Sin cambios estructurales el drama de los incendios se repetirá! Toda la solidaridad y el apoyo a las víctimas y sus familias
En este momento de dolor y tragedia queremos, en primer lugar, prestar toda la solidaridad a las víctimas y sus familias. Son las personas que sufren por la pérdida de sus más próximos y muchos otros que están heridos, amedrentados y afectados por toda una región fustigada por los fuegos, con pérdidas personales y materiales.
Por Em Luta – Portugal
Queremos también saludar la movilización popular para ayudar a recoger bienes, mostrando dónde está la verdadera fuerza y solidaridad: entre los trabajadores y el pueblo pobre, que saben el drama que es una tragedia de estas sobre sus vidas.
No podemos tampoco dejar de saludar a los Bomberos, su coraje y determinación cuando arriesgan la vida para salvar a las personas y las selvas, incluso frente a un drama que se repite todos los años.
Pero toda esa solidaridad y coraje serán infructíferos si no discutimos qué es necesario cambiar y de quién es la responsabilidad de la tragedia. Llorar a las víctimas sin buscar las causas y las políticas necesarias para cambiarlas es simplemente prepararnos para llorar víctimas futuras. No podemos dejar que continúe el miedo y la impotencia frente a la crónica de una tragedia anunciada, en un contexto en el que fuera de las particularidades portuguesas, el calentamiento global y las alteraciones climáticas solo apuntan para empeorar la situación. Y el verano aún está solo en el inicio.
Por eso, incluso en tiempo de luto, se precisa tener el coraje de hablar sobre el origen del problema y comenzar a levantar soluciones para él.
¿Tragedia natural imprevisible o un problema estructural identificado?
Hubo en el caso de Pedrogão Grande, sin duda, una combinación de factores complicados: aire seco y temperaturas altas a las que se juntaron tormentas y vientos fuertes. Eso fue también origen de otros fuegos, pero con consecuencias diferentes. La cuestión es, por eso, ¿en qué contexto es posible que esos factores de riesgo se transformen en una tragedia sin precedentes en Portugal? No pretendemos aquí levantar todos, pero es preciso referir algunos aspectos sin los cuales no será posible pensar el futuro.
En lo que respecta al problema estructural, sabemos que la mayoría de nuestras selvas ya no son selvas originarias ni en términos de diversidad ni de adaptación al clima y a este tipo de situación (como serían, por ejemplo, el alcornoque, el carvallo o el castañero). Es de conocimiento público que la monocultura del eucalipto y del pino –predominantes en la política de reforestación y en la región del centro, en este caso afectada– es combustible en potencia para condiciones climáticas propicias a fuegos.
Es también necesario decir que esta monocultura está directamente ligada (en particular en el caso del eucalipto) a los intereses de la industria de la celulosa –una de las más poderosas en Portugal–, que continúan predominando sobre el interés público de selvas “saludables”. Véase que, por ejemplo, en el inicio de este año, el gobierno firmó contratos por valor de 125 millones de euros con las fábricas de la Celtejo, en Vila Velha de Ródão, y de la Celbi, en Figueira da Foz, mientras el responsable del grupo Altri afirmaba claramente que: “En medio de mitos y demagogias varias, se demoniza la selva de eucalipto y, con ella, toda la creación de riqueza que ella proporciona, sobre todo en el espacio rural. El desarrollo económico no es incompatible con la preservación de la biodiversidad, muy por el contrario”. [1] En el mismo sentido, la antigua Portucel amenazaba que su inversión en el país dependía de la nueva ley del eucalipto [2]. Quedan claros los intereses que se imponen para la mantención de este tipo de cultura, sin ver el impacto ambiental y forestal de la misma.
Hay también el problema del tratamiento de la selva. Apenas 3% está hoy en manos del Estado. La mayor parte está dividida entre propietarios y es inexistente su limpieza y tratamiento. La destrucción sistemática de los servicios forestales especializados (por ejemplo, la dilución de los guardias forestales en la GNR [Guardia Nacional Republicana]) es parte fundamental de la comprensión sobre el abandono a que está expuesta nuestra selva –y, por lo tanto, 30% del territorio nacional–, y de la falta de responsabilidad estatal por la misma.
