Mary Shelley, al titular su obra “Frankenstein o el moderno Prometeo,” estableció un paralelismo entre el protagonista de la novela y el mito griego de Prometeo, quien desafió a los dioses para otorgar el fuego a los hombres y por ello fue castigado. Sin alcanzar la genialidad de Shelley, nos permitirá quien nos esté leyendo que tomemos otro mito griego para evaluar a Podemos, que ha sido estos últimos diez años uno de los fenómenos políticos que más atención ha acaparado en el Estado español.
Por: Alexandra Guerrero y Mercè Roure
Cuenta la leyenda que Dédalo y su hijo Ícaro, atrapados en la isla de Creta, decidieron escapar construyendo unas alas para ambos con plumas y cera. Dédalo advirtió a su hijo que no volase demasiado cerca del sol ni demasiado cerca del mar, para no lastimar sus alas. Ícaro, ignorando los consejos de su padre, voló demasiado alto, y el calor del sol derritió la cera de sus alas, haciéndolo caer al mar.
En 2015 Podemos (UP) obtuvo 5,2 millones de votos en las elecciones generales (sólo 340.000 menos que el PSOE) y conquistó muchos de los principales ayuntamientos como Madrid o Barcelona al grito de “los ayuntamientos del cambio”. Desde entonces, volaron tan alto que, a ritmo vertiginoso, UP y sus dirigentes pasaron de denunciar a “la casta” del régimen a integrarse en ella, poniendo todas sus aspiraciones políticas en las instituciones y en formar gobierno con el PSOE.
El 15-M
Centenas de miles de personas llenaron las calles y ocuparon las plazas de todo el Estado español al calor de las revoluciones árabes, en mayo de 2011, con tres lemas muy claros: “no nos representan” “lo llaman democracia y no lo es” y “no es una crisis, es una estafa”. Definían el hartazgo y la indignación después del gobierno de Zapatero, que declaró la guerra a la clase trabajadora con la primera reforma laboral, la reforma de las pensiones, la de la Constitución y el Estatut d’autonomia de Catalunya, entre otras.
El 15M fue un proceso de lucha social que duró unos 3 años, con dos huelgas generales y la irrupción de importantes luchas obreras de por medio, como la de los mineros. El momento más agudo y progresivo de este proceso abierto fue las Marchas de la Dignidad, en marzo de 2014, que aglutinaron organizaciones obreras no controladas por los partidos del régimen, el PSOE e IU/PCE. Estaban compuestas por organizaciones obreras y populares que rompían abiertamente con CCOO y UGT, y que fueron capaces de convocar a un millón de personas en Madrid con el apoyo de cientos de miles.
Mover ficha
En enero de 2014, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Teresa Rodríguez, Miguel Urbán y Ana Castaño presentaban el manifiesto Mover ficha: convertir la indignación en cambio político. Democracia real, salarios, pensiones y vivienda dignas, reversión y rechazo a las privatizaciones de los servicios públicos, contra la violencia machista, derogación de las leyes de extranjería, salida de la OTAN y hasta por un cambio de modelo productivo que esté al servicio de las personas a través de una reconversión ecológica de la economía, por la nacionalización y socialización de las empresas energéticas. Con estos ejes nacía la formación política Podemos, presentando una candidatura en las Elecciones al Parlamento Europeo de 2014.
Su programa entonces también incluía la derogación de las reformas laborales impulsadas desde 2010 y la auditoría de la deuda pública, el impago de la deuda ilegítima, la derogación del artículo 135.4 de la Constitución y un proceso de reestructuración de la deuda.
Con toda la carga mediática de Podemos y la apuesta electoral que estaban llevando a cabo, las Marchas de la Dignidad fueron dinamitadas, su programa cada vez más descafeinado y las calles vaciadas de los movimientos sociales y activistas. Un año después del lanzamiento
de “Mover ficha,” Syriza, liderado por Tsipras, ganó las elecciones en Grecia. Sin embargo, la derrota fue inminente al incumplir las promesas electorales y aplicar medidas de austeridad. A pesar del referendo en julio, en el que el 62% votó contra el tercer rescate, Tsipras cedió a las demandas de la Troika europea.
Una vez consumada la traición, Pablo Iglesias declaró: “es tristemente lo único que podía hacer. En política no cuentan las razones y tu capacidad de diagnóstico, cuenta el poder y un país del sur tiene muy poquito poder”.
De “asaltar los cielos” a integrarse en el Régimen
Podemos irrumpió en la vida política jaleando que “El cielo no se toma por consenso sino por asalto”, expresión acuñada previamente por Karl Marx en 1871, haciendo referencia a la clase obrera parisina y la Comuna de París.
