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La independencia de Argelia

El 3 de julio de 1962, Argelia se declaró independiente de Francia. Dos días antes, una amplísima mayoría de argelinos había votado esa decisión, en un plebiscito. La independencia, sin embargo, no fue obtenida gracias a esta votación sino que fue el resultado de una de las luchas anticoloniales más duras y radicalizadas de la segunda posguerra.

Por Alejandro Iturbe

Argelia es un país ubicado en el norte de África, en la región llamada Magreb. Actualmente, tiene un territorio de más de 2.000.000 km2 y una población cercana a los 40.000.000 de habitantes. La mayoría de la población se reivindica árabe pero hay un  importante sector bereber o tamazight (en ambos casos, la religión predominante es el islamismo sunita).

A partir del siglo VIII, el territorio fue incorporado al creciente imperio árabe del que la población tomó la lengua, la religión y la cultura musulmana. Cuando los territorios árabes fueron conquistados por el imperio turco-otomano, todo el norte de la actual Argelia (la región costera más rica) es incorporado a él. Desde el siglo XVI (luego de que los reyes católicos logran el dominio y la unificación del territorio español), la corona española lanza una ofensiva sobre una parte del Magreb y conquista Marruecos y una porción de Argelia (Orán). Ante la decadencia de España como potencia colonial, Francia pasa a ocupar ese espacio y, en 1830, invadió el país y lo incorporó como colonia. Aunque, por la resistencia de muchos jefes locales argelinos a ese dominio, solo terminó de consolidarlo a inicios del siglo XX.

Millares de colonizadores franceses se trasladaron a Argelia para explotar plantaciones en las planicies costeras y vivir en los mejores barrios de las ciudades argelinas, beneficiándose con la confiscación de tierras y propiedades de los argelinos que realizaron los gobiernos franceses. Estos colonos europeos, llamados de pieds-noirs (pies negros), seguían siendo ciudadanos franceses, derecho que se les negaba a los argelinos.

Los pied-noirs eran totalmente conscientes de cuál era la base sobre la que se asentaban sus privilegios. Por eso, lejos de transformarse en una nueva burguesía nacional argelina, giraban cada vez más a la derecha y apoyaban fervorosamente la opresión imperialista y la explotación forzada de los argelinos. Al mismo tiempo, despojados de sus mejores tierras y sin derechos políticos, las condiciones de vida de la mayoría de la población del país empeoraban cada vez más y  crecía aceleradamente el analfabetismo. La tensión popular con ellos y con las tropas coloniales era constante.

La segunda posguerra

El fin de la Segunda Guerra Mundial significó un punto de inflexión en varios procesos del siglo XX. Entre ellos, el desarrollo de un gran ascenso anticolonial y la lucha por la independencia de numerosos países de Asia y África.

La burguesía francesa, aunque había sido parte del campo vencedor de la guerra, salió muy debilitada y en un claro retroceso estratégico frente a Estados Unidos como potencia imperialista. Frente al ascenso anticolonial, en algunos casos, eligió negociar rápidamente la independencia de algunos países, como fue el caso de Siria, en 1946 (de la que había fraccionado Líbano como “país independiente”, en 1943). En cambio, en sus posesiones de Indochina (territorio que incluía los actuales Vietnam, Laos y Camboya), desarrolló una guerra colonial para defender sus dominios (la Guerra de Indochina, en la que fue duramente derrotada en 1954.

El año 1954 resulta clave en esta historia. A pesar de su derrota en Indochina, el imperialismo francés dejó claro que no abriría ninguna negociación para la independencia de Argelia (por el contrario, en 1956, concedió la independencia a Marruecos). En 1956, ya había cerca de 500.000 soldados franceses en Argelia.

En esta decisión, se combinaron dos factores. El primero: Argelia era productora de petróleo, gas y minerales imprescindibles para la economía francesa. El segundo: la posible independencia argelina significaría un golpe mortal para los pieds-noirs porque, casi con seguridad, implicaría la pérdida de las tierras y propiedades obtenidas con la confiscación desarrollada en el período colonial. Estos colonos, ya habían formado organizaciones paramilitares fascistas que, entre 1950 y 1953, realizaron numerosos atentados contra independistas asesinos (posteriormente, aliados al sector militar de extrema derecha formarían la Organización del Ejército Secreto – OAS por sus siglas en francés, con acciones en Argelia y Francia).

El FLNA     

Como un reflejo de la lucha anticolonial, también en 1954, se fundó el Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLNA) unificando casi todas las fracciones independentistas (su principal figura era Ahmed Ben Bella). Paralelamente, se formó su brazo militar, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que se vio nutrido por soldados y suboficiales argelinos que volvían de la Guerra de Indochina (en la que habían combatido como parte del ejército francés) con experiencia militar y la convicción de la necesidad de luchar por la independencia y que era posible derrotar a los franceses.

