Un nuevo accidente en el corredor marítimo del Atlántico, por donde discurren 40.000 buques anuales, ha puesto en cuestión uno de los elementos centrales de la sociedad gallega, el mar; ahora ha sido un portacontenedores que perdió a la altura del norte de Portugal carga con mil sacos de plásticos de los que no se sabe el alcance de su peligrosidad; pero que obviamente va a generar dudas sobre la calidad de una de las riquezas gallegas, la pesca y el marisco.
Por: Corrente Vermella
Llueve sobre mojado
En el 2002 el petrolero de un solo casco, viejo y medio destartalado, el Prestige, sufrió una vía de agua a la altura de la Costa da Morte; un accidente recurrente en una de las zonas marítimas más concurridas del mundo, la que pasa a pocos kilómetros del cabo de Fisterra en Galiza.
Las costas gallegas han vivido casi la mitad de las mayores catástrofes petroleras de Europa. La lista es larga: Camponegro en 1962; Polycomander en 1970; Ildefonso Fierro en 1972; Urquiola en 1976; Andros Patria en 1978; Mar Egeo en 1991; Prestige en 2002. Sin olvidarnos de otros accidentes como el Casón en 1987, que trasladaba productos químicos, o el Erkowitz en 1970, cargado con insecticidas…
Con estos antecedentes, era de suponer que el Estado español tenía un protocolo especial para esa zona especialmente sensible a los accidentes, con remolcadores de altura, fábricas y almacenes de barreras oceánicas que impidieran el paso del crudo, etc. Pues no; no existía ni existe nada de eso. Cuando el Prestige se accidentó, el remolcador de altura tuvo que venir de Gijón, donde no ha habido nunca ningún caso parecido, y las barreras oceánicas venían de una zona tan marítima como Zaragoza.
Pero lo que convirtió un accidente en atentado contra un sector de la economía y la sociedad gallega fue la política del PP desde el gobierno de Aznar y la Xunta de Fraga que se concretó en la frase del ministro Trillo de enviarlo “al quinto pino”, provocando una marea negra que fue desde Portugal hasta Francia.
Una marea que golpeó especialmente en Galiza, donde la industria del mar y sus derivados (conserva, distribución, etc.) suponen el 4,8 % de su PIB, frente al 1% en el conjunto de la economía española, generando el 8% de los puestos de trabajo directos en el sector. La influencia en los indirectos es exponencial, se calcula que por cada puesto de trabajo en el mar, sea pesca o marisqueo hay diez que dependen de él.
“Llueve sobre mojado” porque cuando hubo la oportunidad de que los culpables de que el accidente del Prestige se convirtiera en atentado contra el pueblo trabajador gallego, se fueron de rositas, sin delimitar responsabilidades al cerrarse en falso las comisiones parlamentarias; los “amnistiaron” de facto avalando su actitud. Estos son los que ahora se empeñan en decir que no son “peligrosos” los pélets de plástico que inundan las playas.
¿Qué alternativa?
No se puede olvidar que pocos años después, en el 2005, la Xunta de Galiza pasaba a manos de un gobierno de coalición entre el PsdG y el BNG; la llamada “Xunta bipartita”. Posteriormente llegó el 11 M y el gobierno del PSOE con Zapatero, que contó con el apoyo de toda la izquierda, incluido el BNG; volvió el “sr de los Hilillos”, ¿y?, ¿cambió algo en esos cuatro años?
Pues, de nuevo desgraciadamente, no; la única medida es que ahora han alejado el paso de los buques a más de 200 millas. Pero las corrientes marinas, los vientos y los temporales son los que son, y los riesgos del corredor marítimo del Atlántico siguen siendo iguales que hace 23 años, como este accidente demuestra.
Desgraciadamente la crisis de los “pélets” ha puesto de manifiesto, de nuevo, el papel del pueblo trabajador gallego en la división del trabajo dentro de la Unión Europea y el Estado español. La Xunta demoró un mes en tomarse en serio la llegada de los plásticos a las costas gallegas, y el gobierno central se limitó a notificar lo que sucede sin exigir la más mínima respuesta de la Xunta, hasta que la sociedad gallega, como hace 22 años, se tiró a las playas a limpiarlas.
La incompetencia manifiesta de la Xunta, que parece ser su único protocolo de acción ante acontecimientos de este tipo, convierte accidentes en atentados a la economía gallega, sucedió con el Prestige y se ha repetido ahora, tiene un origen muy claro: el PP y la Xunta son los instrumentos de dominación del capital para Galiza.
