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Galicia, un eslabón débil en el cambio climático

Llueven sobre mojado las convocatorias contra lo Cambio Climático. Galicia, por su situación en la distribución del trabajo a nivel español y europeo, tiene una especial sensibilidad delante de los atentados contra la naturaleza perpetrados por el capitalismo.

Desde las luchas de los 60 y 70 contra los embalses (Castrelos), centrales nucleares (Xove), a megamineria (Las Encrobas), los residuos nucleares en la fosa atlántica, etc., la mayor movilización social que el pueblo gallego hizo en los últimos 50 años bajo el grito de NUNCA MAS, fue provocada por un accidente de un petrolero, el Prestige; transformado por la actuación del gobierno del Estado en un atentado contra toda Galicia.

La prioridad del capital español y sus gobiernos sigue siendo la producción de materias primas que supone una agresión intensiva sobre la naturaleza, basado en la leche y el mar, al lado de la minera (pizarra, las amenazas de la megamineria,…), la industria de la madera y los fuegos recurrentes; todo ligado a la economía extractiva para la exportaciónes a otras zonas donde hacen los productos manufacturados, que después vuelven en forma de mercancías acabadas.

Luchar por romper esta condena a la exportación de materias primas y emigración, lo que significa luchar por la soberanía nacional frente el régimen que mantiene atada a esa condena, dentro de un proceso constituyente que permita-le decidir sobre sus recursos de una manera racional y planificado.

Pero Galicia no es una isla, o se da una perspectiva estatal e internacional o no tenemos salida independiente. Vivemos en el incluso planeta, y lo que aquí se cierra puede ir otro lugar donde va a seguir contaminando igual o más por la falta de controles. Por ello, no llega con la soberanía para resolver el problema, hay que adoptar una perspectiva de lucha internacional de los trabajadores / las y los pueblos frente a las agresiones y por el socialismo.

27 de septiembre: contra lo cambio climático y en defensa del medio ambiente.

Multinacionales culpables, gobierno cómplices

Medidas reales ya!!

 

El cambio climático es ya una realidad palpable. En el Estado Español, cada año batimos marcas de temperaturas. Las ondas de calor son más recurrentes e intensas. La lluvia escasea y la desertización amenaza el suelo. A más largo plazo, las zonas costeras son amenazadas por la subida del nivel del mar. Todo esto pondrá en graves dificultades al sector agropecuario, y catástrofes como las sequias, inundaciones por fenómenos meteorológicos extremos o incendios forestales aumentan. Los espacios naturales y la biodiversidad están amenazados.

El cambio climático tiene responsables

Desde las instituciones nos suelen decir que “todos somos responsables” frente al cambio climático. Pero el consumo doméstico es una parte muy pequeña de lo que se gasta. Son las grandes empresas las que concentran la mayoría de las emisiones. Solo 10 de ellas son responsables del 25% del total de las emisiones en España. Entre ellas encontramos petroleras (Repsol, CEPSA), eléctricas (Endesa, Naturgy, EDP, Viesgo, Iberdrola) constructoras (CEMEX, Holcim, Cementos Portland) y siderúrgicas (ArcelorMittal).

Estas grandes compañías acumulan beneficios multimillonarios gracias a los suyos “sucios negocios”. Desde luego, no están dispuestas a sacrificar esos beneficios para adaptarse y “salvar el clima”. Desde la cumbre de Rio de Janeiro en 1992, cuando se adoptó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, lejos de servir de algo, la situación va a ir empeorando. Sin ir más lejos, entre los años 2017 y 2018, las emisiones globales han aumentado un 2´7%. Y los gobiernos llevan literalmente décadas “mareando la perdiz”. Mientras, las grandes compañías siguen acumulando beneficios a costa de contaminar, alterar el clima y destruir el planeta. El meollo de la cuestión se concentra en la producción, especialmente la de combustibles fósiles.

¿Empresas verdes?

