Cuando las tropas rusas estaban a punto de completar dos semanas de su invasión a Ucrania, se cumplían 30 años del inicio de la guerra en Bosnia Herzegovina.

Tres años de ocupación y guerra de liberación nacional (1992-1995) en un país que apenas tenía la extensión de un 10% de Ucrania y 4,3 millones de habitantes, dejaron un panorama desolador. Las cifras de muert@s oscilan entre 130 y 230.000, l@s desplazad@s superaron los dos millones de personas y los campos de concentración y matanzas como la de Srebrenica quedaron para la historia. 

La “izquierda” se dividió entonces entre los que exigían a la ONU y a la OTAN que intervinieran y los que jaleaban al carnicero serbio Milosevic, presentándolo como  el “antiimperialista”  incluso como el “último baluarte europeo del socialismo”. Para los primeros, la guerra era una “guerra religiosa” y por lo tanto el envío de fuerzas de interposición, “Fuerzas de paz” (los cascos azules) era la única solución para “evitar así una matanza”. Para los segundos, con las organizaciones estalinistas al frente, no había más que una guerra de agresión imperialista y los bosnios no representaban más que a “los musulmanes”, los fascistas – yihadistas “aliados del imperialismo”.

Como hoy en Ucrania, no tuvieron la menor preocupación por definir la naturaleza de la guerra[1] o de las guerras que se fueron superponiendo. El desencadenamiento de la guerra por el ejército serbio, la ocupación de Bosnia tras el referéndum en el que masivamente Bosnia Herzegovina votó su independencia, era para los amigos confesos e inconfesos de Milosevic un tema baladí y las matanzas, violaciones de miles de mujeres, saqueos de pueblos, no eran más que “propaganda imperialista”.

Los marxistas revolucionarias no olvidamos nunca que cualquiera que sea la situación, nuestra política tiene un eje estratégico siempre: construir de forma consciente la acción independiente de la clase obrera, que por su ubicación material en la sociedad es la única capaz de combinar las tareas de liberación nacional y social. Y si eso es así en tiempos de paz, se hace más dramático y presente en tiempos de guerra, es decir, de la “continuidad de la política por otros medios”.

Una organización revolucionario por tanto está obligada a defender y construir una línea de independencia de clase siempre. Pero en medio de semejante barullo, con todos los medios de comunicación, gobiernos y partidos de “izquierda” en contra (salvo alguna honrosa excepción), qué podíamos hacer una organización muy pequeña como la nuestra[2], sin dinero ni medios materiales, con alguna experiencia en la lucha de clases diaria pero ninguna en una guerra. Sin embargo en verdad teníamos cuando menos tres tesoros. El primero la Internacional, la LIT.ci y el vínculo con militantes revolucionarios que no eran de la LIT.ci; el segundo, el estar educados/as en un criterio de clase en todo cuanto hacíamos; y el tercero la determinación de hacer las cosas. De todo ello nació Ayuda obrera a Bosnia (AOB).

De dónde salen esos mineros y cómo nació Ayuda Obrera a Bosnia

Hoy cuando enviamos la ayuda recabada al Sindicato Independiente de los Mineros de Kryvyi ri, desde organizaciones de la “izquierda” claman: “Qué extraño. ¿De dónde han salido esos mineros ucranianos que no conocemos?”. En verdad el argumento no difiere prácticamente en nada al de hace 30 años cuando comenzábamos a recoger la ayuda para los mineros de la minas de Kreka en la ciudad bosnia de Tuzla. 

Es normal que no conocieran entonces a los mineros de Kreka, ni conozcan ahora a los de Kryvyi Ri. Eso es así porque mientras esos mineros luchaban a finales de los años 80 y muchos de la década del 90, para defender su trabajo y su pan del robo infame que supusieron las privatizaciones que acompañaron la restauración capitalista (esa que encabezó la burocracia “comunista”), la “izquierda occidental” no podían ver nada porque sus ojos estaban llenos de lágrimas por la “caída del socialismo” y cualquiera de las muchas manifestaciones en la calle o huelga, y cualquier protesta por derechos democráticos y nacionales  no podía ser más que producto de la reacción y el fascismo que festejaba así la caída del “socialismo real”.

Como ahora, son fieles a un relato y los hechos de la realidad no pueden en forma alguna contradecir el relato. Para ellos, cualquier contradicción entre el relato y la realidad solo tiene una explicación: la realidad está equivocada.

Pero quienes intentamos no perder, ni en la paz ni en la guerra, el hilo de clase, sabíamos que esas organizaciones obreras existían aunque no tuviéramos al principio contacto directo con ellos, ni existía internet para buscarlos.  Y efectivamente los encontramos. Los mineros de Kreka en Bosnia eran los mismos que en los años 84-85 habían respondido al llamamiento de los mineros británicos en su durísima lucha contra el gobierno de Margaret Thatcher. Los mineros bosnios acordaron entregar en esos años un día de su sueldo mensual para los compañeros británicos.  Muchos años después, en 1993, eran esos mineros bosnios los que pedían ayuda a sus hermanos británicos. Solicitando su ayuda decían: “Recordamos a nuestros amigos en Gran Bretaña que nuestros corazones mineros siempre ha latido por la bondad de la humanidad, por la justicia, por la clase obrera” 

Y así comenzaba en 1993 en Gran Bretaña la Ayuda Obrera a Bosnia. Al llamamiento de los compañeros/as británicos y en particular de uno de los dirigentes y compañeros más reconocidos y queridos fuera y dentro de la LIT.ci, Bill Hunter [3], respondimos los compañeros/as de la LIT.ci.

