Se nota que se acercan elecciones (en el 2019) y ya empiezan a bombardear con las encuestas, que si Cs, que si Podemos, que sube uno, baja otro… Unas encuestas que fallan más que una escopeta de feria.

Lo que no dicen, por eso de la dictadura de las encuestas, en un periodo electoral la única encuesta que vale es el voto, todo lo demás son campañas de propaganda. ¿Por eso, quizás (sic) no dejaron votar a los catalanes, no fuera que la encuesta real, el voto, diera la independencia? Es una pregunta retórica.

Pero esta campaña «pre» electoral, que se prevee larguísima, tiene otro sentido, mucho más profundo, que no es otro que desviar el foco de la calle, donde estaba puesto desde el 1 O, que habían intentado desactivar con el 155, y poco después el 8 de marzo y las movilizaciones de los y las pensionistas, además de las huelgas obreras que se están dando en muchos sectores de la clase trabajadora.

En una repetición del 2014, cuando tras la huelgas Generales, la Mareas en defensa de los servicios públicos y las Marchas de la Dignidad, se provocó la dimisión del viejo rey y se abrió una crisis política de gran magnitud, comenzó la paz social del 2015 / 2016 y parte del 17. Una paz social que se basó, justo, en una sucesión de campañas electorales, donde todos sin exclusión, pusieron el foco.

Las elecciones son una conquista respecto a la dictadura, eso no lo duda nadie salvo los gobernantes y sus amigos de coalición (Cs y PSOE), que se asustan porque pueda haber muchos procesos electorales. A ellos les gustaría que todo fuera como antes, cada cuatro años recambio, a gestionar (=saquear) lo público, nuevas elecciones y cambia el «gestor/ladrón». Todo muy plácido.

Ahora se asustan porque las elecciones no son resultado del plácido recambio del bipartidismo; sino de una crisis política de grandes proporciones, ante la que pretenden aparentar que no existe, pero que día a día crece y se manifiesta en un polarización social tremenda. Una sentencia como la de la Manada ha sacado a relucir la verdadera cara de muchos, una simple pelea en un bar, termina con varios chavales en prisión preventiva, a los que se les pide penas cómo si hubieran matado a Kennedy.

Aparentemente son asuntos de la vida cotidiana que provocan verdaderos terremotos políticos, porque son resultado de un régimen en crisis, podrido, que es incapaz de resolver esos asuntos de una manera democrática, pues esa crisis está instalada en muchos miembros de instituciones como la judicatura o las universidades (la Juan Carlos I de Madrid es todo un ejemplo).

Por eso se asustan ante la palabra «elecciones», nunca han entendido lo que es un régimen democrático burgués, «el imperio del voto», no el «imperio de la ley»: ¡eso es una dictadura!.

Pero también las necesitan para sacar el foco de la calle, donde está instalado desde el pasado 1 de Octubre en Catalunya. Prefieren el susto de tener que pasar por unas elecciones, aunque eso signifique la pérdida del control de las cuentas publicas, de las que, como explico muy bien Montoro con TVE («ni no os gusta, poner otro canal», como si lo que pagamos todos y todas sea como un canal privado), se sienten dueños y señores, a tener el calvario de que les insulten por la calle.

De esta manera, como hace cuatro años esperan que las esperanzas de cambio de los millones que se movilizaron se depositen, no en la actividad política de la lucha obrera y social, sino en el voto a un partido u otro, con la secreta ilusión de no tener que volver a la tensión de la lucha diaria. Las largas campañas pre electorales tienen este sentido profundo, hacer creer que estamos en una democracia, sacando la política de la calle, de la población trabajadora y dejándola a «los que saben»; como hacían estos años pasados de placidez del recambio.

Y como hace cuatro años, las esperanzas se diluirán como azucarillos dando paso a más decepción, ¡no es la primera vez que pasa en la historia reciente!, o ya nos hemos olvidado del «no nos falles» de ZP, o, más recientemente, la esperanza griega en Syriza. Pero, si lo consiguen, habrán conseguido su objetivo, sacar a al gente de la calle, y el debate político de la sociedad, volviendo a donde ellos piensan, debe estar, en los que «saben».

En las últimas movilizaciones se gritó con fuerza, «la lucha es el único camino»; pues eso, la lucha… El voto, ya veremos, porque ZP fue votado y la lió, Syriza fue votada, y ya se ve en que quedaron sus promesas ante Merkel y la UE.

Lo único que sirve a la clase trabajadora, a los y las pensionistas, a las mujeres y la juventud, que ayer salió contra la sentencia de la Manada, es la lucha y la transformación social y política que se deriva de ella. Porque no nos confundamos la lucha por si misma, sin el objetivo político de acabar con el régimen que permite lo que permite, no es más que «fuegos de artificio» sin resultado práctico, que desgasta.

No caigamos en las trampas electoralistas que a través de las encuestas, ya empiezan a tender; no perdamos el centro de cuál es la herramienta del cambio, la unidad de la clase trabajadora, de los y las pensionistas, de las mujeres, de la juventud… para la lucha en la calle contra este gobierno y este régimen. El voto es una herramienta, pero no la más importante, para avanzar en ese camino.