A finales de mayo de este año, el Comité Ejecutivo Internacional de la LIT se reunió y abordó, entre otros temas, la discusión de un documento político. La discusión se centró en la lucha de clases en Sudamérica y la coyuntura mundial, marcada por la acción genocida de los gobiernos y la respuesta del proletariado y las masas. El artículo que presentamos a continuación resume las principales conclusiones del documento aprobado en dicha reunión:
La respuesta por parte de las masas, con destacada participación de la juventud, a la pandemia y la política genocida de los gobiernos imperialistas y sus lacayos, sigue marcando la situación en los distintos países. La desigualdad de la crisis económica y de las respuestas de las masas a los ataques de los gobiernos genocidas cruzan la situación de la lucha de clases.
Hay un cambio brusco en las condiciones de vida del proletariado mundial que, según el Banco Mundial, refleja una situación “verdaderamente inédita”. La institución del imperialismo informa que en 2021 habrá un aumento estimado de personas que caerían en la pobreza entre 143 y 163 millones. Estos cambios bruscos en las condiciones de vida del proletariado y de las masas en el mundo, generalmente también conllevan cambios súbitos en la lucha de clases.
Es así como se multiplican los conflictos por doquier. La ofensiva militar de Israel sobre los barrios árabes de Jerusalén enfrenta una resistencia unificada en los territorios ocupados. En los países árabes, comienzan procesos de movilizaciones de masas que llegan a desestabilizar regímenes, como en Jordania. Una situación similar se presenta en varios países del África negra.
En el sur de Asía, en la India (antes del actual recrudecimiento de la pandemia) se produjo la movilización de masas más grande desde la independencia. En Asia oriental, en Myanmar (ex Birmania) se ha iniciado una lucha armada contra la dictadura militar.
En Europa del este, sigue el proceso de Bielorrusia, más allá de la coyuntura de retroceso, mientras en Rusia decenas de miles de personas salen a las calles en Moscú y muchas ciudades del país contra Putin, desafiando la dura represión, El punto más alto se ha dado en Polonia: cientos de miles de personas (especialmente mujeres) en defensa del derecho al aborto y contra el reaccionario régimen de Kaczynski. Fueron las mayores movilizaciones en el país desde las protagonizadas por el sindicato Solidarnosc (Solidaridad) en la década de 1980.
La repuesta contrarrevolucionaria y reaccionaria de los gobiernos tensa la lucha entre las clases. Hay una desigualdad de respuesta de las masas frente a la aceleración de los ataques al empleo, al salario y a las medidas reaccionarias. En Europa occidental, entre los subsidios, los planes más avanzados de vacunación y la acción de las direcciones burocráticas, logran mantener un equilibrio en la relación entre las clases. En EE. UU., el gobierno demócrata de Joe Biden intenta reequilibrar esa relación que fue quebrada durante el gobierno Trump por las rebeliones antirracistas en repuesta al asesinato de George Floyd.
Por su parte, es en Sudamérica donde se producen las acciones de masas más extendidas y se reanuda lo que sucedía en 2019: a la continuidad del proceso revolucionario chileno, a los estallidos de Perú y Paraguay, se suma ahora Colombia, con la juventud como vanguardia enfrentando la brutal represión del régimen. En Brasil, con un nivel similar de ataques burgueses que los otros países latinoamericanos, la respuesta del proletariado es inferior y esto actúa como un lastre en la relación de fuerzas en la región.
Frente a la acción revolucionaria del movimiento de masas, la burguesía trata de detenerla, a través de diferentes respuestas (sean reaccionarias o contrarrevolucionarias) y con la ayuda de las diferentes variantes reformistas.
Al inicio de la pandemia, alertábamos que, si las mutaciones del virus evolucionasen hacia cepas más letales, significaría un genocidio, es lo que sucede hoy. El capitalismo imperialista y su destructiva relación con la naturaleza es incapaz de vacunar a la mayoría de la población mundial. Y la crisis por la relentización de la economía mundial la combina con los otros ataques que descargan sobre el proletariado. La relación entre lucha de clases y pandemia se profundiza.
El estado actual de la pandemia
Los actuales análisis de los periódicos burgueses sobre la pandemia son menos confiables que las previsiones climáticas. No se trata, sin embargo, de que el desarrollo actual de la ciencia no tuviese la capacidad de enfrentar esta pandemia, sino que de que esa ciencia ha sido secuestrada por el capitalismo imperialista.
Incluso, los científicos más serios alertaban de ese riesgo y de una posible catástrofe apuntando numerosas señales de posibles zoonosis. Entro otras, de modo reciente, la fiebre porcina africana que había aniquilado la mitad de los cerdos de China.
Lo que hemos llamado “globalización imperialista” es la combinación de la apertura generalizada de los mercados de mercaderías y capitales y la expansión capitalista en Asia. Este proceso no solo ha creado una nueva división mundial del trabajo, sino que fuerza más allá de sus límites la explotación de los recursos naturales del planeta.
La “emergencia climática” y la pandemia son dos manifestaciones de la relación destructiva del capital sobre la naturaleza. Una de las cuestiones clave del futuro del capitalismo es en qué medida logrará invertir y aumentar el uso de energías renovables sobre las energías de origen fósil (que aún conforman el 80% de la matriz energética mundial), en un marco de aumento constante del uso energía y de destrucción de la naturaleza.
La respuesta del capitalismo a estos procesos es convertirlos en negocios. Porque incluso las medidas menores e insuficientes del Acuerdo de París sobre la emisión de carbono presuponen gigantescas inversiones. Por eso, en la coyuntura, el Plan Biden toma como argumento la emergencia climática, pero para intentar impulsar un nuevo ciclo inversor en su país.
