Ahora que las luchas se incrementan ante los ataques del capitalismo, no podemos olvidar la lucha conjunta con las y los trabajadores y de vital importancia de colectivos como el LGTBI, que sufren de manera muy dura la «cultura homófoba» y los recortes impuestos al pueblo…
Stonewall y FLG
El 28 de junio de 1969 se iniciaron en Nueva York una serie de revueltas contra la represión hacia los homosexuales que marcaron hasta nuestros días la lucha LGTBI y supusieron la posterior instauración de ese día como Día Internacional del Orgullo en defensa de los derechos de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales.
En esos años, la mayoría de bares frecuentados por homosexuales estaban controlados por las mafias y expuestos a constantes batidas por parte de la policía, en las que se llevaban a cabo numerosas detenciones, unidas casi siempre a humillantes interrogatorios. Pero la madrugada del 28 de junio del 69, en Stonewall, local situado en el centro de Nueva York, la policía se encontró en una de sus habituales redadas con un bloque de resistencia de homosexuales hartos de esta situación. Unas doscientas personas comenzaron a agolparse en el bar, gritando, increpando y cercando a la policía, que acabó pidiendo ayuda al escuadrón de fuerzas de choque de Nueva York. A partir de ese momento, el número de homosexuales que enfrentaban tal represión comenzó a crecer, iniciándose una gran revuelta que duró tres días y que acabó con la retirada de la policía.
Esta respuesta del colectivo supuso una gran victoria en la lucha contra la opresión LGTBI y se sucedió con similares acciones a lo largo de todo aquel verano, en las que se manifestaba el firme rechazo a la colaboración de los dueños de estos bares a la vez que se enfrentaba a la acción represiva policial. Esta oleada de revueltas culminó en EEUU con la creación del Frente de Liberación Gay (FLG), grupo revolucionario en defensa de la liberación sexual.
El FLG reivindicaba el orgullo de ser homosexual, defendía la “salida del armario” y luchaba por cambiar los cimientos de una sociedad opresiva y enferma para poder alcanzar la liberación sexual. Centraban sus acciones en la calle, pues su organización había nacido en ella, y llevaban a cabo campañas contra empresarios del “ocio homosexual”, pues éstos explotaban a gays y lesbianas con precios extremadamente altos, y con la colaboración de la policía.
Por otro lado, en un marco de ascenso en la lucha de clases, el FLG supo situarse dentro del contexto revolucionario. Supo entender que la opresión es producto del capitalismo y se unió a las batallas que se daban contra éste, sumándose a las protestas generalizadas y coordinando sus fuerzas con el movimiento feminista y con las protestas de la población negra por la igualdad de derechos.
Resulta irónico que el día del Orgullo haya nacido del enfrentamiento contra las actuaciones represivas policiales y contra la permisividad de los “empresarios gays” hacia tal represión, y que los actuales empresarios que forman parte del llamado “mercado rosa” digan estar con la causa LGTBI, promocionando sus fuentes de riqueza en la propia manifestación del Orgullo, cuando viven y se lucran a costa del abuso hacia este colectivo al tratar de equiparar la identidad afectivo-sexual con el consumo de sus productos.
Discriminación al colectivo LGTBI
Desde multitud de puntos y mediante infinidad de formas se nos trata de inculcar la idea de que la igualdad en derechos del colectivo LGTBI es ya un hecho y que no tiene sentido continuar con la lucha. Este bombardeo de mensajes no es más que un intento de la clase dominante por adormecer esta lucha histórica y por mantenerla alejada del resto del movimiento de la clase trabajadora contra el sistema. Pero sobran razones para hacer patente que bajo el capitalismo jamás se llegará a alcanzar la verdadera liberación sexual.
No pocas instituciones burguesas defienden y difunden actitudes y roles discriminatorios hacia el colectivo LGTBI. La Iglesia Católica, el Ejército y partidos políticos conservadores realizan constantemente una campaña feroz contra este colectivo, negando la diversidad sexual existente y realizando declaraciones que equiparan las prácticas sexuales homosexuales con actos anormales, delictivos o patológicos. Ejemplos claros los tenemos en la Iglesia, con sus constantes declaraciones de intolerancia hacia el colectivo LGTBI, en la OMS, que continúa considerando la transexualidad una enfermedad o en el actual gobierno del PP, que tiene presentado un recurso de inconstitucionalidad, aun no resuelto, hacia la legalización del matrimonio homosexual.