Finalmente, precisamos hablar de las condiciones en que se combaten los fuegos en Portugal. Hoy, tenemos medios de combate a los incendios que solo están totalmente preparados a partir de julio. Tenemos un combate a los incendios desligado del terreno y de las poblaciones que allí viven y trabajan durante el resto del año, que no son involucradas en el proceso. Y tenemos también los Bomberos, muchos de ellos voluntarios, que batallan valientemente pero que durante el resto del año tienen falta de medios y muchas veces hasta salarios con atraso.
Sin analizar los problemas estructurales, la prevención y el combate, no será posible construir una respuesta a este problema, que prevenga nuevas catástrofes.
El discurso del “No hay dinero” para la prevención
Frente a la tragedia de Pedrogão Grande se hicieron públicos los importantes estudios realizados después de 2003 (año de grandes incendios y millares de hectáreas ardidas) y respectivas propuestas de combate [3]. Sobre la base de estos estudios, se elaboró en la época una propuesta de defensa de la selva centrada en la prevención –como vemos, los problemas están hace mucho identificados–, pero, en lo esencial, ese plan no fue aplicado, insistiéndose en el combate a las consecuencias, sin cambiar la prevención que las podría impedir.
Nótese, por ejemplo, en particular, que, como ministro de la Administración Interna en la época de la propuesta de este plan, António Costa era el responsable por la Protección Civil. Era al gobierno del PS que este integraba que cabía la posibilidad de tener una política de prevención que evitase tragedias de esta dimensión, pero que ese gobierno se negó a aplicar. Según noticia del Público: “Para conseguir poner todo esto en pie sería necesario invertir, hasta 2010, casi 700 millones de euros”. La respuesta del gobierno fue “no hay dinero”[4].
La verdad es que la “falta de dinero” es una opción política. En el actual gobierno, las opciones continúan las mismas y bien claras: pagar religiosamente la deuda, rescatar bancos y disminuir el déficit a costa de la disminución de inversiones públicas –cortando para eso en los servicios públicos, no contratando los empleados necesarios, y manteniendo los actuales sin aumentos salariales y cada vez más precarizados y, encima de todo, no haciendo las inversiones necesarias en selvas o en elementos estructurales como salud, educación, transportes y vivienda, porque cuesta dinero y aumenta el déficit. La austeridad continúa y afecta las selvas, los campos, la ciudad y la periferia; afecta, sobre todo, a los trabajadores y el pueblo pobre, que continúan sufriendo.
Es preciso recordar que la mantención de la política de austeridad contra los trabajadores y los intereses estructurales del país tiene sus costos a corto o largo lazo. Hoy vemos las consecuencias de la falta de una política forestal y de aquí a unos años veremos las consecuencias de los ataques a los profesores y la educación pública, los ataques a los trabajadores de la salud y el SNS [Sistema Nacional de Salud], aunque hayan sido las políticas en estos sectores estructurales las que nos permitieron alcanzar altos niveles de calidad en diversos sectores.
Es necesario exigir responsabilidades
No basta la solidaridad. Porque tenemos un gobierno de izquierda, muchos intentan esquivarse del debate necesario sobre la responsabilidad en esta tragedia.
En el tema de las selvas no existe solo un abandono estructural, hay una opción política que tiene nombres y rostros. Hay una responsabilidad histórica –de décadas– de gobiernos del PS y del PSD, que sistemáticamente se negaron a encarar el problema estructural de las selvas y de los incendios recurrentes, cediendo, simultáneamente, a los intereses de la industria de la celulosa y a las exigencias de la Unión Europa (UE) de cortes en las inversiones públicas.
Pero, en el caso concreto, no podemos afirmar –como hizo el Presidente de la República– que corrió todo bien y que fue hecho todo lo que era posible, cuando murieron 61 personas y 135 quedaron heridas (números inéditos). La mayoría de las víctimas murió en una ruta que probablemente debería haber sido cortada preventivamente de cara a las difíciles condiciones atmosféricas que ya eran conocidas y estaban previstas. ¿Qué ocurrió para que eso no se haya hecho?