Mientras tanto, se produce la venganza de la naturaleza. Marx ya había señalado en El Capital la tendencia de la subordinación de la agricultura a la industria: la productividad de la primera aumenta por una escala creciente de insumos que le provee la segunda. Este proceso, en los países industrializados, lleva a una tendencia de desaparición de las diferencias entre ciudad y campo.
Este proceso de aumento de la productividad agrícola a partir de la industrialización del campo hace que EE. UU., con solo 3% de su fuerza de trabajo en la agricultura, sea el más grande productor y exportador de granos y carnes del mundo, mientras China, con 30%, es un importador neto.[1] Al mismo tiempo. Se produce otra tendencia igualmente importante: la unificación de la pauta de consumo entre el campo y la ciudad. En EE. UU. y en Europa occidental, el consumo de productos industrializados por parte de la población rural es muy similar al de la población urbana.
Estas dos tendencias se concentraron en los países imperialistas, mientras en la mayoría de las semicolonias y colonias, el subdesarrollo del campo es funcional y condición sine qua non para lo que ocurre en los países imperialistas. Es un desarrollo desigual del capitalismo a escala mundial, subrayado por Lenin. Pero que no anuló las consecuencias señaladas por Marx y Engels sobre la explotación capitalista en el campo. Igual que la industria moderna, la tendencia al desarrollo de las fuerzas productivas en el campo se traduce en su opuesto[2]: la liberación de brutales fuerzas destructivas.
La dominación imperialista lleva al extremo la industrialización de la agricultura; producción intensiva de ganado y aves de corral; tala de bosques y selvas; minería intensiva; producción de energía fósil; pesca industrial, etc. En los países imperialistas, la completa subordinación de las actividades del sector primario a la industria, tardó siglos; hoy la dominación del planeta por los monopolios imperialistas combina y arrastra países en distintos estadios del desarrollo capitalista, industrializando las actividades primarias a una velocidad vertiginosa:
- El 40% de la superficie libre de hielo de la Tierra está dedicada a la producción agropecuaria y conforma el más grande bioma terrestre (se incorporarán muchos millones de hectáreas más hasta 2050).
- Las tierras de pastoreo y las de cultivos ocupan 24.9% y 12.2% respectivamente del área global de la Tierra.
- Las aves de corral y el ganado representan 72% de la biomasa animal global y superan ampliamente la de la vida salvaje. En su mayoría están altamente concentrados.
- 64% de los pollos y otras aves de corral, y los ganados vacuno, ovino, caprino y porcino están concentrados en el 2% de la superficie de tierra del planeta.[3]
La agricultura intensiva en grandes propiedades; el confinamiento de aves y ganado en corrales superpoblados y la minería a cielo abierto se combinan con formas tradicionales en muchos países que se están incorporando a la producción para el mercado mundial. Esta mezcla de actividades en los márgenes de las grandes florestas sometidas a tala es un hervidero de agentes patógenos. Todo eso, se relaciona directamente con el mundo urbano, como hace años ha denunciado el epidemiólogo evolucionista Rob Wallace.[4]
Él explica que los grandes monopolios interfieren directamente en la selección natural.[5] Por eso, el actual Covid-19 tiene el mismo curso que “las gripes aviar y porcina altamente patógenas y adaptadas de pronto al ser humano. Suelen surgir primero como infecciones recientemente identificables en instalaciones de producción intensiva localizadas cerca de las principales ciudades, tanto en los países plenamente industrializados como en aquellos que se encuentran en medio de transiciones económicas hacia regímenes más industrializados. De las treinta y nueve mutaciones documentadas de baja a alta patogenicidad de la gripe aviar a partir de 1959, Madhur Dhingra y otros identificaron que todas menos dos ocurrieron en instalaciones comerciales, con decenas o cientos de miles de aves.”[6]
Basado en años de trabajo sobre el terreno, el autor vaticina que “el SARS-CoV-2, el coronavirus que ha barrido el mundo constituye solo una de toda una serie de nuevas cepas patógenas que han aparecido o reaparecido súbitamente como amenazas para los seres humanos en este siglo. Esos brotes — gripe aviar y porcina, Ébola Makona, fiebre Q, Zika, entre muchos otros… Pueden vincularse remota o directamente casi todos ellos a los cambios en la producción o el uso de la tierra relacionados con la agricultura intensiva, y también, cuando ha sido el caso, a otros modos de producción implicados, entre ellos la tala y la minería”.[7] Es necesario sacar una conclusión: no estamos ante la primera pandemia ni tampoco será la última provocada por la fase imperialista del capitalismo.
La simbiosis entre capital y virus
En El Capital, Marx planteó que la sociedad burguesa moderna, con sus relaciones de producción, propiedad y cambio procedía como un brujo que no controla los poderes de sus hechizos. La pandemia, entonces, es uno de ellos.
Fue engendrada por el capitalismo imperialista que esquilma la naturaleza y la única forma que tienen las relaciones humanas mediadas por el capital, para enfrentarla es convertir esta acción en otro negocio aún más lucrativo, como expresó el primer ministro británico Boris Jonhson.[8] El combate a la pandemia en épocas de caída de la tasa de ganancia es el gran negocio del inicio del siglo XXI. Pero el virus no entiende de negocios y no puede ser disciplinado a la medida del capital.
Tras el anuncio Biden, hecho entre “bombos y platillos”, que los EE. UU. estarían dispuestos a discutir la liberación de las patentes de los inmunizantes, el representante de Washington en la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC), realizada entre el 8 y 9 de junio, parece no haber tomado nota de lo anunciado por Biden, puesto que la Casa Blanca NO apoyó siquiera la suspensión temporal de las patentes de vacunas y medicamentos para combatir el Covid-19.