Su papel se limita a repartir entre sus amigos las subvenciones europeas o llenando los montes gallegos con molinos de viento, sea manteniendo la privatización de la AP 9, sea siendo, valga la redundancia, el mejor “gestor comercial” de la industria privada de la salud (sanidad privada, residencias de mayores privadas). Para esto es para lo que sirve el PP. Que buques suelten petróleo o pélets, a ellos les da exactamente igual y solo reaccionan si ven en peligro las próximas elecciones o si la sociedad se tira a la calle masivamente como fue con el Prestige y Nunca Máis.
Está claro que todo lo que suceda con el mar en Galiza afecta a su estructura económica y social, pero eso al PP en la Xunta, y al PSOE del gobierno central ni les importa ni les interesa. Para ellos Galiza fue, es y será exportadora de materias primas, ahora viento, y de mano de obra; lo demás no existe.
Para no seguir con la “ruleta rusa” de cuándo se producirá el próximo Polycomander, Urquiola, Andros Patria, Mar Egeo o Prestige, y que consecuencias tendrá sobre la sociedad gallega, la clase obrera y el pueblo trabajador deben tomar las riendas de la lucha por la ruptura con el estado que lo mantiene como una sociedad subsidiaria, el español.
“El esclavo que no se mueve, no siente sus cadenas” dijera Rosa Luxemburgo. No basta con gestionar la división del trabajo y la miseria que el estado “graciosamente” concede al pueblo gallego, siendo los “mejores conseguidores” de migajas; hay que ponerse en pie para romper las cadenas que ponen en riesgo constante las bases de la sociedad y obligan a l@s jóvenes a emigrar masivamente.
La conquista de la soberanía nacional no es una entelequia abstracta, sino bien concreta; es la posibilidad de resolver las necesidades sociales como la de tener mecanismos para enfrentar crisis ecológicas como la actual, sin tener que pedir permiso a un estado centralista hasta la médula.
La capacidad de autoorganización que la sociedad gallega demostró en Nunca Mais contra el atentado del Prestige o ahora contra la invasión de pélets tiene que convertirse en lucha contra el Estado y sus gobiernos e instituciones (la Xunta).
Ante las elecciones del 18F, hay que ser claros: “los sagrados intereses” del estado centralista y del capital español se enfrentan desde la calle y la movilización social por objetivos políticos claros. La solución está en manos de esta lucha, de la que la toma de las instituciones del régimen español no es ningún camino ni atajo, solo una distracción en el camino de la soberanía nacional y la transformación socialista de la sociedad.
Galego
Crise dos pélets, de novo un accidente convertido nun atentado
Un novo accidente no corredor marítimo do Atlántico, por onde discorren 40 mil buques anuais, puxo en cuestión uno dos elementos centrais da sociedade galega, o mar; agora foi un portacontainers que perdeu á altura do norte de Portugal carga con mil sacos de plásticos dos que non se sabe o alcance do seu perigo; pero que obviamente vai xerar dúbidas sobre a calidade dunha das riquezas galegas, a pesca e o marisco.
Chove sobre mollado
No 2002 o petroleiro dun só casco, vello e medio decrepito, o Prestige, sufriu unha via de auga á altura da Costa da Morte; un accidente recorrente nunha das zonas marítimas máis concorridas do mundo, a que pasa a poucos kilometros do cabo de Fisterra en Galiza.
As costas galegas han vivido case a metade das maiores catástrofes petroleiras de Europa. A lista é longa: Camponegro en 1962; Polycomander en 1970; Ildefonso Fierro en 1972; Urquiola en 1976; Andros Patria en 1978; Mar Exeo en 1991; Prestige en 2002. Sen esquecernos doutros accidentes como o Casón en 1987, que trasladaba produtos químicos, ou o Erkowitz en 1970, cargado con insecticidas?
Con estes antecedentes, era de supor que o Estado Español tiña un protocolo especial para esa zona especialmente sensible aos accidentes, con remolcadores altura, fábricas e almacéns de barreiras oceánicas que impedisen o paso do cru, etc.. Pois non; non existía nin existe nada diso. Cando o Prestige accidentouse, o remolcador de altura tivo que vir de Xixón, onde non houbo nunca ningún caso parecido, e as barreiras oceánicas viñan dunha zona tan marítima como Zaragoza.
Pero o que converteu un accidente en atentado contra un sector da economía e a sociedade galega foi a política do PP desde o goberno de Aznar e a Xunta de Fraga que se concretou na frase do ministro Trillo de envialo “ao quinto inferno”, provocando unha marea negra que foi desde Portugal até Francia.