La lucha anticolonial se combinó con otro proceso desarrollado en la región, en esa misma época: el panarabismo de tono antiimperialista impulsado por sectores nacionalistas burgueses, cuya máxima referencia era el general egipcio Gamal Abdel Nasser (que había derrocado al rey Farouk y tomado el poder en su país). La lucha por la independencia se enmarcaba así en la posibilidad de construir una gran comunidad pan-árabe.

Una cruenta guerra

Desde el punto de vista del armamento, la guerra entre el ejército francés (reforzado por algunos colaboracionistas argelinos [los harkis], la Legión Extranjera y las bandas fascistas de los pieds-noirs) y el ELN era extremadamente desigual. Por ejemplo, los franceses contaban con aviación y tropas paracaidistas, algo que era imposible para el ELN. Los rebeldes intentaban compensar esta desigualdad con moral combatiente y acciones guerrilleras y atentados sorpresivos.

Entre 1957 y 1958, se desarrolló la llamada Batalla de Argel una ofensiva de ataques y atentados a blancos militares y civiles franceses (incluidas cafés, tiendas y escuelas), en un intento de debilitar la moral de los colonos y avanzar en el control de algunas regiones de la capital del país.

La ofensiva del ELN fue derrotada y para ello, el ejército francés y sus complementos utilizaron tácticas de represión de masas: castigos colectivos a poblaciones árabes con previo descenso de miles de paracaidistas, asesinatos masivos de civiles y la tortura como método generalizado.

Hipócritamente, para justificar sus métodos, el imperialismo francés y la prensa internacional denunciaron el “terrorismo cruel” de las acciones del FLN-ELN. Ben Bella les respondió que si les daban los aviones y armas francesas, su organización se comprometía a dejar de hacer atentados c contra civiles.

La crisis francesa

A pesar de haber sido derrotada, la ofensiva de la Batalla de Argel tuvo fuertes consecuencias políticas. En Argelia, la situación se polarizó al extremo y, en mayo de 1958, el comando militar francés da un golpe y destituye a las autoridades civiles. En Francia, esto provoca la crisis del régimen de la IV República y la renuncia de sucesivos gobiernos muy débiles. La burguesía francesa estaba dividida en varias fracciones y el gran divisor era qué hacer en Argelia. Algunos analistas consideran que incluso existía riesgo de una guerra civil en la propia metrópoli.

La burguesía francesa intenta salir de esa crisis llevando nuevamente al gobierno al general De Gaulle que exigió (y obtuvo) el apoyo de todas las fracciones burguesas. El ala “izquierda” lo apoya para “frenar al fascismo”. El ala derecha y los militares lo consideran de su “campo”. Con ese apoyo, De Gaulle liquidó el régimen parlamentarista de la IV República e impulsó reformas constitucionales que inician un régimen mucho más bonapartista y presidencialista (la V República).

Sin embargo, al mismo tiempo que conseguía esto, De Gaulle consideraba que, en términos estratégicos, la Guerra de Argelia desangraría al imperialismo francés y a su ejército. Por lo tanto, había que tener una política de negociaciones con el FLN en la perspectiva de conceder la independencia de Argelia. En 1961, realizó un plebiscito en Francia donde el 75% de los votantes aprobaron otorgar la independencia. Mientras tanto, había que lograr las mejores condiciones para esa negociación.

En contra de la política de De Gaulle, la cúpula militar francesa en Argelia intentó un nuevo golpe de estado en la colonia que fue derrotado. Al mismo tiempo, la OAS aumentaba su actividad fascista en Argelia asesinado a miles de argelinos. En Francia, una vez concedida la independencia argelina, comenzaron a realizar ataques contra los inmigrantes argelinos (y árabes en general), muy numerosos para “abastecer” el desarrollo industrial  francés de la segunda posguerra. La OAS incluso intentó asesinar a De Gaulle, en agosto de 1962.

Por fin la independencia

Con la burguesía francesa dividida y la consecuente crisis del ejército francés, el FLN fue ganando posiciones. En 1962, el proceso se acelera: en marzo, se firman los acuerdos de Evian con el gobierno francés acordando el alto el fuego y el reconocimiento de la soberanía argelina. La acción de la OAS, no impidió que el 1º de julio se realizara el plebiscito masivo; el 3 de julio, la declaración de la independencia y, el 5 de julio, el reconocimiento formal de la misma por parte del gobierno francés. En octubre de ese mismo año, se incorpora como país miembro de la ONU.

