Este artículo forma parte de la serie El Franquismo no murió con Franco que publicamos a lo largo de 2025 por los 50 años de la muerte del dictador.
Por: Iñaki Bayón
En nuestra opinión, es imprescindible analizar el franquismo desde sus inicios, cuando estaba libre de disfraces posteriores que fueron consecuencia de las imposiciones internas y externas. “Durante el último año de la guerra (mundial), el régimen de Franco hizo los máximos esfuerzos para desprenderse de todo vestigio aparente de fascismo.”1 Por tanto, no se puede hacer un análisis serio basándose en las acomodaciones que fue realizando, como por ejemplo en el crecimiento económico de los últimos años.
Cierto es que, con este programa retrógrado, el cual negaba la democracia, el liberalismo y la sociedad contemporánea, no hubiera podido arrastrar, más allá de a los falangistas y a los carlistas, a los democristianos y a los republicanos conservadores. Y ese hecho hace muy difícil calificar la dictadura como fascista, totalitaria o militar, aunque sin duda tuvo características sacadas de todas ellas.
Los líderes sublevados creían estar en posesión de la verdad absoluta y asignaron un papel fundamental a la represión para construir el nuevo estado. Esa represión se alimentó de la concepción que tenían la derecha en general, y la oligarquía rural y los cabecillas de la rebelión en especial, de que los enemigos de izquierdas y liberales pertenecían a una raza inferior. Dicha represión sí tuvo unas características modernas copiadas del estado fascista italiano y del nazismo alemán.
El terror franquista fue desde el comienzo de la guerra sistemático, decidido y administrado desde arriba, a diferencia de lo que sucedió en la zona republicana, donde se intentó controlar en todo momento y castigar desde las autoridades. Dicha afirmación queda respaldada por las propias palabras de los líderes rebeldes.
Mola diría: “es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”.
Queipo del Llano en sus locuciones radiofónicas lanzaría continuamente mensajes bárbaros para justificar las atrocidades. Sirva de ejemplo:
- 23 de julio de 1936: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y a la vez a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar, por mucho que berreen y pataleen”.
- 25 de julio de 1936: “Si algún afeminado, algún invertido, se dedica a lanzar infundios alarmistas, no vaciléis en matarlo como a un perro, o entregádmelo al instante”.
- 29 de agosto de 1936: “He estado esperando hasta este instante nuevas noticias de lo ocurrido en el frente de Talavera (…) sé que han caído en nuestro poder grandes cantidades de municiones de Artillería e Infantería, diez camiones y otro mucho material; además de numerosos prisioneros y prisioneras. ¡Qué contentos van a ponerse los regulares, y qué envidiosa la Pasionaria!”
La maquinaria de represión con su estrategia sistemática de exterminio físico continuó trabajando al final de la guerra. En palabras de Julián Casanova, se convirtió en prioridad, y, en boca de Paul Preston Franco realizó “la inversión en terror”4, “por esa razón, el estado de guerra declarado el 18 de julio de 1936 no se levantó hasta 1948.”3
Franco, en su discurso del 19 de mayo de 1939 durante el Desfile de la Victoria, dejó claras sus intenciones al decir: “No nos hagamos ilusiones: el espíritu judaico que permitía la alianza del gran capital con el marxismo, que sabe tanto de pactos con la revolución antiespañola, no se extirpa en un día, y aletea en el fondo de muchas conciencias”.
Y en el discurso de fin de año de 31 de diciembre de 1939 afirmaría: “Ahora comprendéis los motivos que han llevado a distintas naciones a combatir y alejar de sus actividades a aquellas razas en que la codicia y el interés es el estigma que les caracteriza, ya que su predominio en la sociedad es la causa de perturbación y peligro para el logro de su destino histórico. Nosotros, que por la gracia de dios y la clara visión de los Reyes Católicos hace siglos nos libramos de tan pesada carga, no podemos permanecer indiferentes ante esta nueva floración de espíritu codicioso y egoísta, tan apegado a los bienes terrenos, que con más gusto sacrifican los hijos que sus turbios intereses.”
