La actualidad de este país está marcada por la combinación de dos procesos: la continuidad de la rebelión de la población negra contra la violencia racista policial (aun cuando en estos momentos no esté en los picos de meses atrás) y las próximas elecciones presidenciales.
La movilización contra la violencia policial tuvo en estos días su epicentro en el juicio a los agentes que asesinaron a Breonna Taylor en su propio departamento de la ciudad de Louisville (Kentucky), el 13 de marzo pasado, en un violento raid nocturno en busca de drogas ilegales. Ninguna droga fue encontrada en la vivienda. Este asesinato, junto con el ataque policial a George Floyd, fueron los desencadenantes de una intensísima oleada de rebeliones en todo el país[1].
Días pasados, la Corte Suprema del Estado de Kentucky definió no presentar cargos contra los policías y eso generó una movilización espontánea que chocó violentamente con la represión policial[2]. Hubo movilizaciones solidarias en varias otras ciudades del país, como Los Ángeles[3].
En un artículo reciente, señalamos: “Este proceso se origina en el hartazgo de la población negra frente a la larga historia de racismo, discriminación y violencia policial que sufren cotidianamente”[4]. Son muchos los factores que inciden en esta bronca ya que a las consecuencias históricas de esos factores se suma hoy el impacto de la crisis económica y de que son uno de los sectores más afectados por la pandemia de Covid-19.
Por eso, a esas movilizaciones encabezadas por la juventud negra se suman “otras minorías oprimidas, como los latinos… Expresa también el hartazgo y la bronca de amplias franjas de la clase trabajadora y de sectores populares frente a una situación social y condiciones de vida que se deterioran cada vez más. Cabe señalar que muchos sectores sindicales simpatizan [con] esta lucha, en particular los maestros y otros trabajadores públicos y los trabajadores de la salud y los servicios”[5].
¿Justicia igual para todos?
Pero vayamos de modo específico al tema de la violencia policial y al sistema judicial que la encubre y la justifica. Cada vez es más profunda la convicción de que con este sistema (componente esencial de régimen político burgués) no habrá justicia para la población negra.
Ese avance en la conciencia no solo se produce en la juventud negra que se radicaliza sino que es cada vez más generalizado. La madre de Breonna Taylor declaró: “No confío en el sistema legal”. A su lado, el abogado de la familia, Benjamin Crump, se indignaba: «¿Qué clase de falso proceso del Gran Jurado es este?»[6].
Es un proceso muy profundo que se extiende: la escritora y abogada blanca Andrea Ritchie acaba de publicar el libro/informe“Invisible No More: Police Violence Against Black Women and Women of Color” (“No más invisibles: violencia policial contra las mujeres negras y de color”). Frente al fallo del Gran Jurado de Kentucky declaró: “El sistema que asesinó a Breonna Taylor no ha sido formado para proporcionar justicia por ese asesinato”[7].
Todo este sistema judicial se ve coronado en la Suprema Corte nacional, cuya naturaleza antidemocrática y reaccionaria es analizada en un artículo escrito por los camaradas de Workers’ Voice/Voz de los Trabajadores[8].
Por todas estas razones se mantiene encendida la llama de las protestas. El carácter profundamente estructural al capitalismo estadounidense de estos factores hace que en el futuro estas puedan volver a producirse en niveles tan altos como en los meses anteriores, o incluso, superiores.
Las elecciones intentan apagar el incendio
Precisamente, uno de los objetivos de las próximas elecciones presidenciales de noviembre es intentar apagar estos incendios o, por lo menos, evitar que se propaguen. Pero no está tan claro que estas elecciones cumplan el rol tradicional que éstas tienen, que es canalizar los procesos de lucha dentro del sistema parlamentario y cortar las movilizaciones.
Tal como hemos analizado muchas veces, el sistema político electoral estadounidense está basado en la alternancia en el poder de los dos partidos burgueses imperialistas, que se apoyan en franjas sociales y políticas diferentes del electorado, con un sector intermedio que oscila entre ambas. Entre otros debates, presentan propuestas diferentes sobre cómo apagar esos incendios.
Como vimos en un artículo ya citado, Trump y los republicanos se presentan “como defensores de la ley y el orden”, de la impunidad policial (a los que saludan como “héroes”). Al mismo tiempo, frente a las movilizaciones contra la violencia policial, comienzan a aparecer grupos y bandas armadas de civiles blancos que las atacan con total connivencia de la policía[9].