Por otro lado, la burguesía “progresista” lleva a cabo políticas dirigidas fundamentalmente hacia las clases medias y pequeño-burguesas, en las que defiende modelos de diversidad sexual, pero siempre en círculos alejados de la clase trabajadora. Así, se difunden clichés homosexuales donde, por ejemplo, sólo caben personas adineradas, con cierto estatus económico e insertas en el “mercado rosa”.
Toda esta discriminación se materializa en numerosos aspectos de la vida diaria de gays, lesbianas, transexuales, bisexuales e intersexuales:
-Laboral: Un informe publicado por la Organización Internacional del Trabajo en mayo del 2007 afirma que los/as trabajadores/as pueden sufrir discriminación en su puesto de trabajo si consta o se sospecha que son gays, lesbianas, bisexuales o transexuales.
Esta discriminación se materializa con acciones que van desde el despido o la denegación del acceso al puesto, hasta medias salariales inferiores o denegaciones de prestaciones a la pareja del mismo sexo (cuidado de la pareja enferma, pérdida de un familiar, prestaciones educacionales, seguros de enfermedad,…). Además, este tipo de discriminación se reproduce con diferentes formas de acoso: bromas estigmatizantes, comentarios tendenciosos, abuso verbal, intimidación y hostigamiento, llegando incluso al chantaje o las amenazas.
-Ámbito afectivo: Para los homosexuales, por ejemplo, incluso en los países donde la legislación está más “avanzada”, como el caso del Estado Español, el simple hecho de expresar muestras afectivas en público (besos, abrazos,…) supone un acto que a menudo provoca burlas, insultos y otro tipo de humillaciones. Este ataque hace que muchos homosexuales no tengan más remedio que expresarse emocionalmente sólo en ambientes privados, entornos “cercanos” o “guetos homosexuales”, provocando así frustraciones, desórdenes emocionales y psicológicos, que en muchos casos conducen a la depresión e incluso al suicidio.
-Terreno educativo: Una investigación financiada por el Ministerio de Trabajo muestra como el 60% de los adolescentes LGTBI sufren acoso en escuelas e institutos, convirtiendo sus vidas en un auténtico infierno. El silencio y la invisibilización de la diversidad afectivo-sexual en las aulas, ya eliminada del programa educativo por parte del Gobierno, genera en ellos graves problemas personales.
-Acceso a la vivienda: A las grandes dificultades de la clase trabajadora para encontrar una casa donde vivir, hay que añadir las propias del colectivo LGTBI. Por ejemplo, el hecho de ligar erróneamente transexualidad con prostitución supone un gran obstáculo a la hora de alquilar piso. Algo parecido ocurre con parejas de gays o lesbianas, para quienes la simple búsqueda de vivienda se convierte en un sin fin de dificultades y humillaciones.
-Represión y violencia física: Un reciente estudio realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas del Estado Español, en el que se han encuestado a 540.000 jóvenes de entre 15 y 29 años, refleja que más del 75% ha escuchado o presenciado insultos y burlas a personas por su condición sexual, el 38.9% ha escuchado o presenciado signos de marginalidad hacia este colectivo (dejarles de hablar, por ejemplo), el 23% ha escuchado o presenciado amenazas y alrededor del 18% ha escuchado o presenciado algún tipo de agresión física (desde lanzamiento de objetos a palizas). A todo esto hay que sumar los numerosos asesinatos hacia personas pertenecientes a este colectivo que se dan en todo el mundo por el mero hecho de visualizar su orientación sexual o identidad de género.