Ahora, para ocultar su verdadero rostro, los genocidas se esfuerzan para aparecer como “filántropos”: anuncian en la cumbre del G7 la promesa de donar 870 millones de dosis de vacunas “para los más necesitados” … hasta el 2022. Por si fuera poco, vale recordar que habían anunciado mil millones, pero la declaración mostró que maquillaron los números contando dosis y dinero comprometido mucho antes de esa cita.[9]
Las ganancias de las farmacéuticas es lo que dicta el ritmo de la vacunación mundial. Es decir, las mismas relaciones sociales que han producido la pandemia la retroalimentan. Las vacunas, que sin dudas son una conquista espectacular de la ciencia, no logran detener la propagación del Covid-19 pues el capital es un obstáculo a la vacunación en masa de la población mundial. Mientras tanto, sin el ritmo de vacunación necesario, no se logra impedir la aparición de nuevas cepas[10] que, por ahora, son cada vez más letales y con más velocidad de propagación[11].
La India posiblemente sea el país que más concentra todas las contradicciones de la incapacidad del sistema capitalista/imperialista para detener la propagación de la enfermedad. Es un gran exportador de vacunas porque concentra la producción de aquellas que las farmacéuticas imperialistas no tiene interés en producir pues las patentes ya caducaron.
En las vacunas más recientes realiza producción tercerizada mientras los países los países imperialistas se concentran en investigación y desarrollo. Por eso, para vacunar a su población en la actual pandemia (en el marco de una explosión de contagios y muertes) debe pagar royalties a los conglomerados farmacéuticos imperialista. ¡Mientras su población fallece en las calles por la pandemia y por el hambre, debe cumplir los contratos de suministrar vacunas a los países imperialistas, que acapararon hasta diez inyecciones por habitante y concentran 85% de las dosis aplicadas!
Esta incapacidad de detener y controlar la actual pandemia plantea el debate sobre las nuevas pandemias futuras. En una crítica a ciertas declaraciones, Rob Wallace sintetiza así el problema:
“Empresas como Animal Agriculture Alliance y Breakthrough Institute han dicho que la bioseguridad, la tecnología y las economías de escala, cuanto más grandes, mejor, son la única forma de protegernos de otra pandemia. No importa que la producción agroindustrial y el acaparamiento de tierras realizado en su nombre hayan sido documentados como responsables de la aparición de varios patógenos en las últimas dos décadas”.
Para mitigar la emisión de carbono es necesaria una gigantesca inversión en las en energías renovables[12]. En el caso de los patógenos, es necesario revertir la tendencia a invertir en las “fábricas agrícolas” de producción de carnes y la agricultura intensiva, en definitiva, retroceder de la estructura productiva actual.
Hasta dónde llega la evidencia científica, la telaraña que conecta las fábricas de carnes con la vida silvestre y la tala de florestas con el mercado global ha sido la responsable por las epidemias de SARS en China, MERS en Medio Oriente, zika en el Brasil, H5Nx en Europa, gripe porcina en China y H1N1 en América do Norte. Hasta donde fue posible controlar, las infecciones han sido regionales, centradas en algunas regiones del planeta.[13]
Los monopolios responsables por la devastación ambiental hicieron una “alianza” con el virus. En su horizonte, para contrarrestar las consecuencias de sus acciones ambientales, la única política es que se genere otro negocio igualmente lucrativo: las vacunas. Un negocio en el que su producción y vacunación no es compatible con la velocidad de propagación del virus.
Pero cualquiera sea el curso de la situación hay un problema de fondo que no cambia: la incapacidad del capitalismo imperialista para garantizar una vacunación a escala mundial. La criminal campaña de todos los gobiernos que disemina la idea de que la pandemia está bajo control es completamente falsa, incluso en los países que han alcanzado un alto grado de vacunación de su población.
Una época de guerras, revoluciones… y pandemias
De lo dicho hasta aquí, surge la necesidad de actualizar nuestro programa para intervenir en la crisis actual. Para ello, es necesario que el movimiento obrero se tome es sus manos el tema ambiental, el cual debe figurar en nuestro programa y propuestas políticas inmediatas.
En cada uno de los países donde intervenimos, hace falta actualizar el Programa de Emergencia que presentamos al inicio de la pandemia, llevando en cuenta la evolución de la situación. Lo cual debe expresarse en las consignas concretas para cada país, que tomen en cuenta la relación entre pandemia y estallidos de la lucha de clases en distintos países y su ubicación en el orden imperialista de naciones.
No podemos saber cuánto tiempo durará la pandemia, pero su relación con la lucha de clases se hace más profunda. Por eso, los programas y las respuestas políticas nacionales deben basarse, en este momento, en el impacto de la pandemia, sus consecuencias sociales y las medidas de frente a ellas.
Una profunda contradicción para las masas
A inicios de abril pasado, la revista The Economist publicó un artículo sobre la pandemia en la India. A sus lectores, que son accionistas de empresas en la India, mismo compartiendo las reaccionarias ideologías del gobierno Modi, les fue más cauta ante los pronósticos:
“Afortunadamente para India y sus vecinos, la tasa de mortalidad por Covid-19 parece relativamente baja, incluso teniendo en cuenta una subnotificación significativa. Probablemente esto se deba en parte a que la población de Asia meridional es relativamente joven y, por lo tanto, menos susceptible a la enfermedad. La dieta, el clima y la exposición previa a patógenos también pueden influir. Pero también hay un desfase natural de varias semanas entre las infecciones y las muertes, por lo que es probable que las muertes aumenten sustancialmente en todo el subcontinente a finales de este mes. La segunda ola de la pandemia en el sur de Asia empeorará antes de mejorar.”
En cuanto escribíamos este material, según los informes directos que recibimos desde el país, hay, como mínimo, 25.000 muertes diarias. Ningún científico serio podría atribuir que la baja mortalidad de la “primera ola” ha sido por la “dieta”, por el “clima” o por las “ventajas” de la pobreza y “la exposición previa a patógenos” como factores contra restantes. Es una campaña asquerosa de la burguesía.
