Cuando el gobierno de Sanchez retiró la fragata que estaba «incrustada» en la flotilla del imperialismo yanqui, argumentó que fue por «motivos técnicos», poniendo sobre la mesa el carácter sumiso del imperialismo español … La realidad es que esa flotilla, con un portaaviones al frente, se acercaba peligrosamente a las costas iranís, en paralelo al anuncio del despliegue de 200 mil soldados estadounidenses en la zona. Pocos días antes el gobierno Iraní anunciaba que reactivaba su plan nuclear, en el aniversario en que Trump rompiera la política de Obama y recomenzara con las sanciones a Irán. El que sepa sumar, dos y dos son cuatro; pero no exactamente.
“Al parecer llegó el momento de frenar a Irán. Si no lo hacen ahora, en grupo, le tocará a Israel el trabajo pues, para ellos es cuestión de supervivencia.¡Suenan vientos de guerra!”, según David Bittan en la CNN en español, el 14 de mayo de este año, e Israel ya está poniendo su grano, bombardeando brutalmente Gaza.
Esta ofensiva yanqui tiene muchas más aristas; no se reduce al intento de controlar el petroleo, como quieren ver los adalides de la teoría de la conspiración, para justificar su apoyo irrestricto a regímenes reaccionarios y anti obreros que están en el punto de mira de los EE UU: lo que está en juego es mucho más que el petroleo, es el control del mercado mundial, modificando de esta manera el eje del conflicto, que no es solo antiyanqui y sus golpes de estado (que también), sino como construir una politica independiente frente a la crisis del imperialismo como sistema y las amenazas que se ciernen.
Este cuadro de recrudecimiento de los choques entre la potencia imperialista en decadencia, los EE UU, pero hegemónica por el momento, e Irán se producen poco después del fiasco/esperpento del golpe de estado en Venezuela; otro de los grandes granos en el culo de los yanquis.
¿Qué tienen en común Irán y Venezuela, además del petróleo?: son aliados del gran competidor de los EE UU en la economía mundial, China y su brazo armado, Rusia. Trump se ha vuelto «leninista», si golpea en Irán y Venezuela lo hace para debilitar en sus cabezas al tandem China-Rusia, siguiendo a su manera lo que Lenin decía en el Imperialismo Fase Superior del Capitalismo, “golpea en los aliados para debilitar a los competidores, haciendo demostraciones de fuerza”.
Porque este es el meollo de la cuestión, cómo reconoce abiertamente medio mundo, menos los que quieren justificar su apoyo a esos regímenes, “la época en la que los presidentes americanos actuaban como líderes mundiales de forma instintiva ha pasado a mejor vida” (Amanda Mars, desde Washington, El País, 23/12/18). O lo que es lo mismo, la crisis económica detonada en el 2007 y que tuvo su pico con la caída de Lehmann Brothers ha sacudido todas las fuerzas que mueven la política y las relaciones internacionales.
Geopoliticay economía
Decía un filosofo griego que “la política es la guerra con palabras”, que von Clausewitch completó con su conocida máxima de “la guerra es la política con otros medios”. Hasta 2007 las cosas en la geopolítica, y por ende en las relaciones entre las potencias, estaba clara, “los presidentes americanos actuaban como lideres instintivos” del mundo, que hegemonizaban de manera incontestable.
Ahora, la cosa no está tan clara. Los EE UU desde 1945 solo han ganado una guerra, la de Irak, todas las demás, desde Corea y Vietnam hasta Afganistán o Siria, o bien las han perdido, o se han empantanado y no saben como salir de ellas, siendo un agujero negro por el que se van recursos financieros del estado más endeudado del mundo, y que tiene como acreedor principal su gran competidor, China. Los casi 3 billones de dolares de deuda yanqui que posee es una bomba “atómica” financiera; la amenaza de su cobro supondría la quiebra del gigante norteamericano puesto que hundiría la confianza en el dólar como moneda refugio; la estampida marcaría toda una época, que de alguna manera y en fascículos, ya estamos viviendo: la caotización de las relaciones internacionales es una de sus manifestaciones.
Los movimientos geopolíticos, que tienen como sostén el gasto en armamento, no dejan lugar a dudas: el mundo es más inestable que hace diez años. Solo un dato, los EE UU siguen siendo los que tienen el gasto militar más alto; cierto, pero la tendencia es al aumento en todo el mundo, y a la reducción respecto a sus competidores. En el 2018 los EE UU gastaron 649 mil millones de dolares en armamento; China, el segundo, 250 mil millones que junto con su aliado estratégico, Rusia, suman 310 mil millones. Pero la UE no anda a la zaga, la “pacifista” Europa gasto 280 mil millones. Estos son los grandes gastadores en armamento, y son los protagonistas principales de las guerras comerciales que en los últimos años se han desatado entre ellos. Trotski ya recordó que las guerras tienen muchas formas «comerciales, financieras…» y de últimas, calientes.