Colectivo LGTBI en la coyuntura actual
Nos encontramos ante un panorama en el que el paro y la precariedad laboral se entremezclan con el ataque a los derechos de la clase trabajadora y los sectores populares. Todo ello justificado constitucionalmente mediante la prioridad del pago de la deuda de la Banca, transformada artificialmente en deuda Pública, y ejecutado por el gobierno de turno mediante reformas laborales y recortes en Sanidad, Educación y Servicios Sociales.
La reciente intervención del país por la Troika (Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) nos ha introducido en una espiral de empobrecimiento y ruina que no sólo significará acelerar el desmantelamiento del llamado Estado de Bienestar, sino que potenciará una ofensiva contra los derechos fundamentales de la sociedad en general, ofensiva a la que no escapa el colectivo LGTBI.
Ante el creciente cuestionamiento de las viejas instituciones que mantienen el sistema, el capitalismo tratará de evitar a toda costa su descomposición mediante numerosas medidas, entre las que se encuentran todas aquellas que defiendan a ultranza la supremacía de la familia tradicional (unidad básica sin la cual el capitalismo no puede mantenerse) frente al resto de opciones de relación existentes. Así, estamos comenzando a vivir una nueva fase de ataque a los derechos que defienden la existencia de otros tipos de uniones afectivo-sexual, derechos conseguidos tras multitud de luchas a lo largo de los años. Por ejemplo, las personas transexuales ya ven como sistemáticamente se les cuestiona, desde declaraciones del PP en pro de la austeridad, el acceso gratuito a los tratamientos que requieren en su proceso transexualizador. Las dificultades al acceso a la fecundación asistida en la Sanidad Pública para mujeres lesbianas y bisexuales también constituye un ataque a su derecho a la maternidad: si hasta ahora han sido frecuentes las excusas utilizadas para limitar su derecho a la reproducción asistida en el sistema sanitario público por su condición sexual, la aplicación de los recortes va a hacerlo materialmente imposible. Por otro lado, la no aplicación del Plan Nacional del Sida va a suponer retroceder en la prevención del VIH: la lucha contra el estigma y la discriminación se va a ver muy afectada, al privarla de los recursos que la mantienen. Además, los recortes en Educación van a suponer un estímulo para la perpetuación de la ideología discriminatoria hacia los tipos de orientación sexual distintos al institucionalmente establecido, propiciando la no visibilización de la diversidad afectivo-sexual.
Así pues, la defensa de los derechos LGTBI necesita hoy en día ser dotada de continuidad y fuerza, debiendo partir de su propia organización hacia la conquista de la liberación sexual. Pero la experiencia histórica demuestra que, para que esta auto-organización alcance victorias, necesita la cooperación y coordinación con el resto de sectores oprimidos y explotados. Sólo así se consigue de forma eficaz combatir contra la discriminación. No podemos pensar que la sociedad, machacada con mensajes estigmatizantes, luche por la libertad sexual sin el trabajo y la organización de quienes sufren la represión a causa de su diversidad genérica u orientación sexual. Pero tampoco cabe imaginar, que se llegue a la plena liberación sexual en la sociedad desde la lucha aislada del colectivo LGTBI.
Por todo ello, la defensa y puesta en marcha de un plan que defienda los derechos del colectivo LGTBI es inseparable de la reivindicación de suspensión del pago de la deuda a los banqueros, elemento clave de la crisis capitalista y argumento para justificar los recortes que afectan a la clase trabajadora en general, y a este sector en particular. La lucha por la liberación afectivo-sexual sólo puede ser entendida como pieza integrante en la lucha por el socialismo, exigiendo un plan de rescate a los/as trabajadores/as y a los sectores populares, derribando las barreras de la discriminación construidas desde el sistema capitalista. Por un día del Orgullo revolucionario, es necesario defender la unión en las luchas.
La clase trabajadora contra la homofobia. Estas breves palabras fueron inspiradas en una carta que se realizó desde CO.BAS, un sindicato alternativo de base, hacia lxs delegadxs y activistas del mismo sindicato en Madrid, el 14 de enero de 2015. En esa carta se defienden los derechos LGTBI, necesarios para luchar contra la explotación y la opresión que vive la clase obrera, argumentando que se necesita una lucha conjunta y unida por parte de todxs lxs trabajadorxs para acabar con las opresiones homófobas.
