Motivo de conmemoración para nosotras, mujeres trabajadoras de todo el mundo, la Revolución Rusa está cumpliendo 90 anos. Cuando Lenin dijo que el Estado Obrero ruso hizo más por la mujer en algunos meses que todos los países capitalistas en décadas, lo que quería decir es que el Estado Obrero no esperó un minuto para resolver los problemas más apremiantes de las mujeres en el plano legal, liquidando las leyes más retrogradas y, en el plano concreto, expropiando los medios de producción para comenzar a construir una sociedad más justa y humana. Una sociedad que, una vez plenamente construída, acabaría con el reino de las necesidades para, con eso, acabaron con el reino de las opresiones.
Por Cecilia Toledo*
En estos 90 años de la Revolución Rusa, las mujeres necesitan conocer las grandes conquistas que las mujeres alcanzaron, necesitan reflexionar y comprender el proceso que ocurrió en Rusia en 1917 que, a pesar de haber sido traicionada por los burócratas comandados por Stalin a partir de finales de los años 20, la revolución socialista mostró que es posible poner fin a la situación de inferioridad en que vive la mujer en la sociedad capitalista.
La revolución socialista en Rusia, en 1917, significó una revolución también en la situación de la mujer en el mundo entero. Por primera vez, un país tomaba medidas concretas para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. La mujer rusa tomo parte activa en todo el proceso revolucionario, a pesar (y quien lo sabe por eso mismo) de la enorme carga de opresión, secular y brutal, que pesaba sobre sus hombros, sobre todo entre las mujeres campesinas.
El proceso revolucionario empujó al frente a la mujer trabajadora rusa, que ya, en aquellos años, tenía un papel decisivo en la producción, concentrada en las grandes fábricas. La historia de la revolución está repleta de ejemplos sobre la abnegación, la garra y el coraje demostrados por las obreras rusas en aquellos días terribles y decisivos.
La revolución de febrero de 1917, preanuncio de la revolución decisiva de octubre, se inicio en el Día Internacional de la Mujer, con manifestaciones masivas de mujeres en Petrogrado contra la miseria provocada por la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial. La guerra había empujado a la mujer rusa al mercado de trabajo… En 1917, la tercera parte de los obreros industriales de Petrogrado eran mujeres. En las áreas de producción textil de la región industrial del centro del país, el 50% o más de la fuerza de trabajo estaba compuesta por mujeres.
La militancia femenina era disputada palmo a palmo por las diversas tendencias políticas. Tanto los bolcheviques como los mencheviques tenían periódicos especiales para la mujer trabajadora, como la Rabotnitsa, publicado por los bolcheviques y el Golos Rabotnitsy, por los mencheviques. Los socialrevolucionarios (SR), que luchaban por una democracia burguesa en Rusia, por su parte, propusieron la creación de una “unión de las organizaciones democráticas de mujeres”, que reuniría a los sindicatos y a los partidos bajo la bandera de una república democrática. Fue por esos días que surgió la Liga por los Derechos Iguales para la Mujer, exigiendo el derecho al voto para las mujeres, acompañando la batalla que ellas desplegaban en todo el mundo por sus derechos civiles.
Con la revolución socialista en Rusia, felizmente, ellas conquistaron muchos más derechos democráticos. Por primera vez un país legislo que el salario femenino seria igual al masculino por el mismo trabajo. Tanto que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, contrariamente a lo que ocurrió en los países capitalistas, en la URSS se conservo la mano de obra femenina y se buscaron los medios para que estas tuviesen mayor calificación. Había mujeres en todos los sectores de la producción: en las minas, en la construcción civil, en los puertos, en fin, en todas las ramas de la producción industrial e intelectual.
Sin embargo, después de la toma del poder por los soviets, la cuestión de la mujer enfrento el duro embate con la realidad. De hecho, fue la primera vez en la historia que ella pasó del plano de la discusión al de la práctica. En un país atrasado en relación a las cuestiones morales y culturales como Rusia, con una enorme carga de preconceptos arraigados por siglos -lo que caracteriza, en general, a los países predominantemente campesinos-, la cuestión de la mujer asumía, en aquellos momentos difíciles para el joven Estado Obrero, contornos tan complejos como muchos otros aspectos relativos a la transformación hacia el socialismo.
Por eso, Lenin y Trotsky, juntamente con muchas dirigentes mujeres, además de dedicarse a “explicar pacientemente” a las masas, sobre todo a las mujeres, cuáles eran las tareas generales del movimiento obrero femenino de de la República Soviética, no esperaron para tomar las primeras medidas en ese terreno y revertir la situación humillante a cual estaba sometida la mujer rusa desde hace siglos. Esa tarea tenía dos aspectos fundamentales: la abolición de las viejas leyes que colocaban a la mujer en situación de desigualdad en relación al hombre; y la liberación de la mujer de las tareas domesticas, que exigía una economía colectiva en la cual ella participase en igualdad de condiciones con el hombre.
