Avigdor Lieberman acaba de ser nombrado ministro del gobierno de Benjamín Netanyahu en Israel, conformando lo que la prensa internacional califica como “el gobierno más derechista de la historia del país” y alertando sobre la posibilidad de “un giro extremista” en el país.
Por Alejandro Iturbe
Presentamos al personaje. Avigdor Lieberman nació en la ex URSS en 1958 y emigró con su familia a Israel, en 1978. A partir de la restauración del capitalismo, centenas de miles de judíos rusos siguieron ese mismo camino, huyendo de las consecuencias económico-sociales de la restauración, alentados por la política israelí de fortalecer el “carácter judío” de la población del país.
Gran parte de ellos fueron instalados en las colonias construidas en las zonas arrebatadas a los palestinos de Jerusalén Oriental y Cisjordania. Viven cómodamente gracias a los importantes subsidios del Estado sionista y a la explotación como mano de obra semiesclava de los palestinos, incluyendo numerosos niños.
No es casual entonces que se hayan transformado en los más fervorosos defensores del Estado sionista y el sustento de las políticas más agresivas contra los palestinos. Son una especie de “primera línea de choque” y realizan permanentes agresiones contra el pueblo que oprimen.
Sobre esta base social y electoral, Lieberman formó el ultraderechista Partido Israel Betenú que, en todas las elecciones, obtiene varios diputados a la Knesset (parlamento). De ese modo, se transformó en un aliado imprescindible de Netanyahu (junto con los partidos ultrarreligiosos) para que este pueda formar y sostener sus gobiernos. No es la primera vez que Lieberman ocupa ministerios pero ahora pasa a ocupar una cartera considera central en los gobiernos israelíes.
La mayoría de la izquierda mundial apoya la lucha de los palestinos y denuncia los crímenes y las agresiones israelíes contra ellos. Sin embargo existe un profundo debate sobre cuál es la solución a ese conflicto ya que gran parte de esa izquierda apoya la llamada propuesta de “los dos Estados” (uno israelí y otro palestino) que deberían convivir lado a lado y en paz. Para ello, sería necesario que el curso político de Israel girase hacia posiciones más tolerantes y abiertas.
Creemos que esta propuesta es utópica y, a la vez, reaccionaria por la esencia del Estado de Israel. Este Estado nació en 1948, avalado por una resolución de la ONU impulsada por el imperialismo estadounidense y apoyada por la burocracia estalinista entonces gobernante en la URSS. Se dividía así el territorio colonial del hasta entonces Mandato Británico Palestino y se otorgaba al nuevo Estado israelí una mayoría de territorio, a pesar de que la población era claramente minoritaria en el territorio frente a la amplia mayoría de los históricos habitantes palestinos.
Una vez creado Israel, las bandas armadas del sionismo expulsaron a la mayoría de la población palestina con métodos violentísimos (que incluían los asesinatos de mujeres, ancianos y niños) y ampliaron el territorio bajo su dominio.
Fue lo que los palestinos y árabes recuerdan como la nakba (catástrofe). Desde entonces, el pueblo palestino ha quedado dividido en tres partes: los que viven oprimidos en territorio israelí, los que habitan en los llamados “territorios palestinos” (hoy bajo la administración colonial de la ANP sometida a Israel) y los que viven en el exilio. Desde entonces, los el pueblo palestino lucha por recuperar todo el territorio que les fue usurpado y robado y así poder construir su propio estado.
Afirmamos que Israel nació y existe como un enclave militar imperialista construido sobre territorios usurpados, con una población artificialmente creada y cuyo sentido es ser una especie de “avanzada armada” del imperialismo para agredir a los pueblos árabes, especialmente a los palestinos, y defender sus intereses en la región. Toda la historia de Israel (llena de guerras e invasiones contra sus vecinos árabes y de permanentes ataques y crímenes contra los palestinos) demuestran eso. Como dice el viejo refrán: “está en su naturaleza”.
Hemos dicho que la política de los dos Estados es a la vez utópica y reaccionaria. Es reaccionaria porque legaliza nuevamente la usurpación de 1948 y condena a los millones de exiliados palestinos a nunca poder regresar a las tierras que les fueron robadas.
Es utópica porque espera que Israel (un Estado agresor por su esencia “se porte bien”) gracias a un futuro “giro a la izquierda” de su vida política. Pero esto es imposible: la gran mayoría de la población israelí es consciente de que su situación y sus privilegios dependen de la naturaleza del Estado de Israel y de su carácter agresor. Por eso, han girado cada vez más la derecha, despojándose del barniz “progresista” y hasta “socialista” con que quisieron vestirse inicialmente y hoy dominan la escena política Netanyahu y su aliado Lieberman. No hay tal “giro extremista” sino la confirmación de una dinámica política inevitable.
Por eso, para nosotros la única verdadera solución es la de la destrucción del Estado de Israel y la construcción de una Palestina Unida Democrática y no Racista en todo su territorio histórico a la que puedan volver los palestinos exiliados y puedan permanecer aquellos judíos que estén dispuestos a convivir en paz.
Hemos dicho que la mayoría de la izquierda mundial apoya la lucha palestina y condena a Israel. Pero hay excepciones de gente que se dice de “izquierda” pero apoya a Israel. Uno de ellas es el político demócrata estadounidense Bernie Sanders quien viajó varias veces a Israel en su juventud para trabajar en los kibutz (explotaciones agrarias) y, como legislador en su país, votó todas las leyes a favor de Israel y contra los palestinos. Otro de ellos es el brasileño Jean Willys, diputado nacional por el PSOL, que recientemente viajó a Israel y apoyó a este país diciendo que era “democrático” en medio de “una región donde no había mucha democracia”. Hasta ahora, el PSOL como partido nunca lo ha criticado por estas declaraciones.