¡Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres!
Hay palabras como maricón/maricona, bollera, tortillera, mariquita, y muchas otras que no se han dejado de escuchar, a pesar de que, actualmente, la mayoría de personas “aceptan” al colectivo LGTBI. En teoría, la sociedad ya cree válida la homosexualidad, la bisexualidad, la transexualidad y la intersexualidad, o al menos este es el discurso que nos venden en las calles. A la hora de la verdad, nos encontramos que, día tras día, mujeres y hombres con una orientación sexual o una identidad de género diferentes sufren discriminación por no formar parte de la sexualidad hegemónica heterosexual, por no vivir una sexualidad para gusto y consumo de la ideología que se nos impone.
La clase trabajadora, que ya de por sí es la clase explotada por el capitalismo, se somete a diversas opresiones que la fragmentan hasta el punto de reducir a aquellxs luchadorxs que se implicarían por la lucha de unas mejores condiciones de trabajo y de vida. El machismo, el racismo y la homofobia son algunas de las enfermedades que causan la muerte de la unión y de la lucha de lxs trabajadorxs.
La homofobia, en este caso, es la opresión que separa a hombres y mujeres de la lucha por el simple hecho de tener una preferencia sexual diferente a la del resto. Las burlas, el acoso o la discriminación hacia una persona homosexual, bisexual, transexual o intersexual atacan a la integridad de la misma, causando fuertes daños psicológicos – e incluso físicos – que llevan a lxs trabajadorxs a sufrir fuertes depresiones y otras consecuencias porque no se les acepta tal y como son. ¿Cómo se sentiría cualquiera si se le negara su forma de ser?
La desigualdad, en este momento de crisis capitalista en el cual el sistema se deteriora cada vez más, ha causado una gran diferenciación entre clases sociales. Aquellos que antes eran ricos, ahora lo son un 60% más, y la tasa de personas en el umbral de la pobreza también se ha disparado. En este aumento repentino de desigualdad económica, también se puede señalar un incremento de las opresiones. La opresión recibida por el colectivo LGTBI nos lleva a encontrarnos con casos de rechazo e insultos hacia transexuales que pasean por las calles de Barcelona, comentarios peyorativos hacia personas bisexuales llamándolas viciosas, por ejemplo, a ver por las noticias casos de violencia contra homosexuales que defienden el matrimonio igualitario en Rusia, suicidios en diferentes partes del mundo por personas que no son aceptadas por su entorno, y miles de otros casos que podríamos citar.
Por este motivo, no se debe permitir que cualquier persona gay, lesbiana, bisexual, transexual e intersexual sea rechazada y excluida del resto. No podemos dejar que el sistema y su ideología opresora siga causando estragos entre lxs proletarixs. Todxs lxs trabajadorxs deben entender a sus compañerxs, luchando junto a ellxs contra la homofobia, la transfobia y la bifobia. Si no se ponen en la piel del otro o la otra, la burguesía seguirá beneficiándose de las divisiones entre la clase obrera, y eso es algo que no podemos seguir permitiendo. Debemos luchar contra toda discriminación que conlleve la división de la mayoría, ya que favorece a la minoría, es decir, a lxs burguesxs. ¡Debemos unificar la lucha, nuestra lucha!
No podemos esperar a una revolución socialista para combatir y superar las opresiones que nos atacan, debemos luchar aquí y ahora por un mundo igual y libre de opresiones.
¡Movilicémonos contra toda represión que nos impida ser cómo somos!
¡Unamos nuestras luchas para acabar con este sistema que nos oprime!
¡Luchemos contra el machismo, el racismo, la homofobia y la explotación!
En los últimos meses nos llegan, a modo de ráfagas, noticias sobre protestas por los derechos LGTBI en sitios tan lejanos y dispares como Rusia, Uganda, Brasil o Francia. Aunque en cada zona la lucha responde una situación de opresión concreta, con una reivindicación específica, sabemos que en todas ellas existe un denominador común: la opresión del sistema capitalista hacia la libertad afectivo-sexual, como un instrumento más de la clase dominante para dividir a la clase trabajadora.
