Ni es la primera vez que esto sucede y seguramente tampoco será la última. El caso de Unai Etxebarría, es el caso de algunos futbolistas que a lo largo de la historia se negaron a ocultar debajo de la pelota sus ideas y provocaron que éstas trascendieran mucho más allá de la cancha de juego. Desgraciadamente, tampoco es la primera vez que los protagonistas de hechos como los que vamos a mencionar hayan pagado muy caro y en ocasiones de manera muy dramática, mostrar su ideología o significarse ante asuntos políticos o sociales.
Es el caso de los exjugadores de fútbol chilenos Leonardo ‘Pollo’ Véliz y Carlos Caszely, delantero de Colo Colo y de la selección chilena durante los años 70, que vivieron en carne propia la dictadura de Augusto Pinochet. Carlos Caszely fue algo más que un fantástico delantero de Colo Colo: fue un símbolo en la lucha contra la dictadura en Chile y al que todavía hoy se le recuerda como el goleador que le negó el saludo a Pinochet antes de que el plantel partiera al Mundial de Alemania en el 74. Un gesto que tuvo consecuencias trágicas ya que mientras que el jugador se encontraba en Alemania disputando el Mundial su madre era torturada sin contemplaciones durante todo el día. Olga, que así se llamaba, apareció abandonada a pocas cuadras, donde paradójicamente se construiría, muchos años después el Estadio Monumental, con el cuerpo destrozado, con la marca de numerosos golpes, quemaduras y varios cortes.
Carlos Caszely Sócrates Cristiano Lucarelli
Otro icono de la lucha social fue el jugador brasileño Sócrates. Un jugador que se reclamaba, activista, socialista, filósofo, estudioso y combativo. “Ganar o perder, pero con democracia”, era su frase de batalla, en plena dictadura del general Baptista. Llegó a promover lo que se conoció como la ‘Democracia Corinthiana’, un modelo socialista aplicado a un equipo de fútbol. Los jugadores decidían todo, entre todos.
Cristiano Lucarelli, exfutbolista, goleador y de izquierda. Lucarelli fue un jugador que comenzó su carrera a principio de los años 90, llegando a jugar en el Peruggia, Atalanta y Valencia entre otros. Pero fue en un partido con la Sub 21 donde se hizo mundialmente famoso al tiempo que se le cerraron, aparentemente para siempre, las puertas de la “Azzurra”. Disputaba un partido contra Moldavia, y Lucarelli anotó un gol. Al celebrarlo, se quitó la camiseta y dejó ver la que llevaba debajo, una con la efigie de Ernesto “Che Guevara”. Lucarelli fue un jugador que promulgó abiertamente su ideología. No era un futbolista militante, era un militante futbolista que celebraba siempre sus goles con el brazo en alto y el puño cerrado.
Hay que recordar también el caso del delantero sevillista Frederic Kanouté, que en el partido de Copa ante el Deportivo de la Coruña y tras marcar el segundo gol de su equipo, mostraba una camiseta de apoyo a Palestina. Kanouté al que el Comité de Competición multó con 3.000 euros, por considerar una infracción «grave» mostrar esa camiseta, se pronunció a los pocos días: «Estoy tranquilo con mi conciencia. He hecho lo que creía que tenía que hacer». También en otra ocasión y ante los atentados de París dijo: «Lo que pasó es una calamidad, pero también pasan cosas así todos los días en otras partes del mundo», «Una vida francesa no tiene más valor que la de un niño palestino».
Frederic Kanouté
Didier Drogba, Oleguer Presas, Lilian Thuram, el delantero del Liverpool, Robbie Fowler fueron otros futbolistas de una larga lista que también se significaron contra su gobierno, contra el racismo, a favor de la independencia de Catalunya, o en solidaridad con los trabajadores portuarios de Liverpool.
Sin embargo, y como si el tiempo no hubiera transcurrido, saltaba hace unos días a todos los medios de comunicación la noticia acerca del guardameta del Granada Club de Fútbol Unai Etxebarría. El portero, canterano del Athletic de Bilbao, celebró la clasificación del equipo andaluz para Europa la próxima temporada con una camiseta de apoyo a los presos de Alsasua: «Altsasukoak aske», “Stop montajes policiales”. A partir de ese momento, el Granada le abrió un expediente que ahora se ha convertido en un despido. Unai Etxebarria dejaba de esta manera de ser jugador del Granada. Inmediatamente el jugador ha desaparecido de la web del Granada y ha sido sustituido por el portugués Andorinha que pasa así a ser el tercer guardameta del primer equipo.