La detención de la alta directiva de Huawei en Canadá por orden de los EE UU, porque quieren evitar que China, junto con Corea del Sur, se ponga a la cabeza en el desarrollo de la tecnología 5G en las telecomunicaciones, es un ejemplo de hasta que extremo están dispuestos a llegar en ese choque comercial en espiral, y que está hundiendo las bolsas de todo el mundo. La entrada en vigor de nuevos aranceles de EE UU a China, tuvo como respuesta una batería de aranceles en contra de los EE UU. El resultado, Wall Street cae un 2% y arrastra a todas las demás.
Los medios dicen que “tienen la esperanza” de que esta guerra comercial tenga un freno; pero como toda guerra solo puede pararse cuando uno de los dos contendientes acepte la derrota, firme un tratado y entre por el aro de las condiciones que el otro impone; pero esa esperanza parece más un deseo que una realidad, puesto que esta guerra comercial es parte “(…), de la larga pugna por el relevo en la hegemonía global” (Xulio Rios, Director del Observatorio Política China, en Rebelión 16/05/19). Y en medio, la clase obrera y los pueblos del mundo.
Estamos, todavía, en la fase del filosofo griego, “la política como guerra con palabras”; aunque haya muchos elementos de la máxima de von Clausewitch, como la guerra en Siria, el golpe de estado en Venezuela, el movimiento de tropas en el Mar de China o el mencionado acercamiento de una flota yanqui a Irán.
El gasto militar y las fuerzas destructivas
Marx definió el concepto de “fuerzas destructivas” en contraposición a la de “fuerzas productivas” en el siguiente sentido; estas últimas son aquellas que aumentan la riqueza social, aunque bajo el dominio del capital esta se acumule en pocas manos… Mientras, “las destructivas” son aquellas capacidades productivas, que aún generando plusvalía en su producción, su valor de uso no aporta riqueza a la sociedad, sino que la destruyen.
La principal fuerza destructiva es el armamento; el aumento del gasto militar por parte de todas las potencias, de las grandes como vimos, pero las medianas y las pequeñas también, hace que su realización en el mercado y con su uso efectivo a través de la guerra, el mundo se ponga al borde de la catástrofe.
Es cierto que en la actualidad el capitalismo mismo, el uso que hace del metabolismo que es el trabajo humano en su relación con la naturaleza, es una fuerza destructiva en si misma; el cambio climático es su principal manifestación; pero es una fuerza destructiva “en diferido”. El uso del armamento es una fuerza destructiva en el acto; la destrucción que provoca es inmediata y sin vuelta atrás. Y a diferencia de la época de Marx que era localizada geográficamente; hoy la amenaza es planetaria.
Como todo en el capitalismo, el desarrollo del gasto militar tiene una lógica interna que escapa a la voluntad de los seres humanos, estos, como mucho, solo pueden decidir su uso. La industria militar, como cualquier otra industria genera plusvalía que se realiza en el mercado, con la venta del producto; de hecho el primer motivo para que los USA estén preocupados con el aumento del gasto militar de otras potencias, es que pueden (y de hecho, han entrado) a competir directamente en él, con el “complejo militar industrial” que supone una parte decisiva del PIB norteamericano. Rusia hizo demostraciones en Siria de armamento que le reportaron pingues beneficios, hace años cuando los argentinos utilizaron con éxito los misiles franceses Exocet en el campo de batalla (la guerra de las Malvinas), estos fueron comprados masivamente.
Las armas son como cualquier mercancía, y se rigen por las mismas leyes del mercado y de la acumulación de capital; con una ventaja económica en tiempos de crisis, con su uso destruyen fuerzas productivas, liberando al capital de la presión de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia; tendencia que está en el fondo de la actual caotización de la situación política mundial.
El capital como relación social mundial está en una encrucijada de la que no es capaz de salir, no ha recuperado la tasa de ganancia a periodos pre crisis; los crecimientos puntuales han sido insuficientes para reiniciar un gran proceso de acumulación de capital tras la que todo el mundo reconoce como la mayor crisis del capitalismo con la del 29. Es más, esta crisis, la actual, ha sido la certificación del fin de la expansión del neo liberalismo que comenzara en los años 70 con Reagan y Thatcher.
Pero las armas tienen otro efecto, más trágico; la destrucción de fuerzas productivas es de alguna manera un eufemismo de muertos y devastación, que hoy seria a escala industrial. La utilización de las armas en un conflicto social tiene un uso económico, el que vimos, y unas consecuencias políticas; son la manera de determinar quién manda en el mundo.
