Nos reunimos con Salma, Hani, Majd, Oussama, Abou Selma, activistas infundidos de valores de anti-autoritarismo y democracia directa. Originarios de Damasco y las zonas adyacentes, principalmente de Duma (ciudad de triste renombre) y del campo de Yarmuk, viven ahora en Toulouse, París y Beirut, donde han llegado para “darse un respiro” y preparar la siguiente ronda de luchas. Para ellos, el resultado del conflicto no será una elección entre “Bashar o la Sharia,” como se oye decir, desde la extrema izquierda a la extrema derecha. La actual rehabilitación del déspota, que lanza a la oposición siria en el mismo saco de los oscurantistas salafistas, es vivida como un puñal en la espalda de estxs activistas. Aplastadxs por ahora, no se rinden. Esto sería una traición a ellxs mismxs. Al publicar sus testimonios, CQFD quiere ayudar a devolver la voz a estxs combatientes invisibles. (GLAMMOUR: Groupe de liaison et d’action Méditerranée Moyen-Orient utopie Rojava)Publicado originalmente en francés en el diario CQFD Mensuel de critique et d’expérimentation sociales 136 (octubre 2015).

“¡Nos robaron la Revolución!” Exclama Majd, quien participó desde el inicio en la Primavera Siria y se encuentra recientemente refugiado en Francia. Desde el levantamiento popular en marzo de 2011, se han formado redes de resistencia de forma continua entre militantes en el exilio y aquellxs que trabajan dentro de las zonas liberadas en Siria. Ignoradas por los medios a favor de los infinitos análisis geopolíticos, estas redes han tenido que soportar una feroz represión y lidiar con la rápida militarización del levantamiento, arrinconadas entre el crecimiento de los movimientos islamistas y yihadistas apoyados por Occidente y los poderes regionales. Finalmente, se sienten traicionadxs por una oposición oficial de personajes eminentes despreocupados y corruptos que no se mueven de su comodidad. A pesar de todo esto, estas redes intentan agarrarse al espíritu revolucionario que tenían al principio. Incluso cuando se ven obligadxs a luchar por la supervivencia en las zonas asediadas, no rendirse es la única esperanza que les queda de ver un día caer la tiranía.

 
Del levantamiento popular a la clandestinidad
 

En el verano de 2012, después de poco más de un año del inicio de la Primavera Siria, el movimiento social que surgió de las primeras manifestaciones semanales, tras el rezo de los viernes, se vio forzado a la clandestinidad debido a la violencia de la represión orquestada por Bashar al Asad. En Damasco y las ciudades colindantes se formaron redes de resistencia civil. Salma, que vivía con su familia en un barrio afín al régimen en el centro de Damasco, recuerda: “El momento crucial llegó en Damasco en julio de 2012, cuando cuatro generales de alto rango fueron asesinados. Se dieron deserciones en masa y el clima giró hacia la insurrección. Entonces el régimen cambió sus tácticas. Las manifestaciones de los viernes se convirtieron en baños de sangre. Yo dejé de ir. Ya no había encuentros populares sino actividades clandestinas para proveer de apoyo logístico y suministros a las zonas liberadas.” Hani, su marido, puntualiza que esta entrada en la clandestinidad ocurrió al mismo tiempo que los barrios organizaban milicias de autodefensa, las que darían lugar al Ejército Sirio Libre: “Ya no podíamos movernos por Damasco. Me arrestaron con una suma de dinero que había sido donada para entregar en la zona libre. Otros activistas, contrabandistas, ayudaban a los soldados a desertar. A menudo el contrabandista respondía a la llamada diciendo, “¿Con o sin tu arma?”. Claro está, la deserción con arma era más conveniente.

