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La «nueva normalidad» del sistema capitalista

La “nueva normalidad” es un oxímoron. Si es nueva, no puede ser normal, porque lo normal sólo se convierte en una forma de vida con el tiempo; y si es «nueva», es que no existía, y por lo tanto no ha tenido tiempo de adquirir esa característica. Está claro que con «nueva normalidad» sólo expresan su deseo de “volver a la normalidad”, bajo las nuevas condiciones creadas por la pandemia del COVID 19.

Afirmar que hay que volver a la normalidad significaría, ni más ni menos, retrotraernos a lo que nos trajo aquí. A las privatizaciones que desmantelaron los sistemas sociosanitarios de protección de la salud pública; a las reformas laborales que precarizaron el empleo dejando en manos de los empresarios cualquier decisión, por encima de la salud pública; a los recortes de las libertades en todos los Estados, con las policías/gendarmerías/carabineros convertidos en garantes de esa salud pública.

A la crisis ecológica que supone el calentamiento global y a la enfermiza relación del ser humano con la naturaleza, catalizada por las relaciones sociales de producción capitalistas, basado en el saqueo de las riquezas humanas y naturales.

A la familia patriarcal como núcleo fundamental para mantener la reproducción de la especie y la fuerza de trabajo, basada en la relación jerárquica dominada por el hombre. Una relación tocada en sus bases por el mismo capitalismo, que necesita mano de obra barata.

Esto es lo que significaría “volver a la normalidad”, porque esa era la normalidad. Como eso no es posible, puesto que la pandemia ha venido para quedarse; hasta que no haya vacuna las medidas de excepción van a ser inevitables, y nadie, ni los capitalistas ni sus opuestos sociales, la clase obrera, pueden vivir sine die sin que la producción y distribución de mercancías esté activa.

Como vivimos, nos guste o no, en el sistema capitalista, y la pandemia ha puesto de manifiesto la más absoluta inutilidad del capitalismo y sus Estados para garantizar la salud pública, tienen que inventar ese oxímoron de la “nueva normalidad”.

Visto lo que significa la “normalidad” de la explotación capitalista, “¿qué hay de nuevo, viejo?” se preguntaría un viejo dibujo animado. Porque no es cierto que vayan a nacionalizar todos los servicios públicos y la industria esencial, como la farmacéutica, las eléctricas, el textil, las empresas de servicios sanitarios, etc…

Como tampoco es cierto que vayan a derogar toda la legislación represiva que han sacado a relucir durante las cuarentenas. No serían gobiernos burgueses si renunciaran a la esencia del estado capitalista, la “máquina burocrático-militar”; serían otra cosa.

Como tampoco van a destruir la familia patriarcal, tomando medidas de socialización del trabajo doméstico como guarderías, comedores públicos, lavanderías públicas que liberen a la mujer del lugar físico en el que se manifiesta su opresión, el hogar. Cuidado, las lavanderías/negocio abiertas al público que hoy existen en todos los barrios nunca cerraron sus puertas, fueron consideradas esenciales.

La “nueva normalidad” esconde un eufemismo de la “vieja normalidad” capitalista bajo nuevas condiciones mientras no haya una vacuna, la pandemia va a seguir, como el SIDA sigue siendo una pandemia. La burguesía y sus gobiernos han apostado porque la pandemia va a ser “estacional”; es decir, recurrentemente habrá que lidiar con ella, como lo demuestra la afirmación del gobierno de Merkel, cuando para suavizar la cuarentena dice que “ya hay camas libres” en los hospitales.

De la misma manera que con el SIDA, pandemia que no han cerrado porque sigue habiendo millones de muertos todos los años al no haber vacuna (sólo tratamientos), ellos asumen que la “nueva normalidad” va a ser convivir con el COVID 19. El SIDA lo han controlado en los estados imperialistas, mientras que en África está desbocado; pero bueno, “sólo” son africanos, carne de patera.

El COVID 19, a diferencia del SIDA, que tiene una transmisión más localizada por grupos sociales, es más “democrático”, puede afectar a todo el mundo, por lo que su control social y delimitación geográfica va a ser mucho más difícil. Pero para eso está la industria farmacéutica que tendrá en los tratamientos de retrovirales, mientras nadie patente una vacuna, una fuente de negocio espectacular, como la Bayer, fabricante de test para el COVID, que ha aumentado sus beneficios el primer trimestre un 20%.

La “nueva normalidad” que nos prometen es la “vieja normalidad” capitalista, pasada por el tamiz de la crisis económica, que la ha agudizado hasta extremos de depresión, y se va a manifestar en una deuda pública y privada escandalosa – los 100.000 millones de “ayudas” a las empresas son préstamos de los bancos avalados por el Estado-, en la pérdida de derechos de los trabajadores y trabajadoras acuciadas por un paro galopante, en la privatización de los servicios públicos, etc…

Para evitar que esta “vieja normalidad” adornada de “nueva normalidad” desemboque en revueltas sociales de gran calado, alimentadas por la evidencia de la inutilidad del capitalismo para garantizar la salud pública, las medidas represivas que han tomado para garantizar el Estados de Alarma, legitimadas ante la población como “lucha contra la pandemia», se van a convertir en el eje para garantizar el orden en esa “nueva normalidad”; como ya sucediera con las “actas patrióticas” y la medidas “antiterroristas” adoptadas tras los atentados del 11 S.

La clase obrera y sus organizaciones precisan estudiar a fondo cuál va a ser esa “nueva normalidad” capitalista, puesto que la lucha, a partir de ahora, se va a dar bajo esos nuevos parámetros; definidos por la constatación pública de la inutilidad absoluta del capitalismo para defender la salud pública ante pandemias de este estilo y demostrado que hoy solo pueden construirse organizaciones que lo enfrenten desde la perspectiva de la transformación socialista de la sociedad.

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