Unha marea que golpeou especialmente na Galiza, onde a industria do mar e os seus derivados (conserva, distribución, etc.) supoñen o 4,8 % do seu PIB, fronte ao 1% no conxunto da economía española, xerando o 8% dos postos de traballo directos no sector. A influencia nos indirectos é exponencial, calcúlase que por cada posto de traballo no mar, sexa pesca ou marisqueo hai dez que dependen el.
“Chove sobre mollado” porque cando houbo a oportunidade de que os culpables de que o accidente do Prestige convertésese en atentado contra o pobo traballador galego, saíron impunes sen delimitar responsabilidades ao pecharse en falso as comisións parlamentarias; os “amnistiaron” de facto avalando a súa actitude. Estes son os que agora se empeñan en dicir que non son “perigosos” os pelets de plástico que alagan as praias.
Que alternativa?
Non se pode esquecer que poucos anos despois, no 2005, a Xunta de Galiza pasaba a mans dun goberno de coalición entre o PsdG e o BNG; a chamada “Xunta bipartita”. Posteriormente chegou o 11 M e o goberno do PSOE con Zapatero, que contou co apoio de toda a esquerda, incluído o BNG; volveu o “sr dos Hilillos”, mas?, cambiou algo nese catro anos?
Pois, de novo desgraciadamente, non; a única medida é que agora afastaron o paso dos buques a máis de 200 millas. Pero as correntes mariñas, os ventos e os temporais son os que son, e os riscos do corredor marítimo do Atlántico seguen sendo iguais que hai 23 anos, como este accidente demostra.
Desgraciadamente a crise dos “pelets” puxo de manifesto, de novo, o papel do pobo traballador galego na división do traballo dentro da Unión Europea e o Estado Español. A Xunta demorou un mes en tomarse en serio a chegada dos plásticos ás costas galegas, e o goberno central limitouse a notificar o que sucede sen esixir a máis mínima resposta da Xunta, ata que a sociedade galega, como hai 22 anos, tirouse ás praias a limpalas.
A incompetencia manifesta da Xunta, que parece ser a súa único protocolo de acción ante acontecementos deste tipo, converte accidentes en atentados á economía galega, sucedeu co Prestige e repetiuse agora, ten unha orixe moi clara: o PP e a Xunta son os instrumentos de dominación do capital para Galiza.
O seu papel limítase a repartir entre os seus amigos as subvencións europeas ou enchendo os montes galegos con muíños de vento, sexa mantendo a privatización da AP 9, sexa sendo, valla a redundancia, o mellor “xestor comercial” da industria privada da saúde (sanidade privada, residencias de maiores privadas). Para isto é para o que serve o PP. Que buques solten petróleo ou pelets, a eles dálles exactamente igual e só reaccionan se ven en perigo as vindeiras eleccións ou se a sociedade tírase á rúa masivamente como foi co Prestige e Nunca Máis.
Está claro que todo o que suceda co mar na Galiza afecta á súa estrutura económica e social, pero iso ao PP na Xunta, e ao PSOE do goberno central nin lles importa nin lles interesa. Para eles Galiza foi, é e será exportadora de materias primas, agora vento, e de man de obra; o demais non existe.
Para non seguir coa “ruleta rusa” de cando se producirá o próximo Polycomander, Urquiola, Andros Patria, Mar Exeo ou Prestige, e que consecuencias terá sobre a sociedade galega, a clase obreira e o pobo traballador deben tomar as rendas da loita pola ruptura co estado que o mantén como unha sociedade subsidiaria, o español.
“O escravo que non se move, non sente as súas cadeas” dixese Rosa Luxemburgo. Non basta con xestionar a división do traballo e a miseria que o estado “graciosamente” concede ao pobo galego, sendo os “mellores conseguidores” de migallas; hai que pórse en pé para romper as cadeas que pon en risco constante as bases da sociedade e obrigan á mocidade a emigrar masivamente.
A conquista da soberanía nacional non é unha entelequia abstracta, senón ben concreta; é a posibilidade de resolver as necesidades sociais como a de ter mecanismos para enfrontar crises ecolóxicas como a actual, sen ter que pedir permiso a un estado centralista até a medula.
A capacidade de autoorganización que a sociedade galega demostrou en Nunca Mais contra o atentado do Prestige ou agora contra a invasión de pelets ten que se converter en loita contra o estado e os seus gobernos e institucións (a Xunta).
Ante as eleccións do 18F, hai que ser claros: “os sacros intereses” do estado centralista e do capital español enfróntanse desde a rúa e a mobilización social por obxectivos políticos claros. A solución está en mans desta loita, da que a tomada das institucións do réxime español non é ningún camiño nin atallo, só unha distracción no camiño da soberania nacional e a transformación socialista da sociedade.