Incluso desde un punto de vista burgués, el balance de su gobierno es muy malo: el país vive una profundísima crisis económica; su respuesta a la pandemia de covid-19 fue desastrosa, lo que hace que Estados Unidos sea el país más afectado por ella, y, hasta ahora, solo logró “echar leña al fuego” de las rebeliones negras.
Estas elecciones vienen marcadas por dos tipos de incertidumbre ligadas a la crisis actual. La primera es la incertidumbre logística sobre como llevar a cabo a tiempo el recuento de los votos, si la mayoría de los electores votan por correo, pues en muchos estados sólo se pueden empezar a contar los votos el dia de la elección. Es posible que el resultado final sólo se conozca semanas después de la elección, y que también la modalidad del voto por correo de espacio para la impugnación legal de algunos resultados. La segunda es que Trump fanfarronea de no dejar el poder en caso de su derrota si considera que la elección “no fue limpia”, y aunque no creemos que existan ninguna posibilidad real de un golpe de estado, si pensamos que su negativa llevaría a movilizaciones en las calles entre su base electoral y sus detractores. Por lo tanto, es probable que por lo menos en lo inmediato, el 3 de noviembre no cierre la crisis política del país.
Un sistema antidemocrático
Sin embargo, a pesar de ir varios puntos atrás en las encuestas electorales, los medios y analistas aún no consideran que su derrota en el intento de reelección esté asegurada. Varios factores se combinan para ello.
El primero y principal es el carácter restrictivo del sistema electoral estadounidense que, por un lado, deja afuera a más de 40.000.000 de inmigrantes sin ciudadanía, y también a más de dos millones de presos o expresos (la mayoría afroamericanos o latinos). Por el otro, a ello debemos sumar que el voto no es obligatorio, se realiza un día de semana y hay que inscribirse previamente, sin que la legislación garantice el pago del salario por el tiempo que le requiere a los trabajadores ambos pasos [la inscripción y la votación en sí misma]. Es decir, se desalienta la participación de todo un sector de la clase obrera. Esto hace que, por ejemplo, en 2016 solo votaran 55,4% de las personas legalmente habilitadas para hacerlo (cifra que bajaría aún más si se considerase a los inmigrantes sin ciudadanía)[10].
Como si esto ya no fuese suficiente distorsión de la voluntad electoral de la población, debemos considerar que la elección efectiva del presidente no surge del resultado directo del voto popular sino a través de un colegio electoral, en una elección indirecta. Los representantes a ese colegio son electos por cada Estado y el partido ganador lleva todos los electores. De esta forma, puede obtener mayoría en él un candidato que haya sido derrotado con el voto popular. Fue lo que ocurrió en 1988 cuando el republicano George Bush (padre) sacó menos votos que el demócrata Al Gore, y en 2016 cuando fue electo Trump frente a Hillary Clinton.
Ahora, el gobierno suma los ataques al sistema de voto por correo permitido por la legislación estadounidense y que, ante la situación de pandemia, va a crecer considerablemente[11]. Está planteada una batalla en defensa del derecho al voto popular. En primer lugar, contra los ataques que realiza Trump. Pero también contra las restricciones al voto de los trabajadores y la exclusión de los inmigrantes que no tienen ciudadanía.
Trump apuesta nuevamente a estos aspectos antidemocráticos del sistema electoral y cuenta para ello con una base electoral que es minoritaria (la clase media blanca y sectores de la clase obrera blanca) pero más sólida y de más consecuente participación en las elecciones que la base demócrata.
Cuenta también con el apoyo de sectores burgueses que coinciden con su propuesta de “mano dura” y que, al mismo tiempo, están satisfechos con diversas leyes de exenciones impositivas y de gigantescos paquetes de ayuda que aprobó el gobierno.
El “canto de sirena” de los demócratas
Los demócratas también expresan una coalición que, bajo la dirección de un sector de la burguesía imperialista, incluye a sectores sindicales, movimientos sociales y minorías. Vivieron un “momento de gloria” con la elección de Obama. Pero el fracaso de sus gobiernos en resolver los problemas reales de los trabajadores y las masas le produjeron un fuerte desgaste, que se expresó en la derrota de las elecciones de 2016 así como en incipientes rupturas electorales por izquierda, y el surgimiento de procesos de lucha por fuera de su control.
El rotundo fracaso del gobierno Trump les abrió espacio para la recuperación electoral legislativa en 2018 y ahora puede llevarlos de nuevo a la presidencia.
