En agosto de 1991, grandes manifestaciones de masas en Moscú y en toda la antigua URSS derribaron el régimen dictatorial del PCUS. El proceso venía de algunos años antes. Comienza con la rebelión en Armenia en 1988; continúa con las luchas populares de las naciones oprimidas en la URSS, en el contexto de las manifestaciones de masas que llevaron a la caída del Muro de Berlín en 1989; pasa por la revolución que derrocó al Partido Comunista y arrestó y ejecutó al tirano Ceaușescu en Rumanía en 1989 y las demás que barrieron a Europa Oriental sometida a las dictaduras de los partidos comunistas bajo la tutela de Moscú.
Ya la impotencia del régimen del PCUS para impedir la caída de los regímenes estalinistas en sus satélites de Europa Oriental preanunciaba una aguda crisis en el régimen de la propia Rusia tras la implantación de la llamada Perestroika, que restauró el capitalismo y dejó a la sociedad soviética expuesta a una caída cada vez mayor de su nivel de vida.
En el año 1991, frente al intento de golpe de Estado del ala más represiva y dictatorial de la burocracia, encabezada por Yegor Ligachov, las masas en las calles derrotaron ese golpe y derrumbaron el aparato del PCUS, abriendo un período de libertades democráticas en toda la URSS. Quien dirigió el proceso en Rusia fue Yeltsin, que pocos meses después decretó el fin de la URSS en una reunión de tres gobernantes, de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
¿Cuál fue la naturaleza y el resultado de ese movimiento? Como la caída de la URSS fue muy conmemorada por el imperialismo como la victoria del capitalismo y lamentada por los estalinistas alegando ser una derrota del socialismo fruto de una “contrarrevolución”, hasta hoy se mantiene mucha confusión a la hora de evaluar los hechos.
¿Se trató de una victoria o de una derrota para el movimiento obrero? Retomar los hechos y dar una posición es decisivo para que la militancia tenga un programa adecuado frente a la realidad mundial actual.
La LIT-CI, después de tener una respuesta inicial con errores importantes, a partir de 1997 elaboró un análisis original frente a los hechos, análisis que está expresado en el libro El Veredicto de la Historia, del camarada Martín Hernández, y que nos armara tanto para entender el proceso de restauración en la URSS y Europa Oriental como en China y en Cuba. En este artículo retomamos esa elaboración y planteamos algunas nuevas cuestiones a partir de ella, para entender más precisamente la desintegración de la URSS.
¿Qué era la URSS en 1991?
En 1917, la clase obrera tomó el poder bajo la dirección del Partido Bolchevique. Lenin y Trotsky siempre dijeron que la Revolución Rusa solo podría resistir el cerco imperialista y alcanzar el socialismo si el proletariado de los países más avanzados también tomasen el poder. La Guerra Civil rusa (1917-1923), etc., dieron base objetiva para el fortalecimiento de los sectores más burocráticos y conservadores en el Partido Bolchevique y en el Estado.
La revolución sobrevivió, pero con contradicciones graves: una nueva camada de funcionarios, oriunda de los viejos miembros del aparato zarista, y también de los nuevos burócratas y carreristas, tomó el control del Estado obrero luego de un proceso duro y violento de lucha política. Surgió, así, la burocracia del Estado obrero. Un retroceso que se materializará con el ascenso de Stalin a la dirección del partido y del Estado tras la muerte de Lenin en 1924[1].
La contrarrevolución estalinista pavimentó el camino con la sangre de los cuadros que resistieron al retroceso. Producto de una represión impiadosa, los trotskistas y demás opositores fueron a poblar las prisiones del Estado[2]. A partir de allí, esta nueva casta atacó duramente la concepción y el programa original de Lenin y del Partido Bolchevique, que había encabezado la revolución. Elaborará una teoría justificativa para imponer una orientación opuesta a la de Lenin, pero declarada groseramente en su nombre y en el del marxismo: el ‘socialismo en un solo país’.
La burocracia impuso un retroceso completo en la cuestión de la mujer, de la familia, de la homosexualidad. Lo mismo ocurrió con las nacionalidades oprimidas. Incluyó la vuelta del viejo “patriotismo ruso” chovinista y del antisemitismo, trazos típicos del zarismo.
La idea de Stalin de que la URSS, en forma aislada del resto del mundo, ya había llegado al socialismo, no solo era utópica sino reaccionaria. Su otra cara era “la coexistencia pacífica con el imperialismo”. Al final, si era posible llegar al socialismo en un solo país, no era necesario, o por lo menos no era imperioso, tener como centro garantizar todo apoyo a la revolución mundial.
