A pesar de los clamorosos silencios de los medios de comunicación de masas, controlados como están por el gran capital financiero, las luchas de los pueblos y de los trabajadores y trabajadoras son un hecho. En los últimos cuatro meses de este año hemos asistido a grandes movilizaciones obreras en Francia contra los planes de Macron, el comienzo de una revolución democrática en Catalunya y el Estado Español, la crisis política y social de Honduras y las manifestaciones obreras argentinas que consiguieron rechazar el plan de Macri.
“La lucha de clases existe”, como afirmaba el financiero Warren Buffet, y “la van ganando (ellos)” porque tienen claro, son conscientes de su papel en la sociedad: son burgueses, son capitalistas; son los dueños y gestores de los medios de producción, distribución y financieros. Y como burgueses que son, tienen pánico a que la clase obrera tome conciencia de su papel, y de su poder, en la sociedad.
La burguesía subrogó el poder económico y político de la aristocracia, cuando destruyó el estado feudal; y lo hizo como clase explotadora. La revolución burguesa, de últimas, no fue más que la sustitución de una clase explotadora por otra, aunque esto significara un progreso cualitativo para la humanidad. La burguesía al acabar con la propiedad feudal de la tierra hablo “en nombre de los derechos universales de toda la sociedad”, que era la mayoría campesina, y encabezó su revolución.
Por ello saben que si la clase obrera pasa de una situación de clase “en si” a “clase para si”, comenzaría a levantar un proyecto social alternativo al capitalismo, hablaría en “nombre de los derechos universales de toda la sociedad”.
El capitalismo en su fase imperialista y decadente, ha llevado a la humanidad al nivel más alto de producción de bienes y servicios posible bajo su dominio, y este nivel es el que genera la miseria en la que viven miles de millones de seres humanos. Las crisis humanitarias, de guerra, hambre y sequía, bajo el capitalismo no son fruto de las condiciones naturales, sino de las mismas relaciones sociales de producción que provocan la sobreproducción de alimentos, armas y megaminería, y que se basan en la explotación del ser humano por una minoría de “Warren Buffets”.
El cambio climático, el resurgimiento masivo de la esclavitud o la vuelta a formas de explotación de la clase obrera decimonónicas son el resultado directo de esas relaciones sociales de producción capitalistas.
Esto es lo que temen los capitalistas, que la clase obrera, que constituye el 70% de la población activa mundial, tome conciencia de su papel en la sociedad, de que es una clase social opuesta por el vértice a la clase propietaria de los medios de producción y distribución. Que esa toma de conciencia lleve aparejada la construcción de una ideología que en Octubre de 1917, hace 100 años, demostró que si es posible desarrollar desde el poder político, con lo que esto supone, la destrucción de las relaciones sociales de producción capitalistas y la construcción de una nueva sociedad, sobre bases radicalmente distintas.
Para evitar esta toma de conciencia los capitalistas no solo hablan ellos, sus pensadores y técnicos, sino que cuentan con “quintacolumnistas” dentro del movimiento obrero que repiten, como loros, los mismos mantras que desde los “think thank” y universidades se generan, que se pueden sintetizar en la frase de la principal neoliberal, M Thatcher, cuando dijo que “no hay alternativa al capitalismo”.
Tras la caída del Muro de Berlín, y como un efecto central de lo acontecido, el muro se le cayó en la cabeza a muchos de esos que dicen hablar en nombre de la transformación social, y los dejó “tontos”. Frases como “el socialismo ha muerto”, “el marxismo es cosa del pasado”, o como mucho, “es una teoría económica”, “la clase obrera ya no existe”, o, en el mejor de los casos, “es un movimiento más dentro de otros muchos movimientos libertadores”, son esos mantras que se repiten machaconamente dentro de las filas de la izquierda, y han terminado por calar.
La consecuencia política de todo este bombardeo ideológico es la cristalización de un techo de cristal democrático en la conciencia de la clase trabajadora de prácticamente todo el mundo. Como el capitalismo no deja de ser un sistema explotador de seres humanos y espoliador de riquezas naturales, la lucha de clases existe; solo que la clase obrera actúa con ese “techo democrático de cristal”, que le impide ver que sí hay alternativa al capitalismo.
Pero toda gran mentira debe tener un elemento de verdad, sino seria increíble, es cierto que lo que se cayó con el Muro de Berlín no era, ni de lejos, socialismo, sino sociedades no capitalistas pero degeneradas burocraticamente que hablaban en nombre del socialismo. Hay que entender la fuerza de esta mentira que ha calado tanto en la conciencia de las masas, hasta el punto que este techo democrático de cristal es el principal freno para que la clase obrera de el salto que le permita enfrentar la raíz del problema, las relaciones sociales de producción capitalista
Si la clase obrera no es capaz de romper ese techo de cristal, todas sus luchas serán un eterno recomenzar, en las que irán sustituyendo dirigentes burgueses o pequeño burgueses por otros; mientras el capitalismo seguirá pudriéndose en su propria crisis.
La pregunta que surge, inevitablemente, es de si es posible, o no, bajo las condiciones actuales del capitalismo ese salto entre “clase en si” a “clase para sí”. Obviamente de cómo se responda a esta pregunta, uno se ubica bajo el techo de cristal, o tiene un programa y una política para romperlo.