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Larissa Reisner: mujer, combatiente y cronista de la Revolución Rusa

Introducción

Si hablamos o pensamos en la Revolución Rusa, tal vez nos vengan a la mente nombres de mujeres como Nadia Krupskaia, Natalia Sedova, Ines Armand o Alexandra Kollontai. En este artículo queremos hablar de otra mujer, tal vez menos conocida, que fue una de las “imprescindibles” de aquella revolución obrera y popular. De ella dijo Trotsky que a “su aspecto de Diosa del Olimpo, unía un espíritu finamente irónico y la valentía de un guerrero”. Radek, su compañero de los últimos días, escribió sobre ella que “no era una artista contemplativa sino una artista combativa que ve las luchas desde dentro y sabe cómo comunicar su dinámica, la dinámica del destino de la humanidad”. Y para Paco Ignacio Taibo, ella fue “la mejor periodista roja del Siglo XX”. Pero, ¿Quién fue Larisa Reisner?

Breve biografía: Una pasión salvaje por la vida.

Larisa Reisner vino al mundo un 1 de mayo de 1895, parece que preanunciando que lo suyo era estar con las luchas de la clase obrera. Pasó parte de su infancia en Alemania, también algún tiempo en Francia y por el domicilio familiar pasaron personajes como Bebel o Karl Liebknecht, que sin duda debieron influenciarla.  Su familia regresa a Rusia en la Revolución de 1905.Larisa tenía trece años.

Con diecisiete años ya muestra su talento literario. Escribe un ensayo teatral llamado “Atlántida” que según Karl Radek era una metáfora social sobre un hombre que ofrenda su vida para salvar a la humanidad. En 1914 estalla la guerra y su padre que se alinea con la izquierda socialdemócrata que no ha sucumbido al patriotismo bélico, edita una revista llamada “Rudin” en la que Larisa participa con entusiasmo. Cuando el presupuesto familiar se agota, empieza a colaborar primero con “Letopis” y después con “Novaya Zhin”, diarios que dirigía Máximo Gorki.

Paco Taibo se pregunta que haría Larisa cuando surgen las movilizaciones espontáneas de las obreras textiles de la barriada de Viborg en San Petersburgo, que provocan la caída del zar y dan inicio a la Revolución de Febrero. No lo sabemos, pero si sabemos que se va radicalizando en sus ideas. Rompe con Gorki luego que este no acuerda con un violento artículo de ella contra Keresnsky, en el que Larissa denuncia toda la falsedad y el vacío de su gobierno. Descubre a los bolcheviques y colabora con los círculos de estudio obreros.

Después de octubre, Larisa, que tenía un excelente conocimiento de la historia del arte, trabaja en el Departamento de bienes culturales bajo la dirección de Lunacharsky con el objeto de ayudar a proteger para al proletariado, gran parte del material cultural que dejó la burguesía. También trabaja en el departamento de propaganda bolchevique con Radek y Sonovsky.

Pero en 1918, decide incorporarse al ejército rojo que en estos momentos se bate en una docena de frentes. Uno de los peligros más grandes a los que se enfrentaba en esos momentos el Ejército Rojo, provenía de la Legión Checa. Un cuerpo extranjero encuadrado dentro del ejército zarista. Veintidós mil soldados bien organizados que controlan el ferrocarril hacia Siberia y cortan en dos Rusia, desde finales de mayo. En agosto toman Kazán y avanzan hacia el Oeste.

Fue en Sviansk, donde Larissa Reisner conoció a Trotsky. En aquel famoso tren blindado que apareció allí por primera vez y con el que, como comisario de guerra, Trotsky viaj  a todos los frentes, dirigiendo las operaciones de la Guerra Civil. El tren se detiene en aquella localidad y desde ahí empieza la reconstrucción del frente. Larisa, como comisaria política del V Ejército, dirigido por Smirnov, participó junto a Trotsky en la primera incursión hacia Kazán, a bordo de un torpedero, contra la flotilla de los blancos. Primero trabajó en la sección de espionaje y luego se sumará permanentemente a la flota del Volga. Ella fue una combatiente más. Llegó a ser Comisaria adjunta al Estado Mayor de Moscú en 1919. En un escrito sobre Larisa, Radek dice que “el viejo oficial de carrera, F.Novitsky, refiere en una edición del Izvestia, el respeto que esta joven revolucionaria inspiraba a los viejos soldados por su intrepidez en las situaciones más difíciles”.