Eso justificó que la URSS, conducida por Stalin, llegase a acuerdos contrarrevolucionarios con los distintos imperialismos.
De esta forma, la URSS dejó de ser una palanca de la revolución mundial, que era la única forma que tenía la propia URSS de llegar al socialismo. Se transformó, a través de la Tercera Internacional estalinizada, en el principal obstáculo para la victoria de la revolución internacional. El resultado es que la URSS continuó aislada frente al imperialismo y, después, frente a la amenaza directa del nazifascismo. Entre 1938 y 1940, Stalin concretó el vergonzoso Pacto con Hitler, que dividió a Polonia entre ambos gobiernos, que ocuparon cada uno de ellos una parte de ese país. El pacto fue escrito con la sangre de los trabajadores y el pueblo polaco.
La invasión nazista a la URSS, en 1941, implicó una ruptura unilateral, por parte de Hitler, de ese pacto. El avance alemán tomó a Stalin y al alto mando soviético completamente faltos de preparación, a pesar de haber sido informados, con antelación, por la red comunista de informaciones Orquesta Roja, de Leopold Trepper, de que el ataque nazi era inminente. Para agravar aún más la situación, Stalin había ordenado en 1938 una purga que destruyó a todo el grupo dirigente del Ejército Rojo y damnificó gravemente la capacidad de defensa de la URSS.
Todo el alto mando con Tukhachevsky, Yakir, dirigentes del Ejército Rojo y héroes de la guerra civil habían sido fusilados en secreto. Esa purga llevó a la eliminación de 90% de todos los generales, 80% de todos los coroneles y a 30.000 oficiales de rangos más bajos. Esto dejó al Ejército Rojo seriamente debilitado en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Frente a una razia de esta magnitud en el Ejército Rojo, Hitler se sintió con coraje para atacar la URSS.
La victoria contra el nazifascismo, en verdad cupo a la clase obrera y el pueblo ruso, no a la burocracia estalinista. La resistencia heroica de los trabajadores y campesinos rusos consiguió revertir el curso de la guerra a partir de 1943, con la sonada victoria de los trabajadores rusos en Stalingrado. Esa victoria abrió el camino para la derrota militar del nazismo y cambió la situación de la Segunda Guerra, no solo en la URSS sino en toda Europa.
Pero, en lugar de apoyarse en ese enorme triunfo de los trabajadores para estimular la revolución mundial, Stalin continuó defendiendo la sumisión de todas las revoluciones al acuerdo con los imperialismos norteamericano y británico, con los cuales firmó los pactos de Yalta y Potsdam. En esos dos acuerdos, Stalin aceptó que, luego de la derrota del nazismo, Europa occidental permaneciera capitalista.
A partir de 1945, cuando el ascenso revolucionario recorrió innumerables países, incluso los grandes centros capitalistas, la orientación para los PCs de Francia, Italia y Grecia, que encabezaban la resistencia al nazifascismo, fue en el sentido de entregar el comando del país a las respectivas burguesías, así como en China hacer al PC chino apoyar el gobierno de coalición con Chiang Kai-shek.
Stalin salió fortalecido por la victoria contra el nazismo. Pero la permanencia de la burocracia en el comando de la Unión Soviética tras la guerra, y la desastrosa conducción burocrática, hicieron que ya a finales de los años 1950 el crecimiento económico comenzase a disminuir. La economía continuaba creciendo, sin embargo a un ritmo bastante inferior.
La restauración a partir de la propia burocracia
Hay una idea difundida de que la burocracia gobernaba la URSS con el apoyo activo o pasivo de los trabajadores. Una vez más se ocultan las innumerables demostraciones de resistencia por parte de la clase obrera durante todo el período de control totalitario del PCUS. Esa caída del nivel de vida de las masas encontró resistencia por parte de los obreros en toda la URSS.
Solo para citar una de esas manifestaciones, en 1962, bajo el gobierno de Kruschov, estalló una huelga de los mineros de Novocherkask, con más de 10.000 trabajadores, que fue destruida por la represión asesina del PCUS a través de la policía y de la KGB[3].
Entre los años 1963 y 1968, en todo el Este europeo, la burocracia intentó hacer reformas profundas para tratar de superar la situación. Esas reformas, que por un lado pretendían modernizar la gestión y por otro aumentar el comercio exterior para traer nuevas tecnologías, terminaron en un fracaso.