Oussama, un ex-funcionario del Ministerio del Exterior que actualmente vive en Beirut, fue testigo de este momento crucial en Duma, una ciudad “liberada” al noreste de la capital, en Ghuta oriental (la zona agraria de las afueras de Damasco): “En 2012, comenzamos a sentir el asedio. Durante este tiempo perdí camaradas cercanos que fueron ejecutados de forma sumaria en los puestos de control. No hubo arresto, ni juicio, nada. Teníamos miedo de movernos. La primera persona a la que perdí fue a mi sobrino. Era universitario, fue arrestado y torturado durante 70 días. Después, perdí a un amigo de la infancia que vivía en la misma zona; lo mató un francotirador. A finales de 2014 había 24 francotiradores en Duma, cubrían todas las calles.” Majd también participó en el levantamiento popular de Duma, como reportero: una persona de una familia analfabeta que nunca había participado en actividades políticas: “Dejaron de existir las discusiones políticas que emergían a raíz de coordinar la revolución; el nivel de violencia redujo las conversaciones a cero. El territorio quedó dividido, marcado por la cartografía de los francotiradores. Desaparecieron todas las manifestaciones; lxs activistas se vieron sumergidos en la emergencia humanitaria impuesta por la represión. El espíritu militante cambió, resultó en la pérdida de la idea inicial de la revolución.

 
La red de Razan Zeitouneh
 

Hani, Salma y Majd son parte de una de las redes más grandes aún activa alrededor de Damasco, una red conectada al comité local de coordinación y organizada alrededor de la personalidad de Razan Zeitouneh. Esta joven abogada de Damasco, junto a su marido Wael Hamada y otros dos colegas (incluyendo la mujer del escritor Yassin al-Haj Saleh) fueron secuestrados. Todo apunta a que fue obra de un señor de la guerra local, que había sido liberado de prisión por las fuerzas del régimen[1]. Rasan Zeitouneh había trabajado en el Centro de Documentación de Violaciones (VDC en sus siglas en inglés), dedicado a documentar los crímenes del régimen y reclamar la liberación de todxs lxs presxs políticxs. En Duma, puso en marcha un centro para la protección de la mujer, donde se distribuían cestas de supervivencia a más de 300 mujeres: para los residentes de Duma, la supervivencia se ha convertido en un modo de resistencia.

Madj relata: “Estoy involucrado en la coordinación de proyectos locales, especialmente en relación a la educación y los hospitales. Con la represión, se terminaron todos los servicios públicos. Participé en la creación de siete centros educativos, que dieron servicio a entre 200 y 250 niñxs. He enseñado a niñxs de todos los orígenes. Poníamos en práctica pedagogías basadas en el juego, muy diferentes de la enseñanza disciplinaria del régimen. La economía local es limitada pero estable en las áreas de Ghuta, en particular en la manufactura de ropa. Aún hay materias primas y maquinaria de producción; fábricas desocupadas, abandonadas por sus dueños, se ponen al servicio de la comunidad de las zonas liberadas. Debido a la ausencia de inversores internacionales o de ONGs como la Cruz Roja, se llevaron a cabo otras conexiones con el exterior y organizamos nuestro propio sistema financiero, con apoyos ocasionales: un sistema que opera entre el flujo de personas que entran con dólares, o sea, nosotros o nuestras redes de apoyo[2], y aquellos que se van, sirios que huyen y cambian su moneda. Es lógica bancaria en tiempos de guerra.” Oussama lo confirma: “Nuestra misión era ayudar a los civiles. Nunca pensamos en ayudar a los combatientes. Ellos tienen su propio apoyo financiero. Trabajamos en diferentes sectores: sanidad, educación, alimentación. No podemos operar de una manera demasiado estructurada o nos arriesgaríamos a ser descubiertos por el régimen. Esto ha sido muy difícil: hemos tenido problemas al transportar dinero o alimentos, porque incluso cuando sólo quieres hablar con alguien en la calle, estás siendo observado y controlado. A menudo he llevado dinero de casa a casa, de una persona a otra; a veces he tenido que dar vueltas con miles de dólares encima; podría haberme costado la vida.”

Hani, antiguo restaurador de casas viejas, un oficio que tuvo que dejar en 2012, relata los primeros pasos del colectivo de ingenieros activistas que ayudó a fundar en Damasco: “En 2013, podías moverte dentro de la zona liberada. Desconectada de los servicios básicos como el agua, la electricidad, el gas, otro mundo tomaba forma. Comenzamos probando modelos de estufas solares, de tanques de biogás, en Damasco, y después los distribuíamos en otros distritos con el propósito de encontrar alternativas a las fuentes de energía controladas por el estado. Un campesino de Duma accedió a poner en práctica nuestras pruebas. Esta red ha estado activa durante dos años. Al principio operaba gracias a las contribuciones, pero en este momento la población local se ha visto empobrecida. Estamos buscando apoyo exterior. Esta es nuestra manera de participar en la revolución. Pero tiene su lado frustrante porque hoy la realidad de la resistencia está en el frente.”

