcciones le dan a este trabajo peso propio, como nuevo libro, y, en ese sentido, resulta coherente el cambio de título.
Este nuevo libro tiene una estructura diferente. Se mantienen capítulos que estaban en el anterior, como El origen de la opresión de la mujer, La mujer en el mundo del trabajo, pero los lectores verán que ninguno de ellos está igual, todos fueron mejorados.
Con relación a los nuevos temas, se desarrolla el de la religión como factor de opresión, que solo figuraba en un subtítulo del anterior trabajo, y se lo transforma en un nuevo capítulo donde se analiza el papel jugado por las tres principales religiones: cristianismo, judaísmo e islamismo.
Se incorpora como nuevo capítulo La cuestión de la familia, donde la autora precisa la cuestión de la familia patriarcal. Toma la definición de Marx de que el capitalismo con la gran industria destruye los rasgos patriarcales de la familia obrera al reemplazar el poder del padre por el del dueño de la fábrica. Al asumir esa definición, polémica con lo que sostiene el feminismo e incluso gran parte de las organizaciones que se reivindican marxistas, Cecília Toledo concluye que una cosa es la institución familia desde el punto de vista ideológico y otra cosa son las familias tal cual se dan en la realidad, y que, en ese sentido, en cuanto a su rol y a sus condiciones de vida, son muy diferentes la familia de la burguesía y la familia obrera. Y asume la polémica posición de Nahuel Moreno de que la última está siendo destruida no por la revolución ni por las fuerzas de izquierda sino por los ataques del imperialismo, y que, por lo tanto, es correcto, en el marco del capitalismo, defender las condiciones de vida de la familia obrera. En este capítulo también se analiza el papel de la contrarrevolución estalinista sobre las conquistas obtenida por las mujeres con la revolución rusa de octubre de 1917.
El otro tema nuevo, al que le dedica un capítulo, es el análisis del feminismo y su relación con el marxismo. Aquí explicita su posición de que feminismo y marxismo son corrientes contrapuestas, ya que tienen un origen e intereses de clase opuestos. Y que a pesar de que es común que corrientes revolucionarias utilicen términos como feminismo socialista, marxista o clasista, en rigor, quien es feminista no puede ser marxista. Esa definición es una autocrítica de hecho, ya que en su primer libro utilizó esas denominaciones.
La conclusión del capítulo, y del libro, es la reafirmación de la tesis con la que venía trabajando: la opresión de la mujer es un problema de clase, no tiene solución bajo el sistema capitalista y solo podrá comenzar a resolverse con el triunfo de la revolución socialista y la destrucción del imperialismo.
Y para que no queden dudas de que su inquietud no es la de una investigadora académica y de que su objetivo es ayudar a la comprensión de la realidad de la mujer trabajadora para poder transformarla, finaliza el capítulo con la siguiente frase de Lenin de 1919:
La democracia burguesa es la democracia de las frases pomposas, del palabrerío solemne, de las promesas rimbombantes, de las consignas grandilocuentes de libertad e igualdad; pero, en la práctica, todo eso encubre la falta de libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de libertad y la desigualdad de los trabajadores y explotados. (…) ¡Abajo esas mentiras! Abajo los farsantes que hablan de libertad e igualdad para todos, mientras existe un sexo oprimido, existen clases opresoras, existe la propiedad privada sobre el capital y sobre las acciones, existen señores de poses que, con sus excedentes de trigo, esclavizan a los que tienen hambre. ¡No hay libertad para todos, no hay igualdad para todos, y sí, lucha contra los opresores y explotadores, eliminación de la posibilidad de oprimir y explotar. Esa es nuestra consigna!
En esta, su última obra, Cecília Toledo se muestra tal como vivió la mayor parte de su vida consciente, como una luchadora por los derechos de la mujer y por el socialismo, como marxista convencida, que confía plenamente en las luchas de la clase obrera y en el triunfo de la revolución.
Los que apreciaron la lectura de “El género nos une, la clase nos divide”, disfrutarán de “Género y Clase”, que enriquece las elaboraciones del primero y que está escrito con el mismo estilo claro y ameno.
Por último, Cecília siempre decía que las discusiones, las polémicas, las opiniones, a veces coincidentes y otras veces contrarias, que recibía de las compañeras de la LIT-CI, era lo que había posibilitado la realización de su primer libro, de la misma forma que le hicieron ver las debilidades que este tenía y que era necesario corregir. Estoy segura de que a ella le hubiera gustado que este libro fuese dedicado a todas esas compañeras.