En mayo de 2014, Podemos consiguió 5 eurodiputados/as con 1.253.837 de votos. Dos años después ya era el segundo partido de la oposición, con 71 diputados/as.
Damos un salto a 2019. Con tan solo 35 diputados/as, se forma el gobierno de coalición PSOE-UP, con Pablo Iglesias como vicepresidente
y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, pero la mayoría de compromisos centrales que muchos y muchas luchadoras esperábamos quedaron en papel mojado, empezando por la Reforma laboral y siguiendo con la Ley Mordaza, aún en vigor.
El precio de la luz se multiplicó, el precio del alquiler no se reguló y, después de anunciar no pocas veces la prohibición de los desahucios, éstos siguieron, sin ofrecer ningún tipo de alternativa habitacional. En cuanto a derechos laborales, nunca fue tan barato despedir a los y las trabajadoras y, pese al autobombo de haber conseguido reducir el paro y la temporalidad, tan solo uno de cada siete contratos indefinidos alcanzan una duración mayor a un año. La Monarquía cada vez está menos cuestionada y, si se está hablando ahora de amnistiar los y las presas políticas del Procés, poco o nada tiene que ver con su papel en el gobierno.
Unidas Podemos aceptó voluntariamente las reglas del juego de las instituciones del régimen del 78 abandonando las calles y todo rastro de movilización social. Toda su estrategia quedó reducida a votarles en las próximas elecciones, justificándose en la falta de correlación de fuerzas.
Et tu, Brute ? El nacimiento de SUMAR y la guerra interna
En mayo de 2021 Pablo Iglesias anunció su dimisión de todos sus cargos y su abandono de la política institucional alegando que su figura se había convertido en chivo expiatorio y movilizaba los aspectos más oscuros de la democracia [sic].
Yolanda Díaz salta a la política estatal entonces como una suerte de remedio al desgaste de UP, tras la decepción que causaron sus promesas incumplidas. Díaz decide alejarse del “ruido” de las pataletas de UP ante las negativas del PSOE de cumplir su acuerdo de gobierno para presentar una cara más “dialogante” como apéndice izquierdo del PSOE.
La razón por la que Sumar ha tenido éxito es que su proyecto es la consumación de la vuelta del bipartidismo, un camino que UP inició desde el momento que optó por la desmovilización para acatar las reglas de un régimen heredado del franquismo.
Yolanda Díaz representa la tradicional conciliación con la patronal que desde la Transición se valió del PCE, del que ella misma proviene, para traicionar las luchas obreras a través de su aparato sindical, CCOO, al son de sus primos hermanos, el PSOE y UGT. Nadie mejor para impulsar políticas patronales maquilladas de progresismo, cuyo máximo exponente es su reforma laboral de 2021, que no es más que la consolidación de un mercado laboral precarizado tras las reformas del 2010 (PSOE) y 2012 (PP).
Algunas conclusiones
Lejos de hacer girar a la izquierda al PSOE, nuestro moderno Ícaro se integró de lleno en el marco y los límites del régimen monárquico y sus instituciones, y ya ni se acuerdan de aquellos lemas que cuestionaban el régimen y unas instituciones heredadas del franquismo.
A nuestro moderno Ícaro no se le derritieron las alas, ni tampoco se precipitó al mar, pero sí pasó de co-gobernar a quedarse con tan solo 5 diputados/as que acabaron en el Grupo Mixto del Parlamento, perdiendo también la dirección de su muy querido Ministerio de Igualdad, del que tanto se vanagloriaron.
La tragedia de la situación es que, a pesar de que UP se vanagloriase de ser “el cambio” y las que hacían girar a la izquierda al PSOE, su discurso choca de pleno con la realidad de una clase trabajadora cada vez más empobrecida, y ha abierto las puertas de par en par a los discursos de la derecha y la ultraderecha, que se presenta como una oposición contundente y se moviliza desde hace ya semanas en Ferraz.
La experiencia Podemos, Syriza o el Bloco de Esqueda en Portugal reafirma que no existe salida para la crisis económica y para la guerra social que los capitalistas han emprendido contra nuestra clase que pueda darse “por dentro” del sistema y “por dentro” de la UE y del euro. Es aquí cuando se desenmascaran quienes hacen política según “lo que es posible” o lo que es necesario. Y es necesario recuperar un movimiento masivo como las Marchas de la Dignidad, con la clase trabajadora a la vanguardia, que sea capaz de cambiar la correlación
de fuerzas y capaz de tomar con sus propias manos las riendas de la sociedad.
Imagen: La caída de Ícaro, 1731 (grabado), de Bernard Picart
Este artículo fue publicado originalmente en el Página Roja de enero de 2024 «2024: Año de lucha por Palestina y contra el nuevo ajuste europeo», que puedes descargar aquí.