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La libre autodeterminación de género como puente hacia el socialismo

El artículo que reproducimos a continuación formará parte de una antología de voces trans críticas titulada Las Degeneradas Trans Acaban con la Familia, la cual se publicará en papel próximamente. La autora del presente artículo es militante de Corriente Roja:

Abordar el género como significante socio-polı́tico desde una posición marxista genera, inevitablemente, una tensión entre la ausencia de un referente teórico sólido reconocido en la praxis revolucionaria, y la herencia reaccionaria de la práctica estalinista como agente perpetuador de la opresión generizada operante bajo el capitalismo y los “socialismos en un solo paı́s”[1], que acabaron por sucumbir a la universalidad del primero, o a su propia falta de perspectiva universal.

Esta tensión vira, pues, entre el aparente vacı́o y la reacción, y puesto que en la sociedad de clases el vacı́o polı́tico no existe, el marxismo solo puede acudir a su método cientı́fico, la dialéctica, para superar tanto el “vacı́o” burgués al que los teóricos de esta clase le condenan, como los posicionamientos reaccionarios que injustamente se han reivindicado del proyecto marxista.

En este terreno, fertilizado (o más bien, envenenado) por ideologı́as basadas en el acientifismo anti-marxista, es de donde brotan los posicionamientos con respecto a la reivindicación democrática (esto es, originada como exigencia a la democracia burguesa) de la libre autodeterminación de género, consigna que las militantes revolucionarias debemos abordar por su potencial disruptivo en las lógicas del capital.

Serı́a injusto (y pretencioso) afirmar que no existe elaboración marxista sobre la opresión de género previa a este escrito, pues existe y es sólida, por lo que podrı́amos resumir lo anteriormente expuesto con la siguiente cita de Trotsky:

La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de su dirección revolucionaria.

Trotsky, L. (2008). El Programa de Transición (1.a ed. p.19). Fundación Federico Engels.

El aparente vacı́o teórico que nos dificulta la reconstrucción internacional del proyecto socialista a las militantes que aspiramos a ello es un espejismo de nuestra propia debilidad teórica.

Como mujer trans de clase tabajadora, he querido comprender la opresión de género con la certeza de que mis vivencias la atraviesan en gran medida; y como militante revolucionaria, he buscado la respuesta en el marxismo, con el convencimiento de que éste puede ofrecer una explicación cientı́fica a todo fenómeno perteneciente a la esfera social.

La proliferación de teorı́as burguesas que pretenden ocupar el aparente vacı́o marxista en cuanto a la opresión de género, junto al machismo y la LGTBIfobia social a los que queremos responder, pero que suponen un arma contrarrevolucionaria operante incluso en el seno de los proyectos revolucionarios, y la herencia estalinista producto de la derrota histórica de la única revolución que puso el poder en manos de la clase trabajadora, ha hecho de la elaboración teórica sobre esta cuestión una tarea en gran medida ignorada (o postergada, si queremos asumir la buena voluntad de nuestros referentes históricos de lucha), o asumida desde una perspectiva errónea.

Una de las pocas obras que la tradición marxista ha consagrado a este respecto es El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, de Friederich Engels, en el que, como bien analiza Lise Vogel [2], la propuesta de socializar el trabajo doméstico para superar la opresión de la mujer queda difuminada en la ahistoricidad de “la división sexual del trabajo” y la ausencia de una explicación explícita a la opresión de la mujer trabajadora, que desde el marxismo se tendrı́a que estructurar partiendo del funcionamiento sistema productivo, como propusiera Marx en El Capital, y no de las relaciones de propiedad, como propone Engels.

Engels separa artificialmente la opresión de la mujer del funcionamiento del sistema productivo, claudicando parcialmente a la teorı́a de “los sistema duales” que comprenden la opresión de la mujer independiente de la explotación capitalista, asumiendo su correlación casual históricamente. Para Engels la opresión de la mujer se debe a dos factores: la división sexual del trabajo “ahistórica”, que situarı́a a la mujer en la esfera doméstica desde la Prehistoria, y el surgimiento de la propiedad privada, que la ancları́a a una posición de sumisión en el seno de la familia (el excedente productivo pertenecerı́a al hombre como vicisitud de la división sexual del trabajo). El hombre, entonces, tendrı́a que traspasar su excedente hacia su descendencia, explicando ası́ la institución de la monogamia. De esta forma, Engels romantiza el comunismo prehistórico y no ve en la división sexual del trabajo un factor opresivo en sı́, a pesar de que, según él, esta fue una precondición para la posterior opresión de la mujer, convertida en propiedad del hombre.

