A estas alturas parece bastante claro que la pandemia del Covid-19 va a traer consecuencias que van a cambiar la vida de las clases populares en general y de la clase trabajadora en particular, tal como la cambiaron eventos como el 11-S o la crisis del 2007. Y el lamentable tratamiento informativo de la cuestión está ayudando a que estemos tolerando, como en aquellas otras ocasiones, medidas que van únicamente en contra de nuestra clase.

La pandemia comenzó en medio de una guerra comercial brutal entre EEUU y China por un lado, y EEUU y Europa por otro, mientras sonaban rumores anunciando una nueva crisis. Bruselas y el FMI ya estaban dejando caer a los gobiernos europeos que serían necesarios más y más recortes. Más recortes cuando la clase trabajadora aún sufrimos las consecuencias de la precarización y los recortes que en teoría fueron necesarios para salir de la quiebra de 2007 causada por banqueros y especuladores financieros.

Nadie discute lo grave de esta epidemia y todo el mundo conocemos más o menos la cronología. Los primeros casos se declararon en diciembre de 2019 en Wuhan, China. El 7 de enero se identifica el nuevo coronavirus, el 11 de enero se informa del primer fallecimiento. El 11 de Marzo la OMS declara que la enfermedad es una pandemia. En el momento de escribir este artículo, afecta a 168 países de todos los continentes, ha supuesto unos 9318 fallecimientos y más de 228000 contagios. China, Italia e Irán son los países más afectados. Varios países del mundo entre ellos España mantienen a su población confinada para contener la enfermedad y evitar que se saturen unos servicios sanitarios públicos desmantelados por las políticas neoliberales de estos años.

El papel de los medios de comunicación

En un primer momento, las informaciones o desinformaciones sobre el Covid-19 respondían claramente a los intereses de las guerras comerciales en curso (a menor escala, podemos recordar el caso de la alerta alemana sobre los pepinos españoles infectados de E. Coli en 2011). Pero a medida que el virus se expandía por el planeta y se comprobaba la escasa reacción de las autoridades, entraron aún más en juego los bulos (las famosas fake news), y los medios de comunicación tradicionales no aportaron precisamente profesionalidad periodística a la crisis global. La retransmisión en directo de cada nuevo contagio, de cada nuevo fallecimiento y las narrativas dramáticas fueron dejando a un lado la información útil y veraz para caer cada vez más en un show bastante tétrico. Esa manera de actuar sólo ha servido para aumentar la desinformación, para sembrar el pánico e instalar a la población en la mezcla de shock, psicosis e incredulidad de la que hemos sido testigos estos días. Y el problema es que en realidad los medios no tanto han ocultado información sino que la han frivolizado, disfrazándola de espectáculo.

El porqué aparecen estas fake news sería motivo de un análisis aparte pero los bulos siempre han existido. Los ataques de la ultraderecha al racionalismo y a la ciencia en general también han hecho mella. Pero, ¿a qué se debe esta actitud de los medios que deberían informar y ejercer un servicio público para colaborar en la mejor gestión posible de esta crisis? Probablemente porque en este siglo las redes sociales también son medios de comunicación, y los medios de información tradicionales se encuentran compitiendo por la atención del público con otros medios que no son de información, y con millones de particulares con sus propios intereses, en plataformas como Youtube, Instagram o Twitter que son también empresas poderosísimas y que basan su negocio no en controlar, sino en fomentar cualquier información que sea popular para la gente.

El modo de producción capitalista ha colocado a las empresas de información en la complicada tarea de tener que competir contra creadores de bulos morbosos y contra vídeos de gatitos. Es muy difícil para una empresa ofrecer gratis información rigurosa y veraz elaborada por profesionales cuando a sus competidores no les cuesta absolutamente nada vender apocalipsis como churros. La lógica capitalista les dice a esas empresas que hay que abaratar el producto o vender algo muy parecido a lo que venden los competidores, o perderán y tendrán que salir del mercado. Por tanto, las empresas de medios de información simplemente lo hacen. Se llama capitalismo.

La mala noticia para la humanidad es que un producto informativo no es un pantalón, porque un pantalón barato te sigue tapando el culo pero un informativo barato no cumple ni de lejos su función.

A río revuelto ganancia de pescadores

Población desinformada y en shock. Este es el panorama que gobiernos como el francés, británico, italiano o español se encuentran justo en el momento en que estaban devanándose los sesos acerca de como cumplir las órdenes de Bruselas para profundizar en los recortes y privatizaciones sobre un pueblo ante el que poseen ya poquísima credibilidad. La irresponsabilidad de los medios de comunicación inmersos en la dinámica del capitalismo les han brindado en bandeja la ocasión perfecta para justificarlo, como se justificó el expolio con la crisis de 2007, sin necesidad de mayor estrategia oculta ni mayor conspiración en las sombras.

El estado de shock en el que estamos sumidos favorece el decreto de estados de alarma sin otro objetivo que paralizarnos y pedir unidad alrededor del gobierno de turno. Por eso lanzan mensajes del estilo “obedecer es convivir” o “hay que entender que os despidan porque está siendo muy duro para todos” mientras fomentan ERTES para evitar contagios y permiten que las empresas nos tengan trabajando sin seguridad a la vez. Mientras regalan dinero a los bancos, mientras mantienen las leyes que permiten la privatización de la sanidad y mientras siguen dejando la investigación en manos privadas. Es decir, mientras ejecutan medidas para favorecer a bancos y empresarios que habrían encontrado una tremenda oposición en la población.

Por otro lado, los medios de comunicación siguen con su irresponsable actividad. El Estado de Alarma les obliga a dar cobertura a las informaciones gubernamentales pero no les obliga a nada más. Y siguen intentando competir con los bulos y los fakes en su mismo terreno corrompiendo nuestro derecho a la información (el morbo a costa de la imagen de los ataúdes de Bérgamo es nauseabundo), inundando programas de entretenimiento de presunta información científica o cayendo como estamos viendo, ahora que está decretado el estado de alarma, en las habituales tendencias partidistas.

Donde mucha gente cree ver conspiraciones, vemos que sólo se necesita que los medios de información no estén en manos del pueblo para que la sensación de caos sea absoluta y encima lo paguemos el propio pueblo. Cuando la pandemia y el confinamiento pasen y hagamos cuentas de cuánto hemos perdido y de cuánto más han ganado los de siempre, deberemos plantearnos seriamente buscar nuestros propios canales de información independientes.

Por unos medios de información 100% públicos y de calidad

No podemos negar la importancia de la profesionalización en cualquier sector y más en algo que se supone un servicio público. Esta crisis nos ha mostrado clarísimamente la enorme diferencia entre servicios sanitarios de recursos 100% públicos, y servicios sanitarios privados que no han hecho absolutamente nada más allá de tener bloqueados a profesionales y recursos durante un tiempo valiosísimo. De la misma forma deberíamos ver la diferencia entre servicios públicos de información que luchan por su independencia, o empresas de comunicación que simplemente miran los dividendos, influencers y curanderos new age que no han hecho más que complicarlo todo, o personajes como Spiriman que disfrazan su populismo prosistema como contestación al propio sistema. Necesitamos unos medios de información 100% públicos y de calidad.

Organízate contra el nuevo expolio que nos preparan con la excusa de la grave pandemia, y únete a la Liga Internacional de lxs Trabajadorxs para contraatacar.