Siempre vemos en los medios de comunicación cómo se cometen crímenes contra la libertad individual como colectiva de las personas. Ahora bien, podemos ver que en el Estado español ocurre algo cuanto menos curioso. Y es que la libertad de expresión se encuentra al filo del precipicio. Cada vez más, con cada reforma de tipo la “Ley Mordaza” somos testigos de la represión en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la calle…
Por Elena B.
El último caso más sonado contra la libertad de expresión ha sido el de Cassandra Vera. Esta chica escribió un tuit en el que hizo un chiste sobre Carrero Blanco. Si han juzgado a varias personas por haber hecho humor negro sobre la muerte de este militar franquista, ¿por qué no se ha juzgado a Pablo Casado por sus comentarios sobre las víctimas del franquismo? ¿Por qué un criminal fascista es intocable, mientras que se puede hablar frívolamente de víctimas, siempre y cuando no hayan sido víctimas de ETA? ¿Por qué existen límites para la libertad de expresión para unos y para otros no?
Hay dos caras de la moneda, y siempre hay un claro vencedor. No es casualidad que los temas sobre los que hablan los y las acusados sean ETA, la familia real y criminales franquistas, entre otros. Músicos, humoristas, tuiteros y titiriteros han sido condenados y acusados por apología al terrorismo o por daños y humillación a las víctimas (solo del terrorismo). Se puede ver a simple vista que las acusaciones y juicios por sobrepasar los “límites” de la libertad de expresión y del humor, sobre todo en las redes sociales como Twitter, han aumentado en los últimos años.
Con respecto al humor negro, o el humor a secas, siempre ha habido esa discusión acerca de sus límites que, además de no estar definidos, cuando se habla de ellos se entra en el terreno de lo políticamente correcto y del contexto en el que se encuentren las declaraciones o los chistes. Parece que hay diferentes respuestas para el humor más explícito, el que habla sobre la muerte, el terrorismo, el sexo… Claro está, que aquí también hay versiones diferentes en cuanto a los delitos se refiere. Un tuit sobre Carrero Blanco te puede llevar a la cárcel, mientras que un vídeo en el que se fomenta la cultura de la violación y que tiene claros tintes misóginos, es simplemente humor.
No podemos olvidar cómo se ven afectados los profesionales de la comunicación. Los y las periodistas y comunicadores de RTVE, televisión pública y financiada por el Estado, han sido testigos de la decadencia de la calidad de sus contenidos y de la falta de independencia de sus informativos, incluso han hablado de censura en la redacción de los telediarios y de manipulación de la información. Y no solo se trata de los profesionales de la televisión pública, sino la destitución, poner en segundo plano a periodistas relevantes o el secuestro de las publicaciones por motivos políticos y/o económicos.
Los intereses contra la libertad de expresión
Parece que los crímenes de odio de los que han sido acusados como la ya citada Cassandra, o Cesar Strawberry (cantante de Def con Dos), no se basan en la simple protección del aludido o de las personas que se podrían haber sentido ofendidas con dichos comentarios, o simplemente en haber hecho de verdad apología del terrorismo o incitación al odio. La libertad de expresión está sirviendo de ataque hacia los pensamientos alternativos y el pluralismo político, hacia las críticas y a lo que puede resultar perjudicial para los poderes políticos y económicos.
El debate que se está dando actualmente sobre la libertad de expresión y su situación tiene que abrir la puerta hacia otro análisis: y es sobre qué “democracia” es esta en la que vivimos (también conocida como régimen del 78), y si es posible luchar y alcanzar una sociedad no supeditada a los intereses político-económicos de una pequeña élite.