En una nota publicada en este sitio, el autor, además de describir la aterradora situación del proletariado, sintetiza los dilemas ante los que nos hallamos[14]:
“[…] Había un aire de triunfalismo, como si el virus hubiese desaparecido. Las personas volvieron a su rutina, muchos dejaron de usar máscaras o tomar precauciones, el gobierno también comenzó a concentrarse más en las elecciones que en la pandemia. Durante los meses de descenso de la primera ola fuimos testigos de algunas de las mayores movilizaciones de masa vistas en el país desde la independencia. Una huelga general en noviembre de 2020, protestando contra la reforma laboral, seguida por movilizaciones de protesta de campesinos contra las leyes agrícolas.”
Es como si una espada estuviera apoyada en la cabeza del proletariado. Al moverse, penetrará rápidamente en su cráneo, si se queda inmóvil, lo hará igualmente por su propio peso. Modi igual a todos los gobiernos subordinados a los dictados del imperialismo aprovechó la pandemia para echar un paquete durísimo en contra el proletariado y los campesinos, y tuvo como respuesta una de “las mayores movilizaciones de masa vistas en el país desde la independencia”.
No se pude afirmar que esta movilización sea la responsable por la “segunda ola” de la pandemia. El relajamiento de las medidas, la apertura de los festivales religiosos y los comicios en Bihar[15], forman una totalidad. Sin embargo, solamente las manifestaciones de la huelga general y la marcha campesina fueron reprimidas en nombre de “aislamiento social”. Pese los objetivos del reaccionario gobierno Modi, tampoco podemos negar que ha sido un elemento que se sumó.
Así también, la legítima rebelión de las masas colombianas intentará ser utilizada, seguramente, en su contra por Duque y sus canallas. El dilema del proletariado está sintetizado en una pancarta de un activista colombiano: “¡Duque es peor que el virus!”. Las pocas e insuficientes medidas de aislamiento de los gobiernos en los países dominados han significado más hambre, miseria y desempleo. Los muertos en las calles de la India son tan solo el ejemplo más dramático de lo que pasa en toda Latinoamérica. La situación del mundo semicolonial se encuentra en la descripción de Marx sobre la dominación inglesa en la India: “La profunda hipocresía y barbarie inherentes a la civilización burguesa yacen ante nuestros ojos, cuando los desviamos de su hogar, donde toma formas respetables, hacia las colonias, donde está desnuda”.
El ascenso tal cual estamos acostumbrados, que resulta de un proceso acumulativo de luchas parciales, hasta que gana otra dimensión por afuera de los rieles de los regímenes, parece improbable por las dificultades de acciones asiladas por la crisis y la pandemia, sumadas a la traición de las direcciones.
Las características del estallido estadounidense tienden a imponerse. El asesinato de Floyd, como hemos dicho, fue “la gota que colmó el vaso” de la opresión negra, combinada con la pandemia y la caída de las condiciones de existencia del proletariado en su conjunto, y de la población negra en particular. Al combinarse con la represión, radicalizó la acción de las masas convirtiéndola en un proceso nacional.
Sin embargo, la crisis de dirección igualmente incide en el hecho que los batallones pesados de la clase obrera no hayan entrado en acción. Permite así que los grandes recursos del Estado -con la división de tareas entre los partidos Demócrata y Republicano- y la ayuda de los aparatos que dirigen el movimiento (como Black Lives Matters) logren desviar el proceso abierto hacia las elecciones.
Pero, aun así, el desequilibrio entre las clases ha sido un punto de inflexión en la vida política estadounidense. La polarización política, nunca antes vista en una elección presidencial, rompió el país en dos. El reequilibrio de las relaciones entre las clases (reensamblar la fractura abierta) es el principal desafío de la administración Biden, Es decir el factor político será el determinante.
La situación que describimos en la Declaración europea de la LIT[16], mezcla tiempos políticos distintos entre la Europa del Este y el occidente. Mientras en occidente en el futuro próximo se prepara un nuevo retroceso social generalizado, a raíz de las condiciones impuestas por los “fondos de recuperación” expresamente condicionado al acatamiento de las «recomendaciones» de la Comisión Europea. Esto quiere decir no solo que han de ser invertidos en proyectos acordes con los intereses de la gran industria y las finanzas alemanas y francesas, sino que los gobiernos deberán cumplir estrictamente con las «reformas estructurales» y las medidas de austeridad que les dicte la Comisión Europea. No obstante, en la coyuntura ha sido un factor de estabilización de la lucha de clases en occidente con la complicidad de la burocracia sindical y el reformismo.
En este contexto, es preciso resaltar la movilización de los trabajadores de Alitalia contra su desmantelamiento y en defensa de una compañía pública, unida y sin despidos. Es el primer gran movimiento de trabajadores contra el nuevo y flamante gobierno Draghi. Su lucha es, probablemente la más importante en la actualidad en Europa. Esto por su relevancia económica y política, por la masividad y combatividad de su movilización, por el amplio desborde de las burocracias sindicales y la pugna de las/os trabajadores/as por tomar directamente en sus manos el control de la lucha, dando un ejemplo a la clase trabajadora europea.
La situación de estabilidad política e institucional en la UE, sin embargo, esconde grandes fragilidades. Las crisis de los gobiernos han favorecido el crecimiento de la derecha y la ultraderecha, a la vez que provocado la bancarrota de la izquierda reformista que marcarán el ciclo político post pandemia.
La lucha de clases adquiere un carácter explosivo, a la vez que profundamente desigual y concentrada en los países dominados.
Por eso, en primer término, hay que prepararse para virajes bruscos de la lucha de clases, particularmente en los países dominados. Esto rasgo general se encuentra presente, incluso considerando las especificidades nacionales, en la mayoría de los países que rompieron el equilibrio entre las clases durante la pandemia.
