El pacto entre gobierno, patronal y cúpulas de CCOO y UGT para subir el SMI a 950€ tiene un profundo significado político, más allá que esos 950 estén muy lejos de los 1.200 que desde hace años exige la izquierda (no el PSOE, que hablando en propiedad no es izquierda): busca un bálsamo a la profunda desigualdad social que la crisis está dejando.
Mirándose en el espejo de Chile y Francia, el capital español y sus instituciones directas (el gobierno) e indirectas (las cúpulas sindicales) intentan retomar el camino que en los ´70 les dio muy buen resultado, el consenso y el pacto, para desactivar las posibles consecuencias de esa desigualdad. Por eso, todos los medios alardean de la vuelta a esa forma de hacer política; como si CCOO y UGT lo hubieran abandonado en algún momento.
La política de pactos sociales se inauguró en los Pactos de la Moncloa en 1977, y fue así hasta este año; puesto que CCOO y UGT en raras ocasiones se salieron del guion del pacto: el de los salarios lo firman todos los años; en el 2011 firmaron con ZP el aumento de la edad de jubilación a los 67 años, y así sucesivamente.
El balance de estos más de 40 años de pactos no puede ser más demoledor; la clase obrera ha retrocedido en todos los aspectos, desde su participación en la renta, situado actualmente en alrededor del 40%, cuando en los ´70 superaba el 50%, hasta la precariedad laboral, … 40 años después, y 12 desde el estallido de la crisis en el 2007, la clase trabajadora del Estado Español es más pobre, aunque parezca que gracias al endeudamiento y el crédito tenga más acceso a bienes de consumo.
Estas son las consecuencias directas de las políticas de pactos defendidas por CCOO y UGT, así como por la mayoría de la izquierda (IU, PCE, etc.) hasta hoy. Y esto lo saben los propagandistas del sistema, los tertulianos y los periodistas; entonces, ¿porqué tanto ruido alrededor de un pacto que ellos saben no va a resolver el problema de los bajos salarios?
El motivo es bien político, no sindical ni social. Ellos bien saben que una de las consecuencias de las políticas europeas de estos más de diez años de crisis han provocado un crecimiento exponencial de las desigualdades sociales, que son el motor de estallidos sociales como los de Chile y Francia; y en un movimiento muy típico de las clases dominantes españolas, estas se anticipan al movimiento obrero y popular para evitar el estallido.
Tras un par de caramelos (los 950 euros, el 0.9% de los y las pensionistas), y con el acuerdo de unas burocracias profundamente corruptas como son las de CCOO y UGT, quieren vender a la sociedad, a la clase obrera, que ya estamos en el buen camino para recuperar lo que quitaron estos años atrás. Al reintegrar en la política de pactos y consenso, no solo con el movimiento obrero, sino también con las nacionalidades, volvemos a la casilla de salida del régimen del 78: estabilizamos un régimen en crisis, ampliamente cuestionado, para que el capital pueda mantener su dominio social.
Ahora se entiende las declaraciones de Monedero de la semana pasada, cuando dijo que “no había alternativa al capitalismo”, como si de un Margaret Thatcher se tratara (eso mismo dijo la “dama de hierro” en los ´70); si no hay alternativa al capitalismo, y el régimen del 78 es la forma del capitalismo español actual, pactemos, consensuemos; aceptemos los caramelos que el gobierno de progreso tenga a bien darnos.
No rompamos los consensos, … porque es peor; para eso está ahí la espada de Damocles en forma de Vox. Apliquemos el refrán de “virgencita … que me quede como estoy”. Este es el sentido más profundo del pacto de ayer entre el gobierno, CCOO/UGT y la patronal, crear un precedente de que a través del pacto y el consenso se pueden arreglar las cosas.
Desgraciadamente a la clase obrera y los pueblos, nunca nadie, y menos su enemiga de clase, le ha regalado nada. Si tan fácil es pactar para conseguir esta magra subida del SMI, porque no lo hizo Rajoy; que es de derechas, pero no estúpido.
A Rajoy y el PP no lo auparon al gobierno para estabilizar al régimen, antes al contrario; su objetivo declarado desde el principio (los famosos “viernes decretazo”) fue el destruir las conquistas sociales que ZP había comenzado a socavar; terminar la faena. Ahora que el trabajo feo está hecho, que las condiciones de trabajo y de salario de la clase obrera han empeorado, ahora que los servicios ya están a medio derruir, …. Ahora toca evitar que las desigualdades sociales generadas por estas políticas amenacen con derruir el aparato político del régimen se venga abajo.
Por eso se miran en el espejo de Francia y Chile, dos naciones que han salido a la calle por exactamente los mismo motivos que podrían salir en el Estado Español (y de alguna manera ya lo hicieron en Catalunya). Hay que desactivar las aristas más agudas de las políticas de Rajoy y del PP, y como no hay alternativa al capitalismo, como nos dice Monedero, aceptemos las limosnas que desde el gobierno pactan con los llamados “agentes sociales”.
Porque Sr. Monedero, sí hay alternativa al capitalismo, y se llama SOCIALISMO; ud es sólo el ala izquierda de un sistema y un régimen que no va a acabar, porque no puede ir contra su esencia, con la precariedad, con las desigualdades y las opresiones. Por eso, rechazar una limosna como la de los 950€ no es hacerle el juego a la extrema derecha, como va a venir diciendo a partir de ahora.
Cuando la población trabajadora compruebe que los 950 siguen siendo una miseria, cuando sufra que el 0.9% no es más que una limosna, y cuando vea en los hechos que esta lógica de pactos y consenso solo conducen a que los ricos siguen siendo ricos y los pobres, pobres; o hay un alternativa social, socialista al capitalismo, o la extrema derecha campará por sus respectos.
Parafraseando a Rosa Luxemburgo, en aniversario estos días de su asesinato con la complicidad de los socialdemócratas alemanes, “no se puede convertir el océano en limonada, a base de vasos de limonada”.