Artículo de opinión sobre la crisis económica china.
Es precisa esta aclaración porque estamos asistiendo a una interpretación de la crisis china en clave burguesa, que si caen las exportaciones, que si el PIB no crece al ritmo debido (hombre, de un 7.5% previsto crecer un 7.4 no es como para hacer una tragedia griega), que si el precio del petroleo se abarata por la caída de la demanda china y el exceso de producción del fracking norteamericano, a lo que ayudó el regalo envenenado de Arabia Saudí al negarse a reducir su producción, cuando los EEUU se lo pidieron hace unos meses, puesto que el fracking no es rentable por debajo de los 60/ 70 dolares el barril.
Vamos, como siempre, los apologistas del sistema, junto con todos los neokeynesianos disfrazados de izquierdistas, echándole la culpa a las estadísticas y a los datos contables, no a la economía real, evitando ir a la raíz del problema donde nacen las crisis, las estructuras del sistema capitalista: La producción industrial creció un 8,3 % el año pasado, mientras que el año anterior lo había hecho un 9,7%, este es el dato de la «economía real» que determina todos los demás, porque la cuestión es cómo vuelven a ese crecimiento, o la tasa de explotación crece de tal manera que son mayores los beneficios (productividad).
La crisis china detonó, solo detonó, no confundamos causas con efectos, cuando hace unos 15 días el gobierno devaluó el yuan, rompiendo su atadura con el dolar, certificando el fin de la «chinamerica», en un camino que le lleva a entrar en el saco de las monedas refugio, es decir, de las potencias que se reparten a través de las políticas monetarias el saqueo del trabajo excedente generado en el mundo. Los EEUU se llevan el 6% del PIB mundial por el control del dolar en los flujos monetarios, después van el euro, el yen, la libra,… China, con esa devaluación, dijo que quería que el yuan entrara en ese saco.
China se convirtió en la fábrica del mundo mientras éste se debatía desde los 80 en una huida hacia adelante, con el neoliberalismo y la economía de «casino» subsiguiente, que generó la liberalización del sistema financiero y la desindustrialización, hasta que explotó en el 2007.
Consciente o inconscientemente, la burguesía china comprendió que el capitalismo es, mientras sea capitalismo, un sistema de producción de mercancías, no de su distribución ni de la financiación de su compra, sino de la producción. Tras la represión de Tiananmenn, y sobre una superexplotación brutal de la mano de obra, mantenida por la dictadura del aparato del PCCh, en un marco de retroceso de la capacidad industrial de las grandes potencias, la parálisis de Japón desde los 90, la decadencia de los EE UU y la división europea, la burguesía china vivió un proceso de acumulación primitiva de capital solo comparable a la de los EE UU a finales del XIX y comienzos del siglo XX, cuando Europa se empeñaba en destruirse a si misma con dos guerras.
De la misma manera que los EE UU entraron por los huecos que dejaron esas dos devastaciones mundiales, pasando de ser la fábrica del mundo a ser su banquero (en brillante análisis de Trotski, cuando tras la Iª guerra les dice a los gobiernos británico y francés que no alardeen de su victoria frente a Alemania, porque de ella han salido deudores de los EE UU), China ha entrado por los huecos de la crisis que las potencias euro norteamericanas vienen dejando desde los años 70. La derrota de Vietnam no solo fue política, sino que en ella los EE UU enterraron literalmente miles de millones de dolares, como después sucedió en Iraq o Afganistán.
Esa acumulación de capital en los últimos 24 años, se tradujo en un PIB siempre de dos dígitos, mientras el resto del mundo a duras penas pasaba del 4/5%. Este diferencial se agravó desde el 2007, cuando estalla la Gran Recesión, y China mantiene los dos dígitos, baja al 9% y ahora está en el 7.4%. El diferencial ya es brutal, puesto que las potencias occidentales tienen resultados negativos, con el -5% de Alemania en el 2010.
El PIB es un dato contable no muy fiable, puesto que incluye como «producto» lo que son gastos de la administración, etc… Pero permite hacerse una idea de cuales son las diferencias de acumulación de capital entre un estado y otro.
Pues bien… China, al acumular un gran capital excedente de la superexplotación de una fuerza de trabajo mayoritariamente ex campesina, y en ese marco de decadencia del conjunto del sistema, se convierte en el acreedor/banquero del mundo: la deuda publica norteamericana en manos de China es de 3 billones (europeos) de dolares. Gráficamente, tres veces el PIB o la deuda publica española, como Brasil, Venezuela, etc. No solo eso, China (su burguesía) es propietaria del 30% de la deuda española, de la deuda griega, de la portuguesa, … Es el principal inversor en América Latina, copando mercados que antes eran el «patio trasero» de los EEUU . Financia proyectos «rompedores» como el canal de Nicaragua, alternativo al de Panamá. En África es el principal comprador de tierras, ya ha enviado soldados a Sudan para proteger sus inversiones y está aumentando sus aguas territoriales (¿»espacio vital»?) a base de islas artificiales en el Mar de China.