La vida se torna insoportable por la combinación perversa del genocidio que alcanza con fuerza avasalladora los sectores oprimidos (inmigrantes, población negra, el incremento de la opresión a las mujeres) con las medidas que reducen las condiciones de existencia al mínimo, o menos: las reformas laborales, la rebaja de los salarios, las reformas tributarias regresivas. Todo ello en plena pandemia.
Pese la profunda unidad de las condiciones objetivas en las semicolonias, la reacción de las masas parece vincularse con la situación anterior de la lucha de clases. La pandemia objetivamente, por el contagio y las muertes, abre una situación defensiva o congela el estadio anterior. En este marco, la característica fundamental es la desigualdad.
Lucha de clases en Sudamérica
Colombia, es hoy el centro de la acción revolucionaria de las masas en el subcontinente, compartiendo rasgos comunes con los alzamientos de las masas en Chile, Perú y Paraguay. La nueva situación es continuidad de las movilizaciones del 2019, pero más profunda y extendida. Aquí, desarrollaremos algunas conclusiones generales y su relación regional.
El último informe de la CEPAL estima que el número total de pobres en la región ascendió a 209 millones, a fines de 2020, lo que representa 22 millones de personas más que el año anterior. Si el PIB mundial ha caído 3%, en 2020, en América Latina el zarpazo fue del 7%. En países como Perú fue aún más profundo: -11%.
El efecto social de esta catástrofe es similar al de una guerra, se estima que, en 2020, la tasa de “pobreza extrema” fue de 12,5% mientras que la tasa de “pobreza moderada” afectó al 33,7%. de la población. Estos números crecen en 2021.
Se trata de un cambio brusco en las condiciones de existencia. En el curso de pocos años, se pasa de las migajas recibidas del boom de las “commodities” a la crisis y, luego, al impacto de la pandemia, llevando al límite las condiciones de existencia de las masas en el subcontinente. Al mismo tiempo, no se trata del resultado de una derrota que imponga un nuevo equilibrio entre las clases que se estabiliza en los nuevos niveles de pobreza. El cambio súbito, además de las expectativas frustradas, impacta a todo el proletariado, pero mucho más a la juventud.
En años anteriores, el alto grado de explotación era soportado por las masas, en la medida en que existía algún nivel de previsibilidad para sus vidas y una promesa de cierta movilidad social ascendente. Esa realidad estalló. La diferente reacción entre los países guarda una profunda relación con la situación previa a la catástrofe pandémica. Por esto vale la pena recordar algunos aspectos.
El reformismo y sus crisis anterior a la pandemia
La insurrección ecuatoriana en el 2000 inició una oleada de movilizaciones, insurrecciones y semi-insurrecciones en respuesta al ajuste aplicado en unísono por las burguesías criollas. El ajuste tenía como contrapartida la apertura del mercado asiático a las exportaciones de los recursos naturales de la región, controlado por los monopolios internacionales. La burguesía regional entró como socia menor en el sendero de la nueva ola de saqueo del subcontinente.
La crisis de dirección impidió que la acción directa de las masas derrotase el ajuste. Esta oleada insurreccional da lugar a distintos gobiernos de colaboración de clases de forma directa (Chávez, Correa, Kirchner, Evo Morales, Humala) y, otros de forma más indirecta (Lula, Vázquez, Lugo). En Chile, Lagos (2000) y los sucesivos gobiernos de Bachelet, el último integrado por el PC chileno, profundizaron el sistema de expoliación diseñado durante la dictadura de Pinochet. Todos, sin excepción, hicieron lo opuesto que lo buscaba la acción de masas que los alzó y mantienen intacto el proyecto recolonizador.
Colombia, ya sea por la presencia de la guerrilla, o por la especificidad del producto que exporta (o por ambos, en cualquier caso), no se integra al mismo fenómeno político. No obstante, todos cabalgan el alza de los precios de los recursos naturales exportados por la expansión capitalista en Asia. A cuentagotas, conceden algunas migajas, alguna previsibilidad a la vida del proletariado.
El descenso en los precios de los productos básicos exigió un nuevo ajuste, capitaneado por los gobiernos de colaboración de clases, que incrementó el pillaje para compensar la caída de los precios y la sobreexplotación del proletariado y campesinos.
Antes de la pandemia, las viejas clases dominantes pugnaban por el control de los negocios. De forma violenta, en Bolivia; de forma parlamentaria, en Brasil, Uruguay, Perú y Argentina, entre 2015/19.
En el ciclo anterior, desviaron la posibilidad de derrotar el proyecto neocolonial; cooptaron e institucionalizaron las organizaciones del movimiento obrero y de masas; desmoralizaron un sector de las masas que les depositaron su confianza. Con su crisis, prepararon el terreno para la reacción y la contrarrevolución. Como regla general, el reformismo, en sus distintas versiones, antes de la pandemia ya sufría una crisis importante, pese la recuperación de algunos gobiernos, como en Argentina.
La crisis económica de la pandemia, que menoscaba la riqueza nacional y conlleva la división interburguesa, además, pone en escena el proletariado urbano, los estratos medios y la pequeña burguesía urbana y rural.
Probablemente, el reformismo aparecerá como un fenómeno electoral regional. Pero su vuelta a escena en el marco actual guarda diferencias con el periodo anterior, es más contradictoria, siempre con el objetivo de mantener a las masas en el callejón sin salida de la democracia burguesa.
Una de estas diferencias es que ya no se trata de cabalgar sobre el ascenso económico sino de administrar una crisis de proporciones inéditas. De la crisis anterior, quedó en la memoria de un sector de las masas los ajustes protagonizados por sus gobiernos. La derrota del delfín de Correa en Ecuador ante la derecha burguesa, el ajustadísimo triunfo del candidato indígena de apariencia más radical, en Perú, frente a la derechista hija de Fujimori, y la derrota del Frente Amplio en Uruguay, posiblemente expresen esta contradicción.
