En estos días, hemos visto a toda la oposición en bloque, alcaldes y alcaldesas o regidores/as delas distintas CCAA y formaciones políticas, presionar y exigir al gobierno que relaje las medidas de confinamiento para poder abrir lo antes posible terrazas, restaurantes, comercios u hoteles.
Pero no hemos visto el mismo interés ni preocupación, (tampoco en el gobierno, que en sus comparecencias apenas si ha dedicado tiempo a ello), a la hora de preguntar cuando será posible abrir en condiciones normales y seguras, todos los Centros de Día para personas mayores, dependientes y/o discapacitadas, cuyo cuidado ha vuelto a recaer en las familias y sobre todo en las mujeres dentro de éstas, o de qué modo el gobierno piensa garantizar y asegurar en todo el territorio, la actividad presencial en las aulas el próximo curso escolar.
Si el confinamiento supuso de forma abrupta, una sobrecarga en el trabajo doméstico y de cuidados que habitualmente padecemos, la pérdida parcial o total de ingresos o el mayor riesgo a sufrir violencia machista, la llamada «desescalada», ha metido a muchas en un tunel de pesadilla donde la salida a su «nueva normalidad» parece una vuelta al pasado.
2008 está demasiado reciente, como para olvidar que si todas las crisis del capitalismo son un golpe duro para la clase trabajadora, peor es aún para las mujeres por cuanto en ellas se erosionan siempre nuestros derechos. Especialmente afectadas son las mujeres jóvenes, inmigrantes, racializadas, mujeres trans, todas aquellas que ya antes estaban en la economía informal o quienes están al frente de una familia monoparental, que en un 80% son encabezadas por mujeres.
Las absurdas e infundadas acusaciones y demandas judiciales a las manifestaciones del 8M además de para atacar al gobierno y buscar un «chivo expiatorio» al que culpar de esta pandemia, le sirven a la derecha para enviar un mensaje colectivo de advertencia a toda mujer que pretenda cuestionar los «roles femeninos tradicionales» a los que esta crisis sanitaria, económica y social parece abocarnos.
Es verdad que la pandemia ha servido para visibilizar el invisible pero imprescindible trabajo de cuidados que las mujeres hacemos gratis en el ámbito privado o de forma remunerada en el mercado laboral, en condiciones de absoluta precariedad. Ha servido para visibilizar el machismo y también el racismo, con que se llevan a cabo estas tareas.
Para visibilizar que no sólo en el Estado Español sino en todo el mundo, las mujeres somos mayoría en sectores considerados ahora esenciales, que han estado sometidos a mucha sobrecarga y riesgo como es el comercio de la alimentación o la limpieza hospitalaria y de otros servicios públicos.
Y para poner sobre la mesa, que las mujeres constituimos más del 70% de las personas empleadas en el sector de Servicios Sociales y de Salud, que han estado en primera línea en la lucha contra el COVID-19, además de en otras actividades que implican cuidados ¡Dentro o fuera del hogar, las mujeres somos mayoría entre las que cuidamos… siempre!
Pero visibilizar algo, no es suficiente para cambiarlo. Las trabajadoras no podemos conformarnos con el recuerdo de que durante unos días nos aplaudiesen a las ocho desde el balcón. No queremos ser «heroínas» en un sistema capitalista cada vez más en crisis, que en pleno siglo XXI no es capaz siquiera de garantizar lo más preciado que tenemos: la vida.
Según Irene Montero, «no podemos permitr que la salida de esta crisis se cargue otra vez encima de los hombros de las mujeres». Pero un informe reciente del propio Instituto de la Mujer, advierte de que las mujeres saldremos peor paradas de esta crisis, puesto que: «el menor incremento del desempleo femenino en relación con el masculino en el último mes, no garantiza una mejora de la empleabilidad y expectativas de futuro para las mujeres, ya que a la histórica dificultad de acceso al empleo, debe sumarse que los sectores del comercio, turismo y hostelería (donde las mujeres somos mayoría ocupando los puestos más precarios) son los más afectados y en los que la recuperación de actividad será más lenta y dilatada en tiempo». Entonces la pregunta es: ¿Creen la ministra de Igualdad o la ministra de Trabajo, que sin derogar las reformas laborales y de las pensiones aprobadas por los sucesivos gobiernos del PPSOE y con limosnas como el Ingreso Mínimo Vital aprobado por este gobierno que deja a muchas fuera, será posible acabar con nuestra mayor tasa de paro, precariedad y pobreza?
No es sólo con «más feminismo», que saldremos de ésta.
Muchas activistas mujeres y el propio Ministerio de Igualdad a través del citado informe del Instituto de la Mujer, alertan de la necesidad de incorporar la «perspectiva de género» en las medidas que se tomen en la respuesta frente a la crisis sanitaria, económica y social provocada por el COVID-19, poniendo en el centro de las mismas los cuidados. ¡Pero no nos engañemos. No es sólo con más feminismo que vamos a salir de esta situación!
En primer lugar porque no todas estamos en el mismo lado de la trinchera. Políticas defensoras del status quo, empresarias, banqueras o ministras de un gobierno sumiso a las exigencias de la patronal, no sufren la misma opresión y explotación que las trabajadoras. Muchas de ellas están también en primera línea, ¡pero para salvar los negocios de los capitalistas!
Y en segundo lugar, porque el «plan de recuperación» propuesto por la Comisión Europea, según el cual, el Estado español recibiría 140.000 millones de euros, no nos va a salir gratis sino que estará sujeto a condiciones draconianas que exigen dejar intactas las reformas laborales y de las pensiones que es preciso echar abajo y acometer nuevas reformas estructurales y nuevos recortes del gasto público, que se cebarán como siempre en los sectores más oprimidos y explotados.
En muchos lugares del mundo, las mujeres están hoy al frente para denunciar la falta de agua y asistencia médica y el hacinamiento al que se ven sometidas millones de familias pobres en medio de la pandemia. Son ellas casi siempre, las que organizan los comedores y las múltiples iniciativas de solidaridad que hemos visto desplegarse también aquí, en tantos barrios populares.
En el Estado Español, tampoco podemos bajar la guardia. Más que nunca es momento de recuperar las calles y de no conformarnos. La única salida que tenemos las trabajadoras es organizarnos desde abajo con el resto de nuestra clase y al tiempo que enseñamos los dientes a la derecha para dejarle claro que no daremos un paso atrás en igualdad, exigir a este gobierno, las medidas que hoy las mujeres y en especial las trabajadoras, necesitamos.