Volvemos aquí a la idea de que lo que mueve las guerras comerciales entre China y los USA es el control del mercado mundial. Decíamos que todavía estamos en la fase del filosofo griego, “la política es la guerra con palabras”; pero, y esto es lo grave, es que si ninguno de los dos cede, podemos pasar a la fase Clausewitz.
El control del mercado mundial supone definir quién ostenta el poder y la hegemonía a nivel mundial; qué burguesía nacional se lleva la parte del león de la plusvalía mundial; no olvidemos que el capital es una relación social intrínsecamente mundial, pero la burguesía es esencialmente nacional. Desde el fin de la I Guerra Mundial, y sobre todo tras la II fueron los EE UU; primero al cobrar la deuda que Gran Bretaña y Francia había asumido con ellos para derrotar a Alemania, y después directamente, al derrotar militarmente a los competidores alemanes y japoneses, y el “daño colateral” que fue la destrucción de Europa.
Poder y violencia en las relaciones internacionales
En tiempos de crisis y, sobre todo, cuando por su causa se trastocan todas las relaciones sociales de abajo arriba; desde las más simples como las condiciones de vida de la clase trabajadora y los pueblos, que ven como todas sus conquistas sociales se están yendo por el desagüe, hasta las contradicciones entre las potencias, solo la lucha por el poder y la violencia que ello conlleva, puede dar una salida al laberinto social en el que el capitalismo ha metido a la sociedad.
Xulio Rios afirma algo que es evidente: los EE UU están a la defensiva, dan manotazos en un desesperado intento de mantener lo que conquistaran en las dos guerras mundiales, la hegemonía del mercado mundial. Hoy nadie duda que esa hegemonía está cuestionada, primero, por la propia decadencia interna yanqui; no voy a aburrir con datos, sino que como elemento metodológico para analizar la realidad, solo citaré a Lenin en como previó la decadencia de las potencias hegemónicas del siglo XIX, Gran Bretaña y Francia.
“Inglaterra y Francia han vencido (en la I Guerra), pero están empeñados hasta la camisa con América, la cual ha decidido que, por más vencedores que se consideren los franceses y los ingleses, ella ha de llevarse la nata y percibir, con creces, los intereses de su ayuda durante la guerra; y eso debe asegurarlo la flota americana, que se está construyendo ahora y por su fuerza adelanta a la inglesa”(Informe en el II Congreso de toda Rusia de las organizaciones comunistas de los pueblos de Oriente, 1919).
Hoy los EE UU pueden alardear de todo lo que quieran, pero están “empeñados hasta la camisa” con China, Japón, etc., que son los que tienen en sus manos la deuda yanqui. Esta es la realidad, … El dólar es la moneda dominante porque el capitalismo chino y japonés no quieren sumir al mundo en el caos. Por ello, Trump grita, gesticula, amenaza, envía marines a todo el mundo; tienen 220 mil soldados en medio mundo, y no son capaces de derrotar a la banda de indocumentados de los talibanes afganos.
Que tienen un poder militar incuestionable, sin lugar a dudas; siguen siendo la primera potencia en casi todos los aspectos … Pero, como decía Lenin de Gran Bretaña y Francia, “están endeudados hasta la camisa”, y esa hegemonía es papel mojado sin el dinero que está en manos de otros. Esto los hace más peligrosos, por mantener ese poder pueden y están utilizando la única herramienta que les queda: la supremacía militar.
Solo a través de la violencia más extrema pueden sostenerse como la primera potencia mundial; llegaron a ella tras una doble carnicería –que ellos no comenzaron, que conste, sino que fue obra de los “pacíficos “ europeos, de Gran Bretaña, Francia y Alemania, principalmente-, y solo podrán ser desalojados por la violencia. Fue Hobbes el que definió la sociedad capitalista con el aforismo, “el hombre es un lobo para el hombre”; y como resuelven los lobos el dominio del “macho alfa” sobre la manada si no es con la lucha. La diferencia es que el lobo no mata al otro lobo, en cuanto uno da síntomas de debilidad abandona el campo de batalla. Al sector del capitalismo triunfante no le basta con un síntoma de debilidad para entonar victoria, en ocasiones de crisis aguda, tiene que destruir al enemigo para que este no vuelva a tener intenciones de desafiarlo.
Si no veamos como actuaron los “aliados” en la II Guerra Mundial. Tras la I Guerra, Alemania fue derrotada, pero quedó viva; lo que le impusieron en el Tratado de Versalles fue el pago de las compensaciones de guerra. Pero su industria y economía quedaron básicamente intactas…
Como las contradicciones interimperialistas eran muy agudas, estaba claro que la I guerra no había cerrado nada… Todo anunciaba otra guerra, lo que se dirimía no era el control de una parte del mercado, sino la hegemonía mundial puesto que la decadencia de Gran Bretaña y Francia eran más que evidentes, ya que se habían convertido en lo que Marx llamo “estados rentistas” que vivían del saqueo de ese mercado. Y así fue, en 1939 estallaba la II Guerra, donde entraron de lleno dos nuevos actores en la lucha, Japón y los EE UU.