Sin embargo, tras el estallido en algunos de los países, no está descartada su utilización electoral por las masas para “castigar” los gobiernos de turno: por ejemplo, el propio triunfo de Castillo en Perú; la “rehabilitación” electoral de Lula decidida por la gran burguesía brasileña; el ascenso de Petro en Colombia, etc.
Ahora, cuando la polarización entre las clases es aún más cruenta, intentan aunar las distintas fracciones burguesas: el “pacto histórico” de Petro; el acuerdo “Por la refundación de nuestra patria” de Castillo; el frente “amplísimo” de Lula, el “pacto por la paz” en Chile, (tácitamente apoyado por el P C). Más que presentarse como una de las fracciones burguesas en pugna, de acuerdo con la situación de la lucha de clases, intentan ser la bisagra entre las distintas fracciones burguesas.
En cualquier caso, desde dentro o desde fuera de los gobiernos, el reformismo es el principal agente de la burguesía para mantener la esclavitud del proletariado. La profundidad de la crisis los convierte en el principal sostén del régimen capitalista[17].
Es preciso estudiar a fondo los resultados de las elecciones a la Asamblea Constituyente chilena. El PCCh y el Frente Amplio salen bien parados y se fortalecen con la alcaldía de Santiago. Sin embargo, la gran sorpresa fue el éxito de las listas independientes. Eso puede indicar el desgaste del reformismo en la vanguardia a partir del proceso abierto en octubre de 2019, que estalló y se mantuvo por fuera de los grandes aparatos. En ese contexto, los revolucionarios pueden disputar con cierto éxito una franja de la vanguardia.
Los rasgos comunes de la lucha de clases
La pandemia fue el acelerador de los estallidos en Paraguay y Perú, países que, antes de ella, tenían un equilibrio inestable. Su impacto es un obstáculo a la lucha, pero, a la vez, es un acelerador de las contradicciones que abre un desequilibrio entre las clases.
En Perú el estallido ha sido encauzado hacia al proceso electoral. La fragmentación burguesa en la primera vuelta permitió a Castillo, un maestro rural (que hace pocos años lideró la más grande huelga magisterial de los últimos tiempos) sobrepasase al frente reformista apoyado por el PC.
Al momento de cerrar este artículo, Castillo ha ganado por una ajustadísima diferencia en segunda vuelta y es reconocido como ganador por la justicia electoral. Castillo (con apenas el 19% de los votos válidos en la primera vuelta) fue el “depositario casual del descontento de los sectores más marginados por el sistema, los subempleados y desempleados de los pueblos más abandonados y de las zonas más marginales de las grandes ciudades”[18] Para lograr la confianza burguesa, ha firmado el “Compromiso con el pueblo peruano” en el que afirma respetar “los tratados internacionales que el Perú ha suscrito” y que una “Asamblea Constituyente se hará dentro del marco jurídico vigente”.[19]
La continuidad de ambos procesos dependerá fundamentalmente de que las masas sostengan sus acciones por fuera de los aparatos. Ha sido, hasta el momento, la característica central del proceso chileno y colombiano.
La clase obrera
En los procesos revolucionarios anteriores a la pandemia (Chile, Ecuador y Colombia, 2019) el proletariado industrial no intervino como clase organizada. Este rasgo se mantiene en el inicio del ascenso en 2021 (Paraguay, Perú, Colombia).
Además de la inseguridad ante el desempleo de los sectores formales, parece ser que cala más hondo la informalidad laboral, que alcanza números escalofriantes: Bolivia, 84%; Paraguay, 68,9%; Colombia, 62,1%; Brasil 47% y Argentina 49%.
Este fenómeno genera una masa de “trabajadores autónomos”, precarizados, que viven al día, concentrados en la periferia de las grandes ciudades. Esta masa, en la actual situación, tan solo puede expresarse en la forma de estallidos sociales o en las elecciones. Su giro hacia la derecha o la izquierda genera fenómenos como Castillo y su populismo de izquierda, pero también es presa fácil de la ultraderecha, que la disputa.
En este marco, la clase obrera con empleos formales se hace más “conservadora” por sostener lo que le resta: el derecho a ser explotada con alguna seguridad mínima de continuidad. Acompaña el movimiento del conjunto del proletariado, pero, ubicándose en la retaguardia, no en la línea de frente. Cuando participa como vanguardia está en medio del torbellino como uno más. La burocracia sindical, que es parte del ajuste, se alimenta de sus consecuencias y bloquea las luchas aisladas, por las dificultades de la crisis, a la vez que bloquea acciones unificadas como clase. Las dificultades del movimiento obrero organizado para “golpear” esta franja social, que oscila entre el proletariado y su “ejército de reserva” constituye el gran reto de los procesos revolucionarios en curso.
La juventud como vanguardia
La juventud ha sido la vanguardia de las acciones revolucionarias, antes y durante la pandemia. En 2019, en Chile fue la chispa del estallido, lo mismo en Colombia. En plena pandemia, lo fue en Perú y Paraguay; y en la “segunda ola”, aún más profunda, en Colombia.
No se trata exclusivamente, ni centralmente, de la juventud estudiantil. Sino de la masa de jóvenes como franja etaria, amontonados en los barrios de las grandes ciudades, sin perspectiva de trabajo fijo, desempleados o precarizados.
En el pasado una generación de vanguardia juvenil fue destruida por el foquismo guerrillero castro-guevarista, luego de la revolución cubana. Más recientemente, vivió la frustración de la farsa del castrochavismo burgués. Hoy, se puede constatar que los aparatos contrarrevolucionarios no logran ser un factor de atracción. Es posible que, en Sudamérica, vivamos un fenómeno similar al de la “primavera árabe” (que también se ha repetido en 2013 en Brasil). Un proceso que solo es posible como consecuencia directa del estallido del estalinismo como aparato mundial.