Más o menos al mismo tiempo, al sur de Damasco, en el campamento palestino de Yarmuk, Abou Selma, profesor de árabe en la universidad, estableció allí la primera escuela libre desde que el dictador puso el barrio bajo embargo. Desde entonces, este antiguo militante del Partido Comunista Palestino, se ha distanciando de la escuela por las relaciones de ésta con el régimen. Con los bombardeos aéreos en julio de 2012, Yarmuk entró definitivamente en la revolución. “Desde el primer bombardeo los proyectiles han caído diariamente y las escuelas han estado entre los objetivos. Las escuelas de Yarmuk, que dependían de la UNRWA (la ONU), cerraron. Mi mujer, mi sobrina y yo encontramos una sala para bodas en un sótano llamada “La Sala Dorada de Damasco”. Se convirtió en “La Escuela de Damasco.” Teníamos dos días de escuela y alrededor de 1,200 alumnxs- los números fluctuaban. Como había una enorme huida de personal con experiencia en la enseñanza, sólo quedaron algunas pocas personas con título o especialización: algunas jóvenes con diplomas de bachillerato, al inicio de sus estudios en los mejores casos. Sólo había otros dos hombres. Les preparé a todos y se convirtieron en los mejores profesores de toda Siria.” Continúa: “El Ejército Sirio Libre se instaló cerca del centro de Yarmuk y el régimen bombardeó nuestro edificio siete veces. Ideamos estrategias para que lxs estudiantes no se fueran a casa todos al mismo tiempo. Al final del año, se habían creado otras cinco escuelas más en otras pocas zonas de Yarmuk. Hoy quedan tres. Ningún donante internacional apoyó este proyecto, en cambio, individuos comprometidos se unieron para financiarnos. Nuestra idea era salvar la sociedad civil de Yarmuk por encima de todo, para que la educación y la enseñanza sigan siendo una prioridad atemporal más allá de toda influencia.”

 
Autonomía a pesar de la guerra
 

Estas redes de activistas en Duma, así como en otras zonas de Siria, dependían más o menos de los comités locales, a través de los cuales la resistencia pretendía estructurarse por todo el país. En octubre de 2011, Omar Aziz, militante anarquista que murió en prisión en febrero de 2013, fundó el comité local de Berzeh (municipio al norte de Damasco). Llamó a lxs sirixs a organizarse en formaciones de auto-gobierno, independientes del estado, a través de prácticas horizontales y colaborativas. Hoy, cada provincia tiene un comité a excepción de Damasco, el corazón del sistema de seguridad del estado.

La mayor parte de nuestros contactos entendían la organización a nivel local, incluyendo las misiones puramente humanitarias y de supervivencia, como una forma de resistencia a la política de tierra quemada de Bashar al Asad sobre las zonas asediadas. Al principio era necesario prevenir a toda costa que esta política de Asad arrastrase todo a su paso y, al mismo tiempo, crear una administración de repuesto para cubrir los servicios públicos más importantes (justicia, agua, recogida de basura). Salma clarifica la importancia de estos comités locales: “En algunas ciudades, los comités locales tuvieron éxito al persuadir a los empleados del sector público para que se quedaran en sus puestos, especialmente en escuelas y centrales eléctricas, incluso después de que el régimen cortara los salarios de los empleados públicos de las áreas liberadas para incitarles a abandonar.” Continúa: “Daraya es el proyecto más avanzado desde que comenzó la revolución. Siempre ha sido la ciudad más abierta, con sus primeras iniciativas políticas que comenzaron en 2002-2003, como la librería municipal y la limpieza de calles organizada para compensar la dejadez del estado. Ha asustado de verdad al régimen. La ciudad continuó movilizándose a pesar de los intensos bombardeos llevados a cabo por Maher Al-Asad, el hermano del presidente y comandante de la cuarta división. La vida bajo el bloqueo es difícil: no hay tierra agrícola que ayude a aguantar el asedio. Pero los residentes no se rinden a la presión de Asad, incluso cuando les tienta con un alto el fuego. “Se considera que el comité local de Daraya, situada en la zona montañosa cerca de Damasco, es el más experimentado. Habiéndose convertido uno de los frentes más calientes del conflicto, desde  2012 los grupos armados tienen que someterse a la autoridad del comité local y las operaciones militares tienen que ser discutidas por las autoridades civiles.”

