Este reportaje forma parte de una serie de entrevistas y artículos que nuestro corresponsal está realizando durante dos semanas desde Grecia. Puedes leerlos pinchando aquí.

 

Como en toda Europa, en Grecia las condiciones laborales que la juventud encuentra al incorporarse al trabajo son precarias, y distintas a lo que existía en tiempos anteriores. Por ello también es necesario que los jóvenes sean protagonistas de una nueva generación de luchadores de la clase trabajadora, que sea capaz de innovar en sus propuestas para responder a la nueva realidad. Sobre esta cuestión hablamos con Anna, teleoperadora de 27 años y Secretaria General del Sindicato Unido en Vodafone-Wind-Victus. También es militante del OKDE.

Los trabajadores ante el nuevo gobierno.

Anna nos cuenta que en los últimos meses se ha vivido una radicalización en las posiciones de los trabajadores griegos y que eso se ha traducido en las elecciones y sobre todo en numerosas luchas en distintas empresas. Las más conocidas las de la televisión pública o las limpiadoras del Ministerio de Economía.  También tras el acuerdo de Tsipras para el tercer memorándum esto se notado.  La gente trabajadora salió espontáneamente a las calles a expresas su desacuerdo con el acuerdo. Los sindicatos “oficiales”, como ADEDY, no han jugado ningún papel en esto. Syriza también trató de controlar la situación, pero tampoco pudo. Anna insiste en que este punto es importante, ya que significa que los partidos y sindicatos oficiales han perdido el control del movimiento de los trabajadores.

Tras preguntarle sobre cómo han vivido los trabajadores estos primeros meses de Syriza en el gobierno, Anna nos responde que con las elecciones hubo un sentimiento de felicidad por el golpe dado a Nueva Democracia, al PASOK y en consecuencia al memorándum.  “Todos sabíamos que Syriza no cumpliría todas sus promesas, pero había expectación por ver qué pasaba. Tras la firma del nuevo memorándum, hay mucho disgusto y mucha rabia entre la gente por lo que ha pasado”.

El nuevo sindicalismo en el sector de las telecomunicaciones.

Anna nos cuenta que dos de las tres mayores empresas del sector, Vodafone y Wind, empezaron a tener una estrategia común. Una de las cosas que hicieron fue dividir a los trabajadores en distintas empresas “independientes”, pero que sólo son filiales de las originales. Con ello buscaban dividir a la plantilla para debilitar su resistencia. Por ejemplo crearon una tercera empresa llamada Victus, con una participación del 50% de cada una de las originales, y allí desplazaron todo el trabajo técnico de soporte”.

Por esto, Anna nos dice que “creamos un sindicato único para las 3 empresas distintas. Es mejor eso que estar separados 200 técnicos en un sitio, 500 teleoperadores en otro y los comerciales en otro. Tratamos de de crear esa conciencia de unidad para luchar juntos!” Anna destaca que esa unidad es necesaria para enfrentar los planes en las distintas empresas, ya que si sólo un sector de los trabajadores hace huelga, esta no hace daño a la empresa.

Lo que busca la empresa es romper el marco laboral para debilitar la resistencia de la plantilla. Una de las figuras que usan es la de trabajadores subcontratados, o falsos autónomos, algo que nos recuerda inmediatamente la reciente huelga en Telefónica y Movistar.

El memorándum y las condiciones laborales.

Los memorándums también han tenido un impacto en la empresa de Anna. Un sindicato patronal con sólo 30 afiliados firmó el mayo pasado el nuevo convenio colectivo unilateralmente, sólo para teleoperadores y sin ninguna consulta a la plantilla. Esta facultad la consiguió gracias a las reformas laborales exigidas en los memorándums.  Según nos cuenta, este sindicalismo de empresa es un fenómeno nuevo en Grecia.  “En nuestro sindicato luchamos porque haya un convenio común para las distintas empresas”.

Con el nuevo convenio, cobran 500€ mensuales por 40 horas semanales de trabajo. Y para los menores de 25 años es algo menos incluso. “Para reemplazar a los trabajadores con el viejo convenio la empresa los presiona a que acepten bajas voluntarias. Luego meten jóvenes subcontratados que trabajan con nosotros y hacen lo mismo, pero que tienen las nuevas”. Estos nuevos trabajadores además conviven permanentemente con la posibilidad de que no renueven su contrato, lo que les sirve para apretar las tuercas aún más. Los nuevos contratos suelen ser parciales, y apenas llegan a 300€ de salario.

Anna dice que con ese salario no se vive, que un alquiler medio de una casa de 50 m2 en un barrio obrero rondará los 200€. Con este panorama las depresiones se han convertido en una plaga, y en el sindicato tienen que atender todo tipo de dramas personales, especialmente entre quienes tienen que llevar adelante a una familia con su trabajo. “Hay gente que deja de comer, hay gente desahuciada… en el sindicato intentamos ayudar con colectas, llevando comida o poniendo abogados”.

Una política revolucionaria para el sindicato.

Anna nos cuenta que en su sindicato tratan de discutir los acontecimientos del país en las asambleas de trabajadores. Señala que no sólo lo hacen con panfletos en la puerta, sino que incluso van puesto a puesto de trabajo en la oficina para hablar con los compañeros y las compañeras. “En general los sindicatos oficiales no hacen ese trabajo. Y si lo hacen, es como la última vez para pedir el sí en el referéndum. Eso hace que en las movilizaciones la clase trabajadora no suela participar de manera organizada”.

Para el futuro Anna plantea que intentarán luchar los despidos que están por venir, seguir creando esa unidad de unidad en las distintas empresas e intentarán para la destrucción de derechos laborales. Para ello plantea que tienen que acabar con el sindicalismo de empresa y construir su sindicato. “Hemos conseguido sentar las bases para la organización común de 3000 trabajadores de distintas empresas, eso ya es un éxito”.

 

*En la foto que ilustra el artículo, Anna y sus compañeros de sindicato cierran la puerta de la empresa durante una huelga contra despidos. En la pancarta se lee «No a los despidos. Por un convenio colectivo digno».