En Chile, la juventud que toma las calles fue parida en los gobiernos de la Concertación. El más gran aparato contrarrevolucionario del país, el PC no la controla, aunque tenga importantes fuerzas organizadas.
En Colombia, la guerrilla de las FARC, a la vez que consumía parte de los activistas, tras su derrota-capitulación y su incorporación al régimen, pone al descubierto las relaciones del Estado con el narcotráfico y los paramilitares, abriendo así todas las contradicciones del país
En Perú, luego del fin de la guerrilla de “Sendero Luminoso” y de la dictadura de Fujimori, en la democracia burguesa, han desfilado, uno tras otro, gobiernos corruptos al servicio de las multinacionales mineras, sin ofrecer presente y tampoco futuro, por fuera de la precariedad y el desempleo. Según una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos, más de la mitad de los jóvenes de 18 a 24 años participaron en las protestas.
Uno de los desafíos que tenemos como revolucionarios es conectarnos con este fenómeno, con esos jóvenes de las barriadas populares, con esos jóvenes obreros precarizados. Esto es parte de la estrategia de construcción en el movimiento obrero de nuestros Partidos.
Además de la acción común, hace falta una profunda disputa programática y política. Estos jóvenes son atraídos por la ultraizquierda en la acción, pero luego por el reformismo en la estrategia. Es decir, no van más allá de sus demandas parciales o democráticas. Por eso, son presas fáciles del régimen. Sin una sostenida y dura polémica programática no ganaremos los mejores.
Nuestras tareas
Si no intervenimos desde adentro de los procesos concretos no vamos a construirnos como polo revolucionario. Estar en las marchas, barricadas y enfrentamientos con la represión, es condición necesaria para la disputa de la dirección. Pero no suficiente: si no viene acompañado de la disputa política, programática y teórica no ganaremos lo mejor de esa vanguardia.
Nuestras propuestas deben responder y conectar las necesidades inmediatas de las masas con las mediatas, presentando nuestra estrategia socialista y revolucionaria. Es decir, la respuesta al deterioro brusco de las condiciones de existencia y la lucha por la supervivencia en la pandemia se deben conectar con el ataque a la propiedad privada y la destrucción de los regímenes lacayos del imperialismo que sostienen esta máquina genocida.
Esta pelea política y programática debe construirse con la defensa intransigente del verdadero socialismo, en dura polémica con el castrochavismo, el estalinismo reciclado y otras variantes del reformismo.
Al mismo tiempo, si una característica común ha sido el estallido por fuera de los aparatos, la principal debilidad para avanzar ha sido, hasta ahora, los procesos de autoorganización. En general han sido embrionarios, no centralizados y al calor de las acciones. A la vez, como surgen en las barriadas, se mantienen separados de las estructuras obreras.
Una tarea que cobra mucha importancia es la lucha antiimperialista. Pero no como una tarea aparte, desvinculada de las necesidades de las masas. La tarea de la liberación nacional debe expresarse como parte integrante de la lucha contra las medidas que entregan al imperialismo gran parte de la riqueza producida por los trabajadores, por parte los lacayos de las burguesías criolla, y que debería ser utilizada contra las consecuencias sociales de la pandemia.
En esta lucha por ganar la consciencia de un sector de la vanguardia, nos enfrentamos con los aparatos reformistas que sostienen el capitalismo. Mientras más aguda sea la lucha de clases, estos agentes de la burguesía más accionan para desviar el proceso hasta el cauce de los regímenes, o utilizan los triunfos parciales arrancados por la irrupción violenta de las masas, para paralizar el movimiento. Pasa a ser central la denuncia y la lucha contra los pactos y acuerdos como el “Pacto por la Paz” en Chile; el “Pacto histórico”, en Colombia; “La refundación de nuestra patria” en Perú, que tienen como objetivo impedir que las masas lleven hasta el final su lucha.
La explicación paciente de las consignas, de las tareas inmediatas y mediatas; en fin, de nuestro programa, es la condición para ganar un sector de los activistas. La explicación paciente no implica negar la intervención, todo lo contrario. Mientras más metidos en los procesos estemos, es aún más necesario profundizar la discusión de las tareas centrales: toda acción inmediata debe fundamentarse en la estrategia. La polémica programática que fundamenta la estrategia y la lucha teórica guardan relación directa con las consignas.
Entre 1920-1922, Lenin y Trotsky dieron una dura pelea al interior de la III Internacional. Si, por un lado, los partidos comunistas debían liberarse de los elementos vacilantes oriundos del reformismo, por otra parte, insistieron que la condición de la victoria del proletariado consistía en la firmeza de las tareas del momento y en lograr la mayoría de la clase obrera:
“La tarea del Partido Comunista consiste en participar activamente en la lucha emprendida por la clase obrera, a fin de conquistar, durante tal lucha, la mayoría de esta clase. Si la situación, en cualquier país, se hace extremadamente crítica, estamos obligados a enfocar las cuestiones fundamentales de la manera más intransigente y a combatir en el estado en que los acontecimientos nos encuentren”.
Junio 2021
Notas:
[1]Vale subrayar que la intensidad de la tecnología aplicada a la agricultura ha convertido a Holanda, un país 205 veces menor que Brasil, en el segundo exportador agrícola mundial.
[2] “Al igual que en la industria urbana, en la moderna agricultura la intensificación de la fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza de trabajo del obrero. Además, todo progreso, realizado en la agricultura capitalista, no es solamente un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra, y cada paso que se da en la intensificación de su fertilidad dentro de un período de tiempo determinado, es a la vez un paso dado en el agotamiento de las fuentes perennes que alimentan dicha fertilidad. Este proceso de liquidación es tanto más rápido cuanto más se apoya un país, como ocurre por ejemplo con los Estados Unidos de América, sobre la gran industria, como base de su desarrollo. Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre” (t. I, sección Cuarta, cap. XIII).