Desde los primeros meses de su existencia, el Estado Obrero concretizo el cambio más radical en la legislación referente a la mujer. Todas las leyes que ponían a la mujer en una situación de desigualdad en relación al hombre fueron abolidas, entre ellas, las referentes al divorcio, a los hijos naturales y a la pensión alimenticia. Fueron abolidos también todos los privilegios ligados a la propiedad que se mantenían en provecho del hombre en el derecho familiar. De esa forma, la Rusia Soviética, apenas en los primeros meses de su existencia, hizo más por la emancipación de la mujer de lo que el más avanzado de los países capitalista en todos los tiempos.
Se introdujeron decretos estableciendo la protección legal para las mujeres y los niños que trabajaban, el seguro social, la igualdad de derechos en relación al matrimonio. Ya en 1917 fue decretado el derecho al divorcio. En 1918 entra en vigor un nuevo Código Civil, suprimiendo todos los derechos de los maridos sobre las mujeres; el marido no podía imponer a la mujer su nombre, ni su domicilio, ni su nacionalidad y garantizaba la absoluta paridad de derechos entre marido y mujer. Por medio de la acción política del Zhenotdel, departamento femenino del Partido Bolchevique, en 1920 las mujeres conquistaron el derecho al aborto legal y gratuito en los hospitales del Estado. No se incentivaba la práctica del aborto y quien cobraba para practicarlo era penado. La prostitución y su uso eran descritos como “un crimen contra los vínculos de camaradería y solidaridad”, pero el Zhenotdel propuso que no hubiese penas legales por ese crimen. Trato de atacar las causas de la prostitución, mejorando las condiciones de vida y trabajo de las mujeres y dio inicio a una amplia campaña contra los “resquicios de la moral burguesa”.
La primera Constitución de la República Soviética, promulgada en julio de 1918, dio a la mujer el derecho de votar y ser elegida para cargos públicos. Sin embargo, igualdad ante la ley aun no era igualdad de hecho. Para la plena emancipación de la mujer, para su igualdad efectiva en relación al hombre, era necesaria una economía que librase del trabajo domestico y en la cual ella participase de forma igualitaria al hombre. La esencia del programa bolchevique para la emancipación de la mujer era su liberación final del trabajo domestico por medio de la socialización de esas tareas. Lenin, en julio de 1919, insistía en que el papel de la mujer dentro de la familia era la clave de su opresión:
“Independientemente de todas las leyes que emancipan a la mujer, esta continua siendo una esclava, porque el trabajo domestico oprime, estrangula, degrada y la reduce a la cocina y al cuidado de los hijos, y ella desperdicia su fuerza en trabajos improductivos, que agotan sus nervios y la idiotizan. Por eso, la emancipación de la mujer, el comunismo verdadero, comenzara solamente cuando y donde se inicie una lucha sin cuartel, dirigida por el proletariado, sueno del poder del Estado, contra esa naturaleza del trabajo domestico, o mejor, cuando se inicie su transformación total, en una economía a gran escala” [1].
En las condiciones de Rusia, esa era la parte más difícil de la construcción del socialismo y la que requería mas tiempo para ser concretada. El Estado Obrero comenzó por crear instituciones, como comedores y casas cunas modelos, para liberar a la mujer del trabajo domestico. Y eran, justamente, las mujeres quienes más se empeñaban en su organización. Esas instituciones, instrumentos de liberación de la mujer de su condición de esclava domestica, surgían en todas partes donde era posible, pero fueron pocas para lo que se necesitaba. Rusia estaba en guerra civil, siendo atacada por sus enemigos, y las mujeres tuvieron que asumir, con los hombres, las tareas de la guerra y de defensa del Estado Obrero. Sin embargo, muchas de esas instituciones fueron creadas y funcionaron a satisfacción, mostrando su acierto y la necesidad de su expansión y mantenimiento.
Los dirigentes soviéticos llamaban a las mujeres a tomar parte cada vez mayor en la gestión de las empresas publicas y en la administración del Estado, así como se candidatas a delegadas a los soviets. En un discurso en homenaje al Día Internacional de la Mujer, en marzo de 1920, Lenin decía que “el capitalismo unió una igualdad puramente formal a la desigualdad económica y, en consecuencia, social. Y una de las manifestaciones más extremas de esa inconsecuencia es la desigualdad de la mujer y del hombre. Ningún Estado burgués, por mas democrático, progresivo y republicano que sea, reconoce la total igualdad de los derechos del hombre y de la mujer. La República de los Soviets, por el contrario, destruyó de un solo golpe, sin excepción, todas las líneas jurídicas de la inferioridad de la mujer y, también, de un solo golpe aseguro a ella, por ley, la igualdad más completa”.
Lenin alertaba sobre el hecho de que siempre se acostumbra decir que el nivel cultural y de vida de un pueblo mejor se define por la situación jurídica de la mujer. Desde ese punto de vista, solo la dictadura del proletariado, solo el Estado Socialista pueden conseguir y consiguen el grado más alto de la cultura. Sin embargo, eso no es suficiente. El movimiento obrero femenino ruso no se contento con una igualdad puramente formal y asumió la tarea -ardua y larga, porque exige una transformación radical de la técnica social y de las costumbres- de luchar por la igualdad económica y social de la mujer, haciendo que ella participase del trabajo productivo social, liberándola de la esclavitud domestica, que es improductiva y embrutecedora.
