Para muchos, el resultado de las elecciones europeas ha sido sorprendente en Francia. Allí la coyuntura viene marcada durante los últimos seis meses por las fuertes movilizaciones sociales de los “chalecos amarillos”. Sin embargo, la ultraderechista Marine Le Pen ganó las elecciones europeas. ¿Cómo se explica esta situación?
Crisis de los partidos tradicionales
Hay una profunda crisis que afecta a los grandes partidos que durante decenios han sostenido la dominación capitalista y el proyecto de la UE. Los partidos que ahora integran el Partido Popular Europeo y el grupo socialdemócrata del parlamento.
En el “ala derecha” de estos partidos tradicionales, Les Republicains en Francia se ha convertido en una fuerza marginal. En el flanco “izquierdo”, la crisis de la socialdemocracia, en realidad una fuerza social-liberal, es aún más profunda. El PS francés es, desde la presidencia de François Hollande, una fuerza residual. Al mismo tiempo, aparecen recambios como el partido de Macron (22´4%), que recoge el voto útil de la burguesía.
Le Pen capitaliza electoralmente el descontento
En el caso de Francia, RN, el partido de Marine Le Pen, ha logrado ser la candidatura más votada (23,3%). La ultraderecha de RN ha aparecido como la alternativa frente a Macron. A pesar de que no puede afirmarse que haya capitalizado la movilización de los Chalecos Amarillos, cuyas reivindicaciones y dinámica chocan abiertamente con su programa, la amarga realidad es que ha sido el partido de Le Pen quien ha concentrado el «voto útil» de los sectores obreros y populares contra Macron y la UE.
Los partidos de la ultraderecha europea son presentados por los medios de comunicación como una fuerza anti-UE, pero no es así. Su enfrentamiento con la UE es ante todo retórico. Ninguno de ellos defiende romper con la UE ni con el euro. Hace tiempo que abandonaron toda veleidad en este sentido. Sólo buscan mayor margen de maniobra política.
Sin embargo, la insistencia de las fuerzas principales de la “izquierda” en ser adalides de presentar a la UE (esta máquina de guerra social de los banqueros y grandes capitalistas, este soporte vital de los gobiernos) como un factor de estabilidad y progreso, han completado un discurso fraudulento, permitiendo a Le Pen tomar la bandera del descontento.
¿Dónde está la izquierda?
La izquierda ha aparecido sin alternativa de clase. El fenómeno más importante ha sido el desplome de La France Insoumise de Mélenchon. En sólo dos años esta fuerza neorreformista ha caído de 7 millones de votos (20%) a los 1,4 millones actuales (6,3%). La razón fundamental de su fracaso es el abandono del radicalismo contra el régimen y de su enfrentamiento a la UE. La campaña electoral a duras penas se ha distinguido de los discursos vacíos del resto de la izquierda sobre la «Europa social», la «justicia climática» o la «armonización fiscal”. Además, en lugar de hacer bandera de los Chalecos Amarillos, se ha limitado a mostrar un tibio apoyo.
En cuanto a las organizaciones que reivindican el trotskismo en Francia, el NPA no se presentó y dio su apoyo a Lutte Ouvrière (LO), cuya candidatura (que obtuvo el 0,78% de los votos) fue un verdadero desastre. Para LO, la UE no pinta nada y el problema es «el capitalismo», como si la UE fuera ajena al capitalismo francés y no, por el contrario, una pieza fundamental para sostener su dominación. LO llamaba a una revolución social abstracta, olvidando lo concreto, siendo por ejemplo toda su insistencia desmarcarse de los chalecos amarillos.
La conclusión que saca la dirección del NPA ante esta situación es que «nadie puede pretender representar él sólo una expresión popular de los intereses de la mayoría» y que hay que comprometerse en un «trabajo de construcción política» para unificar fuerzas.
Nadie puede objetar la imperiosa necesidad de la unidad de acción para enfrentar la ofensiva de Macron y Le Pen. Pero si algo han demostrado las elecciones en Francia es el fracaso de una izquierda que ni se ha vinculado a la lucha y las reivindicaciones de los Chalecos Amarillos, ni se ha apoyado en la base sindical combativa para reivindicar la reconstrucción del movimiento sindical y la unidad entre los Chalecos Amarillos y los sindicatos, ni ha presentado un programa radical de clase frente al régimen y al gran capital francés, un programa necesariamente de ruptura con una UE y el euro.
La unidad de acción es necesaria, pero no a costa de renunciar a la construcción de una fuerza revolucionaria internacionalista, en particular cuando toda la presión va hacia construir una nueva Union de Gauche, como la que ya fracasó, ahora en una versión ecolo-socio-liberal y pro-UE y abierta a los Verdes. Una Union de Gauche que sería el mejor regalo a la ultraderecha de RN.