Tanto la URSS como el conjunto de los países del Este europeo comenzaron a entrar en una crisis económica sin salida. La invasión de Afganistán, en 1979, trajo nuevas contradicciones explosivas, afectando duramente el aparato militar y la economía soviética, envuelto en una guerra de ocupación que duró muchos años, hecho que implicaba gastos inmensos y sin conseguir estabilizar mínimamente el país ocupado.
Cuando Gorbachov asume el poder en 1985, después de la muerte de Chernenko, la situación era cada vez más insostenible. Andrópov, que había sido jefe de la KGB por muchos años, fue el secretario general del PCUS que sucedió a Brézhnev y quien sostuvo a Gorbachov en su ascenso. Andrópov ya tenía un proyecto restauracionista y tenía como objetivo abrir espacio para Gorbachov, que venía de la agricultura, donde se dio cuenta de la pérdida de competitividad de la agricultura en la URSS frente a los países imperialistas e impactado por problemas derivados del aparato burocrático, quería imponer un nuevo curso para el mercado.
Pero Andrópov tuvo su mandato abreviado debido a una enfermedad, y el ascenso de la nueva camada de dirigentes dispuestos a abrir camino a la restauración ocurrirá tras el rápido pasaje de Chernenko por la Secretaría General del PCUS[4]. Andrópov había modificado la composición del comité central del PCUS algún tiempo antes para poder implementar las reformas procapitalistas. Ese cambio dio base para el ascenso de Gorbachov al cargo máximo, lo que define la dominación en el PCUS del ala restauracionista.
El plan de este sector mayoritario de la burocracia era abrir la economía a la inversión externa y el comercio exterior, terminar con la planificación centralizada y establecer relaciones directas con el imperialismo norteamericano, y para eso tener una política externa de ‘paz’, de llevar la ‘coexistencia pacífica’, una postura de aceptación y entrega que se concretó con la cúpula Reagan-Gorbachov.
No por casualidad, pocos años después, Gorbachov recibió el Premio Nobel de la Paz. Y es homenajeado hasta hoy por el imperialismo. En Rusia, por el contrario, su nombre quedó asociado al período de carencias de bienes básicos, inflación y miseria. A Gorbachov solo le quedó alejarse de la vida política.
La aplicación del proyecto de restauración de Gorbachov
Pero la restauración capitalista, iniciada concretamente en 1986, trajo consigo aún más flagelos para la población y una crisis económica y social todavía peor. La liberación de precios descargó en las espaldas de la población los costos de la liberación del comercio. La guerra en Afganistán, para emporar el cuadro, continuaba drenando los recursos.
El descontento creció en escala geométrica. Las nacionalidades oprimidas continuaban siendo marginalizadas en relación con Rusia. En este contexto, estalló la rebelión en Armenia en 1988.
Comenzaron las manifestaciones por democracia en todo el Este europeo. En 1989, la ola de revoluciones en Europa Oriental tuvo un gran impacto: la caída del Muro de Berlín y, enseguida, la caída de varios partidos comunistas entre ellos el derrocamiento del dictador Ceaușescu en Rumanía, que acabó siendo fusilado por los insurrectos.
La crisis se extendió a la burocracia y el régimen dictatorial en el propio PCUS. Además, esta ya había demostrado su debilidad cuando al contrario de 1956 en Hungría, 1968 en Checoslovaquia, no pudo intervenir para reprimir los levantamientos victoriosos en los países satélites de Europa Oriental, como el de Alemania Oriental en 1989.
La revolución democrática contra el régimen dictatorial del PCUS al frente de un Estado burgués
Esta acumulación de crisis y derrotas va a concentrarse en la URSS entre 1989 y 1991. Y se da contra una ex URSS, con un Estado burgués ya en transición al capitalismo. Gorbachov tenía el plan de ir haciendo una abertura económica controlada para llegar al capitalismo, así como ciertas medidas de abertura política limitada, pero la profunda crisis que cruzaba el país deflagró un proceso que esa dirección política no consiguió controlar.
En ese proceso surgen dirigentes como Borís Yeltsin. Venido del aparato del propio PCUS, abre una disidencia para ir más a fondo que el propio Gorbachov en el camino de abertura al mercado y al imperialismo y, para eso, asume algunas banderas democráticas como elecciones libres inmediatas para las autoridades regionales. Con eso se torna popular y asume la dirección del proceso de lucha contra la burocracia cuando asume como presidente de la Federación Rusa. A partir de ahí, Yeltsin desafía el poder central del PCUS y propone acelerar más la abertura política y económica hacia el mercado.