[3] Rob Wallace. Planeta Fazenda. Le Monde Diplomatique Brasil. Abril, 2021.
[4] R. Wallace. Dead epidemologists, on the origines of Covid-19. MONTHLY REVIEW PRESS, NEW YORK, 2020./ R. Wallace. Pandemia e agronegócio. pandemia e ciência. Editora Elefante, 2021 São Paulo.
[5] La tala, la minería y la agricultura intensiva de plantación racionalizan drásticamente esa complejidad natural. Si bien muchos patógenos de esas «fronteras neoliberales» perecen con sus especies huésped como resultado, un subconjunto de infecciones que antes se apagaban con relativa rapidez en el bosque, aunque solo fuera por el ritmo irregular de su encuentro con sus especies huésped características, se están propagando ahora mucho más ampliamente a través de poblaciones susceptibles. Lo que una vez fueron brotes locales son ahora de pronto epidemias, algunas de las cuales se abren paso por las redes mundiales de viajes y comercio. Grandes Granjas, Grandes Gripes, agroindustrias y enfermedades infecciosas. Capitán Swing, 2020.
[6] IDEM.
[7] IDEM (subrayado nuestro)
[8] Daniel Sugasti. El imperialismo impone un apartheid de las vacunas. https://litci.org/es/el-imperialismo-impone-un-apartheid-de-las-vacunas/
[10] Tenemos que reconocer, pues, que la evolución y la propagación de los patógenos de mayor éxito se definen por una dinámica espaciotemporal desigual que les permite eludir, de muchos modos, nuestros esfuerzos para descubrir la naturaleza de su propagación. Como resultado, somos menos capaces de proponer fácilmente intervenciones para el control o la extirpación. En otras palabras, en un mundo en el que los virus y las bacterias evolucionan en respuesta a la infraestructura multifacética de la humanidad —incluida nuestra ciencia—, nuestras dificultades epistemológicas y nuestras dificultades epidemiológicas pueden coincidir. R. W. op.cit.
[11] Una segunda hipótesis teórica está planteada: que las mutaciones bajen la letalidad y se convierta en una enfermedad corriente, pero hasta el día de hoy no ha sido la trayectoria de las mutaciones del Covid19.
[12] No obstante, tampoco el monto incalculable de inversión en energías supuestamente “limpias” implicaría bajar la presión sobre los recursos naturales, por ejemplo: las nuevas baterías de los celulares y autos eléctricos movidos a energía renovable que cambia el silicio por el litio. Es decir, la cadena de la producción mineral seria puesta en su límite ante la escala productiva de las nuevas mercancías que con la expansión capitalista en Asia incorpora algunos miles de millones más de consumidores.
[13] El brote de influenza H1N1 (2009) […] penetró en la población mundial y mató silenciosamente a los pacientes, […] mató a 579.000 personas en su primer año, produciendo complicaciones en quince veces más casos de lo que inicialmente se había proyectado a partir de pruebas de laboratorio solamente. Dawood F, et al. (2012). “Estimated global mortality associated with the first 12 months of 2009 pandemic influenza A H1N1 virus circulation: a modelling study.” The Lancet Infectious Diseases 12(9): 687–695.
[14] Adhiraj Bose. La respuesta de la India a la segunda ola de la Covid.https://litci.org/es/la-respuesta-de-la-india-a-la-segunda-ola-de-covid/ (destacados nuestros).
[15]Muchos temían que las elecciones de Bihar desencadenasen otra crisis, la misma preocupación estaba presente en las protestas de los campesinos. Mientras tanto, el gobierno tomó en serio solo una de estas amenazas potenciales e intentó imponer restricciones a las protestas de los campesinos, impidiéndoles entrar en Delhi o realizar comicios citando los protocolos del Covid. Durante todo ese tiempo, el gobierno despreció las mismas normas en el Estado de Bihar.Muchos temían que las elecciones de Bihar desencadenasen otra crisis, la misma preocupación estaba presente en las protestas de los campesinos. Mientras tanto, el gobierno tomó en serio solo una de estas amenazas potenciales e intentó imponer restricciones a las protestas de los campesinos, impidiéndoles entrar en Delhi o realizar comicios citando los protocolos del Covid. Durante todo ese tiempo, el gobierno despreció las mismas normas en el Estado de Bihar. IDEM
[16] Declaración europea de la LIT-CI. 29/05/201. https://litci.org/es/65964-2/
[17]La burguesía, durante la guerra y antes de la guerra, sostenía su mecanismo interior con la ayuda de los socialdemócratas, de los socialpatriotas, que eran sus principales agentes y mantenían la clase obrera en el marco de un equilibrio burgués. León Trotsky, op.cit.
[18] Boletín del PST-Perú. “Análisis de la coyuntura electoral”.
[19] La posición del PST peruano en la segunda vuelta: “Votaremos por Castillo porque es la única herramienta concreta en el terreno electoral, para hacerle frente a Fujimori y compañía. Así lo ha entendido la vanguardia obrera y popular, y así lo comprendemos también. Pero como hemos dicho desde el principio de la contienda por la segunda vuelta, eso no basta. Los trabajadores y trabajadoras solo debemos confiar en nuestra organización y movilización para imponer nuestras demandas urgentes. Castillo tiene un programa ajeno al de la clase trabajadora, que coincide con la patronal en la apertura económica a pesar de la pandemia, que no reconoce derechos importantes de las mujeres y de la población LGTBIQ. Un programa que, además, día a día viene moderando con la finalidad de hacerse digerible por los capitalistas, a quienes ya ha ofrecido ‘seguridad jurídica’ para sus negocios, es decir, que nada va a cambiar”.