Oussama recuerda los comités locales de Duma: “Esta ciudad ha estado bajo asedio durante al menos dos años, pero continúa buscando alternativas y uniéndose, sin volver a un sistema jerárquico. Los residentes han creado con éxito un sistema civil que, a pesar de vivir bajo condiciones tremendamente difíciles, es sistematizado y organizado. Tenemos un comité local elegido democráticamente que asegura el trabajo municipal. Los grupos militares se quedan fuera de la ciudad: está prohibido entrar a ella con armas.”

 
Una institución desacreditada: la oposición en el exilio
 

“A través de los comités locales y la estructuración de proyectos autónomos también esperábamos construir legitimidad y representatividad—todo ello mientras aguardábamos la hipotética ayuda internacional, compitiendo con los grupos armados capitalizando sus hazañas militares y sus fondos extranjeros.” Pero Abou Selma recuerda los problemas con la ONU: “Comenzamos enviando mensajes a la ONU para anunciar la reapertura de las escuelas, el número de estudiantes, los programas y para pedir a las organizaciones internacionales que se responsabilizaran y nos ayudasen. Nos ignoraron. Más tarde, mandamos listas de registro y resultados a la UNRWA. Finalmente reconocieron nuestras escuelas pero bajo la condición de enseñar el plan de estudios oficial sirio. Al menos, los estudiantes que salieran de nuestras escuelas podrían continuar su educación en cualquier otro sitio. No habría, sin embargo, ningún tipo de ayuda financiera.” Majd también habló de los medios de financiación de los proyectos autónomos, esta vez a través de los comités locales, a los cuales la oposición y los donantes internacionales habían pedido que se ocupasen de la distribución de la ayuda: “Se eligió un nuevo comité para toda Ghuta oriental encargado de la distribución de los fondos. El comité votaba los presupuestos como el programa de seguridad, por ejemplo. Pero poner en uso estos fondos del extranjero era complicado. Además, llegaban por cuatrimestres, no anualmente, lo que dificultaba planificar una visión alternativa a medio plazo.”

Los que representan a la oposición oficial en el exilio raramente tienen en cuenta esta realidad de lxs activistas sobre el terreno. Lxs revolucionarixs sirixs denuncian de manera casi unánime la incompetencia y la falta de credibilidad de estos “opositores de salón”, estos privilegiados que negocian con los grandes poderes. Ellos critican al Consejo Nacional Sirio por su intento de recentralizar los comités locales, por el oportunismo, la corrupción y las divisiones que lo socaban, y por sus intentos de interferir internacionalmente según los cambios de relaciones de poder sobre el terreno. Marwan, un joven sirio exiliado en Paris desde 2011, expresa su desilusión: “los representantes de l Consejo Nacional Sirio ganan varios miles de dólares al mes, lo que sirve de incentivo para que estén cómodos en su inacción. Estos antiguos partidarios de Bashar, parte de la élite, se presentan a sí mismos como la oposición en el exilio. Esta es la razón por la que muchxs sirixs no creen en ellos: aquellxs con posibilidades escapan, lxs pobres se quedan y mueren. En realidad, ésta es una oposición de clase en el exilio.”