En ese proceso, un ala de la burocracia, que contaba con dirigentes como Ligachov, quería mantener el control político total de ese proceso con represión dura (como hiciera la burocracia china con Deng Xiaoping en las Cuatro Modernizaciones) y por eso exigía el fin de las aberturas políticas controladas de Gorbachov (conocidas con el nombre de Glasnost) y la prisión de disidentes como Yeltsin y otras figuras semejantes.
El 19 de agosto de 1991, tanques y carros blindados invadieron el centro de Moscú. Los militares tomaron el control de los edificios estatales, de la torre de televisión y de la sede de los correos. Un grupo de altos dirigentes del PCUS, encabezados por Ligachov, anunciaron el pasaje del poder al Comité Estatal de Emergencia por causa de una «grave y repentina enfermedad» del entonces presidente soviético, Mijaíl Gorbachov. Era un golpe de Estado contra la línea de Gorbachov.
Cuando ese grupo de burócratas del PCUS intenta ese golpe de Estado para cerrar el régimen, despierta una reacción inmediata de las masas, que toman la ciudad de Moscú y hacen que las fuerzas armadas se dividan en el momento de reprimir. El ejército se niega a reprimir a las masas agrupadas junto al Parlamento ruso y, así, el golpe es derrotado y obliga a los golpistas a renunciar. Fueron detenidos y presos. Pero el poder no será más devuelto a Gorbachov. Cae el régimen de partido único y sus instituciones represivas. El propio PCUS es apeado del poder. La lucha de conjunto por libertades democráticas de las masas rusas y de las nacionalidades acabará derrumbando el régimen.
La derrota del estalinismo fue una victoria de los trabajadores
El estalinismo era un aparato mundial que, como vimos, fue el mayor obstáculo para las revoluciones del siglo XX. Por eso, la derrota del PCUS por la acción de las masas soviéticas fue una victoria de carácter internacional, pues puso en jaque al estalinismo, todo el aparato internacional de los PCs, derribó el mayor obstáculo hasta entonces existente para el avance de la clase obrera y de su organización revolucionaria.
A partir de ahí, se dio una ruptura con los partidos comunistas en el mundo entero, liberando fuerzas para la construcción de partidos leninistas y de la Internacional, se dieron mejores condiciones para retomar el método y el programa marxista en el movimiento obrero, se abrió un espacio inmenso para ese combate. No resolvió la crisis de dirección revolucionaria, pero colocó esta tarea en mejores condiciones objetivas.
Pero eso no elimina los aparatos ni destruye las ideologías existentes. La burguesía continúa manteniendo su guerra ideológica asociando el estalinismo y las burocracias al ‘marxismo’ y el socialismo, para combatirlos. Y la prueba de eso son las campañas contra el ‘comunismo’ hechas a partir de la caída de la URSS como una “revolución procapitalismo, que derrotó al socialismo”. Cabe a los revolucionarios dar una batalla contra esa interpretación. La construcción de partidos revolucionarios necesita una lucha permanente ligada a los procesos de la lucha de clases y un combate ideológico contra las alternativas burguesas, reformistas, y a los neoestalinistas.
Las interpretaciones sobre 1991, treinta años después
Podemos sintetizar las dos interpretaciones existentes en dos grandes bloques:
- La explicación que fue y continúa siendo dada por el propio estalinismo:
Según ellos, habría problemas económicos en la URSS y en el bloque del COMECON[5] por el bloqueo del imperialismo y una campaña ideológica occidental que tuvo impacto en las mentes de los trabajadores de la URSS y de Europa Oriental, donde también habría renegados e infiltrados que hacían el juego al imperialismo. El Occidente y su publicidad habrían ganado la cabeza de los obreros.
Semejante versión es una ofensa a toda la clase obrera rusa, capaz de enfrentar y derrotar al invasor nazi en 1943, y defender las bases sociales del Estado obrero, a pesar de su catastrófica dirección; así como a las clases obreras de Hungría en 1956, Polonia en 1956 y 1980-1981, Checoslovaquia en 1968, que podrían haber abierto un nuevo camino para el socialismo con democracia obrera librando a los pueblos de esos países de esa burocracia.
Pero, fueron destruidas con la represión y la invasión de las tropas rusas con el pretexto de que serían agentes del imperialismo, así como los trabajadores que lucharon con manifestaciones y huelgas en la propia URSS, y las centenas de miles de opositores internos que fueron reprimidos y asesinados en los campos de concentración estalinistas, comenzando por los dirigentes bolcheviques que Stalin liquidó sin excepción hacia finales de los años 1930.
