Los estalinistas, en todas sus variantes, conmemoran la “liberación” de Alepo como una “victoria histórica” contra el “imperialismo”. Para justificar esa posición, desde el inicio de la guerra civil en Libia y, después, en Siria, argumentan que la esencia del conflicto consiste en el enfrentamiento militar entre el “imperialismo” –que actuaría por medio de las milicias mercenarias “fundamentalistas”, y regímenes “antiimperialistas” y “laicos”, como Kadafi y, ahora, Assad. En síntesis: no existiría una “revolución” en Siria, sino una “lucha nacional” contra el imperialismo.
Por Daniel Sugasti
Trotsky dice que, frente a la agresión militar del imperialismo a un país semicolonial, los revolucionarios no deberían tener dudas en localizarse en el “campo militar” del país oprimido, independientemente del carácter del régimen y el gobierno de ese país. En sus palabras: “Supongamos, mientras tanto, que, mañana, Inglaterra entre en un conflicto militar con el Brasil. Yo le pregunto, ¿de qué lado del conflicto estará la clase obrera? Y respondería: en este caso yo estaría del lado del Brasil ‘fascista’ contra la Inglaterra ‘democrática’. ¿Por qué? Porque el conflicto entre los dos países no será una cuestión de democracia o fascismo. Si Inglaterra triunfase, ella pondría a otro fascista en Rio de Janeiro y fortalecería el control sobre el Brasil. En caso contrario, si el Brasil triunfase, eso daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y llevaría a la caída de la dictadura de [Getúlio] Vargas”.[1]
Con ese criterio, Trotsky apoyó incondicionalmente la resistencia armada en China, comandada por el “asesino de comunistas” Chiang Kai-shek, contra la invasión del imperialismo japonés en 1937.
Por eso, en el enfrentamiento entre la Inglaterra imperialista y la Argentina semicolonial por la soberanía de las Islas Malvinas en 1982, no tuvimos dudas en posicionarnos a favor de la victoria militar de la Argentina, aun cuando la dirección política de este “campo militar” fuese una dictadura genocida –que asesinara a nuestros propios camaradas–, a la cual nunca apoyamos políticamente y la denunciamos permanentemente en su papel de conducción militar del ejército argentino.
Por eso, más recientemente, estuvimos contra la invasión de los EEUU a Afganistán y a Irak. Nos posicionamos claramente a favor de la victoria militar de la resistencia afgana e iraquí, a pesar del peso mayoritario de corrientes burguesas y teocráticas en sus filas. Hicimos una unidad militar, sin dejar de combatir políticamente a esas direcciones reaccionarias, pero tirando juntos contra el imperialismo.
¿El caso sirio es semejante a los ejemplos anteriores? Absolutamente, no. El proceso sirio, que comenzó en 2011, no es igual al de Irak en 2003. Siria no está siendo invadida por el imperialismo. Lo que ocurre en el país, como antes ocurrió en Libia, es un tremendo proceso revolucionario originado por las penurias económicas de las masas populares y por las justísimas aspiraciones democráticas del pueblo. Los sirios están luchando hace más de cinco años para derrocar una dictadura genocida, entreguista, neoliberal, que nunca dio un tiro contra Israel, el cual usurpó de Siria las Colinas de Golán; que bombardeó y cercó barrios palestinos, como Yarmouk; que es aliada del imperialismo europeo, que no dudó en apoyar la invasión norteamericana a Afganistán e Irak, y que acaba de declarar que Trump será un “aliado natural” del régimen. ¿Dónde está el régimen “antiimperialista” defendido por los estalinistas y castro-chavistas?
La realidad es que los estalinistas están con Assad, Putin… y Trump, en contra de las masas sirias.
Pero, ¿el imperialismo no “interviene” en Siria? Obviamente. ¡No podíamos esperar que la principal potencia mundial se quedase asistiendo pasivamente el más profundo proceso revolucionario en Oriente Medio! Es claro que EEUU tiene sus “intereses”, y siempre los tendrá, pero eso no significa que todo lo que está ocurriendo sea obra de una “conspiración imperialista”. Los EEUU intentan influenciar y contener el proceso, pero no tienen condiciones políticas de invadir Siria con tropas terrestres, ya que los pueblos afgano e iraquí les dieron una paliza. La necesidad de rechazar cualquier tipo de intervención imperialista –como los bombardeos aéreos, por ejemplo– no puede llevar a la negociación del proceso revolucionario.
Es falso decir que el imperialismo apoya la “caída” de Assad. Su principal objetivo es estabilizar la región. A pesar del discurso “humanitario”, en realidad para Obama, y presumiblemente para Trump, Assad es la mayor garantía de eso. No es por otro motivo que hace tiempo Washington deja claro que el “enemigo principal” no es el régimen de Assad sino el “Estado Islámico”, aquel grupo que todos dicen combatir pero que apenas los rebeldes combaten consecuentemente, y que retomó Palmira hace pocos días sin resistencia por parte del régimen sirio, de Rusia ni de la “coalición internacional”. Todos estaban ocupados bombardeando a los rebeldes y a la población de Alepo, o haciendo declaraciones humanitarias inocuas.
También es falso afirmar que existe un “campo” de países que apoya a “los rebeldes”, y otro “campo” de países que apoya a Assad. Nadie realmente apoya a los rebeldes o a la población siria. Si fuese así, hace mucho tiempo los gobiernos “democráticos” habrían provisto armas pesadas y la tecnología militar necesarias para la victoria sobre Assad. Por el contrario, el pueblo sirio fue dejado librado a su suerte. Los gobiernos capitalistas de todo el mundo, así como la “izquierda” estalinista, dejaron que los sirios fuesen masacrados en Alepo.
Lo que existe, en realidad, es un gran acuerdo contrarrevolucionario, que abarca desde los Estados Unidos hasta Rusia, que, con distinta retórica, pretende derrotar la revolución siria, mantener a Assad en el poder y “estabilizar” la región, para que el saqueo de los recursos naturales de esos pueblos vuelva a fluir libremente. El estalinismo, como siempre, es parte integrante de este pacto contrarrevolucionario y es cómplice de un genocidio.
Traducción: Natalia Estrada.