 
La militarización frena la resistencia popular

 

Abandonada por sus autoproclamados representantes, indefensa ante los repetidos ataques del régimen de Asad, y desposeída por los intentos de las milicias que surgieron para tomar el poder por las armas, la resistencia civil se debilitó. Al mismo tiempo, las milicias en busca de la hegemonía han podido beneficiarse de la ayuda militar y logística proporcionada por el estados del Golfo[3] y jugar sus propios juegos de influencia sin contar con el movimiento civil. Leila, anarquista y bloguera disidente[4], resume la creciente importancia de los grupos armados en el contexto de la revolución: “los grupos islamistas totalitarios como Daesh ganaron fuerza gracias al caos y comenzaron a dirigirse contra las zonas liberadas, contra lxs activistas y contra el Ejército Libre, cometiendo terribles atrocidades. Y emergieron bandas criminales y traficantes de la guerra. Siria se convirtió en el campo de batalla de las guerras de poder (proxy war), de la rivalidad entre sunitas y chiitas, de las intervenciones extranjeras. Tropas iraníes y milicias chiíes (Hezbolá) ocupan partes del territorio, en apoyo al régimen. Los extremistas wahabíes se unieron a Daesh. Este fue el precio de nuestra búsqueda de libertad”.

En Yarmuk, lxs activistas se vieron directamente afectados por la llegada de Jabhat al-Nusra. Abou Selma relata los dictados impuestos por la milicia islámica: “La primera vez, los hombres de Jabhat al-Nusra vinieron a verme en compañía del emir (en señal de respeto a la institución escolar). En nombre del Islam, pidieron que separase a las chicas de los chicos. Les dije que, por supuesto, yo era musulmán, pero no podía abrir una segunda escuela por falta de fondos. Debido a esta situación excepcional, finalmente aceptaron la coeducación en la escuela. La segunda vez vinieron a solicitar una hora por semana de instrucción religiosa, a lo que me negué. En otra ocasión, tuve problemas porque había organizado una fiesta infantil durante el Eid al-Fitr (el final del Ramadán) con jóvenes voluntarios, niñas y niños. Lxs jóvenes voluntarixs querían continuar la fiesta por su cuenta y se lo permití. Se portaron bien y el ambiente era sano. Pero Jabhat al-Nusra me acusó de convertir la escuela en un lugar de libertinaje y me llamaron bailarín callejero ‘como todos los originarios del valle del Jordan’. Tuvimos un encontronazo agresivo: les dije que no tenían ningún derecho sobre mí y que harían mejor metiéndose con el régimen”. Cada vez más amenazado, Abou Selma eligió finalmente el camino del exilio en Turquía, luego en Francia. “La escuela aun existe”, dice, “pero no es tan libre. Estas milicias quieren imponer un programa islamista. Si eso ocurre, sería mejor cerrar las puertas con llave”.

 
La falta de alternativa a cooperar con las milicias
 

“En Duma, a pesar de haber salafistas entre los padres, la educación autogestionada no estaba sometida a estos conflictos de valores. Evitábamos entrar en controversias religiosas, procurábamos limitarnos a los intereses comunes, como la prioridad de superar el dolor y el sufrimiento de la población. Era un esfuerzo cotidiano, la necesidad de crear una experiencia colectiva. La división social habría sido una victoria para el régimen”. Majd evoca la vida bajo el mando militar del Jaysh el-Islam, uno de los componentes más fuertes de la FIS (Frente Islámico Sirio, alianza de grupos islámicos nacionales) y relata la lógica de la competencia y cooperación que se instalan en la vida cotidiana de Duma.  “En la actualidad, Duma está bajo el mando de Zahran Allouche, que tiene la milicia más poderosa. Todos los jóvenes se unen a Jaysh el-Islam. No es por ideología o porque les guste Allouche, sino porque necesitan luchar y no padecer inertes. Hace dos años, pasamos de un bloqueo parcial a un estado de sitio total. Los bombardeos provienen de las cumbres del valle del Ghuta, y sus misiles condicionan nuestra vida cotidiana. No todos los combatientes son salafistas, o más bien son salafistas por las circunstancias. Si bien es cierto que la religión está muy presente en Siria, y más ahora que la muerte es parte de la vida cotidiana, en realidad, las milicias se vuelven dominantes según la importancia de los medios a su disposición. Arabia Saudita proporcionó el único apoyo militar sobre el terreno. No hubo otras reacciones internacionales. Occidente nos abandonó o se escondió detrás de la intervención oportunista de los países del Golfo. El poder alcanzado por algunas milicias claramente no es el espejo de la realidad social, sino más bien un reflejo de la correlación de fuerzas geopolíticas”.