Nacía así la República Democrática y Popular de Argelia. Luego de algunas disidencias entre las distintas fracciones del FLN, en 1963, Ahmed Ben Bella es electo presidente como candidato único y asume también el cargo de primer ministro.

La independencia argelina fue uno de los mayores triunfos revolucionarios anticoloniales de la segunda posguerra y representó una nueva y dura derrota del imperialismo francés que se sumó a la anterior en Indochina. Más allá del curso posterior de la historia, quedó como una expresión que la lucha de un pueblo por su autonomía  puede derrotar a un poderoso imperialismo (aunque sea con un altísimo costo). Una década después, la Guerra de Vietnam confirmaría (corregida y aumentada) esta verdad.

El cine reflejó el impacto mundial de esta lucha y sus consecuencias. Nos referimos  especialmente al excelente film “La batalla de Argel” del italiano Gillo Pontecorvo )1966) y a “El día del Chacal” (1971) que se basa en el frustrado atentado a De Gaulle.

Los límites del FLN y el nacionalismo burgués

Al igual que otros movimientos de liberación nacional de esa época, podemos caracterizar al FLN como una organización de ideología y programa nacionalista burgués con fuerte impronta antiimperialista, dirección pequeño-burguesa y base plebeya-popular. Tiene el mérito indiscutido de haber dirigido una gran revolución anticolonial triunfante.

En esa revolución, destruyó en Argelia las instituciones político-militares del imperialismo francés. La estructura político-militar del FLN-ELN pasó a ser la base de un nuevo estado y, en esas condiciones, esta organización tenía la posibilidad de definir de modo autónomo el curso de la revolución. Esto se veía favorecido por el hecho de que la principal burguesía del período colonial (los pieds-noirs) habían sido expulsados o habían huido del país dejando en él sus propiedades.

Se le presentaban dos alternativas. La primera, era seguir el “camino cubano”: centralizar en el estado las principales palancas de la economía y, en base a la planificación centralizada, iniciar una economía de transición al socialismo y la construcción de un nuevo estado obrero (el primero en África y en el mundo árabe). La segunda era construir un estado burgués. Consecuente con su carácter de clase y su programa, la dirección del FLN optó por este último camino.

Es cierto que lo hizo con un fuerte peso del estado en la economía a través de las empresas estatales y que incluso se reivindicó “socialista”. Pero la realidad es que construyó lo que Trostky denominó “capitalismo de estado”, es decir un estado económicamente fuerte al servicio de una economía que seguía siendo capitalista y sin sobrepasar sus límites.

Es cierto también que el hecho de que la riqueza antes expoliada por Francia y los pieds-noirs pasase a manos de Argelia permitió notables mejorías en las condiciones de vida, salud y educación. Pero, por las propias leyes del desarrollo del capitalismo, como veremos, esto tuvo y tiene un límite infranqueable, y esas mejoras comenzaron a perderse.

Al mismo tiempo, basándose en el gran prestigio logrado con el triunfo anticolonial, el FLN construyó un régimen político de “partido único” con control totalitario, sin el derecho democrático para los trabajadores y el pueblo de formar partidos o sindicatos independientes del FLN.

Todos estos elementos se reforzaron a partir de 1965, cuando el jefe del ejército, Houari Boumedienne encabezó un golpe contra Ben Bella (de posiciones más la izquierda) y asumió la presidencia apoyado en un Consejo formado por la cúpula de generales.

Las consecuencias

Además la importante presencia del estado en una economía capitalista bastante cerrada, el nuevo país, por su propia génesis revolucionaria, tenía fuertes rasgos de autonomía frente al imperialismo. Esto se expresó en su pertenencia durante varias décadas al llamado Movimiento de Países No Alineados.

Pero acá se aplica nuevamente el principio de que quien no rompe con el capitalismo imperialista acaba, tarde o temprano, siendo su instrumento. A finales de la década de 1990, la aislada economía argelina estaba en crisis y estancada. El gobierno del FLN buscó salir de esta crisis con dos cursos de acción. El primero, fue impulsar una “apertura” de la economía a través de la privatización de algunas empresas estatales y la liberación de la inversión extranjera. Esto fue aprovechado esencialmente por la ex metrópoli francesa y también por otros países imperialistas como Italia, Alemania y España. Más recientemente, se incorporaron inversiones chinas.

Francia es el primer inversor extranjero en el país y el primer empleador extranjero: se estima que hoy existen cerca de 500 empresas francesas en el país que emplean alrededor de 100.000 trabajadores directos e indirectos. Su peso es muy importante en el sector financiero (Société Générale y BNP Paribas), en el de transporte aéreo (Air France) y marítimo (CMA-CGM), en el sector de hotelería y restaurantes de alto nivel y en la venta de automóviles y camiones (Renault y Renault Trucks). En los últimos años, el número de empresas francesas se ha duplicado en el país, en el marco de diversos acuerdos económicos y de cooperación.