Tal como señalamos en el artículo citado, hacen un juego profundamente hipócrita. Frente al caso del ataque a Jacob Blake, su candidato presidencial Joe Biden hizo declaraciones contra el “racismo sistémico”, exigió “una investigación inmediata, completa y transparente. Los agentes deben rendir cuentas porque estos disparos perforan el alma de nuestra nación”[12]. Pero, al mismo tiempo, sus alcaldes y gobernadores llaman y colaboran activamente con las fuerzas de represión contra las rebeliones. De hecho Biden se ha opuesto en repetidas veces, y lo hizo de nuevo en el debate presidencial, a recortar el presupuesto de la policía. Tanto Biden como Sanders defienden que se aumenten los salarios y los privilegios materiales y legales de las fuerzas policiales, y en eso coinciden plenamente con Trump.
Una hipocresía que se expresa también en otros temas centrales, como votar la ley de exención impositiva que reduce la financiación del sistema de salud pública, o aprobar las “ayudas” a las empresas en detrimento de la ayuda popular.
Junto con esta hipocresía, el partido demócrata tiene una gran experiencia en desviar procesos de lucha y en cooptar a las direcciones de esos movimientos. Ya lo han hecho varias veces en el pasado y, recientemente, con una parte de las primeras direcciones del Black Lives Matter.
Ahora al “canto de sirena” de que con el triunfo de Joe Biden se acabará la violencia racista y se volverá a los “viejos años de bienestar”. Su objetivo es desviar esta oleada de luchas y la situación en su conjunto hacia el camino muerto de las elecciones burguesas.
El primer debate presidencial
En ese marco, el 29 de setiembre pasado se realizó el primero de los tres debates televisivos entre ambos candidatos, en Cleveland, Ohio, precisamente uno de los considerados “estados bisagras” (en 2016, ganó Trump y ahora Biden lleva una ventaja de tres puntos). Si bien estos debates en sí mismos no definen el curso de una elección, hay que considerar que a nivel nacional, según la encuestas, uno de cada diez electores está indeciso.
Posteriormente, el analista Mitchell S. McKinney, de la Universidade de Missouri, expresó: “Este fue uno de los debates más caóticos y repleto de ataques de la historia de los Estados Unidos” [13]. Por su parte, la prensa inglesa lo calificó como “un debate que fue el equivalente político a un lavado de ropa sucia”[14].
Fue Trump quien le impuso ese estilo, interrumpió permanente a Biden (73 veces contabilizaron los medios), lo calificó de “no tener nada de inteligencia”, de ser “socialista” y un instrumento del ala radicalizada de los demócratas, y de no haber hecho nada en sus 47 años de política. Al mismo tiempo, eludió definiciones sobre todos los temas polémicos, como la terrible situación de la pandemia en el país o el punto de pagar mucho menos impuestos de los que debería (tema que acaba de “detonar” The New York Times, que apoya claramente a Biden). Tampoco dijo que respetaría el resultado electoral y volvió a afirmar que la votación por correo permite el fraude. Finalmente, en una velada amenaza, en el punto sobre la violencia urbana y la aparición de bandas armadas de extrema derecha, se dirigió a uno de esos grupos (los Proud Boys) con la consigna “retroceder y esperar”. Desde su página, este grupo respondió: “Estamos listos”.
Biden también acabó entrando en ese clima y dijo que Trump era “un mentiroso” y “un payaso”. Lo atacó en sus puntos más débiles, como la situación de la pandemia y su racismo. Pero no presentó ningún plan para combatir el Covid-19 y habló de una idílica situación de “suburbios integrados” racialmente gracias a los gobiernos demócratas. Tampoco hizo propuestas sobre cómo superar la gravísima crisis económica y sus duras consecuencias sobre los trabajadores y los pobres. Se limitó a decir que defiende el programa que el Partido Demócrata votó a propuesta suya. Es decir, algún mínimo paliativo en el marco de no hacer ningún cambio de fondo.
Otro tema abordado fue el del calentamiento global y, dentro de él, los incendios en la región amazónica y el pantanal brasileño. Biden acusó a Trump de “no hacer nada para defender la naturaleza” y dijo que él se reuniría con otros líderes mundiales para reunir un fondo de 20.000 millones de dólares para decirle al gobierno brasileño: “aquí está este dinero, pare de derribar la selva y, si no lo hace, tendrá consecuencias económicas significativas”.
Esta declaración sobre un tema tan sensible en el mundo es una hipocresía completa: durante los gobiernos de Lula y el PT (el “hombre” del demócrata Obama) se quemaron grandes extensiones de selva: según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe) solo en el año 2004, la cifra fue de 27.700 km2[15].