Los informes sobre la existencia de la oposición en las cárceles de Stalin en los años 1930-1939, revelados por los propios archivos de la KGB y por la investigación de Pierre Broué[6], luchando por la defensa de volver a tomar el camino socialista a través de una revolución antiburocrática, y por eso sufriendo los horrores de una mecánica de torturas y represión igual o peor que la del zarismo ruso y el nazifascismo, en campos de concentración como el de Vorkuta en Siberia.
Esa versión neoestalinista de que los trabajadores fueron ilusionados por el discurso imperialista es un intento desesperado de echar la culpa de la burocracia contrarrevolucionaria desde Stalin, pasando por Kruschov, Brézhnev hasta Gorbachov, a los Rákosi de Hungría, Gomułka de Polonia y Ceaușescu de Rumanía; esos fueron los verdugos de la vanguardia de la clase obrera de sus países y de las oposiciones que intentaron enfrentar sus planes contrarrevolucionarios, y fueron esos dirigentes burocráticos los que prepararon el camino y llevaron a la restauración a partir de 1985-1986 en la antigua URSS y en todo el Este europeo bajo su dominación dictatorial.
Por otro lado, algunos estalinistas o neoestalinistas acusan a Gorbachov, como antes acusaron a Kruschov, en los años 1950-1960, de haber vacilado frente a esas presiones y a las agresiones imperialistas. Kruschov había asumido la dirección de la URSS y denunciado los crímenes de Stalin, en 1956.
En los años 1960, tanto los maoístas como el PC de Albania, y sus seguidores, como el PCdoB del Brasil, tenían el discurso de que Kruschov era un ‘revisionista’ pro capitalista y eran defensores de la herencia de Stalin frente a la ‘revisión’ de Kruschov, ya que fue él quien había revelado los crímenes de Stalin a partir de su muerte en 1953.
Impactadas por el fortalecimiento del estalinismo luego de la Segunda Guerra Mundial, en la huella de la revolución yugoslava y la victoria de Tito, aún más con la victoria de la revolución china con Mao Tsé Tung (Zedong) en 1949, más adelante la de Indochina, este tipo de posición se extendió con la revolución cubana de 1959 y la táctica guerrillera de Fidel Castro y el Che Guevara.
Aunque esos mismos procesos hayan dividido al propio estalinismo y llevaran a posiciones diferentes, no dejaban de ser estalinistas. Algunos como el castrismo y los vietnamitas acabaron por alinearse con la burocracia rusa, y otros como el PC chino y el PC de Albania, de Enver Hoxha, tuvieron una ruptura y construyeron otra corriente internacional[7]. En la época, los maoístas llamaban a la burocracia rusa de defensores del ‘social-imperialismo’.
Hoy, esa posición volvió a ganar fuerza con los que tratan de rescatar a Stalin como un verdadero defensor del socialismo. Estos sectores afirman que hubo algunas injusticias y que incluso hasta los Tribunales de Moscú de los años ’30 habrían sido apenas errores de un dirigente comunista con una orientación general correcta pero con algunos ‘métodos equivocados’, y que, en caso de que hubiesen triunfado en aquel momento, sus opositores habrían llevado a la URSS al desastre.
Trotsky hizo una analogía histórica importante, cuando demostró que esos métodos eran una necesidad de la burocracia contrarrevolucionaria para garantizar su dominio y que el exterminio de la oposición fue una necesidad de la burocracia contrarrevolucionaria para perpetuarse en el poder y garantizar sus privilegios, así como el Termidor de Napoleón Bonaparte fue necesario para terminar con el proceso revolucionario abierto en 1789, en Francia.
- A lo largo de los 60 años de dominación de la burocracia en el Estado obrero ruso, hubo otro grupo de corrientes en la izquierda socialista que hicieron críticas duras al estalinismo y a la burocracia de la URSS, pero siempre depositaron esperanzas en una reforma del régimen interno de la URSS y en la modificación gradual de esa burocracia por el surgimiento de fuerzas renovadoras en su interior, que podrían regenerar la URSS.
Cuando había polarizaciones, esos sectores asumían una posición centrista, poniendo la ‘defensa de la URSS’ frente a cualquier otra cuestión política. Confundían la defensa de las conquistas de la revolución rusa y del Estado obrero con la defensa de la burocracia estalinista.