Los “aliados”, especialmente los EE UU sabían que en este caso Alemania no podía quedar viva; tenían que “romper la columna vertebral prusiana” en palabras de Churchill; todo el esfuerzo de guerra fue para destruir Alemania hasta la raíces, para que durante décadas no hubiera nuevos desafíos. Respecto a Japón la actuación fue otra, buscaron su derrota militar, pero no su destrucción, puesto que, a diferencia de Alemania, no suponía una amenaza global.
Nunca las relaciones internacionales se basaron en el acuerdo, y menos bajo el capitalismo. La lucha por el mercado mundial desde el momento en que este apareció sobre el planeta con la colonización de América, Asia, África y Oceanía por los europeos, ha sido brutal. La sucesión de guerras y tratados, que siempre comenzaron europeos y terminaron dirimiéndose en medio mundo, son la forma en que se manifiesta la violencia en la lucha por el poder que determinan esas relaciones internacionales.
La actualidad no va a ser muy distinta, … Solo los frena la tremenda capacidad destructiva que el capitalismo ha alcanzado que convierten en una verdadera pesadilla apocalíptica lo que puede suceder. El problema es que el capitalismo es un sistema en modo automático, que empuja a actuar a los seres humanos al margen y muchas veces en contra de su voluntad. Es un sistema que se basa en la violencia para dirimir las contradicciones, desde las más simples como la entrada a la fuerza en el mercado de trabajo de millones de seres humanos, hasta las más complejas como el fomento de un I+D orientado a la fabricación de armamento, porque da beneficios… importándoles bien poco que el uso de ese armamento suponga la muerte y la destrucción.
Ninguno de los sectores del capital implicados en las guerras comerciales que atraviesan el mundo van a ser parte de la solución, puesto que eso supondría que renuncian a lo que la lógica del capital que representan, hegemonizar el mercado mundial que les permita ser el “macho alfa” de la manada, y acumular más riqueza. Y ninguno va a renunciar al uso de la fuerza, de la violencia, para imponerse sobre el competidor…
¿Cuándo?. Eso es lo que no se sabe, cuándo sucederá, pero que las fuerzas del capitalismo empujan en ese sentido, esta fuera de dudas. Los filmes y series de TV postapocalipticas no son más que la expresión en la cultura popular de esas tendencias. Está en manos de la clase obrera mundial, los pueblos oprimidos, y de todos los sometidos por el sistema capitalista evitar los “juegos del hambre” a los que nos condena el capitalismo.
Sin reconocer que esta lucha interna en el imperialismo capitalista es lo que ordena todos los conflictos entre las potencias imperialistas y las semicolonias, la clase obrera no podrá tener una política independiente respecto a cualquiera de ellas, se claudicará a una u otra cadena imperialista que buscan debilitar al contrario a la manera “leninista”, golpeando en sus aliados más débiles. Hitler no desató la guerra directamente contra Gran Bretaña y Francia, fue ocupando los Sudetes, Austria, apoyo a Franco, … Hasta que cuando entró en Polonia, británicos y franceses dijeron, ¡hasta aquí hemos llegado!.
Si no se entiende esto, cualquier política que se levante no será realmente independiente, como sucede con aquellos sectores que sumidos en la teoría de la conspiración y en la confusión respecto al tandem Rusia / China, claudican a los regímenes como el Sirio, el Venezolano, el cubano o el nicaragüense, puestos en el punto de mira de los EE UU, no tanto por sus riquezas, sino para debilitar a sus potencias aliadas, Rusia y China.
Para avanzar en la lucha por el socialismo, por una política de clase independiente que enfrente las tendencias apocalípticas de las guerras comerciales, hay que enfrentar ambas cadenas imperialistas desde Xi /Putin, hasta Trump / UE, y sus aliados internos: “guerra a la guerra” le llamaron los internacionalistas de Zimmerwald.
En la actualidad se enfrenta este camino con un handicap tremendo, los medios capitalistas consiguieron que la sociedad sea capaz de imaginar un mundo pos apocalíptico, lleno de zombies o de sociedades destruidas como la de “juegos del hambre” o “divergente”, como “educación” para la que se avecina; y que no sea capaz de imaginar una sociedad socialista que acabe definitivamente con esas pesadillas. Reconstruyamos esa perspectiva como única salida a la barbarie capitalista.