Sobre el resultado del debate, los medios tienden a considerar que Biden salió mejor parado porque apareció como el de menor “juego sucio”. En todo caso, evalúan que no hubo cambios en la tendencia previa de los electores, algo que ahora favorece a los demócratas.
¿Votar el “mal menor”?
Existe una fortísima presión sobre la izquierda e incluso sobre organizaciones que se reivindican revolucionarias para votar a los demócratas y a Joe Biden como el “mal menor”. Algunas organizaciones incluso argumentan que es necesario derrotar al “fascista” Trump y que, por ello, se justifica una excepción táctica al principio de no apoyar nunca un candidato burgués.
El gobierno de Trump es ultrarreaccionario y ataca duramente a los trabajadores y las masas. Pero no es fascista ni tiene el proyecto de serlo, lo que implicaría un cambio cualitativo del régimen democrático-burgués estadounidense. Este es un debate teórico político que se está dando en todo el mundo frente a varios gobiernos y movimientos de extrema derecha[16].
En todo caso, si el gobierno de Trump fuese realmente fascista o tuviese el proyecto de transformarse en ello, solo se lo podría derrotar en las calles, con la organización de los trabajadores y su autodefensa.
Estamos, entonces, en el terreno electoral burgués clásico. No será con los demócratas que se acabará el racismo y la violencia policial, ni con ellos que serán resueltos los gravísimos problemas que afectan a los trabajadores y las masas. Es lo que muestra toda la experiencia histórica. Quienes se reivindican socialistas revolucionarios no pueden ceder a la presión de llamar a votar el “mal menor”, que representaría el burgués imperialista “democrático” Joe Biden, para derrotar al burgués imperialista “fascista Trump”.
Tal como señalamos en el material ya citado: “Los esfuerzos militantes de los socialistas revolucionarios en los próximos meses no pueden estar concentrados en la trampa electoral (aunque fijen posición sobre las elecciones y la difundan entre las masas). Sus esfuerzos deben estar dirigidos a impulsar las luchas y organizar las comunidades y los lugares de trabajo para derrotar a Trump en las calles. En ese camino, se podrá avanzar tanto en la construcción de organismos de lucha como en la de la organización revolucionaria que los trabajadores y las masas estadounidenses necesitan. Para avanzar en esta tarea, la Voz de los Trabajadores impulsa y participa de la Red Socialista Revolucionaria (RSN por sus siglas en inglés) junto con otras organizaciones de diversas partes del país”[17].
Una lucha que deberá continuar también si Joe Biden gana las próximas elecciones, porque la situación de los trabajadores, la población negra y la gran mayoría del pueblo estadounidense continuará empeorando y también continuarán los ataques de la burguesía y del futuro gobierno.
Como lo expresó la declaración de la LIT-CI ante la ola de rebeliones: “Es necesario un programa de emergencia que parta de las luchas contra el racismo y la represión, para avanzar en una respuesta revolucionaria a la pandemia y a la crisis económica. ¡Es necesario luchar duramente para derrotar el gobierno Trump en las luchas directas de las masas, sin esperar el proceso electoral, sin confiar en los demócratas! ¡Es preciso luchar por un gobierno de los trabajadores en Estados Unidos! ¡Es necesario construir una nueva dirección revolucionaria en el curso de las luchas, en Estados Unidos y en el mundo!”[18].
Notas:
[1] Ver: https://litci.org/es/estados-unidos/george-floyd-fue-la-gota-de-agua/
[2] https://time.com/…/protests-breonna-taylor-grand-jury-poli…/
[3] https://www.latimes.com/california/story/2020-09-24/breonna-taylor-hollywood-protest
[4] https://litci.org/es/estados-unidos/estados-unidos-se-reenciende-el-fuego-de-las-protestas/
[5] Ídem.
[8] https://litci.org/en/the-undemocratic-nature-of-the-supreme-court/
[9] Ver nota [4].
[10] Para tener una idea comparativa: en las elecciones presidenciales brasileñas de 2018 participó casi 80% del electorado, y en las argentinas de 2019 más de 81%.
[11] Ver nota [4].
[12] https://us.as.com/us/2020/08/25/actualidad/1598368671_443653.html
[15] https://www.bbc.com/portuguese/brasil-49415496
[16] Frente a este debate, recomendamos leer el artículo https://litci.org/es/movimiento-obrero/el-estado-burgues-y-el-fascismo/
[17] Ver nota [4].