Durante la guerra, trabajó en el comisariado de la marina con la tarea de actuar con los exalmirantes zaristas que colaboran con el ejército rojo. En la lucha contra Denikin, entró de nuevo como comisaria de la flota del Volga, combatiendo desde Astraján hasta Enzelí.

Reisner habitó después en Leningrado, tratando de estudiar la vida de la clase obrera. Dice Radek que le causó pena infinita la rebelión en Kronsstadt. Finalizada la guerra, es enviada junto a su marido y compañero en el frente, Raskolnikov, a una misión diplomática en Afganistán. Allí escribe “Afganistán” y sus vivencias de la guerra que plasmaría en un libro: “En el frente”. No pierde el tiempo. Estudió el imperialismo británico, la historia de Oriente, la historia de la lucha por la liberación en la vecina India, sintiéndose parte de la Revolución Mundial.

Rompe con Raskolnikov y regresa a la URSS, donde comienza la NEP.  Pide a Karl Radek que entonces era el dirigente de la Internacional Comunista que la envíe a Alemania, donde se encuentra en ese momento el centro de la revolución mundial. Larisa, que era un espíritu rebelde, también era consciente de ello. Por eso, corrió tras la revolución alemana para recoger in situ y de primera mano, un suceso que sería decisivo para la suerte del proletariado mundial y no sólo de la clase obrera alemana. De allí hace un retrato desesperado de la miseria urbana, la inflación, las muertes de hambre y el desempleo, en un folleto titulado “Berlín, octubre de 1923”. Acusa a la socialdemocracia conciliadora de ser el obstáculo principal para la revolución alemana, única salida para un país destruido por las cargas de la postguerra y la crisis económica.

Según Radek, ayudó a los representantes de la Komintern, que vivían en plena conspi­ración, a orientarse hacia el estado de espíritu de las masas. Aunque estaba clandestina, ella se ponía en las colas de los desocupados ante la bolsa de trabajo y en las tiendas; asis­tía a las reuniones de las fábricas, a los mítines de la socialdemocracia; iba a los hospitales y participó en las primeras manifestaciones que se lo­gró organizar, pese a la disolución del partido comunista por el gobierno.

Viaja a Hamburgo para narrar la insurrección fallida en su libro “Hamburgo en las barricadas” que fue su libro más importante. Pero la censura y la justicia del imperio alemán prohibie­ron la publicación del libro y ordenaron que fuese quemado.La derrota alemana no la dejó consternada, pero sabía que era inútil esperar una victoria cercana de la revolución en Europa.

De nuevo en la Unión Soviética, trabajó con Trotsky en la comisión para el mejoramiento de los productos industriales. Pero su sed de aventuras y su deseo de contar en primera línea la vida cotidiana de quienes eran los verdaderos protagonistas en la construcción del socialismo, no estaban agotados. Viaja a los Urales, a la cuenca carbonífera del Donetz, a las minas de platino de Kytlym, a las fundiciones textileras de Ivanovo. Duerme en trenes, en las minas, en los locales sindicales y va escribiendo reportajes que cobrarán cuerpo en “Carbón, hierro y seres humanos”. Parece que ella tenía dudas sobre la NEP que trataba de disipar estudiando las condiciones de vida del proletariado ruso. Regresó llena de esperanza.

