En varios países imperialistas, sobre la base de un porcentaje alto de población vacunada, autoridades nacionales o regionales y los medios de prensa anuncian «el fin de la pandemia». En países con un ritmo más lento de vacunación, los gobiernos transmiten la idea de que «se ve la luz al final del túnel». ¿Son ciertas estas afirmaciones?
Por ejemplo, en EEUU, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo anunció la suspensión de las últimas restricciones vigentes (como el uso obligatorio de las mascarillas) y declaró: “Ya podemos volver a la vida que conocemos». Un diario del Estado español titula: «Hoy es un día con buenas noticias. A partir de mañana empezaremos a prescindir de la mascarilla»[2].
El torneo de fútbol Euro 2020 se está jugando en diversos estadios, en varios países, con asistencia de público. Desde Israel, se hizo viral un video que muestra el festejo de l@s alumn@s de una escuela secundaria al ser autorizad@s a quitarse los barbijos (las mascarillas) en el aula, luego de realizar una cuenta regresiva.
Entonces, nuevamente preguntamos si es cierto que, al menos en estos países, se está produciendo el fin de la pandemia de la Covid-19. Afirmamos que esto es una gran falsificación: este flagelo y sus secuelas están lejos de terminar. Para entender esta afirmación es necesario partir del propio concepto de pandemia dado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) como «una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países y varios continentes».
Esto significa que aunque en los países imperialistas, gracias a la vacunación masiva que se garantizó a expensas de los países pobres y dependientes, las curvas de contagios y muertes están bajando; por el contrario, en el conjunto del mundo crecen. Veamos algunos datos.
La India
Uno de los casos es el de la India, el segundo país más poblado del mundo, con casi 1.400 millones de habitantes. Allí se produce una «segunda oleada» muy fuerte con un salto de 9.000 a 40.000 contagios diarios y una multiplicación por cuatro del número de fallecimientos. Los números oficiales hablan de un acumulado de 380.000 víctimas fatales, de las cuales más de la mitad murieron en los últimos meses. Sin embargo, el New York Times, en su edición del 25 de mayo de 2021, considera que el número real de muertos en el país como resultado de la Covid-19 superaría los 4.000.000.
Tal como se analiza en la declaración de la LIT-ci recientemente publicada en su web, en la India se concentran de modo agudísimo las contradicciones actuales del capitalismo imperialista en un país colonizado. El país es la «farmacia del mundo», el mayor productor de vacunas del planeta. Esto significa que, por un lado, puede disponer libremente de aquellas vacunas cuyo período de derecho de patente ya ha vencido; pero, por el otro, para usar aquellas donde ese derecho está vigente el país debe pagar altísimos royalties, a pesar de producirlas masivamente. Es el caso de la vacuna contra la Covid-19 de AstraZeneca cuya principal planta mundial está en la India.
El gobierno indio ha pedido en diversos organismos internacionales la ruptura transitoria de ese derecho de patente para poder utilizarlas con su población sin pagarla a «precio de oro». Sus pedidos, hasta ahora, han sido infructuosos y el gobierno del primer ministro Narendra Modi, con la clásica cobardía y servilismo de las burguesías de los países colonizados, no se animó a avanzar en romperlo por su cuenta.
El resultado fue un ritmo muy lento de vacunación y el estallido de esa segunda oleada. Lo que, en el marco del débil sistema de salud pública del país y la carencia de servicios sanitarios básicos para grandes sectores de la población, dio origen a cuadros terribles: crematorios improvisados en playas de estacionamiento y cadáveres flotando en el río Ganges.
El resto del mundo
Si observamos otras regiones del mundo, hace ya dos meses que los medios informan que en América Latina se está produciendo un «tercera ola». Uno de los epicentros es Brasil, el país más poblado de la región, con un piso de 70.000 contagios y 2.000 muertes por día. Con esos datos, el epidemiólogo Pedro Hallal define una situación de «desborde» que se extiende más allá de las fronteras del país, y concluye que «Brasil se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública global».
