Este artículo se enmarca en una campaña que estamos desarrollando des de Corrent Roig. Entendemos que es una tarea de todos y todas las revolucionarias luchar contra todo tipo de opresión.
Por Isabel Ángeles Vargas y Marina G. Morante
Parte I
El origen de la opresión LGBTI
Los estudios del desarrollo de las sociedades humanas desde una óptica materialista, encabezada por Engels con su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, nos han demostrado que las rígidas identidades y expresiones de género, así como la normativización de la heterosexualidad, no son un hecho natural, sino que han estado íntimamente relacionadas con el desarrollo histórico de los medios de producción y, por lo tanto, con una cuestión social.
Previamente a la creación de las sociedades de clases, las sociedades se organizaban alrededor de la subsistencia de sus miembros, con medios de producción basados en la caza y la recolección. Con estas características materiales, ningún sector de la población podía apropiarse de la producción para someterla al control privado. Con el desarrollo de nuevas herramientas y mejoras en las técnicas agrícolas, se generaron dinámicas de exceso de producción que permitieron una acumulación primaria.
La nueva realidad requería una estructura familiar y social que permitiera seguir con la acumulación, consolidando núcleos de transmisión de la herencia y la propiedad. Así pues, era necesaria la restricción del comportamiento sexual y las relaciones de las mujeres para garantizar sucesores y la transmisión de la riqueza. Esta relación supuso el inicio de la opresión de la mujer y de su cosificación como propiedad.
Pero el inicio de la sociedad de clases no solo supuso el inicio de la opresión de la mujer, sino también del colectivo LGBTI. La sociedad de clases basada en la producción, junto a sus estructuras sociales, necesitó una ideología que restringiera todo aquello que no se ajustaba a la norma, eliminando la diversidad sexual y de género o, en el mejor de los casos, dejándolas en segundo lugar. La historia es, pues, una buena aliada contra la opresión LGBTI, ya que no solo ha demostrado que la opresión no se trata de un hecho biológico o natural, sino que también ha demostrado la conexión entre esta opresión y el surgimiento de la sociedad desigual de clases.
Estudios posteriores han reafirmado este análisis. La antropóloga Margaret Mead (1973) señaló, después de estudiar distintas culturas, que: «la formación de la personalidad de cada sexo no huye de la regla: es el producto de una sociedad que vigila para que cada generación se adapte a las normas que ella imponga».
Opresión LGBTI y capitalismo
Como hemos apuntado en el apartado anterior, las falsas creencias como la LGBTIfobia no están sustentadas en hechos naturales o biológicos como nos intentan hacer creer, sino que encuentran su raíz en las condiciones materiales de cada momento histórico.
Las revoluciones burguesas dieron lugar al modelo de producción capitalista, un modelo asentado en la explotación, en el cual la burguesía extrae plusvalía de la clase trabajadora. La explotación es un saqueo, un robo encubierto, y es por eso que decimos que es una anomalía, ya que no se asienta sobre unas bases sociales sensatas y lógicas. Justamente por este motivo, el capitalismo necesita ideologías que justifiquen esta anomalía, llamada explotación, de cara a todos los sectores oprimidos y explotados.
La revolución industrial no solo estuvo marcada por la introducción de la maquinaria y de grandes sectores de trabajadores en las fábricas, sino que también arrastró en masa a las mujeres y dejó de focalizar la producción en la familia para hacerlo en la esfera pública. Este fenómeno, lejos de potenciar la independencia de las mujeres y de los sectores LGBTI, sirvió para agravar la explotación. El capitalismo se adentró aún más en las opresiones ya existentes para ponerlas a su servicio: para extraer aún más riqueza de la clase explotada.
Además, la familia, como modelo heterosexual y de monogamia en el capitalismo, también siguió teniendo una función sociológica y económica de la esfera privada. Se presenta, pues, como una incubadora que perpetua los roles sexuales y de género rígidos, entendiendo la figura masculina como el sostén, inteligente y fuerte, y la femenina como la encargada principal de las tareas de crianza y cuidado. Las identidades LGBTI son un desafío abierto a esta norma ideológica.
La condición LGBTI ha evolucionado en el capitalismo, ha pasado de formar parte «pecado contra la naturaleza» a ser una enfermedad mental. De hecho, el primer estudio de Havelock Ellis en 1897 planteaba que no tenía que ser castigado, sino tratado médicamente. A lo largo del siglo xix también se desarrollaron ideas sobre cómo era una tipología de locura que consistía en adoptar roles inversos.
La opresión al colectivo LGBTI estaría íntimamente ligada con la explotación más allá de la dependencia de la familia nuclear, ya que pese a ser conceptos diferentes, ambos sirven para unos mismos propósitos: incrementar la explotación y, por lo tanto, la plusvalía, y fomentar las divisiones entre la clase trabajadora, además de controlar nuestros comportamientos. Así pues, a pesar de que el grado de opresión también depende del grado de resistencia que se le opone y que, por lo tanto, la lucha sirve, no es posible conseguir la completa emancipación del colectivo LGBTI dentro del marco del capitalismo y de la propiedad privada.
Solo podemos conseguir la libertad sexual y de género en un mundo sostenido por otras bases materiales
Como hemos podido observar, la opresión al colectivo LGBTI también está ligada a la explotación y a la propiedad privada. Este hecho es de suma importancia no solo para ver el carácter antinatural de la opresión, sino por la importancia de luchar por otro mundo con otras bases materiales, basadas en la equidad, donde se puedan desarrollar todas las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género libremente.
La Revolución Rusa marcó el camino para esta tarea. A pesar de que el debate se inició en 1903, en la discusión para el esbozo del Código Penal bajo el orden zarista, no fue hasta después de la Revolución de Octubre que la homosexualidad fue legalizada en la URSS, mediante la liquidación del antiguo código penal y las instituciones burguesas al servicio de la propiedad privada. Así pues, la URSS se avanzó más de 50 años al resto de países del mundo. Años más tarde, sin embargo, con la degeneración de la URSS bajo el mandato de Iósif Stalin, la homosexualidad volvió a prohibirse, siendo penada con hasta cinco años de trabajos forzosos en 1933.
Como señala Sherry Wolf en su obra Sexuality and Socialism, solo podemos conquistar una sexualidad e identidad completamente liberadas en una sociedad donde no exista opresión ni explotación.
Publicado originalmente en la web de Corrent Roig