En 1925 sufrió de malaria, contraída durante su estancia en Afganistán. Fue a curarse a un hospital alemán. Pero abandonó el tratamiento y recorrió Alemania para estudiar los cambios sociales acontecidos sobre la base de la estabilización. De ahí salió “En el país de Hindeburg”. En 1926 contrae tifus. Su organismo ya debilitado no resiste. Su enfermedad se produce justo en el momento de ascenso de la derecha en el Partido. Stalin y Bujarin comienzan a construir el aparato burocrático que impuso la represión contra su propio partido.

Muere en el sanatorio del Kremlin el  9 de noviembre de 1926, cuando su cabeza aún estaba llena de proyectos. De todo lo que de ella imaginamos pudo decirse en su funeral, nos quedamos con las palabras de Sosnovski: “Ella tenía una pasión salvaje por la vida”.

Podemos consolarnos pensando que se libró de las purgas estalinistas que se llevaron por delante a muchos de sus amigos, esposos, camaradas y personajes de sus obras. Pero no así su obra, que  desapareció por muchos años  y cuando volvió a editarse, fue censurada. Tal ocurre con el libro “En el frente”, donde precisamente el capítulo de Sviyazhsk fue eliminado, porque en él aparece Trotsky como líder del ejército rojo.

 

 

La batalla de Sviyazhsk

Sviyazhsk es como hemos dicho uno de los capítulos de su libro “En el frente. Allí fue combatiente y al mismo tiempo cronista excepciona, de una batalla que como ella misma cuenta, fue crucial para el triunfo posterior del ejército rojo en la guerra civil: “Fue sólo a partir de Sviyazhsk y Kazán que el ejército rojo se cristalizó para asumir esas formas militares y políticas, que tras una serie de cambios y perfeccionamientos, se han vuelto clásicas en la RFSSR(República Federal Socialista Soviética de Rusia)”.

Victor Sergue describe aquel episodio de la guerra civil en su libro. “El año I de la revolución rusa: “En aquel mismo momento se jugaba la suerte de la revolución en una pequeña estación ferroviaria, casi desconocida a unos 70 kilómetros de Kazán, en la línea de Moscú. El avance victorioso de los checoslovacos y de los blancos se estrellaba allí contra pobres trincheras cavadas a toda prisa, detrás de las cuales no había más que una voluntad de hierro. El 8 de agosto, en pleno desastre del frente este, salía para Kazán el tren de Trotsky cargado con unos doscientos comunistas, seleccionados entre los más resueltos”. En su libro Sergue cita precisamente parte de los pasajes del texto de Larisa.

De la importancia de aquella batalla también escribiría Trotsky en sus “Escritos militares”: “De una masa vacilante, inestable, atomizada, se creó un verdadero ejército. Los nuestros tomaron Kazán el 10 de septiembre de 1918, al día siguiente reconquistaron Simbirsk. Este momento representa una fecha memorable en la historia del ejército rojo. De pronto, se tenía la sensación de pisar terreno firme. Ya no eran los primeros ensayos impotentes, ahora podíamos y sabíamos combatir y vencer”

La crónica de Reisner no sólo rezuma entusiasmo por el heroísmo de los combatientes a quienes pone nombre y apellidos y donde destaca su admiración por Trotsky, el gran “organizador”. También intenta explicar porque hombres y mujeres que sufrían mil penalidades y se enfrentaban a un enemigo mucho más fuerte y mejor armado que ellos, fueron capaces de vencer. ¿De dónde nacía su compromiso, valentía y determinación? ¿De dónde nacía su ética revolucionaria? Es lo que parece preguntarse Larissa. A lo largo de las páginas, ella responde a esa pregunta de forma indirecta: De su fe inquebrantable en un mundo nuevo: “El mañana simplemente no existía, sólo había un breve espacio de tiempo caliente y humoso: el hoy. Y de él se vivía como se vive en tiempo de cosecha.”