Mientras tanto, la OMS advirtió recientemente que «la tercera ola de la pandemia se extiende y se acelera en África, con curvas de ascenso en todo el continente y con niveles sin precedentes» en países como la República Democrática del Congo, Namibia y Uganda.
En resumen, la pandemia de la Covid-19, considerada en el conjunto del mundo, lejos de haber terminado o de acercarse a su final, continúa con nuevas oleadas muy potentes en aquellos países que tienen un ritmo muy lento de vacunación o ésta es prácticamente inexistente.
En ese contexto, en varios de esos países, como resultado de las mutaciones genéticas, surgen nuevas cepas del virus. Algunas de ellas son de contagio más rápido y de peligrosidad aún mayor que el coronavirus de 2020 porque provocan más daños pulmonares y se muestran muy resistentes a los tratamientos que han sido experimentados: por ello, su índice de mortalidad es más alto. Es el caso de la variante denominada Delta plus, surgida (o por lo menos identificada) en la India y que ya comienza a detectarse en otros países. Incluso, no se sabe con certeza si las vacunas desarrolladas hasta ahora resultarán efectivas contra estas nuevas variantes.
Con esta realidad de fondo, hablar del «fin de la pandemia» o de la proximidad de su fin es una falsificación del capitalismo imperialista para expandir y consolidar la «nueva normalidad» que recupere plenamente su funcionamiento económico, la explotación de l@s trabajador@s y la obtención de ganancias. Expresa también el desprecio de las burguesías imperialistas por la vida de los pueblos del resto del mundo.
Pero, además, también es una política negacionista y suicida ya que, en la actual dinámica de transporte de mercancías y de viajes de personas por el mundo, es inevitable que estas nuevas cepas vuelvan como un boomerang e ingresen en los propios países imperialistas. Baste considerar, por ejemplo, que en EEUU viven 10 millones de inmigrantes de la India y en Gran Bretaña 1,5 millones, una parte de los cuales viaja a su país de origen para ver a sus familias o son visitados por ellas, a pesar de las restricciones vigentes.
Las secuelas de la Covid-19
Incluso si fuese verdad que, más rápida o más lentamente, el mundo se encamina al fin de la pandemia, quedaría como saldo un gran problema para la ciencia médica: las secuelas que deja la enfermedad una vez que ha sido superado el período de reproducción del virus en el cuerpo humano.
Es un campo que la medicina recién comienza a descubrir y que ahora, sobre la base de millones de contagiad@s y «curad@s», empieza a manifestarse. Una página médica se refiere a “manifestaciones o secuelas persistentes una vez pasada la infección, con síntomas graves, o de forma asintomática. Es lo que se conoce como covid persistente, una realidad cada vez más presente a medida que la pandemia avanza”.
Esta misma página describe no menos de 50 de esas secuelas que afectan, entre otros, el sistema respiratorio, el cardiovascular y el digestivo, así como secuelas neurológicas y hematológicas (trombosis). Todo ello, sin considerar las secuelas psicológicas en los pacientes que padecieron la enfermedad e, incluso, en el conjunto de la sociedad.
Una de las manifestaciones posteriores es la aparición de casos de mucormicosis (u “hongo negro”), una enfermedad bastante rara pero con un índice de mortalidad de 50%. En la India se han reportado 12.000 casos, pero ya se han identificado otros en, por lo menos, 38 países, entre ellos Brasil y Uruguay. Los médicos sospechan que este crecimiento de infecciones por hongo negro está relacionado con secuelas de la Covid-19 asociadas a un cuadro previo de diabetes.
Tal como hemos dicho, las secuelas de la Covid-19 es un campo que la medicina recién comienza a estudiar. Es un problema que, para enfrentarlo, requeriría no sólo un seguimiento de atención por todo un período de quienes padecieron la enfermedad sino también el desarrollo de investigaciones en terapias médicas y farmacológicas, es decir, de inversiones para ambos casos.
