El “socialista” Hollande, al dictado de la UE, impone por decreto una reforma laboral salvaje a la española. Pero los trabajadores y la juventud francesa se han echado a la calle, con huelgas, manifestaciones y bloqueos para impedirlo. Ese es el único camino para cambiar el estado de cosas.
Desde mediados del 2014 hemos vivido un bajón de las movilizaciones. El movimiento de protesta ha sido arrastrado, desde las elecciones europeas, al terreno electoral, institucionalizado a manos de las llamadas fuerzas emergentes, en particular Podemos, y de la burocracia sindical de CCOO-UGT.
Ciudadanos, es un PP reciclado, creado por el IBEX 35 para dar una apariencia de renovación a la desgastada derecha española. Votar Ciudadanos es votar PP en diferido. El PSOE está inmerso en una crisis que podría ser terminal. Una gran parte de las trabajadoras han dejado de votar a un partido de varones, institucional, corrupto y pro patronal.
La coalición Unidos Podemos (Podemos-IU), levanta importantes expectativas entre sectores populares. Pero todas sus promesas sociales están supeditadas a los acuerdos con la UE. De la misma manera, los cambios político-institucionales que proponen, en particular ante la cuestión catalana, quedan supeditados a unas mayorías en las Cortes que dependen, sí o sí, de un imposible apoyo de la derecha española.
El centro de su proyecto es lograr un acuerdo de gobierno con el PSOE, el partido de las reformas laborales, los recortes, la sumisión a la troika y a la OTAN. Van a meter por la ventana lo que los trabajadores están echando por la puerta. Es el voto en diferido para que el PSOE vuelva a gobernar.
¿Gobiernos del cambio?
Sin plantar cara a la UE y recuperar la lucha obrera y popular, el gobierno que venga, aunque se denomine de “izquierdas”, no será más que un instrumento que aplique los planes de la UE, la Troika y el Ibex35.
Basta ver el gobierno Tsipras en Grecia, que se ha convertido en el brazo ejecutor de los planes de miseria de la UE y es la prueba irrebatible de dónde quedan las promesas cuando se ponen los dictados de la UE y la Troika por encima de las necesidades del pueblo.
Basta ver los “ayuntamientos del cambio”, que se han sometido a la “necesidad de gobernar para todos”, al respeto a leyes injustas y al temor a enfrentarse con los poderosos, convirtiendo las promesas en papel mojado. Gobernar para las trabajadoras respetando “las leyes y el orden” es imposible.
Las empresas constructoras siguen campando a sus anchas en los ayuntamientos, como en el caso de Madrid, liderado por Manuela Carmena, monopolizando los principales servicios públicos, y la mayoría de las promesas de remunicipalización se las llevó el viento.
La incorporación del PSC-PSOE (el que ha mandado durante 35 años en el Ayuntamiento de Barcelona) al equipo de gobierno de Ada Colau es todo un símbolo.