La llegada de Donald Trump ha desatado un debate sobre el significado de su elección y de sus posibles propuestas. En primer lugar, vamos a analizar cómo y por qué pudo lograr ese resultado y, en segundo lugar, qué puede cambiar en Estados Unidos y en el mundo con su llegada a la presidencia.
Un sistema electoral antidemocrático
Realmente Trump tuvo menos votos populares que Hillary Clinton, pero logró una mayoría en el colegio electoral debido al sistema electoral indirecto. Además, para votar hay que inscribirse previamente y votar en día laborable, dificultando la votación de los/as trabajadores/as.
En segundo lugar, votó apenas el 52% de los votantes potenciales. Esto significa que todos sus votos representan apenas el 25% del electorado real. Trump obtuvo casi el mismo número de votos que el candidato republicano McCain en 2008 y menos votos que los que tuvo Romney en 2012, derrotados los dos por Obama. Algo muy parecido a lo que ha pasado en el Estado español, donde Rajoy fue elegido en realidad con el 11% del total de población.
Discurso populista, decepción demócrata y crisis del bipartidismo
Trump no es el presidente preferido de la mayoría de la burguesía imperialista estadounidense, porque no es un candidato formado dentro de los partidos tradicionales y porque no coinciden con muchas de las propuestas que plantea.
La votación de Trump se basó en votantes blancos de las regiones rurales y pequeñas ciudades, pequeños propietarios y de trabajadores blancos empobrecidos, afectados por la desindustrialización, la crisis y el desempleo. Personas que viven un descenso social que no fue revertido por Obama.
En estos sectores hizo pie el discurso de Trump, que combinó declaraciones racistas, xenófobas y reaccionarias contra los inmigrantes y ataques al “sistema de los políticos profesionales”, con sus falsas ilusiones populistas que prometían “trabajar duro para recuperar la grandeza de Estados Unidos y volver al sueño americano”.
Otro elemento fue el desgaste sufrido por el partido demócrata, que perdió 3 millones de votos con relación a la elección de Obama en 2008.
Sin subestimar que el racismo y la xenofobia sean ahora la ideología oficial de la Casa Blanca, de conjunto los resultados electorales evidenciaron síntomas de crisis en el régimen bipartidista estadounidense, de rechazo y ruptura con ambos partidos y sus candidatos.
Lo que ha pasado factura a los dos grandes partidos (en particular a Clinton) fue el rechazo a los últimos 30 años de neoliberalismo, al aumento brutal de las desigualdades sociales y al empobrecimiento de las capas medias y bajas.
La política económica de Trump
Su propuesta se sustenta principalmente en recortes de impuestos para el sector empresarial y sobre la renta personal, que beneficiarán al 1% más rico; gastar hasta un billón de dólares en proyectos de infraestructura y de inversión en todo el país; desregular los bancos; reducir los derechos laborales y las restricciones a la inmigración.
Plantea además dejar el TTP (el acuerdo con Japón y Asia), cosa que ya ha hecho; el TTIP (con Europa); “renegociar” el TLCAN (con México y Canadá); y quiere imponer un arancel de 45% a las importaciones chinas. El objetivo sería “proteger” los empleos en EEUU y reducir la mano de obra mexicana. Estas propuestas proteccionistas van directamente contra lo que se ha llamado “globalización” y por lo tanto contra los intereses de las principales empresas estadounidenses. Al mismo tiempo desplazaría la carga de cualquier coste y aumento de precios a los hogares estadounidenses.
En medio de la crisis económica internacional, sus medidas demagógicas, lejos de tranquilizar, aumentan la inestabilidad mundial. Porque el problema de fondo es que el capitalismo no logra salir de su crisis. Trump es la desesperación de un sector de la burguesía por conseguir salvarse. El problema es que “la manta es corta” y es muy difícil poder dar concesiones a su electorado sin tocar las ganancias de los patrones y viceversa.
Por ejemplo, si recorta los impuestos a la patronal, como dice, deberá al mismo tiempo recortar el 20% en gastos sociales para recuperar el dinero que no entre por impuestos. Si retiran las empresas y cobra tasas a los países emergentes, provocará fuertes crisis regionales. Si aplica sus medidas contra la inmigración deberá enfrentarse a 40 millones de inmigrantes de los cuales 12 millones no tienen papeles.
Si ataca a la “globalización” profundizará la crisis de sectores que le han apoyado. Sobre esta base se desarrolla la polarización entre las clases y dentro de la burguesía misma y sobre esta situación debe moverse Trump y sus intenciones.
En definitiva, más allá de sus promesas electorales y de hasta dónde esté dispuesto a llevarlas adelante, lo único seguro es que deberá continuar profundizando los ataques al salario y al nivel de vida de los trabajadores y las masas.
Un gobierno que se inicia con un fuerte movimiento de rechazo y resistencia (recuadro)
El imperialismo vuelve a mostrar su verdadero y feo rostro xenófobo, racista, machista, explotador y belicista. La propia dinámica de la lucha de clases en Estados Unidos y en el mundo es otro obstáculo que deberá enfrentar Trump. Puede ser que un sector de los trabajadores y de la pequeña burguesía blanca que le votaron lo acompañe en sus ataques, pero otro sector va a decepcionarse rápidamente y ese apoyo actual va a transformarse en lo opuesto. Lo que ya está claro es que los sectores que no lo votaron ya lo ven como su enemigo. Antes y después de las elecciones, jóvenes activistas están realizando numerosos actos, marchas y protestas en varias de las principales ciudades con miles de personas, algo que no sucedía en el país desde los años 60/70.
Derrotar Trump en las calles y construir una alternativa de los/as trabajadores/as
Como revolucionarios, nos cabe impulsar la lucha contra este nuevo enemigo en Estados Unidos y el mundo. No debemos caer en la falsa disyuntiva de quienes plantean que hay sólo dos salidas: o la de Trump reaccionaria o la de la “globalización progresiva” como los pro-UE (incluida la variante de los que proponen la refundación de la UE, como plantean IU, Podemos, Syriza o el Bloco). Todas estas variantes son la cara de una misma moneda de las potencias imperialistas y ninguna traerá soluciones a nuestros problemas.
Las movilizaciones ya comenzaron. Hay que impulsar la unidad de todas las luchas y demandas de las mujeres, los jóvenes, latinos, negros, trabajadores, etc., contra el nuevo gobierno en un gran movimiento nacional e internacional que pueda derrotarlo. En este camino de lucha es necesario avanzar en la construcción de un partido obrero, socialista, internacionalista y revolucionario que exprese los intereses de la clase trabajadora y de la lucha contra todas las opresiones.