Como todas las formas de opresión, ésta se trata de justificar social y culturalmente inculcando a nuestra clase una ideología que, en este caso, ataca la diversidad afectivo-sexual mediante prejuicios (antinatura, enfermedad, desviación, perversión…). Incluso en aquellas zonas donde la lucha LGTBI ha conseguido importantes avances, se “vende” al colectivo oprimido de forma estigmatizante (consumista, débil, promiscuo,…).
A continuación, basándonos en el informe “Homofobia de Estado” publicado por ILGA y elaborado por Lucas Paoli Itarborathy, nos centraremos en cómo materializan legalmente los gobiernos las diferentes formas de opresión a nivel internacional, para poder contextualizar las luchas que allí se están dando.
Delito de Estado
La ilegalidad de las prácticas homosexuales vuelve extremadamente vulnerable al colectivo LGTBI, no sólo porque impide la libre expresión afectivo-sexual en sí, sino porque contribuye a fortalecer, sin impunidad alguna, la práctica de variadas formas de abuso hacia él y lo convierte en un sector de la clase trabajadora más expuesto aun a la explotación, sin derechos tan fundamentales como el de asociación o propaganda.
Las prácticas homosexuales son ilegales en 78 países (más del 40% de los miembros de la ONU), con castigos que varían según el país (desde latigazos a penas de cárcel, pasando por multas o incluso con penas de muerte). Por ejemplo, las penas de prisión aprobadas por los gobiernos de Argelia o Marruecos van desde pocos meses a varios años, añadiendo multas de considerable cuantía económica.
Pero la represión de Estado más brutal la encontramos en Mauritania, Sudán, Nigeria, Somalia, Irán, Arabia Saudí y Yemen, donde sus gobiernos respaldan la pena de muerte.
Una de las luchas que ha traspasado fronteras es la del movimiento LGTBI en Uganda, en donde la lucha contra la propuesta parlamentaria de condena a muerte hacia homosexuales se ha convertido en el centro de la movilización, pues la presidenta del gobierno, Rebecca Kadaga, está tratando de endurecer su penalización hacia la pena máxima (hasta ahora las leyes castigan con prisión los actos sexuales entre personas del mismo sexo)
Luchas LGTBI contra el odio y la violencia
En aquellos países donde el movimiento ha logrado superar la etapa de ilegalidad, la situación de discriminación y opresión varía enormemente. En 169 países (más del 75% de miembros de la ONU), la incitación al odio basada en la orientación sexual no está prohibida. Esta situación fomenta el incremento de actitudes opresivas hacia el colectivo LGTBI.
En algunos de estos países, como Ucrania o Rusia, el sentimiento homófobo crece y sus gobiernos siguen sin plantearse medidas contra esta situación.
Al contrario, sus parlamentos se dedican últimamente a lanzar y debatir propuestas de leyes que penalizan toda propaganda y manifestación homosexual. El movimiento LGTBI en Ucrania ha logrado, de momento, paralizar la propuesta de ley que prohíbe a homosexuales expresar públicamente su condición de gay o lesbiana. En Moscú se han prohibido manifestaciones del Orgullo durante 100 años (“marchas satánicas” según su alcalde) y en San Petersburgo y algunas regiones de Rusia se han promulgado leyes que castigan la “propaganda homosexual”. A pesar de estas medidas represivas y de la detención de 40 personas en la pasada manifestación del Orgullo en Moscú, las movilizaciones LGTBI en Rusia, lejos de desaparecer, continúan fortaleciéndose.
La lucha contra la opresión al colectivo LGTBI ha permitido, por otro lado, identificar y denunciar más fácilmente los crímenes cuya motivación sea la orientación sexual o la identidad de género. Pero sólo en 19 países del mundo, los crímenes de odio basados en la orientación sexual son considerados como circunstancia agravante, y en sólo 4, los basados en identidad de género. La criminalización de la homofobia o la transfobia no acabará por si sola con las dificultades del colectivo, pero sería determinante para frenar la creciente oleada de asesinatos a gays, lesbianas o transexuales que se da en muchos países.
