Como una mujer «alegre y de carácter muy positivo». Así describían sus compañeras de trabajo a Verónica, la mujer que se quitó la vida el pasado sábado 25 de Mayo, después de no aguantar la presión que le supuso el hecho de que un vídeo suyo de contenido sexual, fuese viralizado por un grupo de whatsapp de su empresa.
Desde Corriente Roja queremos enviar nuestro apoyo y solidaridad a los familiares y amigos de Verónica y nuestro repudio ante lo que constituye un lamentable caso de acoso sexual en el entorno laboral y un caso más de la violencia machista a la que las mujeres debemos enfrentarnos día a día. Porque Verónica no se suicidó sola, sino que entre todos la empujaron a hacerlo: lo hizo quien envió el vídeo, quienes lo vieron y difundieron, quienes se mofaron y burlaron de ella o la señalaron con el dedo y quienes con su silencio cómplice, decidieron mirar para otro lado al saberlo.
Este triste caso ha puesto sobre la mesa dos cuestiones. La primera, la dificultad cada vez mayor que supone el uso de las nuevas tecnologías, a la hora de intentar preservar nuestra intimidad y el riesgo de que éstas se utilicen como herramienta para ejercer violencia sobre otra persona. Una forma de ciberacoso en la que la mayoría de las víctimas, seguimos siendo mujeres. Y la segunda, la indefensión que aún sufrimos las mujeres en una situación de acoso sexual en el ámbito laboral, donde la primera dificultad estriba en identificar ésta como tal.
Aunque en los últimos años se han dado algunos pasos para visibilizar esta forma de violencia machista y las mujeres vamos rompiendo el miedo, la realidad es que la mayoría de los casos no salen a la luz y cuando lo hacen, quedan impunes.
La ley de Igualdad de 2007 obliga a las empresas de más de 250 trabajadores/as a contar con planes específicos que eviten situaciones de discriminación y acoso en los centros de trabajo. Un nuevo Decreto aprobado en marzo de este año, amplió esta obligación a las que tengan 50 trabajadores/as o más, pero no de forma inmediata sino progresiva hasta marzo de 2022.
Aun así, el porcentaje de empresas que cumplen actualmente con la obligatoriedad de tener un plan de igualdad es muy pequeño. Según UGT, “Del millón y medio de empresas españolas, solo 4.500 están obligadas a tenerlo. Y de ellas, solo 276 lo tienen. Y si nos referimos a protocolos contra el acoso, solo podemos hablar de un puñado de empresas”. Entre 2008 y 2015, 2.484 mujeres denunciaron haber sufrido acoso sexual en sus puestos de trabajo, según datos de este mismo sindicato.
Lo cierto es que las sucesivas reformas laborales han convertido dichos planes de igualdad, aun cuando existan, en papel mojado. E igualmente pasa con los protocolos, que la mayor parte de las veces no se aplican. Más de la mitad de las víctimas no se atreven a denunciar. Bien sea por miedo a represalias, a perder el puesto de trabajo y sobre todo, porque saben que en vez de conseguir la solidaridad y empatía necesaria si se deciden a dar este paso se arriesgan a ser juzgadas y reprobadas por su conducta. Esto, amén de las dificultades existentes en la mayoría de los casos, para probar el acoso sufrido.
En el caso de IVECO, el Comité de Empresa, cuya actuación también ha sido insuficiente pues se ha limitado a “informar”, ha decidido denunciar a la empresa por no haber puesto en marcha esta, ninguna medida para atajar la situación.
Pese a que la vulneración de su intimidad, así como las continuas vejaciones, mofas y burlas que Verónica tuvo que soportar durante varios días, se dieron en el ámbito laboral donde ella trabajaba, la empresa entendió que no le correspondía hacer nada «porque se trataba de un asunto personal». Eso sí, animaron a la trabajadora a poner una denuncia en comisaría, aun sabiendo que ella estaba aterrada con la idea de que se enterase su marido, también trabajador de esa empresa.
El machismo social imperante y la degradación moral de este sistema capitalista en el que el cuerpo y la sexualidad de las mujeres se convierte en un objeto de usar y tirar, cayeron como una losa sobre ella, precipitándola hacia este trágico final.
Nos alegramos de que se esté investigando el caso y esperamos que se vaya hasta el final para depurar las responsabilidades que haga falta,porque tampoco es justo criminalizar a todos los trabajadores/as de IVECO.Pero una vez más, los lloros y lamentaciones llegan demasiado tarde. ¡Exigimos medidas reales!
Desde Corriente Roja, hacemos un llamamiento a toda la clase trabajadora a denunciar, condenar y cortar de raíz este tipo de comportamientos machistas cuando se produzcan en su entorno familiar, social y laboral, así como a seguir luchando por medidas reales que protejan a las mujeres de toda forma de violencia y acoso en el ámbito laboral.
¡Exigimos de forma urgente y obligatoria, planes de igualdad con seguimiento en todas las empresas públicas y privadas!.
¡Exigimos la obligación de los Comités de empresa, de establecer protocolos de actuación entre compañer@s cuando se detecten mensajes de acoso o actuaciones infames como esta!
¡Descansa en paz, Verónica!