Tras los recortes de las libertades democráticas con el estado de urgencia, el gobierno de Hollande avanza en sus planes de ajuste con la violenta reforma del Código de Trabajo. La amenaza principal no son tanto los recortes concretos de los derechos económicos y la degradación de las condiciones laborales, sino la expansión de los derechos de los patrones para despedir e ignorar los sindicatos, la reducción del papel de las instituciones de control de Estado sobre las corporaciones, la desreglamentación de las normas laborales y el aumento general de las posibilidades para la arbitrariedad patronal. En esencia, es un proyecto de carácter político flagrante que quiere beneficiar a las élites económicas en el marco de una acentuada crisis económica y una mayor conflictividad social, quitando de los patrones las trabas que les dificultan en su lucha contra el proletariado para mejor derrotarlo y remontar los lucros en descenso.
Por N. François
La respuesta popular no tardó en venir. Presionadas por las bases, la burocracia sindical, que había anunciado un “día de acción” el 31 de marzo, aplazando así por un mes la resistencia, finalmente tuvo que llamar también a las huelgas y las manifestaciones el 9 de marzo. Este día, en toda Francia ocurrieron manifestaciones unitarias realmente masivas, las primeras en muchos años, con 250 mil manifestantes en todo el país, inclusive más de 50 mil en París, siendo acompañadas por huelgas con alta participación. Esta intervención reflejó una voluntad cambio en la situación del país. Reflejó también un posible cambio en la situación relativamente calmada de los últimos años, con la retomada de la iniciativa por los trabajadores. Si este escenario se profundiza o no, depende de si las protestas tengan continuidad.
Y la continuidad hubo. El nuevo “día de lucha”, el jueves 17 de marzo, las manifestaciones aunque fueron menores, resultaron grandes (70 mil en todo el país y 10-15 mil en París). Las columnas de los principales sindicatos fueron pequeñas, formadas principalmente por funcionarios, como siempre acontece en las acciones formales de la burocracia sindical. Pero, al contrario, creció bruscamente la participación de los estudiantes de liceos, ya muy presentes el día 9 de marzo. Como reacción al papel de los jóvenes, creció fuertemente la presencia de la policía de choque.
La masividad de la segunda manifestación, el crecimiento de la participación de los jóvenes, el bloqueo de por lo menos de 115 liceos, el desarrollo de asambleas generales en las universidades (con centenas de participantes), el bloqueo de la Universidad Paris VIII (conocida por su “izquierdismo”) por los estudiantes, el cierre preventivo de unos campus universitarios de Sorbona en París, y también en Lyon y en Burdeos por sus administraciones con la intención de evitar las asambleas generales, muestra la tendencia ascendente y el peso de la resistencia en curso.
Al mismo tiempo hay debilidades en el proceso. La más importante es que por ahora abarca antes de todo a la vanguardia, mientras que la movilización de los amplios sectores de la juventud y de los trabajadores aún no es evidente. El movimiento de huelgas tiene carácter puntual y disperso y algunos sectores obreros importantes, como el del transporte municipal de la capital, no han participado en las huelgas, un síntoma de los últimos “años calmados”.
El proyecto de reforma laboral tiene claro carácter político en pro de los intereses de la patronal francesa. El gobierno “socialista” de Hollande actúa, por el contenido antiobrero y por la forma impudente, en las mejores tradiciones de los partidos de la derecha tradicional, yendo más lejos que ellos han podido ir. Por eso la lucha actual también tiene carácter político y irá inevitablemente enfrentarse con el gobierno.
El gobierno de la reforma laboral a favor de los patrones; el gobierno del estado de urgencia que dificulta la resistencia popular; el gobierno de las represiones contra los luchadores obreros de Air France y Goodyear, es el mismo gobierno de Hollande-Vals, el gobierno del Partido Socialista, que merece una oposición frontal y acciones unificadas de los trabajadores, de los jóvenes y de las capas medias. No hay ninguna posibilidad de acabar con las reformas y las leyes reaccionarias sin acabar con el gobierno burgués del PS y sin imponer un gobierno de los trabajadores apoyado en sus organizaciones.
En esta lucha no merece ninguna confianza el Front de Gauche, que, a pesar de toda la critica, a través de los acuerdos electorales, de cogobernación en los niveles regionales y locales y del apoyo a leyes reaccionarias (como la del estado de urgencia, apoyada por el PCF y Melanchón) de hecho colaboran con el PS gobernante, siguen pegados a él, cumpliendo a través de sus partidos el papel de “engranajes de transmisión” del PS en el espacio “a la izquierda del PS”.
Hoy la resistencia a los planos del gobierno ya ha tocado profundamente a toda la vanguardia y tiene tendencia a expandirse a las capas más amplias de los trabajadores, jóvenes y gran parte de las capas medias irritadas por los cortes de las libertades democráticas y por los ataques contra el Código Laboral. Hay condiciones para la confluencia de estos protestos. El día de movilizaciones de 31 marzo, aunque no es para nada final, es una fecha muy importante en el proceso en curso. El éxito de las manifestaciones y de las huelgas daría más entusiasmo a los que aún no han entrado en la resistencia y ayudaría a la organización independiente haciendo más real la perspectiva de superación del control por parte de la burocracia sindical traidora que tiene como estrategia los limitaos “días de acción” y las huelgas formales. Nuestro movimiento de resistencia necesita una huelga general prolongada para derrotar el gobierno. En última instancia el papel decisivo será el de la movilización de la clase obrera, que tiene en sus manos las ramas principales de la economía. Los trabajadores somos capaces de parar todo el país y para ello debemos romper con las viejas organizaciones burocráticas pro patronal y organizarnos de forma independiente.