Lo cierto es que la lectura de El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, resulta confusa para cualquier marxista que acuda a él queriendo refutar la idea del patriarcado ahistórico que promulga el feminismo interclasista, el cual dificulta la comprensión de la opresión de género como arma capitalista. Tampoco encontrará respuesta si lo que busca es dar una respuesta a la opresión de género en el seno de la familia de clase trabajadora, ya que esta carece de propiedad.

Desde que empecé a militar en Corriente Roja, la sección española de la Liga Internacional de los Trabajadores (un proyecto que aspira a reconstruir la Cuarta Internacional), la socialización de las tareas domésticas ha sido una consigna constante en nuestra propaganda de cara al movimiento feminista, mediante creación de guarderı́as, lavanderı́as y comedores públicos, para que los capitalistas “no se ahorren” los cuidados necesarios para la regeneración de la mano de obra. Otra de las explicaciones a nuestro compromiso en la lucha contra el machismo es la división en el seno de la clase trabajadora que esta ideologı́a produce, y consecuentemente, la legitimación de la mayor explotación de las mujeres, tal como ocurre con el racismo. No fue hasta que leı́ Marxism and The Oppression of Women. Towards a Unitary Theory, de Lise Vogel, que pude insertar en el cuerpo de la teorı́a marxista aquello que ya venı́amos reivindicando quizás de una forma demasiado agitativa, superficial. “Lo que se ahorran los capitalistas” dirı́a Marx, es la plusvalı́a relativa; el trabajo doméstico gratuito de las mujeres abarata el coste del principal medio de producción de la burguesı́a: el humano.

Para ser justos con mi corriente, diré que en un artı́culo teórico de un camarada de nuestra sección brasileña, éste polemiza con Silvia Federici sobre su concepción de “trabajo reproductivo” para refutarlo en la lı́nea en la que lo hace Lise Vogel: concretando el papel del trabajo doméstico dentro el sistema productivo capitalista. El trabajo doméstico no reproduce a la clase trabajadora, sino que abarata su fuerza de trabajo aumentando la plusvalı́a relativa del capitalista. El trabajo reproductivo es, entonces, el asalariado, ya que sin salario no existe familia.

El artı́culo de mi camarada brasileño, como aprenderı́a de la mano de Holly Lewis [3] (que recoge lo teorizado por Lise Vogel añadiendo una lectura crı́tica a las teorı́as queer), podrı́a enmarcarse en lo que esta misma autora categoriza como “teorı́as de la reproducción social”, pues el trabajo doméstico bajo el capitalismo no puede entenderse sin la forma de organización social a la que sirve: la familia nuclear.

Mi camarada hace un esfuerzo en justificar (en respuesta al giro anti-marxista de Silvia Federici) el hecho de que Marx no incluyese la categorı́a “trabajo doméstico gratuito” en El Capital, alegando que este no es una categorı́a necesaria, sino contingente a la acumulación de capital. Pero en el caso de que Marx sı́ la hubiese incluido como factor que aumenta la plusvalı́a relativa de los capitalistas (categorı́a que sı́ incluye en El Capital), las militantes marxistas (incluyendo a Engels) hubiésemos tenido un gran camino recorrido a la hora de determinar la raı́z de la opresión de género bajo el capitalismo, una cuestión de crucial importancia por afectar a toda la clase trabajadora, con especial violencia a mujeres y LGTBIs.

Tampoco podemos obviar el hecho de que, si bien la familia nuclear es contingente y no necesaria para la acumulación de capital, esta forma de organización social está aumentando el margen de beneficio de la burguesı́a en una etapa del capitalismo en la que la acumulación pasa por la destrucción de fuerzas productivas (lo que Lenin llamó “Imperialismo”) [4], por lo que las reivindicaciones en torno a la socialización del trabajo doméstico constituyen lo que Trotsky definió como consignas transitorias: aquellas que tienden un puente entre el programa mı́nimo (el conjunto de reivindicaciones inmediatas de las masas bajo el régimen capitalista) y el programa máximo (el socialista, que pasa por la toma del poder). ¿Puede permitirse el capitalismo devolver la plusvalı́a relativa que obtiene a través de la institución familiar? Ni mucho menos, la tendencia es justo la opuesta: aumentar el patrón de explotación.

