Después de que Rajoy admitiera que el déficit público de 2015 superó en un punto (10.000 millones) lo pactado con la Unión Europea (UE), el Banco de España ya ha cuantificado el ajuste adicional que tendrá que hacer el próximo gobierno: 16000 millones en nuevos recortes! Todo ello, en una situación de crecimiento renqueante y con una economía internacional estancada y preñada de tormenta.
Por Felipe Alegría
Con este trasfondo, las negociaciones para el nuevo gobierno se dan bajo la enorme presión de la UE y del Ibex 35, amplificada por los medios de comunicación. Las consignas son claras: «no hay tiempo que perder; hay que pactar ya un gobierno; el 2 de mayo se echa encima y no podemos repetir unas elecciones para volver al punto de partida».
El pacto PSOE-Ciudadanos
En este cuadro ha tenido lugar el show de la reconciliación Iglesias-Sánchez, después de que Podemos se hubieran levantado airadamente de la mesa de negociaciones cuando el PSOE firmó el pacto con Ciudadanos (C’s). Podemos declaró entonces el pacto «incompatible» con su política y con su propuesta de «gobierno de cambio». El pacto –denunció Podemos- mantiene las políticas económicas de Rajoy y ha sido dictado por el Ibex 35.
Efectivamente, el pacto PSOE-C’s no deroga la Ley Mordaza; no para los desahucios; preserva la reforma laboral; en lugar de fijar un Salario Mínimo digno, lo congela y premia a los empresarios que pagan sueldos miserables facilitando un complemento salarial público; se compromete con las políticas de ajuste y «reducción del déficit» de la UE, poniendo el presupuesto al servicio del pago de la deuda; excluye una reforma fiscal progresiva; permite el copago farmacéutico y la privatización de la Sanidad; y ¡cómo no! se opone de frente al referéndum catalán.
Pedro Sánchez, previo a la «reconciliación» con Iglesias, dejó claro que su pacto con C’s era inamovible y base programática del «gobierno de cambio» y que Podemos no podía cuestionarlo ni enmendarlo, sólo «enriquecerlo».
La “reconciliación” de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez
Parece pues que las razones que alegó Podemos para romper las negociaciones con el PSOE ya no son tan importantes. Iglesias ha reabierto oficialmente las negociaciones, «renunciando» a la vicepresidencia de gobierno y levantando el veto a las negociaciones con C’s. Para facilitar las cosas, Iglesias se ha sacado de encima el referéndum catalán, remitiéndolo a “conversaciones entre Domènech (En Comú Podem) e Iceta (PSC)”. También ha mostrado su disposición a ceder en aspectos clave del programa.
Sin embargo, Iglesias sigue declarando que mantiene la propuesta de «gobierno de coalición y de progreso» y que la negociación con C’s es solo para «convencerlos» de que se abstengan a la hora de votar dicha propuesta. La posición de C’s es, sin embargo, diáfana: no sólo votarán en contra de un gobierno así («antes mejor ir a elecciones») sino que su preferencia sería un gobierno a tres entre PP-PSOE-Ciudadanos. Con respecto a Podemos, lo único que admiten es que se abstenga ante la propuesta de un gobierno PSOE-C’s.
La verdad es que no sabemos qué deparará al final el proceso negociador. Podemos, en sus poco más de dos años de existencia, ha experimentado una evolución digna de mención, siempre hacia la derecha, mientras burocratizaba su vida interna y los círculos se despoblaban. Sin necesidad de remontarnos al manifiesto fundacional, del que no queda rastro, hay que recordar que uno de los puntos centrales de su campaña electoral fue la batalla contra el bipartidismo. Aunque el mismo día de las votaciones hablaran ya de formar un «gobierno de izquierda» con un baluarte del bipartidismo, el PSOE, pilar del régimen y de acreditada trayectoria de vasallaje a la gran patronal y la Troika.
El programa de Podemos
Podemos, para iniciar las negociaciones, hizo público un documento, «Un país para la gente, bases políticas para un gobierno estable con garantías«. Dichas bases adolecen de dos problemas de fondo insuperables. El primero es que todo su plan económico está supeditado al cumplimiento de las normas de la UE y de los acuerdos con la Comisión Europea, que incluyen, en primer lugar, el pago religioso de la deuda. Esta supeditación convierte las promesas programáticas en papel mojado.
Es así que Podemos plantea en su documento que en los primeros dos años de legislatura el gobierno revierta los recortes impuestos desde 2010 y en los dos siguientes avance en la convergencia con Europa, al tiempo que impulsa un plan de inversiones públicas basado en la “transición energética» e I+D. El aumento de gasto público para financiar todo esto (96.000 millones) vendría en un 41% de una reforma fiscal y de la lucha contra el fraude. El 31% llegaría de una mayor recaudación fruto del mayor gasto fiscal, a través de un milagroso «efecto multiplicador». El 28% restante vendría del margen que la UE concedería en los plazos para reducir el déficit. De esta manera, el plan se hace depender ya no solo del cuento de la lechera de los “multiplicadores” sino de la “generosidad” de una UE que tiene la sartén por el mango pero ninguna disposición a ceder, mucho menos ahora con los 10.000 millones euros adicionales de déficit de 2015. La banca manda.
También es verdad que ahora Iglesias, se ha mostrado comprensivo con Sánchez en el margen de déficit a pactar con la UE y en la reforma fiscal. De la misma manera, también está abierto a respetar la reforma laboral de Zapatero (la que bajó las indemnizaciones de 45 a 33 días, autorizó el despido objetivo con 20 días de indemnización alegando perdidas futuras y facilitó los despidos «por razones económicas, técnicas o de producción»)
Hay que hacer notar también que el compromiso de Podemos con el euro y la UE -más allá de la retórica sobre su “refundación”- no es un hecho aislado, sino que va acompañado de la aceptación de la permanencia en la OTAN y de la presencia de las bases americanas. La guinda del pastel es la propuesta de «democratización» del FMI.
El segundo gran problema de fondo es que todos los grandes cambios político-institucionales del programa de Podemos y, más en concreto, los que se refieren a las nacionalidades y, en particular, al referéndum catalán, quedan supeditados a alcanzar un acuerdo en las Cortes Generales que depende, sí o sí, de un imposible apoyo de la derecha españolista. Pero el derecho a la autodeterminación es, por definición, el derecho de un pueblo a decidir libremente su destino. Desde el momento en que pasa a depender de la voluntad del Estado, deja existir. Pero además, ahora que Podemos ha retomado las negociaciones, el referéndum ha sido orillado y, en palabras de Errejón, ya no es ningún “tótem”.
Todavía no sabemos si habrá gobierno antes del 2 de mayo. Lo que sí sabemos es que, salga el gobierno que salga, sea ahora o tras unas nuevas elecciones, será un gobierno que aplicará los planes de la troika y ahogará los anhelos de libertad de Cataluña. Será un gobierno que habrá que combatir.