Los datos más aceptados, pero no definitivos, llevan a cálculos de 50.000 ejecutados/as en los años posteriores a la guerra, a los que habría que sumar los miles de muertos/as en cárceles y campos de concentración por las terribles condiciones de hambre, frío, enfermedades, etc. “En 1944 un funcionario del Ministerio de Justicia le entregó a un corresponsal de la Assocciated Press una hoja de papel en la que figuraba el número de presos políticos que se suponía habían sido ejecutados desde el fin de la guerra: 192.684. Esta cifra constituye una exageración, pero da una idea de la magnitud de la represión.”4
El esperado perdón de los vencedores a los que “no hubieran cometido crímenes”, comprado y defendido por Segismundo Casado y Julián Besteiro, nunca llegó. Con el fin de la contienda continuó en los primeros días la violencia espontánea, desplegada principalmente por los falangistas, hasta que se impuso la institucional caracterizada por la farsa judicial carente de garantías y la delación en la que los alcaldes, jefes de falange, la guardia civil y la iglesia jugaron un papel clave. Julián Casanova afirma: “inculpar era sencillo, exculpar resultaba peligroso.”
Además de la eliminación física, se normalizó la rapiña de los bienes de los vencidos con un decreto de septiembre de 1937 y con la posterior Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939.
La cifra de reclusos que se ha barajado está en torno a 270.000, pero de esa cifra estaban excluidos los presos pendientes de juicio y los que realizaban trabajos forzados. Sirva de ejemplo para reflejar el hacinamiento existente en las cárceles que en la de Ventas con capacidad para 500 reclusas, había 14.000.
Por último, la investigación llevada a cabo por Javier Rodrigo calcula que 500.000 personas pasaron por los 180 campos de concentración franquistas, de los que 102 tenían un carácter estable. Para reforzar lo afirmado más arriba en cuanto a que la represión sí tuvo características modernas copiadas del fascismo y del nazismo, sirva de ejemplo reflejar que el campo de concentración de Miranda de Ebro, el último en cerrarse en 1947, estuvo dirigido por un tiempo por Paul Winzer, miembro de las SS. En dicho campo estuvieron recluidos en condiciones de semi-esclavitud combatientes de la Segunda Guerra Mundial. Aunque en 1947 se cerró el último campo de concentración, continuaron abiertos hasta los años 60 los campos de trabajo en los que se concentraba la mano de obra esclava que se utilizaba para reconstruir las infraestructuras a cambio de una reducción de las condenas.
Queremos concluir con la reflexión que el historiador Josep Fontana hizo en 1985, la cual, a nuestro juicio, sigue estando vigente medio siglo después de la muerte del dictador:
“En las valoraciones que se han venido haciendo con motivo de los diez años de la muerte del general Franco me parece advertir una tendencia a enjuiciar su actuación política personal, y a considerar lo que significó el régimen franquista, mirando las cosas desde 1975, lo cual puede conducir a atribuir al uno y al otro todo lo positivo que ha ocurrido en este país desde 1939, a la vez que tiende a mostrarnos la España franquista con un aspecto menos hosco que el de sus primeros años. Tal procedimiento tiene, en mi opinión, el grave inconveniente de ofrecernos como objeto del análisis una situación que no es el simple resultado de cuatro décadas de evolución autónoma, sino también – o tal vez fuera mejor decir: sobre todo – de los cambios que al régimen se le impusieron desde dentro, por la presión de unas luchas de masas que no pudieron ser enteramente anuladas por su aparato represivo, y, desde fuera, por la necesidad de negociar su aceptación por parte de los vencedores de la segunda guerra mundial, que no eran, evidentemente, aquellos por los que había apostado.”5
Imagen: Mujeres suplicando a soldados del bando franquista por la vida de sus familiares prisioneros. Constantina (Sevilla), verano de 1936.
Notas:
1 A Kindelán, La verdad de mis relaciones con Franco, pp 41-46, Ed Planeta, 1981 Barcelona.
2 S G Payne, Falange. Historia del fascismo español, pp 233, Ed Sarpe, Madrid, 1985
3 P Preston, El holocausto español, pp 615, Círculo de lectores, 2011.
4 S G Payne, Falange. Historia del fascismo español, pp 235, Ed Sarpe, Madrid, 1985
5 J Fontana, España bajo el franquismo, pp 15, Ed Crítica, Barcelona, 1986.
Bibliografía
P. Anderson y M.Á. del Arco Blanco, La hambruna de Franco, Infolibre, enlace La hambruna de Franco
Rodrigo Brunori, Franco y la maquinaria del terror: así fue la brutal represión tras la guerra civil, Muy interesante, 17-12-2024, enlace Franco y la brutal represión tras la Guerra Civil
A Carreras, La producción industrial. Estudio de historia cuantitativa, Espasa Calpe, Madrid, 1990.
J Fontana, España bajo el franquismo, Crítica, Barcelona, 1986.
S G Payne, Falange. Historia del fascismo español, Ed Sarpe, Madrid, 1985.
P Preston, El holocausto español, Círculo de lectores, 2011.
J Rodrigo, Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1947, Ed Booket, 2005.