A pesar de las fuertes reticencias ante los rigurosos decretos que pretenden gobernar la vida social, el comité local y la milicia están obligados a cooperar para resistir a Bashar. En Duma, Jaysh el-Islam puso en marcha una administración de justicia alternativa a la de Asad, que jugaba a generalizar la inseguridad mediante la liberación de presos comunes, la interrupción del pago de salarios a los funcionarios judiciales y el bombardeo de la infraestructura judicial. Majd también relativiza el control total de las milicias: “En Duma hay una fuerte solidaridad entre los civiles y los revolucionarios armados. Muchxs piensan que, dadas las circunstancias, no hay lugar para el conflicto ideológico. De hecho, al inicio de la militarización, el grupo progresista que coordinó la unión de fuerzas revolucionarias en todo el Ghuta oriental optó por incluir a los salafistas y a los Hermanos Musulmanes para discutir sobre las alternativas, en previsión de la caída del régimen. Lxs sirixs son creyentes, en cierto sentido conservadorxs, pero éstxs mismxs creyentes son capaces de movilizarse contra Allouche cuando se vuelve autoritario”. “Habíamos salido a comprar pasteles para el Iftar (la comida nocturna con la que se rompe el ayuno del Ramadán). Un barbudo armado quiso comprobar nuestras identidades. Cuando devolvió mis papeles, me preguntó por qué llevaba a mi mujer sin velo. Le contesté irónicamente que aun estaba buscando el vestido tradicional de Duma. Me dijo que usara cualquier tela. Y le contesté que no estábamos en Arabia Saudita. Me amenazó. Pero la gente en la panadería intervino en tono de disculpa. Más tarde, otras personas vinieron a disculparse por su comportamiento, incluso su sobrino, en nombre de los residentes de Duma”. Hani sigue convencido de que la milicia no puede anular por completo la dinámica social de la ciudad: “Esta clase de episodios no son motivo suficiente para renunciar. Además, las mujeres en la red de Razan no se rinden. Estos tipos son los nuevos déspotas locales. Pero no son las fuerzas asesinas de Bashar”.

Para lxs activistas de la red, la militarización del conflicto y el ascenso de ciertos grupos rebeldes no deben sobre todo ocultar el hecho de que el principal enemigo es Bashar: “Con la necesidad de un frente ‘todo menos Bashar’, no se puede definir para Siria un proyecto político alternativo perfecto. Lo que nos une de momento es ante todo la revolución contra la tiranía”. Esta falta de proyecto político propio, combinado con la delicada cohabitación necesaria con grupos islamistas armados en las zonas liberadas, dificulta enormemente la identificación por parte de la izquierda árabe y occidental de redes como la de Razan como aliadxs a lxs que apoyar. El viejo taparrabos antiimperialista se convierte en el pretexto de esta izquierda para adoptar la peor posición: el apoyo al régimen baazista, al igual que hacen las tendencias políticas más reaccionarias.

 
El argumento sectario, el arma de la contrarrevolución
 

Para Salma, Hani, Majd y Abou Selma, el argumento sobre la islamización de la oposición ha perjudicado al movimiento civil popular que empezó en 2011.  No es tanto una descripción de la realidad del movimiento social sino un discurso deliberado del resto del mundo, que ha servido al régimen, ahora posicionado como protector de las minorías. “No entiendo que acusen a lxs revolucionarxs sirixs de llevar a cabo una guerra sectaria’, protesta Salma. En Zabadani[5], un pueblo sirio cristiano, el clérigo mismo ha estado involucrado en la revolución. El Padre Paolo no se involucró en nombre de su pueblo sino intencionalmente como cristiano. Es importante destacar esto: entendía la importancia de eliminar la imagen de un movimiento manipulado por los islamistas suníes, la cual proyectaba el régimen en el discurso internacional y la prensa occidental.”