Pero tal como está demostrando la propia pandemia, el capitalismo imperialista solo está dispuesto a realizarlas si pueden transformarse en negocios para las empresas privadas porque no le interesa la salud pública de l@s trabajador@s y las masas como tal. Si no se lucha por ello, la mayoría de la población mundial quedará nuevamente librada a su suerte.
Por eso, es necesario seguir por la ruptura del derecho de patente de las vacunas, la exigencia de una rápida vacunación masiva, la planificación de las nuevas dosis de refuerzo que sean necesaria, incluyendo la investigación de vacunas que sean eficientes contra las nuevas variantes que están apareciendo, la atención permanente y gratuita de todas las secuelas de la Covid-19, etc.
Todo ello, exige la defensa y el fortalecimiento de los sistemas de salud pública, con el financiamiento necesario, y la centralización en manos del Estado de todos los recursos médicos y farmacológicos. La masiva Huelga General del año pasado en la India, la reciente rebelión del pueblo paraguayo y la lucha actual en Colombia, entre otros procesos, muestran que l@s trabajador@s y las masas están dispuestos a pelear.
Un salida de fondo para una época de guerras, revoluciones… y pandemias
Incluso si dejamos de lado la persistencia de la pandemia de la Covid-19 y de sus secuelas directas e indirectas, el problema para la Humanidad no termina allí. El capitalismo imperialista ha creado las condiciones para que hayamos entrado en lo que podemos denominar una «época de pandemias», tal como se expresa en la declaración de la LIT-ci ya citada.
Es lo que viene denunciando desde hace años el epidemiólogo Rob Wallace[12]. De modo oficial, ya en 2004 la OMS advertía el creciente peligro de enfermedades animales que pueden infectar a seres humanos: «Una de las conclusiones es que las enfermedades animales que se pueden transmitir a personas están surgiendo como una grave amenaza regional y mundial, cuya magnitud es muy probable que aumente». Más recientemente, la OMS expresó que «este peligro seguirá aumentando inexorablemente» y estimó que «cada año se producen alrededor de mil millones de casos de enfermedades y millones de muertes por zoonosis».
Sabemos que estamos presentando un panorama desolador y deprimente sobre el presente y el futuro del mundo. No es nuestra culpa; nos limitamos a mostrar la realidad del capitalismo imperialista que no solo condena a la mayoría de la Humanidad a un descenso constante de su nivel de vida, al crecimiento cada vez mayor de la pobreza y la miseria, sino que en su voracidad de ganancias, también destruye la naturaleza y con ella la salud de l@s trabajador@s y las masas. Bajo el capitalismo, la más escéptica de las literaturas distópicas parece hacerse realidad.
Pero no nos quedamos como meros observadores pasivos de este presente o como meros pronosticadores de un futuro desolador. Presentamos además propuestas de fondo para luchar por las necesidades mucho más profundas de la Humanidad, como las que presentamos en la reciente declaración de la LIT-ci. Ninguna de ellas será posible en tanto subsista el capitalismo imperialista que, como resulta absolutamente claro, no puede ser reformado o «mejorado».
Es necesario un cambio radical de sociedad y de los criterios de producción y funcionamiento que hoy tiene el capitalismo imperialista. Por eso, las luchas presentes y futuras de l@s trabajador@s y las masas deben ser un paso en el camino de la lucha por el poder y por una revolución obrera y socialista que cambie de raíz este presente desolador.
Lo que está en juego ya no es solo tal o cual conquista sino la propia supervivencia de la Humanidad.
Notas:
[2] Edición digital de La Vanguardia, 25/6/2021.
[12] Wallace, Rob. Dead epidemologists, on the origines of Covid-19, MONTHLY REVIEW PRESS, NEW YORK, 2020.
[13] https://www.bbc.com/mundo/noticias-51962135
[14] Ídem.