También explica admirablemente en ocasión del fusilamiento de 27 desertores entre los cuales también había miembros del Partido bolchevique, la necesidad de mantener en todo momento la disciplina revolucionaria si se quería vencer. Porque quien traicionaba, no lo hacía solo al Ejército Rojo, sino a la causa de la revolución proletaria mundial, que era lo que estaba en juego en aquella guerra civil. Cuando ya solo quedaban solo días para llegar a Kazán, Larissa cuenta como Trotsky tuvo que salir apresuradamente hacia Moscú a causa del atentado de Lenin el 30 de agosto,  orquestado por los socialrevolucionarios, para regresar enseguida.

La victoria definitiva del ejército rojo en la guerra civil no pudo revertir el curso de la historia. Ni el heroísmo y la abnegación demostrada por las masas rusas ni los aciertos de la dirección bolchevique, forjada en años de lucha social, fueron suficientes para impedir el ascenso al poder de la burocracia totalitaria estalinista, cuyas causas exceden este artículo, pero donde la derrota de la revolución alemana y con ello de la posibilidad de extender la revolución a nivel mundial, jugaron un papel de primer orden.

Lecciones para el presente

Larisa Reisner fue una mujer que también en lo personal rompió con todas las barreras que existían para las mujeres, aún en la Rusia revolucionaria. Ella fue precursora de un nuevo tipo de mujer que revoluciones tan profundas como la rusa son capaces de propiciar. Es cierto que en un país donde antes de la Revolución, el 88% de las mujeres eran analfabetas, ella fue una privilegiada pues al contrario que muchas obreras y campesinas, heroínas anónimas de la revolución, tuvo acceso a estudios. Pero fue una mujer valiente y decidida que puso sus conocimientos y su talento literario al servicio del pueblo, de la causa de la Revolución. Y no le tembló el pulso para cambiar su pluma por un fusil cuando fue necesario hacerlo.

Para los bolcheviques, la lucha por la emancipación del proletariado no podía entenderse si al mismo tiempo no se llevaba a cabo la pelea por la liberación de la mujer en todos los terrenos. Durante la guerra civil, en aquellos momentos tan decisivos para la Revolución, fueron miles las mujeres que se alistaron en el ejército como soldados, enfermeras, espías y dirigentes políticas. Un ejemplo fue Varsénika Kasparova, que dirigió el Departamento de agitación del Buró de Comisarios militares y que al igual que Larissa se adhirió más tarde a la oposición de izquierda de Trotsky.

Para nosotras y nosotros, La RR no es una pieza de museo que admirar con nostalgia sino un ejemplo cuyas enseñanzas son más válidas que nunca. En este artículo nos acercamos a Larissa Reisner con la intención de extraer lecciones sobre la vida y la obra de esta revolucionaria rusa, que al igual que otras muchas, fueron silenciadas por la historiografía oficial y por el feminismo burgués.

Las y los revolucionarios tenemos la tarea de conocer y estudiar su historia porque esas mujeres fueron protagonistas indispensables de una revolución que por primera vez en la historia, puso a la clase trabajadora en el poder. Todas ellas siguen siendo una fuente de inspiración para miles de mujeres que hoy día no nos resignamos y seguimos luchando por un mundo sin violencia ni opresión y sin explotación de ningún tipo.

 

Bibliografía:

https://es.scribd.com/document/244590634/Paco-Ignacio-Taibo-II-Larisa-La-mejor-periodista-roja-del-siglo-XX-pdf

http://2014.kaosenlared.net/component/k2/item/72857-larisa-reisner-escritora-y-profesional-de-la-revoluci%C3%B3n-una-presentaci%C3%B3n.html

http://www.icl-fi.org/espanol/spe/38/reissner.html

https://www.marxists.org/archive/radek/1927/xx/reisner.htm

http://www.ceipleontrotsky.org/Como-se-armo-la-revolucion

https://www.marxists.org/archive/trotsky/1930/mylife/ch33.htm

https://www.marxists.org/archive/radek/1927/xx/reisner.htm

“El año I de la revolución”. Víctor Serge. Edición Siglo XXI

 

 

 

 

 

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