Pero existen otras reivindicaciones que cuestionan parcialmente el modelo de familia nuclear, y sin embargo somos testigos de cómo el capitalismo las satisface (parcialmente también). Este es el hecho principal en el que se respalda “la izquierda” reaccionaria, heredera del estalinismo, para cargar contra el colectivo LGTBI: el cuestionamiento parcial de la familia nuclear no puede ser sino, según su lógica, un elemento regresivo, ya que este se concede bajo la legalidad capitalista. Sorprendentemente, no cuentan con una crítica marxista a la institución de la familia nuclear, sino que la reivindican como organizador social.

En ciertos paı́ses la homosexualidad no solo está despenalizada, sino que el Estado reconoce el matrimonio homosexual. Este es un claro ejemplo de la adaptación de la identidad homosexual, producto de la institucionalización de la heterosexualidad bajo el capitalismo, al régimen de la familia nuclear. Este cuestionamiento parcial de la familia nuclear beneficia a la burguesı́a por partida doble: los homosexuales burgueses aseguran poder dejar en herencia su patrimonio, y los homosexuales de clase trabajadora son instigados a formar una familia que contribuya a la renovación de la clase trabajadora y su ejército de reserva [5]. ¿Quiere decir eso que como revolucionarios nos tendrı́amos que oponer a esta reivindicación en el marco de la democracia burguesa? Desde luego nunca será nuestro centro, pero nunca nos opondremos a ella, sino que revelaremos sus limitaciones. ¿Acaba la legalización del matrimonio homosexual con las agresiones que sufre el colectivo? ¿Y con la discriminación laboral o en el sistema sanitario? Debemos proponer consignas que resuelvan las limitaciones de la democracia burguesa con respecto a todos los sectores de la clase trabajadora que explota y oprime.

En este sentido el derecho a la autodeterminación de género se nos presenta como una reivindicación democrática ideal para tender el puente hacia la reivindicación socialista, ya que este no puede ser efectivo para la clase trabajadora más allá de la legalidad burguesa (al contrario que el derecho al matrimonio homosexual, en sı́ un derecho meramente jurı́dico que no requiere más que su propia legalidad para ser efectivo). Este hecho nos permitirá a su vez hacer una crı́tica al régimen de la familia nuclear y su papel como organizador social servil al capital.

La explicación marxista a la opresión de género y su papel como generador de plusvalı́a relativa nos revela la razón de ser de la violencia correctiva que se ejerce sobre la disidencia sexo-genérica. Esta violencia, por impregnar toda esfera social, no puede ser superada mediante la legalidad burguesa, por lo que el derecho autodeterminación de género bajo el capitalismo pasa inevitablemente por el cis-sexismo [6] como elemento ordenador que dicta el rol social de cada individuo acorde a la funcionalidad de la familia nuclear.

Una vez concedido el derecho de autodeterminación de género desde la legalidad burguesa (el Estado registra el género autodeterminado asociado al trabajador nacional solicitante) ¿cómo puede evitar éste el cis-sexismo que le impedirá acceder o permanecer en el mercado laboral? ¿El que le atacará en las calles, aulas y hasta en su propio hogar? El capitalismo halla la solución en la misma raı́z del problema: la violencia correctiva que antes empujaba al individuo hacia su género asignado al nacer acorde a sus genitales (violencia que para los bebés intersexuales comienza nada más nacer, forzando sus genitales, mediante operaciones estéticas, a encajar en la dicotomı́a pene-vagina dictada por los estándares médicos dominantes), ahora le empuja hacia al género que ha autodeterminado. La autodeterminación, entonces, no es tal, sino un chantaje por el que el Estado reconoce el género “autodeterminado” a cambio de la sumisión del individuo ante la categorı́a genérica que el capitalismo determina.