La lucha contra la impunidad es uno de los objetivos de las protestas del colectivo LGTBI en donde no se criminaliza la homofobia o transfobia. Tal es el caso de Brasil, país que recientemente aprobó las uniones del mismo sexo como unidad familiar, pero donde los crímenes homofóbos han crecido en un 118% (un homosexual muere cada 36 horas). La indiferencia del gobierno y la ausencia de medidas traen consigo una cultura de la impunidad ante este tipo de crímenes. La criminalización de la homofobia y transfobia constituiría un elemento que frenaría la violencia hacia gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales.
Matrimonio
Únicamente en diez países de todo el mundo se reconoce oficialmente el derecho pleno al matrimonio homosexual: Bélgica, Suecia, Noruega, Islandia, Países Bajos, Canadá, Argentina, Sudáfrica, Portugal y Estado Español, admitiéndose también en varios estados de EEUU y en el Distrito Federal de México.
Pero este importante paso no elimina automáticamente la opresión hacia el colectivo, como lo demuestra el caso del Estado Español, donde a pesar de existir prohibición legal explícita de incitación al odio basada en la orientación sexual, los mensajes homófobos de los partidos conservadores y la Iglesia (que recientemente ha lamentado la constitucionalización del matrimonio homosexual), se entremezclan con los efectos de la crisis económica y la prioridad del pago de la deuda, ocasionando enormes retrocesos en derechos sociales (recortes del 50% en el plan nacional del SIDA, cuestionamiento del proceso transexualizador, ataques al derecho de maternidad de lesbianas,…).
Cabe mencionar también en este apartado el caso de Canadá, en donde está permitido el matrimonio pero no se acepta legalmente la misma edad de consentimiento para establecer relaciones homosexuales y heterosexuales. Esta diferencia legal para la edad de consentimiento se da también en países como Chile, Reino Unido o Grecia.
La lucha por el matrimonio ocupa el centro, hoy en día, de la movilización LGTBI en multitud de países, como es el caso de Francia, donde el gobierno no permite matrimonio homosexual y sí uniones civiles de personas del mismo sexo, pero con menos derechos que el matrimonio en sí.
Lgtbi de clase
En el capitalismo, las diferenciaciones sexuales se utilizan para poner en situación de desventaja, de inferioridad, al colectivo LGTBI y así justificar la explotación, desviando sus verdaderos orígenes y tratando de hacerlos recaer sobre sectores de la propia clase trabajadora.
Un informe publicado por la Organización Internacional del Trabajo en 2007 afirma que los/as trabajadores/as pueden sufrir discriminación en su puesto de trabajo si consta o se sospecha que son gays, lesbianas, bisexuales o transexuales. Esta discriminación se materializa con acciones que van desde el despido o la denegación del acceso al puesto, hasta medias salariales inferiores (la brecha salarial entre heterosexuales y el colectivo LGTBI se sitúa entre el 3% y el 30%, según el país que tratemos) y denegaciones de prestaciones a la pareja del mismo sexo (cuidado de la pareja enferma, pérdida de un familiar, prestaciones educacionales, seguros de enfermedad,…). Además, este tipo de discriminación se reproduce con diferentes formas de acoso: bromas estigmatizantes, comentarios tendenciosos, abuso verbal, intimidación y hostigamiento, llegando incluso al chantaje o las amenazas. Sin embargo, sólo en alrededor del 25% de los miembros de la ONU existe protección legal contra la discriminación laboral basada en la orientación sexual, quedando gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales desprotegidos en sus puestos de trabajo ante discriminaciones de este tipo.
Sabemos que dentro del colectivo LGTBI se encuentra un sector de la burguesía que también padece discriminación por su orientación sexual o identidad de género, pero también podemos afirmar que las burguesías, que priorizan el capital por encima de todo derecho utilizando la explotación y la desigualdad, jamás pondrán fin a la opresión de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales o intersexuales. Por tanto, las luchas por los derechos LGTBI estarán siempre unidas a las luchas del resto de nuestra clase, la clase trabajadora.
¡Por una lucha LGTBI internacionalista y obrera!