En el Estado español, de la más absoluta nada comenzamos a buscar ayuda, dinero, medios de todo tipo. Conseguimos camiones, toneladas de alimentos, ropa y material sanitario. La ayuda era el producto del enorme esfuerzo de muchos trabajadores/as: los trabajadores/as de UPS de Madrid, de la Magneti Marelli  o los mineros  de Sallent en Catalunya, de los trabajadores de la EMT madrileña que nos arreglaron los camiones, de los bomberos de Bilbao y Madrid que recogieron ayuda y se vinieron a Bosnia. De muchos maestros/as, jóvenes, trabajadores/as que nos ayudaron a recoger dinero organizando fiestas, ventas de camisetas o recogiendo comida y otros materiales en Madrid en Catalunya y Andalucía.    

No fue nada fácil, ni fue a la primera que logramos plantarnos en la frontera de Mostar y atravesar un país en guerra con los camiones del convoy por las montañas. Cuando se logró llegar a Tuzla no solo entregamos la ayuda, conocimos de primera mano el sufrimiento y la lucha de un pueblo cuyo ejército, la «Armija» lo formaban mineros, trabajadores de la industria, estudiantes de la Universidad. El IIº Cuerpo de la Armija encargado de la defensa de Tuzla tenía en sus filas a 5.000 mineros  del sindicato a los que se sumaban  el medio millar de mineros de la sal, o más de mil de la Central térmica y  otros tantos de otras fábricas. «Esto no es una guerra civil. Es una guerra de liberación. Es la defensa del derecho a existir como nación» nos explicaba el Rector de la Universidad de Tuzla, en una de las muchas reuniones y contactos que tuvimos durante los días que pudimos permanecer con cada llegada de un nuevo convoy.    

Ayudar a poner en manos de los trabajadores/as el control de todas las tareas de la guerra.

Por qué todo este lío, por qué no recabar la ayuda y dársela a la ONU o algunas ONGs en lugar de hacer algo que ponía en riesgo la propia vida de los compañeros/as. Esta pregunta se iba repitiendo entre los trabajadores/as y jóvenes bosnios con los que hablábamos. El propio Presidente del Consejo de Sindicatos de Tuzla, Fikreta Sijercic, cuando en la reunión a la que fuimos invitados, tras agradecernos efusivamente la ayuda no pudo evitar hacernos esa misma pregunta: «cuáles eran las motivaciones que nos llevaban una y otra vez a entregar directamente nosotros la ayuda pese a los peligros que estábamos obligados a sortear»

Fuimos a Bosnia a entregar ayuda de obreros a obreros porque cada modesta contribución tenía un objetivo inequívoco: «hay que potenciar y ayudar a desarrollar que la ayuda sea controlada por las organizaciones obreras, porque así se impulsa una política de independencia de clase poniendo en manos de los trabajadores/as las tareas de liberación nacional y social»[4]

Las guerras, incluidas las de liberación nacional como entonces en Bosnia y hoy en Ucrania, no hacen que desaparezca la lucha de clases. ¿Con qué criterios funciona una economía de guerra?  ¿Con qué criterio se atienden las necesidades básicas de la tropa y la población, la comida, la ropa, la vivienda? ¿Cómo se organizan los servicios sanitarios…? ¿Cómo se garantizan los suministros energéticos, gasolina, gasoil, luz..?. ¿Cómo se atiende el cuidado de l@s mayores y los niños/as”   ¿Y cómo se combate a la quinta columna en la retaguardia, no solo la más evidente, la de los invasores, sino la de los burgueses o aspirantes a serlo a base del robo: Esa canalla que hace su agosto en el mercado negro, robando la ayuda humanitaria para hacer negocio con ella o desvalijando las viviendas que quedan vacías cuando a las carreras se sale de las casas para no morir en un bombardeo.  

Potenciar la participación de las organizaciones obreras en el control de la economía y la vida política durante una guerra es el primer e imprescindible paso para que la clase obrera actúe de manera independiente. La burguesía, incluida la del país invadido, acometerá las tareas de la guerra desde la óptica de su clase, desde el respeto absoluto a la propiedad privada de los grandes medios de producción y cambio. Y tanto si vence en la guerra, como si perdiéndola logra preservar su dominio en la parte del país que le quede, abordará las tareas de reconstrucción con el mismo criterio de clase con el que dirigió la guerra.

Hoy cuando ponemos todo nuestro empeño en derrotar la invasión rusa y dedicamos nuestro esfuerzo y ayuda  a los obreros/as ucranianos de Kryvyi Ri, recordar la experiencia de aquella guerra y la solidaridad entre trabajadores/as de hace treinta años debe ser parte de la Ayuda Obrera.     

Adjuntamos materiales propios de 1994 para profundizar sobre la ayuda obrera en el caso de Bosnia:

Notas:

[1] El estudio acerca de las diferentes definiciones de las naturaleza de las guerras hasta llegar al marxismo quedó sintetizado en un breve trabajo publicado en el 2011 por la revista teórica de la LIT.ci Marxismo Vivo,  “Algunas consideraciones sobre las guerras”.

[2] Éramos entonces dos pequeños grupos en fase de fusión que acabaría dando lugar al PRT

3 Bill Hunter, fue un veterano dirigente del trotskismo inglés. Bill era portuario de Liverpool, fue miembro del Partido Laborista Independiente durante la Segunda Guerra Mundial y, en 1944, se hizo trotskista, cumpliendo un papel dirigente en el Partido Comunista Revolucionario por muchos años. En 1988, adhirió a la Liga Internacional de los Trabajadores e integró su Comisión Internacional de Moral.

[4]  Correo Internacional nº 64, agosto 1994