Estos sectores jamás reducirán sus emisiones en un volumen suficiente por voluntad propia. Eso implica hacer una fuerte inversión en adaptar los procesos productivos a la sostenibilidad ambiental. Pero, ¿cuándo los accionistas de una gran compañía sacrificaron sus suculentos beneficios por el “bien común”? Incluso se alguna empresa en particular decidiera hacerlo, rápidamente sus cuentas mercantiles entrarían en bancarrota, salvo que aumentara drásticamente los precios de su producto… algo que la llevaría a la bancarrota igualmente.

Además, reducir el uso de materiales y energía choca con la dinámica del capital. Las empresas capitalistas buscan maximizar sus beneficios. Necesitan vender mucho, y cada vez más rápido. Mientras más recursos naturales extraigan y más desechos viertan, mejor. Todos experimentamos la obsolescencia programada, y somos bombardeados por publicidad intentando exacerbar el consumismo. Que cada cual en su casa intente consumir de manera crítica, mientras las grandes palancas de la economía siguen en manos de los capitalistas, es cómo tratar un cáncer con una tirita.

Una alternativa: el socialismo

Bajo las reglas del capitalismo, la sostenibilidad ambiental es una quimera. Acabar con esta economía basada en los combustibles fósiles implica planificar cuanto y como se produce para las necesidades sociales, y no para el beneficio de las grandes compañías, nacionalizando los sectores estratégicos de la economía (y habida cuenta los límites físicos del planeta).

No puede haber medidas racionales, de fondo, para combatir el cambio climático sobre la base de respetar el desastre de la producción capitalista, la producción para la ganancia, la apropiación personal de la producción social. El combate al cambio climático exige la planificación socialista de la economía, es decir, planificar la economía en forma racional, democrática y al servicio de la sociedad. Esto tiene para nosotros y nosotras un nombre: socialismo.

No es posible alcanzar ese objetivo de un sólo golpe pero sí se puede y se debe definir una estrategia y un programa de medidas transicionales que apunte hacia él porque es el único y verdadero cambio, para los ser humanos y para la naturaleza misma. La clase trabajadora es quien tiene en sus manos a producción. Es ella quien tiene la posibilidad de tomar el control y encabezar la verdadera rebelión social que es necesaria. La revolución es hoy una cuestión urgente de supervivencia.

Medidas urgentes

Hay que tomar medidas urgentes, de carácter anticapitalista, que pongan en el centro las necesidades humanas, la justicia social y la sostenibilidad ambiental:

– Las grandes compañías, y en particular las energéticas, petrolíferas, constructoras y los bancos deben ser inmediatamente nacionalizados, y sus gigantescos recursos puestos a raya de los trabajadores y la población, al servicio de un total impulso a las energías renovables y de las necesidades de la población. A la vez, es necesario aplicar un contundente plan de ahorro energético.

– El transporte debe transformarse, extendiendo una amplia red pública y sostenible, que sustituya un modelo basado en el coche personal y se exponga la gratuidad. El modelo urbanístico, laboral y turístico debe favorecer los desplazamientos de cercanías y poner coto inmediato a la urbanización salvaje.

– La industria debe tener una estricta limitación de emisiones, adaptando sus procesos productivos a la sostenibilidad, en vez de la el ahorro de costos de sus dueños, y poniendo fin al subterfugio del comercio de los derechos de emisión. La durabilidad, re-utilización y reciclaje deben ser criterios obligatorios, eliminando a su vez las producciones superfluas o destructivas.

– Hay que acabar con la agricultura y la ganadería industrial en manos de las grandes empresas, para adaptarlos a modelos ecológicos y sostenibles.

– Es necesaria una amplia reforestación, la protección de la biodiversidad y la recuperación de espacios naturales.

– Todas estas medidas no deben significar perder ni un solo puesto de trabajo. Todos los trabajadores cuya localización laboral se viese afectada, deben mantener sus salarios y derechos  y ser reubicados nos nuevos nichos de trabajo. De hecho, los nuevos empleos necesarios deberían servir para reducir el desempleo.

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