El club que señala que su decisión obedece simplemente al bajo rendimiento deportivo del jugador, no ha querido abstraerse de la enorme presión y aunque el jugador ha recibido diferentes muestras de apoyo como la de Oskar Matute de EH Bildu, ha hecho valer al ala más derechista de Andalucía entre las que se encuentra Macarena Olona de Vox o el portavoz municipal de VOX, Onofre Miralles, que mediante un ruego incluido en el orden del día del Pleno ordinario de julio, ha denunciado la gravedad de “un acto que supone un insulto a los aficionados, al Club, a Granada y a los granadinos, así como al propio Ayuntamiento que es el propietario del Estadio Nuevo Los Cármenes, unas instalaciones municipales que representan a la ciudad, donde Unai Echebarría enseñó una camiseta ofensiva, excepto para los que defienden la violencia o hacen apología de la misma, personas generalmente identificadas con los grupos proetarras”.
Que este tipo de situaciones se sigan produciendo a día de hoy demuestra el carácter absolutamente retrógrado y antidemocrático del que llaman “el deporte rey”. Algo que no debería de sorprendernos teniendo en cuenta en qué manos se encuentra actualmente este deporte. Unos dirigentes que desde hace tiempo ponen por delante el negocio y las astronómicas cantidades que se mueven y donde apenas queda ya un atisbo de romanticismo. Hoy podemos concluir que el fútbol ha sido secuestrado por las televisiones y el hincha se convirtió en una mera figura decorativa.
Que sigan existiendo artículos en el código disciplinario deportivo donde queda terminantemente prohibido la celebración de un gol u otra causa, levantando la camiseta exhibiendo en la misma un lema, dibujo o sigla, bajo la amenaza de sanción grave y una multa económica, es un claro ejemplo de hasta donde ha llegado este fútbol “moderno”. Son las mismas instituciones y los dirigentes de clubs tan importantes como el Real Madrid o el FC Barcelona que en cambio no tienen recato alguno en estampar en sus camisetas la propaganda de Qatar y Emiratos Árabes a través de sus aerolíneas a pesar de que diferentes Organizaciones No Gubernamentales (ONG) se han cansado de alertar los numerosos ataques de estos dos países contra los derechos humanos. O como en los casos del equipo inglés Sunderland, que lucía en su zamarra “Invest In Africa. Tullow Oil”, publicitando a una empresa petrolera de dudoso proceder en sus extracciones en el continente africano y en la League1 francesa, donde la camiseta del FC Metz llevaba propaganda pública de uno de los países más olvidados del mundo, en el cual la inmensa mayoría de la población vive por debajo del umbral de la pobreza: Chad. “Tchad. Oasis de Sahel”, decía el rótulo.
Se lapida a los futbolistas por opinar, mientras que por otro lado se nos quiere hacer creer, como sucede en el Estado español, que vivimos en un estado democrático amparados por una Constitución que reconoce el derecho en su Artículo 20.a) “A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
En la misma semana que en Estados Unidos, los jugadores profesionales están realizando huelgas y boicots en apoyo al movimiento antirracista, luciendo camisetas con la consigna Black Lives Matter y el nombre de Jacob Blake, el club granadino despide a un jugador por una camiseta reivindicativa y solidarizarse con los detenidos de Alsasua. Dos formas de actuar absolutamente distintas ya que si el criterio del Granada se aplicara en Estados Unidos, hoy deberían estar despedidos todos los jugadores de la NBA, gran parte de la Liga de Béisbol, algunas figuras del tenis e incluso la jugadora de fútbol californiana que se llevó el Balón de Oro y la Bota de Oro Megan Rapinoe que hoy desafía a Trump.
Hace escasamente unos días Unai Etxebarría sentía el apoyo y el calor de la gente de su pueblo natal Getxo. El grupo “Gu Ere Bai” protagonizaba una concentración en el barrio de Algorta donde han defendido el derecho a la libertad de expresión frente a las mordazas que rodean el fútbol.