En las fuerzas que componían la IV Internacional en la posguerra y en las que se reivindicaban del trotskismo, este mismo tipo de interpretación fue predominante a lo largo de toda la posguerra y hasta 1991. Incluso los trotskistas, en su mayoría, se pusieron del lado de los que lamentaron la caída de la dictadura de la burocracia de la URSS. Para ellos, las masas rusas habían sido ganadas para la restauración y eran las responsables por la vuelta al capitalismo, porque lo apoyaron.
Hubo corrientes sectarias como el SWP inglés, que no asumieron la defensa del Estado obrero burocrático frente a un ataque del imperialismo. Calificaban a la URSS como capitalismo de Estado. Su posición frente a eventos como la Guerra de Corea, era “ni EEUU ni la URSS”. Y hubo sectores como el lambertismo en Francia y el healysmo inglés que no reconocían a los nuevos Estados obreros burocráticos de la posguerra y mantuvieron esa caracterización por todo un período, de 1952 a 1980.
Pero el sector que asumió la dirección de la IV y causó su dispersión en la posguerra fue el ‘pablismo’, que afirmaba claramente su apuesta en la regeneración de la burocracia soviética. Confundía la propuesta de Trotsky de “defensa de la URSS” con la defensa de la burocracia de la URSS. Se negó a apoyar la revuelta de Berlín Oriental en 1953, porque iba contra la URSS y, por lo tanto, beneficiaría al imperialismo.
Aunque Pablo haya roto con el trotskismo, sus aliados de la época todavía mantuvieron posiciones que capitulaban al estalinismo. Cuando se reorganizó el SU en 1963, los partidos europeos, con Mandel, Pierre Frank y Maitán a la cabeza, pasaron a seguir en particular al castrismo; fueron guerrilleristas en los años 1960-1970, y mantuvieron esa capitulación incluso después de la adhesión del PC cubano al aparato estalinista.
Mandel y la perestroika
El telón de fondo de esa posición de Mandel, y que antes fuera de Pablo, era un análisis equivocado de la naturaleza de la burocracia; su análisis era que había una doble naturaleza en la burocracia: si por un lado era contra los trabajadores, por otro, ella necesitaría defender el Estado obrero pues este era la fuente de sus privilegios como burocracia.
Por eso, el teórico más importante del Secretariado Unificado, Ernest Mandel, decía que era un error grave pensar que la burocracia podía llevar a la restauración[8]. Por eso, él acompañó con expectativa la Perestroika y levantó la posibilidad de ‘Autorreforma’ y vio a Gorbachov como un sector ‘lúcido’ de la burocracia.
Esas ilusiones en el ala restauracionista llevaron a una confusión enorme en las filas del SU, que los dejó descolocados frente a las revoluciones del Este europeo y a la caída del régimen del PCUS y de Gorbachov.
Tal confusión llevó a que el SU lamentase el fin de la burocracia, confundiendo la dominación de la burocracia con el mantenimiento del Estado obrero y considerando la caída de los regímenes y del estalinismo entre 1989 y 1991 como una derrota histórica del socialismo y del proletariado.
Tal evaluación llevó a Bensaïd, que fue el principal teórico del SU tras la muerte de Mandel, a teorizar sobre una “Nueva época”[9], abierta por esa supuesta derrota histórica del movimiento obrero, que, así, habría retrocedido al período anterior a la organización clasista del proletariado debido a una victoria ideológica del capitalismo. Para él, la revolución socialista no estaría planteada por todo un período.
Al contrario de Trotsky, que siempre dejó claro que si la burocracia continuase al frente de la URSS la restauración acabaría imponiéndose, ese sector del trotskismo acabó apareciendo como una ‘colateral del estalinismo’, o sea, se sentía derrotado junto con la burocracia y atribuía esas derrotas a una victoria ideológica del imperialismo. Esas posiciones son un eco de la propia campaña imperialista de rechazo al socialismo y de ‘Fin de la historia’ en el capitalismo. ¿Cuál es su gran equívoco?
Primero, hacen una reivindicación del ‘socialismo realmente existente’, que es ininteligible para las masas rusas, ucranianas, rumanas, chechas o polacas. Dicen: “mal con Stalin y la burocracia, peor sin ellos”. Y se abstraen del papel contrarrevolucionario y finalmente restauracionista de la burocracia soviética, de Kruschov a Brézhnev, de Andrópov a Chernenko y a Gorbachov.
