La lucha por la emancipación de la mujer ha estado entrelazada desde su mismo origen con el movimiento obrero y socialista. Marx escribía en su libro La Sagrada Familia (1845) que “El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general”. En una carta privada reafirmaba que “son imposibles las transformaciones sociales importantes sin la agitación entre las mujeres”. Clásicos son también los escritos de Engels acerca del “Origen de la familia, la propiedad privada y el estado” (1884) y sobre todo el libro de Bebel “La mujer y el socialismo” (1879), en el que se establecía que “La mujer de la nueva sociedad será plenamente independiente en lo social y lo económico, no estará sometida lo más mínimo a ninguna dominación ni explotación, se enfrentará al hombre como persona libre, igual y dueña de su destino”.
Estas teorías no se quedaron en el papel, y se incorporaron a la política y programa de los movimientos socialistas. En 1871 la Primera Internacional aprobaba la creación de secciones femeninas específicas. El año siguiente, en el congreso celebrado en Zaragoza, la sección española de la Internacional establecía que: “La mujer es un ser libre e inteligente, y como tal, responsable de sus actos, lo mismo que el hombre; pues, si esto es así, lo necesario es ponerla en condiciones de libertad para que se desenvuelva según sus facultades. Ahora bien, si relegamos exclusivamente a la mujer a las funciones domésticas, es someterla, como hasta aquí, a la dependencia del hombre, y, por lo tanto, quitarle su libertad. ¿Qué medio hay para poner a la mujer en condiciones de libertad? No hay otro más que el trabajo”.
El mismo origen del 8 de Marzo, está ligado a la lucha de las mujeres socialistas. En la I Conferencia de Mujeres Socialistas (1907), Clara Zetkin, Alejandra Kollontai y Rosa Luxemburgo propusieron una campaña a los partidos socialistas en defensa del voto femenino, resolución que se aprobó. En 1910, la II Conferencia estableció la celebración de un día de lucha internacional de la mujer trabajadora. Ese mismo año, el 10 de julio se celebró la primera manifestación multitudinaria de mujeres en España.
Contra el machismo, por la unidad de la clase trabajadora
El empeño consciente del movimiento socialista en defender la emancipación de la mujer no es únicamente cuestión de justicia, que también. De la misma manera que es imposible ganar una huelga donde la mitad de la plantilla no participa, es imposible ganar ninguna revolución donde las mujeres no estén al frente. Cuando el machismo amordaza a las mujeres, está también poniendo una camisa de fuerza a la capacidad de movilización de las mujeres trabajadoras.
En la Revolución de los oprimidos, las mujeres aparecen invariablemente en la primera línea. No es casualidad que la Revolución Rusa comenzara justo un 8 de Marzo, o que durante la Revolución Española de 1936, milicianas como Mika Etxébere fueran parte fundamental de las tendencias revolucionarias.
Por esto, es una tarea del movimiento obrero en su conjunto, con las mujeres al frente y con el apoyo de los hombres, luchar contra todas las expresiones del machismo y la desigualdad de las mujeres.
Capitalismo y machismo, de la mano
El capitalismo, consciente de esta interrelación, promueve a través de los gobiernos a su servicio el machismo y mantiene una desigualdad estructural. Saben que gracias a esa opresión pueden mantener a las mujeres trabajadoras con unos mayores niveles de precariedad. Esa opresión permite sobre-explotar a la mitad de la clase tabajadora.
Además, las mujeres asumen los trabajos de cuidados, necesarios para la reproducción de la clase trabajadora. Con ello, el Estado ahorra los servicios sociales tales como guarderías, comedores, centros de atención a dependientes, etc…
Por esto, las políticas “feministas” de las instituciones oficiales suelen limitarse a aspectos como “lenguaje inclusivo” o a promover mujeres en puestos directivos del sistema. Con ello, intentan responder a la inquietud de las mujeres sin cuestionar los aspectos esencial del capitalismo.