Francia vivió el último jueves (26/05) la octava jornada de protestas desde la presentación de la reforma del código laboral, conocida como Ley El Khomri, por el gobierno Hollande (PSF). Se han movilizado cerca de 300.000 personas en todo el país según la CGT, el principal sindicato francés con alrededor de 600.000 afiliados.
Por Gabriel Huland
Tres sindicatos de trabajadores, entres ellos la CGT y Solidaires, y tres organizaciones estudiantiles, agrupadas en la Intersindical, convocaron la pasada jornada de lucha y ya han convocado una nueva huelga el 14 de junio si el gobierno no retira el proyecto de ley que será aprobado sin debate parlamentario mediante el recurso al polémico artículo 49.3 de la Constitución, que permite hacer pasar una ley por decreto. Esta es la democracia francesa tan celebrada por los políticos europeos.
La huelga tuvo un seguimiento importante. Según el diario español El País: “Camioneros, ferroviarios, controladores y empleados del sector de la energía han sido de nuevo los más activos en las protestas. Más de un tercio de trenes no han cubierto sus destinos ni tampoco el 15% de los vuelos previstos. El miércoles, además, se votó a favor de paros y huelgas en las 19 centrales nucleares del país, de las que depende el 75% de la producción eléctrica.”
Ocho reactores nucleares tuvieron sus actividades afectadas y en dos hubo paro total. Entre el 20% y el 30% de las gasolineras sufrieron falta de combustible. Se conformaron centenas de piquetes en todo el país y decenas de carreteras fueron cortadas por los manifestantes. Trabajadores del sector metalúrgico, de empresas como Arcelor Metal e Iveco, participaron en la huelga, así como de la multinacional química Michelin. Los líderes del movimiento prometen “incendiar el país” durante la Eurocopa, que comenzará el 10 de junio.
El gobierno pasa por una crisis política con bastante división interna y muchos parlamentarios socialistas votarían NO a la ley. Asimismo, casi el 70% de la población es contraria a la reforma y a favor de las protestas de los últimos meses. La popularidad del gobierno francés está en el suelo, pero todo eso no ha sido suficientes para que Hollande, Valls y El Khomri ablandaran el discurso. Prometen seguir el plan de aprobarla antes del verano. La sumisión de los “socialistas” franceses a los intereses de la gran burguesía francesa y europea es total.
La reforma supone un duro ataque a las condiciones de vida de los/as trabajadores/as galos. El artículo 2 es el punto más criticado, dado que modifica la legislación laboral dando prioridad a los acuerdos que se negocien en las empresas sobre los convenios colectivos. La reforma laboral sigue el modelo de las reformas laborales aprobadas por el PSOE y el PP en el Estado español. Además, permite el despido por razones económicas y el fin de la jornada laboral de 35 horas semanales.
La Ley El Khomri es una imposición de Bruselas
La situación política en Francia es la más conflictiva actualmente en el viejo continente, sobre todo a partir de marzo, con la entrada en escena del movimiento obrero que, junto al movimiento estudiantil, traba una dramática batalla en contra del gobierno social-liberal del Partido Socialista. Francia vive en estado de emergencia desde los recientes atentados terroristas, con una ola de islamofobia y el crecimiento electoral de la extrema derecha. Solo la clase trabajadora organizada puede cambiar el rumbo de los acontecimientos y derrotar la reforma de Valls y Hollande.
La oposición conservadora al PS liderada por el Partido Republicano y el ex presidente Nicolás Sarkozy defendió la represión usada contra los manifestantes (hubo más de 70 detenidos en distintas cargas policiales) y fue más allá al afirmar que los trabajadores del sector productivo que paralizaran sus funciones debían tener sus salarios cortados e ir a juicio.
La flexibilización del mercado laboral y la reducción del déficit público son exigencias de la UE a Francia presentadas hipócritamente como condiciones para el crecimiento económico. La política de la UE es implementar políticas de austeridad en los países centrales de Europa, así como una segunda ronda de ataques en la periferia, para mantener las tasas de ganancia del capital financiero franco-alemán.
La aprobación del TTIP con EEUU es parte de las políticas del imperialismo europeo en este momento y significarían un retroceso en los derechos laborales y en los rendimientos de una parte de las clases asalariadas, así como la pérdida de soberanía de los estados nacionales. Para el capital no hay fronteras, para los seres humanos sí, como vemos con la crisis de los refugiados en Grecia y Macedonia. El capital cruza el Atlántico libremente, mientras los refugiados mueren ahogados en la tumba mediterránea.
Las/os trabajadoras/es y estudiantes franceses muestran el camino. La batalla contra la reforma del código laboral no está decidida e influenciará la lucha de clases en todo el continente. Su lucha es nuestra lucha.