Como escribió Trotsky para la revolución española, las masas hicieron lo posible sin una dirección revolucionaria a la cabeza. No fueron ellas, sino sí la burocracia la que llevó a Rusia de vuelta al capitalismo. Las masas no pudieron improvisar una dirección en esos años de represión y sumisión del estalinismo; cada uno de los intentos de organizar la oposición marxista contra la burocracia fue perseguido y sus integrantes torturados y calumniados como ‘proimperialistas’[10].
En nivel internacional tampoco vieron alguna referencia de peso que les diese una alternativa. El PC chino había pasado de ser una nueva esperanza –al derrotar al imperialismo y a su fantoche Chiang Kai-shek en 1949– a construir una nueva burocracia.
Además, entraron en choque con la burocracia rusa para aliarse con los Estados Unidos. Mao aceptó la propuesta de Nixon para un frente contra la URSS e incluso entraron en guerra con el Vietnam recién victorioso y liberado del dominio de los Estados Unidos, al servicio de esa política.
Fue en ese período que los maoístas llamaban a la URSS ‘social-imperialismo’. Bajo esa justificativa, apoyaron incluso hasta la dictadura de Pinochet. Y mientras hacían eso, ya encaminaban la restauración a partir de 1978, incluso antes que la propia burocracia rusa.
El PC cubano, que había tenido un período de cierta independencia en los primeros años de la revolución cubana cuando promovió la OLAS, a partir de los años 1970 pasó a someterse a la burocracia rusa, apoyó toda su política internacional, y fue su instrumento en el África Negra, como en Angola, respaldando al MPLA y su política de colaboración de clase, y represión a los disidentes; en América Central orientando al FSLN contra la ruptura con la burguesía y contra la expropiación de la burguesía en Nicaragua; y apoyando la represión de las masas de Checoslovaquia en 1968 y en Polonia en 1981. Pasó a hacer parte del aparato estalinista como cualquier Partido Comunista de la línea ‘soviética’.
Por otro lado, la amplia mayoría de la izquierda de los años 1970 a 1990 se dividía entre el apoyo a la burocracia rusa o a la china. O incluso a la burocracia cubana, lo que por su parte significaba apoyar la línea internacional del PCUS[11].
O sea, no había una referencia para que los trabajadores e intelectuales descontentos con la burocracia y el estalinismo viesen una alternativa socialista antiburocrática que defendiese la necesidad de una revolución política que profundizase e impusiese la democracia obrera, el socialismo con democracia obrera. Incluso las corrientes que se reivindicaban trotskistas, en su mayoría capitulaban al estalinismo, sea el ruso, el chino o el cubano.
Conclusiones
La realidad dura y cruda del mundo bajo el capitalismo ‘triunfante’ es de crisis económica y social profunda, miseria, hambre para miles de millones de seres humanos, de opresión permanente y violenta contra las mujeres, de racismo contra los pueblos no blancos, y persecución de las minorías y xenofobia contra los inmigrantes.
Y como una síntesis de lo que el capitalismo reserva a la humanidad, estamos en pleno genocidio con la actual pandemia, en especial en las camadas de las poblaciones y de las naciones más pobres. El descalabro del sistema capitalista con el medio ambiente hace al planeta alcanzar niveles de destrucción ambiental de tal magnitud que el futuro de las nuevas generaciones está amenazado. A no ser que el capitalismo sea eliminado de la faz de la Tierra, no habrá futuro para la civilización humana.
En una situación de esta envergadura, contradictoriamente, la amplia mayoría de la así llamada izquierda pasó a defender que ya no se puede pensar en el socialismo y en el comunismo como salida, o que eso sería una utopía.
Entre esos que abogan por otro tipo de salida alternativa, están los que defienden el ‘socialismo de mercado’ en el estilo del modelo chino, que debemos estar en su ‘campo’, saber reconocer los supuestos ‘avances’ de los gobernantes chinos y que sería necesario apoyarlos porque ellos serían los únicos en contraponerse a los Estados Unidos. Como “socialismo de mercado” (continuidad del Estado obrero surgido a partir de 1949) o como un “Estado híbrido”, cuyo régimen jugaría un “papel progresivo” frente al imperialismo.
Es la reedición del “socialismo en un solo país”, pero ahora aún peor: se trata de defender que una dictadura capitalista que explota a sus trabajadores y campesinos es la referencia que todos los activistas y socialistas del mundo deben seguir y [deben] defender todas las atrocidades de la dictadura china como un ‘mal menor’; en fin, como la ‘salida posible’ en los días de hoy.
