La toma de Alepo por las fuerzas del régimen sirio abrió un importante debate en las redes sociales entre los apoyadores de Bashar Al-Assad y los defensores de la Revolución Siria.
Por Gabriel Huland
La solidaridad con las víctimas de las bombas de Rusia y Bashar Al-Assad ha sido expresiva en muchas ciudades del mundo. Empezando por Siria y otros países del Medio Oriente, como el Líbano, pero expandiéndose también por Europa, Estados Unidos y América Latina.
La solidaridad internacional tuvo en general un contenido político de repudio al régimen de Bashar Al-Assad y la intervención rusa y de otras potencias mundiales, como Estados Unidos, Turquía, Qatar y Saudí Arabia. No se trataron de manifestaciones contra la guerra en abstracto, sino de actos políticos de repudio a los principales responsables por las muertes en Alepo, Rusia y Assad. No estamos hablando, obviamente, de un movimiento similar al movimiento contrario a la invasión de Irak, es mucho más modesto, pero ha sido importante y no debe ser ignorado.
Los defensores de Bashar Al-Assad, en todas sus variantes, han celebrado lo que para ellos había sido la liberación de la ciudad de Alepo de los terroristas de Al-Qaeda y el Estado Islámico. Han legitimado y apoyado las bombas, las violaciones, la tortura y las detenciones de miles de personas. Toda la oposición al régimen ha sido etiquetada automáticamente de terroristas de Al Qaeda, Al Nusra y el Estado Islámico.
La opinión pública mayoritariamente, sin embargo, se ha conmocionado con las escenas de barbarie y terror transmitidas casi en directo por los activistas en Alepo. La izquierda pro régimen y pro Rusia se ha quedado, en un sentido, aislada, defendiendo de manera rabiosa e irracional la barbarie de la ocupación de una ciudad por tropas foráneas, sin conseguir convencer a un segmento muy representativo de la opinión pública mundial.
El papel de los medios de comunicación
Uno de los argumentos más importantes de los “asadistas” afirma que los medios de comunicación estarían a favor de la caída de Bashar Al-Assad y de un cambio de régimen en Siria. Utilizando la misma lógica de la teoría de la conspiración y de un supuesto intento por parte de EEUU y del “imperialismo” de desestabilizar y derrocar un gobierno progresista.
Está claro que los medios de comunicación “occidentales” (categoría que desde luego es muy poco precisa) son empresas capitalistas que funcionan bajo la lógica del mercado y del lucro, no obstante tienen una característica que las diferencian profundamente de los medios que apoyan al régimen de Assad (Russian Today, HispanTV y la agencia estatal siria Sana, entre otros), es decir, no son controlados directamente por sus gobiernos y por eso pueden cubrir y emitir un drama humanitario como el de Siria, aunque no de manera totalmente “objetiva”, siempre desde la perspectiva de defensa de unos determinados intereses políticos.
La enorme mayoría de los relatos sobre Siria conserva un mismo problema intrínseco. Pocas veces se trata a los sirios como sujetos de sus acciones. Siempre son victimados, manipulados o directamente ignorados por los medios de comunicación. Las fuentes pocas veces son sirias, siempre son expertos, académicos, personas “capacitadas” para interpretar la realidad del país y explicarla a las audiencias occidentales. Ellos mismos, los sirios y sirias, serían incapaces de autoexplicarse.
Los principales medios de comunicación tratan el conflicto sirio simplemente como un drama humanitario, algo que indudablemente lo es, sin embargo, omiten u olvidan un elemento determinante para entenderlo. En Siria tiene lugar desde 2011 una revolución social que sigue, con más o menos fuerza y contradicciones, hasta los días actuales y puede seguir por muchos años más.
La izquierda española ante la revolución siria
Desgraciadamente la mayoría de las organizaciones de la izquierda española ha asumido el discurso de que en Siria se da una guerra organizada por potencias extranjeras contra un gobierno legítimo.
Izquierda Unida ha hecho público un comunicado recientemente en el que afirma que no participará en las convocatorias de solidaridad con Alepo porque en su opinión lo que se dio en esta ciudad fue la lucha contra «grupos yihadistas». Como la organización se proclama partidaria de la paz (¿qué paz?, la de los cementerios?), se abstendrá de participar de cualquier actividad política en solidaridad con Alepo porque las que han ocurrido hasta el momento estarían asumiendo un discurso de defensa de los intereses de las potencias «invasoras».
La posición del PCE es todavía más extrema y reaccionaria en apoyo a los crímenes cometidos en Alepo. Habla directamente de liberación y de que el gobierno sirio tiene la posibilidad ahora de retomar el control de todo el país. Su comunicado está lleno de falsificaciones abusivas y mentiras sobre hechos ampliamente documentados, como la masacre con armas químicas en Ghouta, en 2013.
Podemos no se ha posicionado oficialmente sobre el tema. En las pocas actividades organizadas de solidaridad con Alepo, la izquierda parlamentaria ha brillado por su ausencia y esto ha contribuido para la poca repercusión en los medios de comunicación. Decir que los “medios occidentales” estarían asumiendo una posición activa en contra de Assad es como mínimo una afirmación no verificable en la realidad.
¿Qué nos reserva el futuro?
En Irak, la resistencia contra la ocupación norteamericana duró más de una década y fue monopolizada por grupos que ahora cumplen un papel importante en Siria como Al Qaeda y lo que vendría a ser el Estado Islámico. El fundamentalismo se nutre de la desesperación, del sentimiento de abandono y del caos. Aparte de contar con fuentes de financiación constantes, sobre todo donantes privados de países como Arabia Saudí y Qatar. Una parte de lo que ocurre en Siria es una lucha fratricida entre distintos grupos sectarios, pero este aspecto no es el único y ni siquiera el más importante ni puede ser utilizado para caracterizar el conflicto en su totalidad.
A EEUU le hubiera sido mucho más cómodo y práctico una salida “egipcia” o “tunecina” a la revolución siria. Como no ha sido posible, por la oposición de Rusia e Irán a que Bashar Al-Assad fuese derrocado, han tolerado el genocidio orquestado por Moscú porqué prefieren el derramamiento de sangre y la derrota de la revolución siria a un enfrentamiento de mayores proporciones con los países que apoyan el régimen sirio. Este es el drama que se ha convertido en la tragedia de nuestro siglo, en una verdadera Nakba que nos marcará por décadas y décadas.
Lo que sucede en Siria se trata indudablemente de un genocidio ya que los muertos ya superan el medio millón y el número de desplazados, exiliados, asediados y detenidos es imposible ya de calcular. Assad, el responsable por la amplia mayoría de los muertos, más del 90% según algunas fuentes, está cometiendo un crimen contra la humanidad.
Algunos analistas han decretado con la derrota de Alepo el fin de la izquierda. Estamos profundamente de acuerdo con los argumentos que los llevan a sacar esta conclusión pero nos damos el lujo de ser optimistas en medio del caos y de la exasperación. Creemos que la revolución siria y el movimiento de solidaridad internacional que se conformó en los últimos años se debe convertir en el inicio de una nuevo movimiento internacionalista y revolucionario, que rompa con los fantasmas del pasado y no vacile a la hora de apoyar activamente a la lucha de cualquier pueblo levantado con un déspota.