No es una cuestión de saber qué cabeza queremos ver rodar, pero es preciso investigar en concreto, ver cuáles fueron las fallas y no tener miedo de exigir responsabilidad por una tragedia que no tiene parangón en la historia reciente. El Ministerio de la Administración Interna tiene que investigar esta situación, pues solo así podremos hacer justicia a sus víctimas.
¡Es necesario cambiar para que la tragedia no se repita!
No podemos evitar los problemas climáticos y algunas de sus conjunciones más dramáticas, que generan los fuegos[5]. Pero es posible tener una política para las selvas que prevenga que los fuegos ganen proporciones catastróficas y que tengan consecuencias dramáticas en términos humanos y de sustentabilidad del país, por eso, tenemos que pensar qué país queremos, no solo en lo inmediato sino a largo plazo, y qué opciones políticas estamos dispuestos a tener para conseguirlo. No tenemos la pretensión de levantar una propuesta completa y acabada para el problema, pero consideramos que hay algunas cuestiones insoslayables.
La responsabilidad sobre las selvas es esencialmente colectiva y, por eso, estatal, y su protección no debe estar esencialmente ligada a la responsabilidad individual. Hay que crear condiciones para que nuestras selvas no sean un barril de pólvora. Para eso, es preciso romper con la corrupción de intereses con la industria de la celulosa, que nos deja rehenes de sus lucros y no de lo que es estratégico para el país. En ese sentido, es fundamental una política pública de limitación y restricción de la cultura del eucalipto y del pino.
Es preciso tener una política pública para las selvas –con inversiones y empleados especializados afectos a esto– para su ordenamiento, limpieza y tratamiento correctos, incluyendo en ellas a las poblaciones locales[5]. Es preciso hacer un relevamiento de los terrenos, situación de las selvas y su tratamiento, nacionalizando los terrenos forestales que estuvieren abandonados o descuidados para garantizar la real aplicación de una política pública en el sector. Esto solo es posible si rompemos con la lógica de la UE de pago de la deuda, de cumplimiento del déficit y de la inclusión de Portugal en una división del trabajo europea restricta al turismo y los servicios.
Es preciso exigir que el gobierno –y no solo la solidaridad civil a que hemos asistido– apoye financieramente a las poblaciones alcanzadas en lo que fuere necesario, en particular, a las familias de las víctimas.
Es preciso que las organizaciones sindicales y de los trabajadores organicen la solidaridad con las poblaciones afectadas, a partir de sus estructuras y lugares de trabajo. Estas organizaciones, en conjunto con los movimientos sociales y ambientalistas, deben promover un gran movimiento en la sociedad portuguesa a favor del cambio, de una vez por todas, de esta política que mantiene las selvas ardiendo.
Finalmente, a las puertas de las Elecciones Autárquicas, es preciso exigir a los candidatos municipales una política diferente también a nivel regional/municipal para la prevención y el combate a los incendios.
[1] Jornal de Negócios: http://www.jornaldenegocios.pt/empresas/industria/detalhe/altri-ameaca-travar-investimentos-se-portugal-demonizar-o-eucalipto
[2] Jornal de Negócios: http://www.jornaldenegocios.pt/empresas/detalhe/investimentos-da-navigator-dependem-dos-termos-da-nova-lei-para-o-eucalipto
[3] Jornal Público: https://www.publico.pt/2017/06/18/sociedade/noticia/o-que-e-que-falhou-no-sabado-tudo-como-falha-ha-decadas-1776101; ver también de la misma autora:https://www.publico.pt/2016/08/11/portugal/noticia/uma-decada-perdida-mais-uma-1740952.
[5] Según Henrique Pereira dos Santos, arquitecto paisajista: “La opción no es la de tener fuegos o no tener fuegos. La opción es entre tener fuegos como queremos o como no queremos. Lo que significa quemar en el invierno, pagar a los pastores para pastar el ganado, utilizar esas franjas de reducción de combustibles y, después, tener una estructura profesional de combate, que está allá el año entero, que estuvo involucrada en esa reducción de combustibles, y que sabe cuáles son las líneas donde es posible parar el fuego, apuntó el especialista”. En: https://eco.pt/2017/06/18/incendios-o-que-temos-no-territorio-sao-torneiras-do-gas-acesas/
Traducción: Natalia Estrada.