China se ha convertido en una potencia imperialista y su crisis tiene todas las semejanzas con la que sufrió los EE UU en el 29; es una crisis de crecimiento, no fruto de su decadencia, sino de «madurez». No es que China entre en recesión con un 7.4% de crecimiento!; a nadie en su sano juicio se le ocurriría decir eso (si en el Estado Español hablan de recuperación con un 2/3%, de qué hablarían su tuviéramos el 7%); no, el problema es que la previsión es que tienda a la baja, a la «estandarización con los crecimientos» con el resto del mundo, como afirmó un economista hace poco.
¿Y esto que significa? Marx señaló que la ley fundamental de la economía capitalista es la Tendencia decreciente de la tasa de ganancia; la que pone en relación inversa el aumento de la productividad fruto de una mayor formación bruta de capital (inversión en maquinaria que permite a cada trabajador producir más que sin ella), es decir, un aumento de la composición orgánica de capital.
El capital chino, tras el varapalo de los años 2008/2009, cuando las caídas de las exportaciones a consecuencia de la crisis financiera mundial, le provocaron una caída del PIB, hizo una política de New Deal… Invirtieron miles de millones en autopistas (hasta el Tibet), sistemas ferroviarios de Alta Velocidad, eléctricos, etc.; se modernizaron, vamos, y eso aumentó la composición orgánica del capital, su productividad lo que, inevitablemente, se tradujo a una tendencia a la baja de los beneficios empresariales. La tendencia a la baja de su PIB es la manifestación contable de esa tendencia.
Además China esta sufriendo los efectos de otra de las leyes de la economía descubiertas por Marx, la tendencia a la igualación de las tasas de beneficios (la «estandarización de los crecimientos»).
«Las empresas que operen con productividad media del trabajo en el ramo (que será la regla general) recibirán la tasa media de ganancia. Empresas que operen por debajo de la productividad media del trabajo recibirán menos que la tasa media de ganancia y correrán el riesgo de verse empujadas al cierre en casos de crisis y depresión. Las empresas que hayan hecho avances tecnológicos, que operen a un nivel de productividad del trabajo superior al promedio, disfrutarán de una plusganancia transitoria, es decir, de una ganancia por encima de la ganancia media resultante de la diferencia entre sus costos de producción individuales y los costos de producción medios del ramo. Pero esa plusganancia desaparecerá generalmente en períodos de crisis y depresión, cuando la nueva tecnología se generalice en el ramo y la productividad media del trabajo (el valor de la mercancía) se adapte a esa productividad inicialmente elevada”. (E. Mandel, Cien Años de Controversias sobre El Capital).
La crisis china es producto de los efectos combinados de ambas leyes del capitalismo. Pero es una crisis de «madurez», porque China no es un país endeudado, con una industria laminada por las deslocalizaciones, y una clase media, incluidos sectores de la clase obrera, en decadencia. Al revés, China es el banquero del mundo, sigue siendo su fábrica y la clase obrera china exige su parte del pastel en salarios y condiciones de trabajo acordes con su productividad (las 200 mil huelgas del pasado año tenían ese sentido).
China tiene herramientas financieras y tecnológicas para desarrollar hasta el final las fuerzas contrarrestantes que Marx señalaba como frenos a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, sin necesidad de tocar a la clase obrera. El aumento de la explotación de la clase obrera, sobre la base de la intensificación de trabajo, es decir, mecanizando más las empresas y fábricas; el abaratamiento de los elementos del capital constante, para ello cuenta con el monopolio estatal de la industria pesada; y el aumento del comercio exterior, lo que reforzaría su papel como potencia imperialista, puesto que es tenedor de la deuda de países como los EE UU o el Estado Español, lo que le da un margen de maniobra financiero y monetario muy grande.
La burguesía china se encuentra, de esta manera, en una disyuntiva, si quiere seguir creciendo como en años anteriores, ya no le basta con el viejo modelo de superexplotación feroz de su fuerza de trabajo, tiene que complementar su crecimiento con el saqueo de las riquezas humanas y materiales de los países donde invierte, que le permitan «complementar» la decaída tasa de ganancia. Pero esto le lleva, quiera o no, al choque con un mundo ya repartido, donde los EEUU siguen llevando a duras penas la voz cantante.
¿Querrá la burguesía china dar ese paso…? Su crisis económica le obliga a hacerlo, que lo haga o no, no va depender de la economía, sino de decisiones políticas con todas sus consecuencias. A este reto hay que responder, puesto que son palabras mayores las que los pueblos del mundo enfrentan hoy en día.