Para ello, Lenin no perdía la oportunidad de dirigirse a las mujeres, en los actos públicos. El insistía en el papel fundamental de la mujer en las tareas de la revolución y llamaba a todas las mujeres pobres y trabajadoras a participar de la construcción concreta del socialismo, ayudando a crear los restaurantes colectivos, las lavanderías públicas, las casas cunas y otros servicios que significarían la socialización de las tareas domesticas.
Hoy en día, muchos de esos discursos de Lenin son criticados por militantes feministas, que ven en ellos un llamado de Lenin a que las mujeres continúen encargándose de las tareas “femeninas” como: cocinar, lavar y limpiar. En realidad, la preocupación de Lenin era movilizar a las masas de mujeres para la revolución. Por eso se dirigía a ellas de esa forma, con sus palabras y llamándolas a cumplir las tareas que ellas mejor sabían hacer. De esa forma, ellas se sentirían mas dispuestas a integrar el movimiento revolucionario, y una vez dentro del, podrían ir asumiendo otras tareas. El objetivo de Lenin no era movilizar solamente a la vanguardia, sino también a las mujeres más atrasadas. El se dirigía a las mujeres de su tiempo, moldeadas por siglos de opresión, para llamarlas a luchar y a construir a la mujer del futuro. De esa forma, millones de mujeres rusas dejarían el aislamiento del hogar y se integrarían en la construcción colectiva del socialismo.
La burocratización de la revolución primero, y la restauración del capitalismo después, hicieron retroceder todo ese proceso y las mujeres perdieron sus mayores conquistas. Pero este es tema de un nuevo artículo.
Las resoluciones de la III Internacional
Las concepciones marxistas sobre la emancipación de la mujer y su papel en la lucha por el socialismo fueron transformadas en tesis y resoluciones durante el III Congreso de la Internacional Comunista, reunido en 1921 antes, por lo tanto, del periodo estalinista. Ese evento, de importancia histórica para el movimiento socialista mundial, trazo un programa y una orientación para el trabajo entre las mujeres que, por su claridad y concordancia con los principios del marxismo, hasta hoy no fueron superados por ninguna otra organización obrera. Por eso, continúan siendo validos hasta hoy.
En primer lugar, la Internacional Comunista deja bien definida su posición de que la liberación de la mujer de la injusticia secular, de la esclavitud y de la falta de igualdad de la cual es víctima en el capitalismo, solo será posible con la victoria del comunismo. “Lo que el comunismo dará a la mujer, en ningún caso el movimiento femenino burgués podrá dar. En tanto exista la dominación del capital y de la propiedad privada, la liberación de la mujer no será posible”.
La mujer acabara de conquistar el derecho del voto, y la Internacional alertaba que eso, a pesar de ser importante, no suprimía la causa primordial de la servidumbre de la mujer en la familia y en la sociedad y no solucionaba el problema de las relaciones entre los sexos.
“La igualdad no formal, pero si real, de la mujer, solo es posible en un régimen donde la mujer de la clase obrera sea dueña de sus instrumentos de producción y distribución, participando de su administración y teniendo la obligación del trabajo en las mismas condiciones que todos los miembros de la sociedad trabajadora; o sea, esa igualdad solo es realizable después de la destrucción del sistema capitalista y su sustitución por formas económicas comunistas”.
Sobre la cuestión de la maternidad, la Internacional no deja dudas de que también solo en el comunismo esa función natural de la mujer no entrara en conflicto con las obligaciones sociales y no impedirá su trabajo productivo. Sin embargo, la IC aclara que el comunismo es el objetivo último de todo el proletariado. Por eso, la lucha de la mujer y del hombre debe ser dirigida de manera inseparable.
Lo más importante es que, esa que fue una de las organizaciones internacionales más activas de la causa de los trabajadores, confirma los principios fundamentales del marxismo, según los cuales no existen problemas específicamente femeninos y que la mujer obrera tiene que mantenerse junto a su clase, y no unirse a la mujer burguesa. “Toda relación de la obrera con el feminismo burgués y las alianzas de clase debilitan las fuerzas del proletariado y retardan la revolución social, impidiendo, así, la realización del comunismo y la liberación de la mujer”.
Por último, la Internacional refuerza el principio de que el comunismo solo será alcanzado con la unión de todos los explotados y no con la unión de las fuerzas femeninas de las dos clases opuestas. Y termina llamando a todas las mujeres trabajadoras a tener una participación activa y directa en las acciones de masas, tanto en el marco nacional como a escala internacional.
(Traducción: Laura Sánchez)
* Artículo publicado originalmente en 2007.
- Lenin, Vladimir Ilich. El poder soviético y la situación de la mujer. Moscú: Progreso, 1981.