En términos de los cálculos macroeconómicos burgueses, el PIB de Argelia creció en esos años. Pero, simultáneamente, se perdieron o se están perdiendo todas las conquistas sociales logradas con la independencia y esto se expresa en un deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo.

En otras palabras, por política de los gobiernos del FLN, Argelia ha dejado de ser un país autónomo del imperialismo y ha pasado a ser claramente dependiente de él, en un proceso acelerado de semicolonización (si es que ya no es plenamente semicolonial).

La crisis política

La segunda medida adoptada por los gobiernos del FLN fue una “apertura” del sistema político con la eliminación de la legislación del “partido único”, en 1988. En el marco de la crisis económica, una política neoliberal y el deterioro de las condiciones de vida de la población, el espacio opositor fue ocupado y capitalizado por el Frente Islámico de Salvación (FIS) que ganó las elecciones municipales y las legislativas de 1991. Ante este resultado, el ejército dio un golpe, decretó el “estado de emergencia” e impidió que el FIS asumiera el gobierno.

Se abrió así un período de una guerra civil contra el brazo armado del FIS y desprendimientos de este (como el Grupo Islámico Armado – GIA). Los combatientes del FIS fueron derrotados en 1994 (y la organización proscripta), mientras que el GIA continuó combatiendo hasta 2002 (cuando muchas de sus unidades ya habían entrado en un profundo proceso de degeneración hacia bandas armadas de rapiña).

Una vez derrotado y proscrito el FIS, volvió a haber elecciones con participación de partidos menores en las que el FLN se aseguró ganar por amplio margen. Esa es la situación actual: desde 1999, Abdelaziz Bouteflika ya ha sido reelecto tres veces como presidente y va por su cuarto mandato.

La capitulación de los “trotskistas”

Desde su inicio, el proceso argelino tuvo fuerte impacto en las filas del trotskismo y algunas corrientes y figuras acabaron capitulando al FLN.

El caso más conocido fue el del griego Michel Pablo, uno de los principales dirigentes de la IV Internacional (junto con Ernst Mandel) después de la Segunda Guerra Mundial. De carácter impresionista, esta dirección cedió al clima externo de la llamada “guerra fría” y caracterizó (de modo totalmente equivocado) la “inevitabilidad” de una 3ª Guerra Mundial entre EEUU y la URSS, y que ello llevaría al estalinismo a jugar un rol “objetivamente revolucionario”. Por eso, la orientación fue no construir partidos trotskistas independientes sino realizar una política de entrismo en los partidos comunistas (estalinistas). Más tarde, extendieron esa caracterización a los movimientos nacionalista burgueses (como el MNR boliviano) lo que los llevó a la línea traidora de que la sección boliviana de la IV (el POR) apoyara su gobierno después de la revolución boliviana de 1952 y así contribuyese a la derrota de esta revolución.

Esta orientación fue combatida por los dirigentes del SWP estadounidense y otros sectores de la IV, como los entonces jóvenes dirigentes Nahuel Moreno y Pierre Lambert. Por supuesto, nada de lo que Pablo y Mandel preveían ocurrió. Pero esta orientación, sumada a los métodos burocráticos de Pablo, llevó a la división de la IV, en 1953.

En 1963, la mayoría de los dos sectores en que se había dividido la IV se reunificaron en el Secretariado Unificado alrededor de la reivindicación de la revolución cubana como constructora de un “estado obrero”. Pablo continuó con sus posiciones anteriores y las profundizó: rompió con la IV y el trotskismo y llegó a ser asesor-ministro del gobierno burgués de Ben Bella.

Algunas breves conclusiones

Todo el proceso de la revolución argelina (su ascenso, estancamiento e involución) nos permiten algunas conclusiones generales. La primera ya la hemos enunciado: la heroica lucha revolucionaria de un pueblo puede derrotar a un poderoso imperialismo, incluso en condiciones militares desfavorables. La segunda es que, tal como analizó Trotsky en la década de 1930, las burguesías nacionales de los países coloniales y semi-coloniales son incapaces de llevar hasta el final la lucha por la liberación nacional y siempre acaban capitulándole al imperialismo. Por eso, si ese proceso revolucionario no avanza en la dinámica de la revolución permanente hacia una revolución obrera y socialista a nivel nacional y a su extensión internacional, inevitablemente va a retroceder. Y una de las alternativas (como fue el el caso de Argelia) es que se transforme en su opuesto: un régimen antidemocrático al servicio del capitalismo-imperialista.              

 

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