Para combatir la idea de una revolución reducida a milicias sectarias, Hani trae a colación la participación de las minorías como los ismaelitas de Salamieh al principio de la revolución: “ellos participaron en las brigadas, en logística. Esto era astuto, porque representaban una minoría por encima de toda sospecha. Fue sorprendente porque siempre habíamos pensado en ellos como una parte del gallinero de Asad. En las manifestaciones, ellos cantaban, ‘no nos arrodillamos ante nadie, ni siquiera ante Dios’, algo que parece impensable decir en Siria, que sigue siendo un país tradicional’”. Salma continúa: “si los líderes drusos hubiesen publicado oficialmente su posición neutral, muchos drusos hubiesen resistido, ya que existe una larga tradición de resistencia desde el mandato francés. Tuvieron lugar varias deserciones militares, especialmente en Sueida (una región drusa al norte de Daraa,  la cuna de la revolución). Por razones estratégicas y como pretexto de alianza de la comunidad, el régimen dejó de permitir matar en las calles, algo que había contrinuido a la participación drusa en la resistencia. De repente, hoy, Bashar deja que Daesh aterrorice a los drusos. Esto me lleva a decir que Daraa es una zona que el régimen podría abandonar en favor de los revolucionarios, porque después de este punto de no retorno, los drusos no volverán hacer juegos de alianzas con el régimen.”

Para Salma, “el argumento sectario es utilizado como una excusa por todas las partes en el conflicto, desde Bashar hasta las fuerzas extranjeras. Es como si hubiese un plan en dos etapas, la primera hacer creer a todo el mundo que los grupos sectarios son irreconciliables, la siguiente, imponer una partición por zonas de influenza como en Liba o Irak”. Marwan insiste en la probabilidad de una intervención devastadora por parte de los poderes regionales, apoyada por sus aliados internacionales: “Siria no está en manos de los sirios. Ni siquiera con instituciones opositoras, no hemos triunfado en la consecución de la democracia. El daño material será reemplazado algún día por Irán o Arabia Saudí. En mi opinión, es ahí cuando se pierde la revolución”. Cuando en septiembre el Ministro francés de Defensa Le Drian anunció la primera intervención militar contra Daesh, cuando los soldados rusos aterrizaron en el norte de Siria y cuando China estacionó un portaviones en el puerto sirio de Tartús, está claro que ningún poder ha aparecido para apoyar al levantamiento civil o quiere realmente la caída del régimen de Asad.

 
El sentimiento de abandono y exilio
 

El espíritu inicial de la revolución representado por una artista, madre de dos hijos, en paradero desconocido tras ser arrestada en 2011. Para aquellos que se enfrentan al sentimiento de abandono y exilio, ¿qué esperanza queda de ver la construcción de la República Siria que piden, una democrática, multi-religiosa, inter-étnica, y secular? Condenando la decepción encontrada por la alianza objetiva entre el régimen y los poderes de terceros países y la culpabilidad del silencio mediático sobre aquellxs que llevaron realmente a cabo la revolución, Abou Selma concluye amargamente: “esta fuerza opositora, ¡deberíamos haber sido nosotrxs! Pero fuimos empujadxs hacia callejones sin salida. La comunidad internacional hizo alardes de apoyar a la resistencia, pero este apoyo nunca llegó. Hoy, el foco mediático está en los actores en conflicto que sólo representan una minoría de la población actualmente involucrada, ¡cuando fueron la mayoría de lxs sirixs quienes se alzaron! Pero esto no tiene valor a ojos de Occidente. Todxs nos hemos convertido en chivatxs o seguidores del Daesh. Si nadie hoy en día sabe lo que realmente pasará en Siria, con o sin Bashar, unida o fragmentada, la memoria de la resistencia debería seguir siendo la base de cualquier reorganización’.

 

 

Publicado por Solidaridad Global con la Revolución Siria on 14 mayo, 2016

Traducción de Elena Cal Atán, Susana Hijazi y Elisa Marvena

[1] Se habla del “negocio con la yihad”, una de las estrategias del régimen, que liberó a presos yihadistas en 2011 con el único propósito de crear una fuerza opositora a la revolución civil.

[2] Más información en http://www.adoptarevolution.org

[3] El poderoso grupo salafista “Jabhat al-Nusra”, afiliado de Al Qaeda, es notoriamente apoyado por los emires saudíes y por Turquía. El grupo ¿”islamista-nacionalista”/”nacionalista-islamista”? Ahrar al-Sham, que controla el noroeste del país, se beneficia del apoyo de Qatar y Turquía y está buscando apoyo de EEUU.

[4] Ver el blog: https://tahriricn.wordpress.com/.

[5] A finales de septiembre 2015, la ciudad firmó un alto el fuego de seis meses con el régimen