Todo otro sector afirma que el socialismo no está planteado en la realidad, que se trata de una propuesta ‘totalitaria’ en sí misma, y que el horizonte posible sería la ‘democratización radical’ de la sociedad actual (por lo tanto, de la sociedad capitalista). Confunden el socialismo y el comunismo de Marx y Engels con la dictadura estalinista.
Tal vez aquí valga la pena citar al director del cine Damián Szifron, de Relatos salvajes: “si usted va a un teatro y dan Hamlet de Shakespeare y ocurre que el director de la pieza y los actores son horribles, usted no puede echarle la culpa a Shakespeare sin entender cómo ese elenco atentó contra el propio Shakespeare y transformó una pieza genial en una trama de quinta categoría”.
Pero la realidad de nuestro planeta, de desigualdad cada vez más gigantesca, donde 1% de la población tiene 50% de la riqueza mundial en sus manos, y cuando vamos de crisis en crisis económica, donde ni siquiera se garantiza el empleo para miles de millones de seres humanos, confirma las palabras del Manifiesto Comunista: “Que las clases dominantes tiemblan ante la idea de una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder excepto las cadenas que los atan. Ellos tienen un mundo por ganar. Proletarios de todo el mundo, uníos”.
Lenin, en la fundación de la III Internacional, afirmaba: “La importancia histórica universal de la III Internacional, la Internacional Comunista, reside en que comenzó a llevar a la práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo del socialismo y del movimiento obrero durante un siglo, la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado.
Esta previsión genial, esta teoría genial se está transformando en una realidad […] Se inició una nueva época en la historia universal. La humanidad se libra de la última forma de esclavitud: la esclavitud capitalista, o sea, la esclavitud asalariada. Al liberarse de la esclavitud, la humanidad adquiere por primera vez la verdadera libertad”.
Estamos en la misma época descrita por Lenin. La única salida continúa siendo la revolución socialista con la clase obrera al frente, que expropie a la burguesía e implante la democracia obrera, y sigue la lucha por la revolución y por el socialismo en escala mundial. Ese es el camino real de transformación del mundo. Esta es la única alternativa real de futuro a ser construido en las luchas y en la organización de los trabajadores.
Notas:
[1] El último combate de Lenin, ya enfermo, fue justamente contra la burocracia en ascenso.
[2] Ese proceso está bien descrito en el libro Comunistas contra Stalin, de Pierre Broué, recientemente editado por la Editora Sundermann.
[3] En la revista Lutte de Classes 219, noviembre de 2021, de la organización Lutte Ouvriére de Francia, hay un artículo contando esa huelga.
[4] En el capítulo 10 de su libro Mi Vida, Gorbachov cuenta todo el episodio entre su indicación por Andrópov, que muere apenas un año después, su sucesión por Chernenko y, finalmente, tras la muerte de este en poco más de un año, su elección en el CC, ya modificado, para el cargo más importante de la URSS.
[5] Ese era el nombre del bloque económico que ligaba a la URSS con los países de Europa Oriental, bajo el comando de la burocracia soviética.
[6] Estas informaciones se encuentran en su libro Comunistas contra Stalin.
[7] Más tarde, enseguida después de la visita de Nixon a Mao y de la reanudación de relaciones económicas y políticas entre China Popular y EE.UU., el PC chino y el de Albania rompieron relaciones, y ambas burocracias se dirigieron hacia la restauración del capitalismo.
[8] Estas posiciones están bien explicadas en el libro El Veredicto de la Historia, de Martín Hernández.
[9] Esta visión está muy clara en el texto de 1995 Una nueva época, de Daniel Bensaïd.
[10] El libro de Pierre Broué, Comunistas contra Stalin, hace una rica descripción del heroico trabajo de esa oposición. La abertura de los archivos de la KGB permitió descubrir incluso la existencia de una organización en las terribles prisiones estalinistas en los años 1930, con por lo menos 8.000 integrantes, que fueron condenados a largas penas y a la muerte por el régimen estalinista.
[11] Una historia que expresa bien esa relación es que en 1989, en una escuela de cuadros de la antigua Alemania Oriental participaban dirigentes importantes del PT brasileño y otras fuerzas de la izquierda latinoamericana en la ciudad de Berlín la noche en que las masas derribaron el Muro de Berlín. Esos cuadros quedaron completamente confusos sobre lo que estaba ocurriendo en Alemania Oriental; al final cómo era posible una insurrección de masas en un país “socialista”.