La democracia burguesa es incapaz de acabar con la violencia correctiva hacia los individuos de clase trabajadora que desafı́an el cis-sexismo social: hacerlo resultarı́a perjudicial para la clase dominante a la que le es servil. La ilusión democrática de la autodeterminación de género bajo el capitalismo no es más que eso, una ilusión que puede articularse como una reivindicación socialista si, como militantes revolucionarias, sabemos construir el puente entre la lucha por el reconocimiento formal del derecho a la autodeterminación de género que lleva a cabo la vanguardia del movimiento LGTBI y feminista en el marco de la democracia burguesa, y el reconocimiento social de una configuración individual del género sin ataduras, esto es, con recursos sociales al servicio de combatir la violencia correctiva cis-sexista.

Luchar contra los mandatos opresivos de género debe ser prioridad durante la etapa socialista, tras la toma del poder por parte de la clase trabajadora y la revolución permanente a nivel mundial [7]. La lucha contra los mandatos de género serviles al capitalismo debe concebirse como una tarea revolucionaria que acompaña la transformación ulterior de la sociedad a partir de la conversión radical de la lucha de clases. La opresión de género es hija de aquellos sistemas sociales que a lo largo de la historia se han servido de la degradación de una clase para la prosperidad de su antagónica. La lucha por la erradicación de la explotación como eje vertebrador de nuestra sociedad debe incluir, necesariamente, la lucha contra la violencia correctiva cis-sexista como parte de la revolución polı́tica que, al igual que promulgaba Trotsky con respecto a la URSS burocratizada [8], tiene que ocurrir en las bases de nuestra sociedad, desde la comprensión de que la opresión de género limita nuestra capacidad como seres sociales.

Cualquier tipo de violencia que provenga de la sociedad que las militantes comunistas combatimos para convertir en vieja, es una traba al desarrollo del potencial emancipador del pueblo para el pueblo, la mayorı́a desposeı́da para el regocijo de construir una sociedad sin limitaciones materiales. Su erradicación significará, al igual que la desaparición del Estado, el triunfo del comunismo; cuando la transformación radical de las bases materiales de nuestra sociedad permita la politización de las masas para sı́, las cuales no hallarán en el género sino otro eslabón de las cadenas que están, y estamos, por romper.

Notas:

1   “La teorı́a del socialismo en un solo paı́s se caracteriza por postular la posibilidad del éxito y continuidad de una revolución aislada, esto es, la posibilidad de que una revolución socialista sobreviva y se consolide incluso en medio de un mundo inmerso en relaciones sociales capitalistas.” Machado, G. (2017, 18 noviembre). István Mészáros y la teoría del socialismo en un solo país. litci.org. https://litci.org/es/istvan-meszaros-la-teoria-del-socialismo-solo-pais/

2 Vogel, L. (2013). Marxism and the Oppression of Women. Towards a Unitary Theory. Haymarket Books.

3 Lewis, H. (2020). La Política de Todes: Feminismo, Teoría Queer y Marxismo en la Intersección (1ª ed.). Bellaterra.

4 Lenin, V. I. (s. f.). El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo (Esbozo Popular). Fundación Federico Engels.

5 El “Ejército Industrial de Reserva” es un concepto elaborado por Marx en El Capital, el cual se refiere a la clase trabajadora desempleada que presiona los salarios de los trabajadores en activo a la baja, por ser estos últimos sustituibles por el “ejército” que no está recibiendo salario. Marx, K. (2008). Capı́tulo XII MAQUINARIA Y GRAN INDUSTRIA en El Capital (28.a ed., Vol. 3, pp. 451-610). Siglo Veintiuno.

6 El cis-sexismo hace referencia a la ideologı́a que otorga expectativas sociales diferenciadas y asociadas a las categorı́as “hombre” y “mujer” acorde a ciertas categorı́as sexuales concebidas de forma dicotómica por la institución médica dominante.

7 “La conquista del Poder por el proletariado no significa el coronamiento de la revolución, sino simplemente su iniciación. La edificación socialista sólo se concibe sobre la base de la lucha de clases en el terreno nacional e internacional. En las condiciones de predominio decisivo del régimen capitalista en la palestra mundial, esta lucha tiene que conducir inevitablemente a explosiones de guerra interna, es decir, civil, y exterior, revolucionaria.” Trotsky, L. (2001). La Revolución Permanente (Vol. 1, p.149). Fundación Federico Engels.

8 Iturbe, A. (2018, 7 septiembre). Por la reconstrucción de la IV Internacional. Corriente Roja. https:// www.corrienteroja.net/por-la-reconstruccion-de-la-iv-internacional/

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